“Porque me propuse no saber nada entre ustedes, sino a Jesucristo, y a él crucificado.”

(1 Corintios 2.2)

Tu humildad es
la llave que abre a la unidad en un mundo dividido,
el secreto que nos reconcilia los unos con los otros,
la confianza que nos vuelve hacia el amor de Dios,
el bálsamo que cura nuestras heridas,
la luz que nos fortalece,
la puerta a nuestros corazones,
la ventana abierta a la obra del Espíritu Santo,
el camino a través de los valles más oscuros.

Jesús, haz que podamos en todo momento contemplar tu humildad,
en tu encarnación en el vientre de María
, desde el pesebre hasta la cruz,
en todas tus obras y palabras,
en tu oración sin cesar al Padre,
en el lavado de los pies de tus discípulos,
en la oposición que encontraste,
en el perdón que ofreciste a aquellos que te torturaron,
en tu completo abandono en la cruz,
en la discreción de la resurrección en el tercer día,
en el don de tu Espíritu que te comunica con nosotros.

Ven Espíritu Santo, concédenos esa humildad
que marcó toda la vida de Jesús.

(Rev. Martin Hoegger, Iglesia Reformada del Cantón de Vaud, Suiza)