Introducción: cambio y transición

“¿No te he mandado que te esfuerces y seas valiente? No temas ni desmayes, porque el SEÑOR tu Dios estará contigo dondequiera que vayas”.

(Josué 1:9)

Una vez más, les doy la bienvenida a la primera reunión presencial del Comité Central desde 2018 y a la última antes de la próxima Asamblea General que se celebrará del 30 de agosto al 8 de septiembre de 2022. Al reunirnos para orar, reflexionar, trabajar y tomar decisiones, nuestra realidad política y socioeconómica mundial constituye un trasfondo en el que resuenan muchos sonidos y voces contradictorias que reflejan cambios fundamentales. Algunos de estos cambios son obvios, mientras que otros no lo son tanto. Aun así, nos encontramos en un estado de cambio y transición que indudablemente se refleja en el CMI y en el movimiento ecuménico mundial.

 

A menudo se ha dicho que una de las pocas cosas en la vida que se pueden garantizar es el cambio, lo cual ha llevado a que la gestión del cambio sea materia de estudio.

 

El autor de himnos anglicano escocés Henry Lyte lo dice mejor en su conocido himno “Quédate conmigo”:

Cambio y decadencia en todo lo que veo;

Tú que no cambias, permanece conmigo.

 

La inevitabilidad del cambio conlleva un tiempo de transición. Y es esencial planificar y gestionar estas transiciones para que resulten beneficiosas para las instituciones.

 

Las organizaciones como la nuestra, cuyo trabajo se enmarca en períodos fijos de tiempo, siguen funcionando, conscientes de los cambios pendientes. En el CMI, la organización de cada asamblea general es, naturalmente, una señal de que se avecinan cambios. Y, a pesar de que planificamos y hacemos ajustes para adaptarnos a los cambios anticipados, gestionar este proceso se ve aún más dificultado cuando, a la ya de por sí complicada y compleja tarea de gestionar los cambios, se añaden los imprevistos.

 

Sabemos que en la vida siempre deberíamos tener en cuenta que suceden imprevistos. No obstante, la gestión de los cambios se vuelve incluso más ardua cuando lo inesperado llega con la rotundidad de la muerte, especialmente de aquellos con los que estamos estrechamente relacionados y con los que trabajamos. Pero la vida continúa.

 

Y en nuestra peregrinación constante, con los cambios inminentes que conlleva, debemos recordar que la presencia constante de Dios es permanente. Cuando nos acordamos de esto, el período de transición que sirve de puente entre el pasado, el presente y el futuro no nos deja abatidos y desmoralizados. Al igual que Josué se aferró a la promesa de Dios,

“No temas, porque yo estoy contigo”, nosotros también debemos tener fe en esta promesa eterna.

 

Me gustaría compartir algunas reflexiones sobre el tema de la 11ª Asamblea, teniendo en cuenta las transiciones religiosas, económicas, políticas e institucionales a escala mundial.

El CMI no escapa a estas tendencias contextuales y a los cambios organizativos requeridos. El movimiento ecuménico tiene el reto de replantearse la visión compartida de la unidad –con sinceridad y realismo– a fin de posicionar al CMI como un actor religioso clave en la escena internacional, a la luz de las principales tendencias mundiales.

 

El tema de la 11a Asamblea del CMI: El tema “El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad” es una expresión de la fe y la esperanza en el reino de Dios como destino último de la creación y la humanidad, que hoy se enfrentan conjuntamente a la amenaza de su propia supervivencia.

 

Una palabra clave en el tema es “amor”. Pero, ¿tiene sentido utilizar la palabra “amor” en el tema de una asamblea ecuménica internacional celebrada en la actualidad? ¿No se trata de una palabra que, de tan usada y extendida, y en tantos sentidos diferentes (porque dice mucho), acaba por decir poco, o incluso nada?

Mi respuesta es “sí”, sí tiene sentido hablar del amor y del “amor de Cristo” en el mundo de hoy. E incluso añadiría que hemos situado esta palabra en el centro del tema de la Asamblea de una forma muy deliberada. ¿Por qué? Fundamentalmente, por dos motivos.

