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Texto: “Oh, todos los sedientos, ¡vengan a las aguas!” (Isaías 55:1)

Que el amor de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos vosotros. Amén.

Salaam y gracia a todos vosotros en el nombre de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo de Jerusalén, quien necesita vuestra oración y apoyo por la justicia. Agradezco que el CMI me haya dado la oportunidad de escribir una reflexión para las “Siete Semanas para el Agua”.

Como palestino árabe y cristiano evangélico luterano, crecí en Jerusalén, una ciudad de diversidad y diálogo. Recuerdo que, en los años 50 y 60 del siglo pasado, solía oír la voz de un vendedor ambulante con indumentaria turca que llevaba una gran botella de agua o de bebidas locales en el pecho y gritaba: “Oh, todos los sedientos, vengan a beber”. Esto me recuerda precisamente la llamada de Isaías: “Oh, todos los sedientos, ¡vengan a las aguas!” (Isaías 55:1). Isaías no solo está invitando a sus seguidores a beber del agua terrenal, sino también del agua espiritual.

De hecho, al leer la historia de la creación, desde el principio “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2). Desde el inicio de los tiempos, el agua ha sido el plan de Dios para la creación. El agua es un elemento clave que se encuentra en muchas historias bíblicas, desde el arca de Noé y el bautismo de Jesucristo hasta Moisés dividiendo las aguas del Mar Rojo y la mujer samaritana en el pozo de Jacob. El agua es un don que Dios nos dio a través de su creación y es crucial para la supervivencia de todos los seres vivos. Sin embargo, casi mil millones de personas en el planeta no tienen acceso a agua limpia y segura. De la misma manera que todos los seres humanos de esta tierra necesitamos agua para vivir, también necesitamos a dios, motivo por el cual el salmista dice: “Como ansía el venado las corrientes de las aguas, así te ansía a ti, oh Dios, el alma mía” (Salmo 42:1). Así como el agua sacia el cuerpo, el espíritu de Dios ha venido a través de nuestro salvador Jesucristo que nos dice en este periodo de Cuaresma: “Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). Y, en esta tierra, muchas personas que buscan un vaso de agua potable se unirán a la samaritana pidiendo a Jesús: “Señor, dame(nos) esta agua para que no tenga(mos) sed ni venga(mos) más acá (al pozo) a sacarla” (Juan 4:15).

Aunque los avances tecnológicos en el proceso de desalinización han obrado milagros en el mundo y especialmente en Palestina e Israel, cuando tenemos agua del grifo procesada del Mediterráneo, todavía nos queda un largo camino por recorrer, lo que hace que sea aún más urgente abordar cómo cuidamos del agua. Una de cada ocho personas del planeta no tiene acceso a agua potable limpia. Todos y todas estamos conectados a través de esta narrativa más amplia del agua, un agua que nos rodea por todas partes, un agua que nos recuerda que Dios, el creador, está presente en todo momento y lugar. Ser irresponsables con el agua es un mal cuidado cristiano porque todo en esta vida contiene agua. Utilizar el agua con fines políticos es negar el don de Dios a todas las razas y naciones de este planeta. Utilizar el agua con fines coloniales es un pecado porque negamos que Dios es la fuente de esa agua para cada ser humano.

Mientras escribo esta reflexión de Cuaresma, oigo los aviones de combate que sobrevuelan mi casa para bombardear Gaza. La pérdida de vidas en cualquier nación me rompe el corazón, especialmente en Gaza. Incluso en medio de esta guerra, debemos recordar la situación hídrica en Gaza, catastrófica en tiempos de guerra. Incluso antes de la guerra, Gaza carecía prácticamente de agua potable. La población dependía de un acuífero contaminado que se agotaba rápidamente, así como de un número limitado de plantas desalinizadoras que no llegaban a satisfacer las necesidades locales. Esto ha derivado en una situación alarmante. Según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios en los Territorios Ocupados, en su actualización N.º 99 del 22 de enero: “la disponibilidad de agua en Gaza se está reduciendo. Según los socios humanitarios especializados en agua, saneamiento e higiene (WASH, por sus siglas en inglés), la disponibilidad de agua en los pozos municipales es actualmente de 21 200 metros cúbicos al día, lo que supone una décima parte de su capacidad de producción de 255 000 metros cúbicos diarios de antes de la escalada de las hostilidades. Se sabe que el agua de estos pozos es de mala calidad —salobre (salada)—, al tiempo que el agua de las tuberías explotadas por Israel producía el agua potable óptima antes de las hostilidades. En la actualidad, solamente funciona una de las tres tuberías israelíes —el punto de Bani Sa’id—, que produce 22 000 metros cúbicos de agua al día, lo que supone menos de la mitad de lo que habría disponible si todas las líneas funcionaran”.

