"Gracia sobre Gracia"
Cómo Gracia recibió la verdadera gracia

Gracia

Los nombres tienen significados. Pueden definir la historia de vida de una persona. Conceden una herencia de acontecimientos a quien es nombrado. En la Biblia encontramos repetidos ejemplos de cómo Dios cambiaba los nombres u otorgaba nuevos luego de una transformación en las vidas.

Mis padres me pusieron como primer nombre "Gracia". Esta elección tuvo que ver con su entendimiento de lo que es "la gracia del Señor" y los efectos de salvación de la misma en nuestras vidas. La primera de todas sus hijas también se llamó Gracia pero falleció a los pocos días de nacida. Dicen que cuando bebita era muy parecida a mi primera hermana, esta fue otra de las razones para llamarme así.

Sin embargo, este nombre me produjo problemas en el colegio y el barrio. Muchas personas se burlaban de mi diciendo "Gracia- gracias", lanzando una carcajada. Cuando la gente me preguntaba "¿Gracia? ¿qué quiere decir ese nombre?", estaba obligada a contar y explicar, qué era la gracia de Dios. Así que decidí utilizar mi segundo nombre: Violeta.

En este momento de mi vida encuentro que ambos nombres tienen un significado. Cada uno de ellos me recuerda diferentes experiencias en mi vida. Gracia es la hija de un líder de la Iglesia Cristiana Evangélica, fue maestra de escuela dominical, aprendió las escrituras y asistió a la iglesia desde muy pequeña. Violeta es una adolescente rebelde que decidió vivir su vida fuera de las reglas de Dios. Una mujer que ahora vive las consecuencias de sus malas decisiones.

Este artículo muestra cómo Gracia recibió la gracia de Dios.

"He aquí, diste a mis días término corto"

"Hazme saber Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy. He aquí diste a mis días término corto, Y mi edad es como nada delante de ti".

La historia de Gracia continúa viviendo como Violeta. Durante mi adolescencia decidí rebelarme contra las reglas de Dios y vivir mi vida según mis criterios. Esta decisión implicó el consumo de bebidas alcohólicas, la marihuana y la práctica de relaciones sexuales fuera del matrimonio. 

Los riesgos que este tipo de actividades trajeron a mi vida fueron diversos. El más difícil de asumir y de entender fue aquel que tuvo que ver con una experiencia de violencia sexual en manos de dos hombres en la calle. Yo regresaba a mi casa a las tres de la mañana, completamente ebria y preocupada porque me había escapado por el balcón. Los amigos que fueron conmigo querían seguir bebiendo y ninguno estaba dispuesto a acompañarme.

Designaron a uno de ellos y aceptó obligado. En el camino me pidió tener relaciones sexuales, le dije que no porque me proponía aquello estando borracho. Se enojó con mi respuesta y me abandonó a dos cuadras de mi casa. Tuve que caminar sola este pequeño trecho. No me había dado cuenta que dos hombres me seguían. Me golpearon y abusaron sexualmente de mi. Esta experiencia era una advertencia acerca del riesgo que corría pero no supe reconocerla. Pude perder la vida aquella noche.

La rebelión empezó poco a poco sin que sea posible notar cuán lejos de Dios había quedado. Este tipo de vida había encontrado justificaciones teóricas en mis estudios de Antropología y en la vida universitaria. Todo parecía perfecto. Asistía a la iglesia todos los domingos y con ello mi conciencia quedaba tranquila. Desde el Lunes era un "ser libre".

Durante mis investigaciones en la localidad de Yungas y mientras cosechaba café con los colonizadores aymaras, recibí la picadura de un mosquito. Fue muy dolorosa y pensé que quedaría sana al llegar a la zona de altura. La herida se infectó cada vez más al punto que sospeché que este mosquito era el que transmitía Leshmaniasis. Fui al laboratorio de INLASA para hacerme este examen y otro de Paludismo.

Pero mi hermana mayor había conocido en su universidad una amiga que tenía problemas con las cicatrización de heridas, la razón era que esta joven tenía el VIH. Ella sugirió que entre mis exámenes, hicieran también la prueba del VIH, "por si acaso".

Los resultados fueron estremecedores. Todas las pruebas fueron negativas excepto la del VIH. ¡Mi prueba del VIH era positiva! Fue un golpe muy duro que me dejó destrozada. Sentí que se trataba de un castigo de Dios y la pregunta más frecuente fue "¿por qué yo Señor?". Pensaba que Dios era cruel y que me había castigado sin misericordia. Empecé a albergar sentimientos de amargura contra Él.

Mis primeros pensamientos se dirigieron a la muerte: "¿cuánto tiempo viviré?". Otra gran preocupación fue compartir esa información con mi familia: "¿cómo voy a contarles a mis padres?". También pensé mucho en la actitud que asumiría si mi familia me discriminaba o me echaba de la casa. Debo confesar que pensé que el suicidio sería un punto final para todos estos problemas.