Primero, porque el tema de una Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias gira siempre en torno a la misión, el testimonio y la unidad de los cristianos en diálogo profético con el espíritu de un tiempo específico. El tema de la Primera Asamblea del CMI, celebrada en los Países Bajos tres años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, es un buen ejemplo: “El desorden del hombre y el designio de Dios”. Fue un llamado oportuno a las iglesias a establecer un pacto contra la guerra y la destrucción y a favor de la justicia, la paz y la unidad.

 

De la misma manera, hay algo muy oportuno en el tema de la próxima Asamblea. Cuando los discursos de odio se se normalizan en la comunicación humana a través de las redes sociales; cuando la xenofobia y el racismo son alimentados por los populismos nacionales y sus políticas de miedo; cuando son muchos los pobres que se enfrentan a las consecuencias de la emergencia climática provocada por el estilo de vida de unos pocos ricos; cuando víctimas de la trata de personas y niños sin identidad que escapan de la represión, la opresión y el sufrimiento mueren en los mares; cuando todo esto sucede, tiene sentido llamar a los cristianos y a las iglesias de todo el mundo a replantearse de manera profética su apostolado, su misión, su testimonio y su unidad en relación con el amor, y en particular en relación con el amor de Cristo hoy.

 

Segundo, nuestra meditación sobre el amor de Dios aportará “radicalidad” a la reflexión de la Asamblea sobre la misión, el testimonio y la unidad en diálogo profético con el espíritu de nuestra época.

La oración y el estudio bíblico de cada mañana durante la Asamblea serán un ejemplo de lo que el autor del primer Evangelio dice sobre Jesús: “Y cuando vio las multitudes, tuvo compasión de ellas”. En el griego original, la palabra para decir “tener compasión” significa “conmoverse en las entrañas” por la situación de las personas “acosadas y desamparadas”, por quienes están en los márgenes (Mt 9:36).

 

Las oraciones matutinas, centradas en la compasión de Jesús, proporcionarán un marco espiritual para las sesiones plenarias en las que se abordarán, desde una perspectiva teológica, la dignidad de la creación, la dignidad humana, la plenitud de la vida y nuestra búsqueda de la unidad visible en una sola comunión eucarística.

Los actos de compasión de Jesús llevaron a su pasión en la cruz. Los recuerdos de los discípulos de la compasión de Jesús también llevaron a San Pablo a escribir a los cristianos de Corintio que el amor de Cristo les instaba a participar en el ministerio de la reconciliación, que el amor de Cristo les impulsaba a la reconciliación y la unidad (2 Co 5:14-19).

Cuando la Asamblea se reúna para reflexionar sobre la misión, el testimonio y la unidad de las iglesias en diálogo profético con el espíritu de nuestra época, la compasión de Jesús por las minorías estigmatizadas, por quienes hoy se muestra muy poca compasión, nos exhortará a nosotros y a nuestras iglesias a la metanoia. La renovación de nuestras mentes y nuestros corazones nos motivará para que, en el mundo de mañana, podamos ser una fuerza contracultural, impulsada por la solidaridad con las personas más vulnerables, en aras de la supervivencia de la creación de Dios, una supervivencia por la que hoy están luchando ansiosamente tantos jóvenes en Alemania y muchas otras partes del mundo.

De este modo, las iglesias estarán llamadas a intentar superar sus divisiones mediante un “ecumenismo del corazón”. Se trata de un ecumenismo en el que miramos a las otras iglesias, en primer lugar, con los ojos de la comunión en el amor del Jesús compasivo, con los ojos de un compromiso común con el reino de Dios, y que solo contemplamos lo que nos separa de otras iglesias, en términos de ética o fe, basándonos en los sólidos cimientos de esa unidad en Cristo.

Hacia la unidad visible: Cuando empezamos los preparativos para la nueva Asamblea, nuestro querido hermano el metropolitano Gennadios fue el primero en recordarnos que una Asamblea del CMI requiere una declaración sobre la unidad o, como solía decir, una declaración sobre eclesiología. Así fue en Busan y así será en Karlsruhe.

