Introducción

La justicia de Dios abarca un hogar seguro para todas las personas. Durante las generaciones que vivieron en el exilio en Babilonia, el pueblo de Dios recurrió a las palabras de Isaías para reconfortarse en la promesa de un hogar. Isaías habló del hogar no solo como una cosa del pasado que se había perdido, sino como una realidad futura, fundamentada en la justicia, la rectitud y la paz. Tener un hogar es un derecho humano y algo que las personas alrededor del mundo consideran sagrado. Mientras los palestinos claman por una patria y por hogares seguros, este estudio reflexionará sobre las promesas de Dios de un hogar en todos los lugares, para todas las personas.

Texto bíblico

Isaías 32:1618

 

16 Entonces habitará el derecho en el desierto,

y la justicia se establecerá en el campo fértil. 

17 El efecto de la justicia será paz;

el resultado de la justicia será tranquilidad y seguridad para siempre. 

18 Mi pueblo habitará en una morada de paz,

en habitaciones seguras y en frescos lugares de reposo.

Reflexión

A la entrada del campo de refugiados de Aida en Belén se encuentra una gran puerta abierta coronada con la escultura de una simple llave de casa. Para muchos palestinos, la llave se ha convertido en el símbolo de un elemento central de la lucha por la justicia y por los derechos humanos: el derecho de regresar a su hogar.

Cuando el establecimiento del Estado de Israel en 1947 y la guerra subsecuente en 1967 obligaron a miles de palestinos a dejar sus hogares, muchos se llevaron las llaves de casa con ellos, asumiendo que podrían regresar cuando la violencia terminara. Por el contrario, tras varias décadas, muchos palestinos viven en la diáspora. Ahora, sus antiguas casas y negocios, en ciudades y pueblos que han sido renombrados al pasar a formar parte de Israel, están ocupados por otros. Para las familias palestinas, la llave no solo es símbolo de la vivienda que han perdido, sino del hecho de que esas tierras siguen siendo su hogar. Todavía es posible que un día haya un alegre retorno.

Actualmente, la promesa de un hogar seguro todavía es una promesa lejana para los palestinos de Cisjordania, en Jerusalén Oriental. En los vecindarios de Jerusalén Oriental, como Sheij Yarrah y Silwan, los desplazamientos forzados y la demolición de viviendas niegan a muchas familias palestinas el derecho de decir que su casa les pertenece y de permanecer en hogares que han sido suyos por generaciones. Los palestinos que viven en Cisjordania son testigos de la constante construcción ilegal de asentamientos israelíes en lo profundo de las áreas que la ley internacional ha reservado para una futura patria palestina, seccionando el mapa del territorio y asegurando que cualquier futuro Estado palestino sea solo un vestigio de lo que una vez se prometió. La violación de los hogares y de la patria de los palestinos también aumenta la división entre palestinos e israelíes y amenaza la posibilidad de que Israel y Palestina se vuelvan un hogar pacífico para los dos pueblos y las tres religiones que denominan a este lugar como un lugar santo.

Las palabras de Isaías a los exiliados en Babilonia muestran una profunda comprensión del dolor y el trauma que provoca ser apartado del hogar por la fuerza, y del anhelo de regresar a él. Pero, antes de que la paz y la seguridad del hogar sean posibles, se necesita algo más: justicia. Primero, Isaías dice que el derecho y la justicia habitarán y se establecerán. Solo entonces será posible la paz, la tranquilidad y la confianza. Solo entonces será en verdad posible tener un hogar. Isaías expresa claramente que la justicia y la paz de Dios no están limitados a un grupo de personas. Para que puedan existir la justicia y la paz, éstas deben existir entre los pueblos. Las promesas de Dios no solo son para los pueblos del antiguo Israel, sino para los pueblos de todos los tiempos y de todas las naciones. Más allá de las religiones cristiana, judía y musulmana, que reconocen al Dios de Isaías como nuestro Dios, los científicos también se hacen eco de la realidad: que nuestro planeta es nuestro único hogar y que solo puede ser un hogar seguro si lo compartimos.

Ya sea en la actualidad o en tiempos antiguos, Palestina esta lejos de ser el único territorio donde las personas viven el exilio, el desplazamiento forzado y la pérdida de sus hogares. Los cristianos reconocen que, en Jesús, Dios es solidario con quienes son separados de sus hogares. Después de todo, Jesús una vez dijo de sí mismo, “Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58). Sin embargo, las Escrituras cristianas continúan haciéndose eco de la promesa de Isaías de que Dios restaurará un hogar seguro para todas las personas y que “el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:3).

Jerusalén es un hogar espiritual para los judíos, cristianos y musulmanes de todo el mundo. Pero la Tierra Santa es más que un lugar de peregrinación. Es el hogar real de los palestinos e israelíes; un lugar de trabajo, culto, recreación, celebración, familia, comunidad y de todos los aspectos de la vida humana. La lucha continúa para crear una paz justa y duradera en la que el hogar sea sagrado para todos. Junto con los palestinos que sostienen sus llaves en alto como signo de esperanza y resistencia, nos unimos en acción y oración para convertir esta posibilidad en una realidad.

Preguntas

1. ¿Qué significa “hogar” para usted?

2. ¿Cómo puede ser usted ser un/a defensor/a de quienes no tienen un hogar seguro en su comunidad?

Oración

Dios misericordioso, tú eres nuestro hogar verdadero, pues “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Oramos por los refugiados, los asilados y todos aquellos que han sido forzados a abandonar sus hogares o a vivir sin un hogar. Inspíranos con tu justicia y tu rectitud a trabajar para dar al prójimo un hogar seguro, en Palestina y en todo el mundo. En el nombre de Jesús, Amén.