Elaboré una carta para mi familia y les pregunté por su opinión acerca de mi diagnóstico. Decidí que si ellos me rechazaban, me dejaría morir. Pero si ellos me aceptaban, entonces lucharía por vivir una vida digna hasta donde sea posible.

Mi familia me recibió con los brazos abiertos y me dijeron: "tú eres nuestra hija, no nos importa lo que ha pasado, vamos a estar contigo hasta el fin". Con su actitud empecé recién a entender el amor de Dios. La Biblia dice: "Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen". Esta muestra de amor era sólo el comienzo de las maravillas que el Señor me tenía preparadas.

"Y se recrearán los huesos que has abatido"

En mi angustia a causa de este diagnóstico positivo al VIH busqué a Dios nuevamente. En Él encontré libertad de la culpa y la vergüenza, paz, perdón, esperanza y vida eterna.

Mi Padre Celestial me consoló en el momento más terrible de mi vida y me mostró promesas de vida eterna: "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo".

El Señor utilizó a diferentes hermanos y hermanas para traer sanidad y consolar el dolor de mi corazón. Me mostró que nada podía separarme de su incomparable amor, ni siquiera toda la maldad que hubiera cometido, ni un virus, ni la muerte: "Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy segura de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro":

¡Ni siquiera el sida nos puede separar del amor de Dios!

El sacrificio de Jesús en la cruz también alcanzaba mis pecados y los de las personas viviendo con VIH. ¡Tanta gracia y misericordia eran difíciles de creer!. El Señor es fiel conmigo aunque yo fui infiel, ¡Él tenía un plan para mi vida, utilizando inclusive mis errores!

"...extendió la mano y le tocó..."

Me reconcilié con Dios, como el rey Ezequías hizo, me humillé ante Él, me arrepentí, pedí perdón por mis pecados y entregué lo que quedaba de mi vida. El Señor me perdonó y me restauró, sanó mi cuerpo, mi alma y mi espíritu.

Comencé nuevamente a leer la Biblia. Ya no era la misma persona y necesitaba averiguar qué era lo que mi Padre Celestial esperaba de mi ahora.

Conocí a otras personas que viven con VIH. El dolor que embarga sus almas y cuerpos es estremecedor: mueren solos, abandonados por su propias familias, sin contemplar una sola luz de esperanza.

Empecé a sentirme una afortunada entre las personas que viven con VIH. Tengo una familia que me apoya y no me discrimina ni juzga, tengo salud, estoy viva y tengo vida eterna. El Señor puso en mi mente y mi corazón el trabajar voluntariamente con estas personas.

Existe mucha información acerca del VIH y el sida pero yo deseaba encontrar lo que la Biblia decía acerca de estas situaciones. Encontré que el rol de juez solo le pertenece a Dios y que tenía que deshacerme de mis prejuicios y preconceptos si en verdad sentía amor y misericordia por estas personas, especialmente cuando se trataba de homosexuales o trabajadoras sexuales.

Igualmente descubrí que Jesús SÍ dejó ejemplos de qué hacer en situaciones como estas. Me impresionaron las actitudes que mostraba con las personas que tenían lepra. Mientras toda la sociedad y la sinagoga les discriminaban estableciendo una separación total con ellos (física, simbólica y social), poniendo reglas tales como no andar en lugares públicos, anunciar con una campana su llegada y una serie de ritos para purificarse si había un contacto casual con alguna prenda u objeto de una persona con lepra; Jesús les tocaba, comía con ellos y les sanaba física y espiritualmente:

"Vino a él un leproso, rogándole; e hincado la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió su mano y le tocó, y le dijo: Quiero sé limpio".

El VIH no es contagioso como la lepra. El VIH es transmisible, esto quiere decir que no pasa de un cuerpo a otro como la gripe que está en el aire. Para adquirir o transmitir el VIH se necesita estar en una de estas tres únicas situaciones:

  1. Relaciones sexuales sin protección
  2. Ser mujer y estar embarazada; el riesgo para el bebé está en la gestación, parto o lactancia
  3. Usar drogas inyectables, recibir transfusiones de sangre y utilizar elementos corto punzantes contaminados

Además de estar en una de estas tres situaciones, es necesario que existan tres factores indispensables para lograr la transmisión o adquisición del virus:

  1. Puerta de salida, el virus tiene que salir por una herida abierta o por los órganos genitales. El virus no sale en la respiración o en las lágrimas.
  2. Puerta de entrada, el virus debe tener una herida abierta para entrar directamente al torrente sanguíneo. Si la piel está sana, el virus no entrará al cuerpo.
  3. Cantidad suficiente
  4. de virus que solamente existe en estos fluidos, en orden de importancia:
    Sangre
    Semen
    Leche Materna
    Flujos Vaginales

En la orina, el sudor, las lágrimas, la saliva, las heces, etc. NO existe cantidad suficiente de virus como para lograr una transmisión.