El metropolitano Gennadios tenía razón. Como comunidad de iglesias que hemos pactado crecer en nuestra imperfecta comunión, orar las unas por las otras, apoyarnos mutuamente y amonestarnos recíprocamente cuando resulta necesario, en la Asamblea, debemos hacer una pausa para preguntarnos qué podemos decir conjuntamente sobre nuestro testimonio visible con respecto a nuestra unidad dada en Cristo. 

Este es el propósito de la declaración sobre la unidad que han recibido y a la que les invito a aportar su contribución. El proyecto de declaración sobre la unidad se inspira en el tema de la Asamblea. Se basa en la alentadora promesa bíblica de que nada nos separará del amor de Dios manifestado en Cristo por medio del Espíritu Santo. Se apoya en la enseñanza patrística para ilustrar la práctica del amor cristiano y nos ofrece una recapitulación de las reflexiones sobre la unidad extraídas de las Asambleas anteriores. En un mundo marcado por crecientes desigualdades y una rápida remilitarización, insta a las iglesias a la humildad mutua, a lavarse los pies las unas a las otras y a practicar el nuevo mandamiento en sus relaciones. Resumiendo, exhorta a un “ecumenismo del corazón”.

Hacia la 11ª Asamblea

La Asamblea no es solo el máximo órgano rector del Consejo Mundial de Iglesias, sino que es un encuentro espiritual, festivo y mutuamente alentador de las iglesias miembros. Se trata, de hecho, del acontecimiento más amplio e inclusivo del cristianismo mundial de nuestros tiempos. La Asamblea desarrolla su tema a través de la oración común, los estudios bíblicos, las sesiones plenarias temáticas y reflexiones sobre los retos más importantes de nuestra época que exigen respuestas claras conjuntas por parte las iglesias. Es el espacio donde las iglesias fijan nuevos rumbos para avanzar juntas hacia la reconciliación y la unidad de toda la humanidad y toda la creación.

Cuando la Asamblea se reunió en Busan (Corea del Sur) en 2013, las iglesias se exhortaron mutuamente a emprender, junto con todas las personas de buena voluntad, una peregrinación de justicia y paz. Aportaremos los frutos del camino recorrido durante ocho años a la próxima Asamblea, donde decidiremos los próximos pasos a seguir en nuestro testimonio común del amor de Cristo.

Cada Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias es un reflejo único de su tiempo. Las Asambleas han sido hitos para las iglesias desde la fundación del CMI en 1948 en Ámsterdam. Para ser fieles a nuestro contexto histórico actual, también debemos hacer frente a los profundos conflictos y desacuerdos entre las iglesias en un espíritu de reconciliación y unidad. Fue en este espíritu que la delegación ecuménica bajo el liderazgo del primer secretario general del Consejo Mundial de Iglesias, Willem Visser’t Hooft, fue a Stuttgart justo después de la guerra, en 1945. Recibiendo la Declaración de Culpabilidad de Stuttgart, esta delegación abrió la puerta a que las iglesias protestantes alemanas emprendieran el camino de la reconciliación y la unidad con todas las iglesias miembros del Consejo Mundial de Iglesias.

Ejemplos como este también nos recordarán en Karslruhe que el don del amor de Cristo tiene el poder incluso de llevar al mundo a dejar atrás la enemistad, la injusticia, la guerra y la violencia para alcanzar la reconciliación y la unidad. Esta es mi esperanza. Y esta es, en mi opinión, la expectativa que debemos tener con respecto a la 11ª Asamblea en Karlsruhe. Esta es nuestra oración.

En las próximas semanas y meses, seguiremos entonando la maravillosa canción de Per Harling sobre el tema de la 11ª Asamblea en Karlsruhe:

“El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad. No hay temor en Cristo y su amor, su Espíritu es fuerza y libertad”.

¡No al miedo, queridos amigos, estimados hermanos y hermanas en Jesucristo! ¡No a la injusticia, la violencia y la guerra! En el amor de Cristo, somos libres, podemos y debemos ser proféticos y audaces, defender la justicia y la paz. Nuestra vocación y nuestra misión en este mundo es luchar por la dignidad de todos los seres humanos y la vida de toda la creación. Recuerden, la dignidad es un don y un derecho que Dios, el Creador, nos ha dado.

