Image
African man wearing a black medical face mask stands in front of a poster at a museum.

El Rev. Frank Chikane habla de su experiencia de lucha contra el régimen del apartheid en Sudáfrica a los miembros de la CIAI del CMI que visitaron la Fundación Nelson Mandela en Johannesburgo (Sudáfrica), en noviembre de 2021.

Fotografía:

¿Ha cumplido o superado sus expectativas este mandato de moderador de la CIAI?

Rev. Chikane: Esperaba que analizáramos más las dinámicas de poder a fin de entender mejor la naturaleza de los desafíos que afronta el mundo. Para intervenir en una situación concreta, en calidad de iglesia, es imprescindible entender las dinámicas de poder que están en juego y los intereses que alimentan los problemas que buscamos resolver. Y no es fácil encontrar soluciones, pues estas siempre van en contra de los intereses de unos u otros. La mayoría de los conflictos existentes en el mundo en desarrollo guardan relación con su herencia colonial y los problemas derivados de esta. Algunos ejemplos son Camerún, Mozambique, Palestina, entre otros; todos ellos son conflictos coloniales. Algunos, como el de la península de Corea, son herencia de la Guerra Fría.

Nuestra capacidad de acción ha encontrado límites, aunque también ha habido muchos éxitos. La colaboración con la ICAN en el tratado de no proliferación de armas nucleares ha sido extraordinaria, al igual que la colaboración con UNICEF en la protección de la infancia, y con el ACNUR en la protección de los derechos de los apátridas. En esos ámbitos sí hemos logrado avances. Hemos desplegado esfuerzos para iniciar diálogos entre las partes implicadas en el conflicto de Colombia, y en lugares como la República Democrática del Congo, Burundi o Sudán del Sur, hemos dialogado con todas las partes en los conflictos. No hemos completado los procesos, pero los hemos iniciado.

Hemos logrado muchas cosas, aunque aún no hemos abordado el verdadero problema. Para ello, las iglesias deben llegar a los poderosos del mundo. Porque de allí vienen los conflictos, más que de ningún otro lugar. La península de Corea o Palestina e Israel son casos clásicos.

Ha dicho en varias ocasiones que la principal tarea de la Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales del CMI es contribuir a formular la visión cristiana de los asuntos más importantes que afectan al mundo. ¿Podría darnos algunos ejemplos en que las iglesias hayan contribuido a esa visión durante su mandato al frente de la comisión?

Rev. Chikane: La península de Corea es el ejemplo clásico. Estuvimos allí, tanto en Corea del Norte con en Corea del Sur, nos reunimos con las iglesias, las escuchamos y llevamos a cabo actividades conjuntas. Interactuamos con los gobiernos de ambos países. Y así configuramos la visión cristiana: independientemente de la historia, el pueblo de la península de Corea tiene derecho a reunir a sus familias, divididas por la guerra desde hace tantos años. Eso quieren: vivir en paz y vivir juntos en un entorno sin armas nucleares. La visión cristiana es que debemos apelar a los poderosos que ponen obstáculos para que las dos Coreas logren lo que han acordado. La visión de Dios nos instaría a impedir que los poderosos interfieran en la voluntad del pueblo de la península de Corea de instaurar la paz.

Cuando hablamos de Zimbabue, decimos que los dirigentes deben imponer la paz, pues hay muchas personas corrientes que sufren. Mire cuántos zimbabuenses hay en Sudáfrica y en otros países del mundo; son los principales ‘refugiados’ o migrantes económicos, la mayoría no tiene siquiera documentación. Cruzan ríos, muchos de ellos bajo la amenaza de los cocodrilos, solo porque sus dirigentes están enfrentados por sus intereses propios. Esa no puede ser la visión de Dios. La visión de Dios sería que los zimbabuenses vivieran en paz y se repartieran los recursos de que disponen, en lugar de enfrentarse entre ellos. Lo mismo puede decirse de la República Democrática del Congo y de muchos otros lugares.