Antes de la guerra contra Gaza, los palestinos y palestinas de Cisjordania y Gaza solo tenían acceso a 80 litros de agua al día por persona, por debajo del estándar internacional de 100 litros establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde el comienzo de la guerra, el consumo medio de agua para todos los usos en Gaza ha descendido a entre dos y tres litros al día por persona, y la mayor parte de esta agua no es potable ni segura para el consumo humano. La población de Gaza recurre al consumo de agua salobre contaminada con agua de mar, mientras que las fuentes de agua restantes están contaminadas con niveles crecientes de aguas residuales debido al colapso de la red de alcantarillado provocado por la escasez de combustible y los ataques aéreos israelíes. Algunos de los síntomas más comunes de las enfermedades causadas por agua contaminada son dolor abdominal, fiebre, náuseas, vómitos y diarrea. Los niños, las niñas y las mujeres embarazadas son los más vulnerables a este tipo de enfermedades. La OMS ya está informando del aumento de enfermedades transmisibles debido a la escasez de agua y al hacinamiento de un sector sanitario que se encuentra al borde del colapso. El 22 de enero, se informó de que los 158 000 casos de diarrea y la imposibilidad de clorar el agua para eliminar las bacterias están agravando la ya de por sí preocupante situación. En la actualidad, las agencias de WASH y humanitarias han desarrollado un plan de preparación y respuesta a la diarrea acuosa aguda (Humanitarian Access, Snapshot).

El 28 de julio de 2010, en la resolución 64/292, la Asamblea General de la ONU reconoció explícitamente los derechos humanos al agua y al saneamiento y admitió que el agua potable y el saneamiento son esenciales para la realización de los derechos humanos. El Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 (ODS 6) quiere garantizar la disponibilidad de agua potable y saneamiento para todos, centrándose en la gestión sostenible de los recursos hídricos, las aguas residuales y los ecosistemas y reconociendo la importancia de un entorno propicio.

Los datos preocupantes de Gaza hacen que en esta Cuaresma se plantee una pregunta pertinente: “Si el agua es el regalo de Dios a las criaturas, y si todos los Estados miembros de la ONU acordaron legal e internacionalmente que el agua es un derecho humano básico, ¿entonces por qué se utiliza como herramienta política? ¿Por qué se politiza el agua en Gaza? ¿Acaso no es nuestro deber como cristianos y cristianas instar a que se despolitice el agua en esta Cuaresma?”.

Gracias a todas las agencias de la ONU y a todas las agencias humanitarias del mundo que están ayudando a aliviar el sufrimiento humano en Gaza. La pregunta que surge en esta tensa situación política es: ¿por qué los países que votaron a favor del derecho al agua y al saneamiento en la ONU no han alzado la voz ante la situación hídrica en Gaza a resultas de esta guerra? En esta Cuaresma, pedimos a las Iglesias y a sus miembros que oren sin descanso por el cese inmediato de la guerra y para que se despolitice la ayuda humanitaria básica, incluida el agua, y se permita la entrada de la ayuda humanitaria necesaria, como el agua, los alimentos, el combustible y los medicamentos, para la población de Gaza.

Oren a nuestro Dios viviente para que se ponga fin a este largo conflicto palestino-israelí, para que Dios abra las mentes de los poderosos y de los que toman las decisiones en este mundo a fin de aplicar la legitimidad internacional para que la paz basada en la justicia se convierta en una realidad.

Enciendan una vela y oren por las víctimas, los afligidos, los heridos, los traumatizados, los prisioneros de guerra, los desplazados, aquellos cuyos hogares han sido destruidos, y especialmente por los niños, las niñas y las mujeres embarazadas. Oren por los habitantes de Gaza, palestinos musulmanes y palestinos cristianos, que viven con miedo y frustración y privados de sus necesidades básicas. 

“¿Qué requiere de ti el Señor? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios” (Miqueas 6:8).

Que Dios bendiga su meditación y sus oraciones en este período de Cuaresma.

Amén.

*El obispo Dr. Munib Younan, obispo emérito de la Iglesia Evangélica Luterana en Jordania y Tierra Santa, es expresidente de la Federación Luterana Mundial y presidente honorífico de Religiones por la Paz Internacional.