Dejemos que el amor de Cristo nos lleve a actuar. Trabajemos por la sanación, la reconciliación y la unidad. Estas palabras revisten un profundo significado y tienen consecuencias muy prácticas en el contexto de nuestras recientes experiencias con la pandemia de COVID-19, la crisis climática o la violencia y la guerra en Ucrania, Etiopía y demasiados otros lugares. Mi propia limitada participación en las negociaciones y la construcción de la paz en mi región me ha enseñado que nuestros corazones deben ser grandes. Nuestro apoyo y nuestra solidaridad deben brindarse a todas las personas que sufren. En una guerra, Cristo no toma partido por uno u otro ejército. Cristo está siempre al lado de quienes sufren.

Mis observaciones personales finales como moderadora

Como moderadora del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias y en su nombre, aprovecho esta oportunidad para dar las gracias de todo corazón a todas las iglesias y comunidades de Alemania que nos han invitado a Karlsruhe y que ya nos están acogiendo con gran generosidad. Además, en nombre del Comité Central, me gustaría expresar nuestra profunda gratitud al Gobierno alemán por su gentileza a la hora de facilitar esta Asamblea y hacer posible que se pueda garantizar la plena participación de las iglesias miembros.

La labor del CMI y, de hecho, la Asamblea son posibles gracias a las inestimables e increíbles contribuciones de muchos actores firmemente comprometidos. Para empezar, deseo dar las gracias a nuestras iglesias miembros y, por extensión, a los miembros del Comité Central por su resiliencia durante el trágico período de la pandemia de COVID-19, que ha implicado el desempeño institucional de sus funciones fiduciarias, así como fervientes oraciones por el CMI y el movimiento ecuménico en general.

También estoy agradecida a nuestro antiguo secretario general Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, ahora obispo primado de la Iglesia de Noruega. Tveit cumplió fielmente con su mandato, en particular con el llamado de la 10ª Asamblea a los creyentes y los hombres y mujeres de buena voluntad a avanzar juntos en la peregrinación de justicia y paz.

Nuestro presente secretario general en funciones, Rev. Prof. Dr. Ioan Sauca, ha seguido, y continúa siguiendo, los mismos pasos, adaptándose al mismo tiempo a los nuevos desafíos.

También deseo expresar mi agradecimiento a los dirigentes del Comité Central y a los miembros del Comité Ejecutivo por su cuidadosa orientación en el ejercicio de sus funciones de gobernanza. Hemos mantenido muchas reuniones que han sido posibles gracias al espíritu de equipo y el trabajo colectivo, y a nuestros progresos en el arte de escucharnos unos a otros. Esto no habría sido posible sin el apoyo y la confianza de este Comité Central que tanto apreciamos. Los asociados ecuménicos y los ministerios especializados han seguido ofreciendo un acompañamiento esencial al CMI y a las iglesias miembros de maneras que afirman el amor compasivo de Cristo.

Ha sido un gran honor y un privilegio trabajar con el Grupo de Dirección del Personal y con todos los miembros del personal del CMI, algunos de los cuales han despuntado durante este período. Doy las gracias al Grupo de Dirección del Personal por su competente liderazgo y su cuidadosa preparación de las reuniones de los órganos rectores.

Les insto a que sigamos orando, prestando apoyo y participando en la 11ª Asamblea. ¿Qué cantamos? “No hay temor en Cristo y su amor, su Espíritu es fuerza y libertad”. Así pues, oro por la Asamblea y por todos nosotros: Que el amor de Cristo nos permita superar nuestro temor y eliminar todas las barreras, que nos dé fuerza y libertad, que lleve al mundo al mundo a la reconciliación y la unidad.

En el espíritu y el ethos de la toma de decisiones por consenso, cultivemos juntos una sólida mente espiritual y creemos un ambiente acogedor para esta reunión final y última etapa de nuestra peregrinación común iniciada en 2013.

Gracias.