Por estas razones es que podemos vivir con una persona con VIH sin temor ni riesgo real de adquirir el virus. La lepra era contagiosa sólo con tocar a una persona, el VIH, gracias a Dios, no es tan fácilmente transmisible.

"...nos hizo renacer para una esperanza viva..."

Decidí que no importaba cuánto tiempo viviría y que cada día vivido sería para la gloria de Dios.

El Señor tenía una misión de esperanza para las personas viviendo con VIH y sida. ¡Dios había diseñado una misión basándose en mis errores! Su misericordia y gracia alcanzaban a cubrir mis promesas rotas y mis fracasos. Él no me había desechado sino que estaba utilizando mis experiencias para consolarme de modo que yo pudiera consolar a otros/as:

"Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos..." (1 Pedro 1.3).

Dios tenía un plan de esperanza viva para las personas viviendo con VIH y sida. Mientras el mundo nos desprecia y muchas personas nos juzgan, la respuesta divina es de perdón y esperanza viva.

Junto a otros compañeros decidimos formar un grupo de apoyo para las personas viviendo con VIH. Trabajamos voluntariamente en prevención, abogacía, asistencia a personas enfermas y divulgación de información en las familias, sociedad, comunidades de base y el estado. El Señor ha bendecido mucho nuestro trabajo, hemos sido reconocidos como una "experiencia exitosa" por la Organización Panamericana de la Salud. Este grupo no es cristiano porque es en las iglesias donde más juicio y menos apoyo hemos encontrado. Sin embargo, Dios lo ha utilizado para llevar esperanza a mucha gente desconsolada.

"El sida es la cosecha que Dios nos ha dado"

Entre los planes para esta misión que el Señor tenía preparada para mi está el ser una mensajera en las iglesias cristianas evangélicas.

En Septiembre de 2002 fui invitada a la Conferencia sobre Misión Integral y VIH/ SIDA de la Red Miqueas en Chiang Mai- Tailandia. Allí conocí a Leah Mutala. Ella es una mujer africana que trabaja voluntariamente cuidando a los huérfanos que quedan luego de la epidemia del sida. Me enseñó que Dios toma como suya la causa del huérfano y la viuda, algunas de las consecuencias del sida en las sociedades. Pero lo más importante que Leah me enseñó es que "el sida es la cosecha que Dios nos ha dado":

"¿No dicen ustedes: "Todavía faltan cuatro meses para la cosecha"? Yo les digo: ¡Abran los ojos y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura; ya el segador recibe su salario y recoge el fruto para vida eterna". 

Este es el mensaje que recibí para las iglesias:
Abramos nuestros ojos y veamos que el campo
está listo, el sida es la cosecha que Dios nos ha dado,
allí recogeremos frutos de vida eterna.

La epidemia del sida ha hecho que muchas creencias y prácticas se cuestionen y piensen nuevamente. Muchas veces nos quejamos de no tener oportunidades para predicar y mostrar el amor de Dios.

Cuando las personas piensan en el sida, lo primero que viene a su mente es la muerte. Si reciben un diagnostico positivo al VIH, se preocuparán por que pasará luego de la muerte y por qué pueden hacer ahora que saben que van a morir antes de lo esperado. Esta es una oportunidad de arrepentimiento y acercamiento a Dios.

La problemática del sida también nos permite recordar que la fidelidad mutua y la práctica de las relaciones sexuales dentro del matrimonio, es el método más seguro para vivir la sexualidad, creación de Dios, pero con serias consecuencias si no se practica dentro del diseño divino. Ésta, también es una oportunidad para pensar en Dios y en el plan que Él tiene para la humanidad.

"No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Jehová"

Ya no es importante saber cuánto tiempo viviré, porque sé que estaré con mi Padre para toda la eternidad.  

El tiempo que viva en este mundo,
contaré las maravillas que el Señor
ha hecho en mi vida y cómo su gran amor,
y misericordia me alcanzaron hallando
gracia en sus ojos; Dios me enseñó
en carne propia el significado de mi nombre.

El virus se reproduce cada día y medio dentro de mi. Un diagnóstico médico concluiría que soy una persona con menos defensas cada día, más vulnerable y débil a medida que pasa el tiempo. Pero el Señor me sostiene: "Y me ha dicho: Bástate mi Gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo".

"Porque de su plenitud tomamos todos,
y Gracia sobre Gracia"

Así fue como Gracia recibió la verdadera Gracia que viene de Dios. Así fue como el Señor me perdonó, me rescató y me restauró para la eternidad.