Dios es amor.
(1 Juan 4:8)

Los muchos amigos que tiene Chiara Lubich en el Consejo Mundial de Iglesias recibieron con profundo dolor la noticia de su muerte en su hogar de Rocca di Papa. La visité allí hace solamente unas pocas semanas y, una vez más, me impresionó su enorme fortaleza espiritual a pesar de su debilidad física.

Como una llama de amor que comenzó a brillar en medio de las cenizas de la destrucción de la guerra en 1943 en Trento, el carisma de Chiara Lubich dió origen al Movimiento de los Focolares que se difundió durante su propia vida a todas las regiones del mundo. Tomando como centro la espiritualidad de la unidad, Chiara Lubich ejerció un profundo impacto en el movimiento ecuménico y contribuyó notablemente a fortalecer relaciones viables entre iglesias de diferentes tradiciones cristianas.

Estimuló al Movimiento de los Focolares y a todos nosotros a dar un testimonio creíble de la presencia de Cristo incluso en las esferas de la economía y la política. Llegó también a un convencimiento cada vez mayor de que el diálogo y la cooperación interreligiosos, en pleno respeto de las convicciones religiosas de los demás, son expresiones necesarias del amor cristiano. Estos impulsos encontraron su respuesta en una cooperación creciente entre el Movimiento de los Focolares y diferentes programas del Consejo Mundial de Iglesias.

"Podemos dar testimonio de que ese amor a Jesús abandonado ha vencido toda batalla dentro y fuera de nosotros mismos, incluso la más terrible. Pero ciertamente, tuvimos que ser totalmente suyos, tuvimos que entregarnos a Él totalmente. Fue únicamente el amor a Él lo que nos permitió construir una obra tan rica, tan variada, tan extendida, encaminada al objetivo único que todos conocemos ya: la unidad, con todos los significados que implica esta divina palabra".

Recordaremos siempre estas palabras conclusivas de un discurso, en el que Chiara Lubich se dirigió a los miembros del personal que trabajan en el Centro Ecuménico de Ginebra y a los líderes eclesiales que estaban presentes durante su visita a Ginebra en octubre de 2002. Chiara Lubich mantuvo una relación estrecha con el Consejo Mundial de Iglesias desde su primera visita a Ginebra en 1967.

El Apóstol Pablo escribió a los Cristianos de Roma:

Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Rom. 8:38)

Nada ha tenido el poder de separar a Chiara Lubich del amor de Dios en Cristo Jesús y, en la medida en que nuestras hermanas y hermanos del Movimiento de los Focolares continúen centrados en la presencia de Jesucristo en medio de ellos, experimentarán la energía del carisma del que los dotó Chiara.

Nuestro amor a Chiara, y la inmensa gratitud por el don de Dios que ella ha representado para el movimiento ecuménico, continuarán motivándonos e inspirándonos en nuestro trabajo en favor de la unidad visible de la iglesia.

Rev. Dr. Samuel Kobia
Secretario general del CMI