Introducción:

La justicia de Dios incluye a familias y comunidades sanas. Las familias y comunidades existen para cuidar y apoyar a cada generación, desde el recién nacido hasta el miembro más viejo. Las familias y las comunidades nos dan una identidad, nos enseñan a vivir y a amar y nos ofrecen un propósito y un lugar al que pertenecer. Pero las fuerzas internas y externas, como la guerra, la violencia, la pobreza y el desastre, pueden amenazar a las familias y a las comunidades. Cuando las familias se separan, como lo han hecho muchas familias Palestinas, toda la comunidad sufre. Esta no es la voluntad de Dios. Estamos llamados a trabajar juntos para construir familias y comunidades sanas para los palestinos e israelíes y para todas las personas.

Texto bíblico

Salmos 133:1

1¡He aquí, cuán bueno y cuán agradable es

que los hermanos habiten juntos en armonía!

 

Reflexión

La familia, de una manera u otra, se considera sagrada en casi todas las culturas. En la cultura palestina, la familia es el corazón de la comunidad y de la sociedad. El idioma árabe lo demuestra: a los padres a menudo se les llama con respeto Abu o Um (“padre de” o “madre de”) seguido del nombre de su primogénito. Este título reconoce la importancia de los hijos y del rol de la paternidad. A los adultos que no son parte de la familia también se les puede llamar con términos familiares, como “tío” o “tía”, que honran a los demás reconociéndolos como parientes. El respeto a los mayores, una cálida bienvenida a los niños y la hospitalidad hacia los visitantes son valores comunes no solo en los hogares, sino también en espacios públicos. En su máxima expresión, este sentido de comunidad, como una gran familia acogedora, trae a la vida la imagen del Salmo 133: “¡He aquí, cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía!”

Por supuesto, todas las familias y comunidades son imperfectas porque están compuestas de seres humanos imperfectos. El conflicto, los malentendidos, los celos y el dolor existen hasta en las familias más cercanas. Cuando las familias y las comunidades se enfrentan, además, a amenazas y presiones externas, como las presiones de la ocupación israelí en Palestina, se generan traumas que afectan a cada generación y cada relación.

La ocupación separa a las familias y las comunidades de muchas maneras. El muro que separa Cisjordania y Jerusalén mantiene a los palestinos confinados en áreas separadas y desconectadas. Muchos de ellos no pueden visitar a su familia extensa o atender las granjas familiares u otras propiedades. Algunas leyes injustas también impiden que las parejas y familias palestinas de diferentes áreas y con diferentes estatus de ciudadanía vivan juntos en unidad. En teoría, todos los ciudadanos de Israel pueden solicitar la ciudadanía para sus cónyuges e hijos a través de un proceso llamado “reunificación familiar”. Sin embargo, desde el año 2003, una “prohibición” temporal en la emisión de ciudadanías o permisos de residencia por matrimonio en Cisjordania y Gaza ha dejado a muchas familias en un estado perpetuo de confusión. A pesar de que esta prohibición expiró a finales de 2021 y de que el Knéset israelí no votó para renovarla, la política no ha sido modificada.

Las comunidades palestinas sufren cuando las leyes y prácticas injustas violan el derecho humano de las familias de estar juntas. Cuando las parejas casadas deben violar la ley para vivir juntas o permanecer separadas, cuando a los seres queridos se les niega el permiso para asistir a la boda de un miembro de la familia, cuando comunidades enteras son tratadas como criminales, estas acciones van en contra de la voluntad de Dios de permanecer unidos. Nunca se logrará una paz justa y duradera separando a las familias y las comunidades. El pueblo de Dios está destinado a vivir junto en armonía.

Una característica extraordinaria de la resiliencia y la fuerza de los palestinos es que, a pesar de todos los obstáculos, las familias y las comunidades persisten en el amor y la unidad: construyendo, plantando y creando; celebrando bodas y recibiendo a los recién nacidos; enviando a los niños a la escuela y respetando a los mayores; ayudando a los vecinos en la cosecha y a los visitantes a encontrar su camino. El salmista que escribe sobre “cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía” probablemente escribe desde su experiencia; no la experiencia de una familia perfecta, sino la experiencia del trabajo arduo, la fe y la compasión que necesitan las familias y comunidades para “vivir juntos en armonía” y de que la unidad ganada con esfuerzo es, de hecho, buena y agradable.

Lamentablemente, la separación de familias y comunidades es demasiado común en muchos lugares del mundo: en la frontera sur de los Estados Unidos o en los grupos de refugiados que escapan de la guerra y la violencia hacia lugares seguros, incluso cuando esto significa vivir separados. Muchas palabras de este salmo nos inspiran a todos: a los bendecidos con familias y comunidades que viven juntas en armonía y a quienes han sido apartados o separados de sus seres queridos o de la unidad. Luchemos por la sacralidad de las familias y las comunidades sanas, por nosotros y por nuestro prójimo, en Palestina y en todo el mundo.

 

Preguntas

1. ¿Cómo se apoyan mutuamente las familias y las comunidades ? ¿Cuál es el rol de cada uno?

2. ¿Cómo podemos trabajar para apoyar a las familias en nuestra comunidad?

 

Oración

Dios amoroso, tú creaste a los humanos para que estuvieran en relación contigo y entre ellos. Tú nos diste el don del amor, que entreteje a las familias y las comunidades. Oramos por las familias y las comunidades que se enfrentan a conflictos internos y se ven amenazadas por presiones externas. Durante los tiempos difíciles, dale paciencia, compasión y esperanza a tu pueblo para que enfrente unido todos los desafíos, para que tu pueblo viva junto en armonía, ahora y siempre. En el nombre de Jesús, Amén.