En cuanto al asunto de Oriente Medio, el conflicto israelo-palestino, la visión de Dios es que judíos y palestinos merecen el mismo trato. Para mí es muy sencillo: no puedes hacer algo a un palestino que no puedas hacer a un judío, y viceversa. Y algunas iglesias están atrapadas, pues al haber tratado mal a los judíos en el pasado en Europa, ahora sienten que deben apoyarlos, aunque traten a otros con crueldad. Esa no puede ser la visión de Dios. Sea como sea, es un pecado apoyar a un Estado que trata a otros con crueldad y viola sus derechos.

Usted procede del trágico contexto sudafricano, donde algunas iglesias apoyaron de forma activa las injusticias del régimen del apartheid. Sobre la base de su experiencia, ¿qué papel considera que deberían asumir el movimiento ecuménico y el CMI en situaciones tan complejas?

Rev. Chikane: El CMI tiene un buen estudio de caso en Sudáfrica. En 1960, en Sharpeville, fueron masacradas sesenta y nueve personas. El mundo estaba en shock, pero muchas iglesias de Sudáfrica seguían apoyando el sistema del apartheid. El CMI tuvo que convocar una reunión de sus iglesias miembros en Sudáfrica para abordar el asunto. Eso provocó una profunda crisis, y una de las iglesias, la Iglesia Reformada Neerlandesa, abandonó el CMI. A raíz de la aprobación del Programa de Lucha contra el Racismo, el CMI tuvo que afrontar múltiples problemas debido a las profundas divisiones entre las iglesias miembros. Con el tiempo, las iglesias que se oponían fueron cambiando de actitud y empezaron a apoyar el programa. Por último, las iglesias de Sudáfrica se posicionaron en contra del sistema del apartheid y ofrecieron su apoyo a las víctimas. Y ahora, por fin, la Iglesia Reformada Neerlandesa vuelve a ser miembro del CMI.

Si las iglesias no hacen lo que debieran, el CMI debe actuar como acompañante, asistente y facilitador de estas sin socavarlas. Y cuando haya desacuerdo en cuanto a los asuntos de la justicia, el mandamiento de ‘y como quieren que hagan los hombres con ustedes, así también hagan ustedes con ellos’ deberá ser el referente. Deberíamos ser capaces de decir: esto es injusto y no se puede hacer. Deberíamos ser capaces de escuchar, implicarnos y preguntarnos: ¿qué es lo justo? Así deberíamos medirlo: ¿estamos haciendo justicia? Sin pelearnos. No estamos aquí para pelearnos, sino para ayudarnos.

A veces, el CMI sigue a otros o les va a la zaga, y, otras veces, va a la cabeza. A veces, son las iglesias locales quienes van por delante del CMI, y, otras veces, son ellas quienes quedan atrás. Sea cual sea la posición de cada cual, lo que importa es que nos dirijamos mutuamente en la dirección correcta para terminar todos allí donde Dios quiere que estemos.

Image
African man wearing a black medical face mask stands in front of a poster at a museum. The poster reads 'Massacres and mayhem', shoing images of past war times in South Africa.

El Rev. Frank Chikane habla de su experiencia de lucha contra el régimen del apartheid en Sudáfrica a los miembros de la CIAI del CMI que visitaron la Fundación Nelson Mandela en Johannesburgo (Sudáfrica), en noviembre de 2021.

Fotografía:

Uno de los principales propósitos del CMI es avanzar hacia la unidad de los cristianos. En el contexto del caso que ha mencionado, de la Iglesia Reformada Neerlandesa, ¿cuál cree que debe ser la prioridad de la labor del CMI?, ¿la unidad o la justicia?

Rev. Chikane: Ambas deben ser prioritarias para el CMI y para las iglesias. Pero no es posible crear unidad en detrimento de la justicia. Si alguien es racista y el racismo es un pecado, no podemos decir que en nombre de la unidad le acogemos aquí siendo racista. Eso iría en contra del Evangelio; hay una línea que no podemos cruzar.

Bajo su dirección, el Consejo Sudafricano de Iglesias estuvo profundamente involucrado en la denuncia de las injusticias del régimen del apartheid de Sudáfrica y en la prestación de apoyo a las víctimas. En 1988, la totalidad del edificio de oficinas del consejo en Johannesburgo fue destruido por una bomba, en un atentado similar a los perpetrados durante ese periodo en Sudáfrica contra otros grupos anti-apartheid. De haber sabido que el atentado iba a producirse, ¿hubiese cambiado algo de lo que hacía o hubiese detenido alguna de sus acciones para luchar contra las injusticias?

Rev. Chikane: Puede que me tome demasiado en serio la fe cristiana, pero no sería posible lograr lo que logró Jesús sin estar dispuesto a morir por la causa. La justicia tiene un precio, hacer lo correcto tiene un precio. Sabíamos que lo que hacíamos podía llevarnos a perder la vida. Cuando nos atacaron –con la mayor bomba jamás utilizada por el sistema del apartheid– sabíamos que nos habían asestado un duro golpe, pero que no nos detendrían. Yo estaba dispuesto a morir, porque no iba a permitir que continuara aquella injusticia, al igual que Dios no lo hubiera permitido.

No podíamos imaginar semejante explosión en la sede del SACC. La dinamita fue colocada en los cimientos del edificio con tanta pericia que la explosión hizo que este se derrumbara por completo. Nos esperábamos lo peor, pero no esperábamos que ocurriera algo así. No obstante, ocurrió. Después de aquello, fui envenenado con armas químicas y estuve a punto de morir. Los responsables de ese acto cobarde confirmaron el envenenamiento en las confesiones realizadas en el marco de las negociaciones de clemencia durante el juicio. Uno sospecha que pueden envenenarle, que pueden dispararle, pero, aún así, cuando ocurre, te impresiona y te duele.

En la fe cristiana no hay conquista de la justicia sin sacrificio. Siempre conlleva un sacrificio. A veces, la iglesia debe perder dinero para hacer lo que Dios quiere que haga. A veces, el CMI debía perder dinero para mantenerse fiel al Señor. Si alguien dice: yo te financio, pero si vas a hacer eso, retiraré mi dinero, tenemos que ser capaces de responderle que haga lo que quiera, que nosotros solo podemos “obedecer a Dios”, no a un “ser humano” o a una “autoridad humana”. Nuestra única opción es defender el Evangelio. Y cuando uno obedece el Evangelio, sabe que cumple la voluntad de Dios. La visión de Dios es lo que debe definir lo que hacemos, no nuestros intereses personales o nuestros miedos. La Biblia nos habla de vaciarnos de nosotros mismos; Jesús se vació de sí mismo y de sus privilegios divinos al asumir la forma de un siervo, a imagen y semejanza del ser humano, para salvarnos. Por lo que, ¿quiénes somos nosotros para preservar nuestros privilegios y tergiversar el Evangelio?

Desde su punto de vista, ¿cuánta importancia tiene en la actualidad que las iglesias se mantengan comprometidas con su misión, aunque ello les cueste su posición, sus finanzas o su situación de confort?

Rev. Chikane: Es fundamental para el Evangelio, si nos tomamos nuestra fe en serio. En medio del dolor, el sufrimiento, las guerras y los conflictos es cuando las iglesias debemos mantenernos firmes, independientemente de las consecuencias. Si no lo hacemos, no estaremos alineados con Dios. Para ser iglesia debemos ser como Jesús. Si no somos como él, entonces somos menos que una iglesia.

Debido a su rol activo en la denuncia de injusticias, ha sido encarcelado, torturado y envenenado. Y aun así, no ha dejado de luchar contra las injusticias del mundo y de defender a los oprimidos. ¿De dónde saca la motivación y la inspiración?

Rev. Chikane: Sigo luchando contra las injusticias, porque si no lo hiciera no estaría viviendo en consonancia con mi fe. Creo que debemos vivir nuestra fe y dar testimonio del Señor, nuestro Salvador. De manera que, la inspiración proviene de tomar en serio el sacrificio que el Señor hizo por uno. Si él sacrificó su vida por mí, yo debo estar dispuesto a sacrificar la mía por los demás. Si sigues al Señor, no puedes sino ser como Él. Él dijo: sé como yo, toma tu cruz y sígueme. No será fácil llevar la cruz. La iglesia debe cargar con la cruz por el bien del pueblo de Dios.