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A mi venerable hermano
Cardenal WALTER KASPER
Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

 

Me complace saludaros a todos vosotros reunidos en la Novena Asamblea General del Consejo Mundial de Iglesias que se celebra en Porto Alegre para reflexionar sobre el tema: Dios, en tu gracia, transforma el mundo. Envío un saludo muy especial al Secretario General, Dr. Samuel Kobia, al Arzobispo Dadeus Grings, a los obispos de la Iglesia Católica de Brasil y a todos aquellos que han trabajado para hacer realidad este importante acontecimiento. Quiero expresaros a todos mis más sinceros y mejores deseos con las palabras de San Pablo a los Romanos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo ( Rom 1:7).

Conscientes de que compartimos la fe bautismal en el Dios uno y trino, la Iglesia Católica y el Consejo Mundial de Iglesias buscan formas de cooperar aún más eficazmente en la tarea de dar testimonio del amor divino de Dios. Tras cuarenta años de fructífera colaboración, anhelamos seguir juntos este camino de esperanza y promesa, intensificando nuestros esfuerzos para que llegue el día en el que los cristianos estén unidos en la proclamación del mensaje de salvación para todos del Evangelio. Mientras recorremos juntos este camino, debemos estar atentos a los signos de la divina Providencia y a la inspiración del Espíritu Santo, porque sabemos que "el santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana" (Unitatis Redintegratio, 24). Por tanto, hemos depositado toda nuestra confianza en la oración del propio Cristo: "Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros" (Jn 17:11).

Durante esta Asamblea General, miles de cristianos se unen en la misma oración por la unidad. Al pedir a Dios, en su gracia, que transforme el mundo, oramos para que bendiga nuestro diálogo ecuménico permitiéndonos avanzar como tan fervorosamente deseamos.

Asegurándoles mi proximidad espiritual y reafirmando la intención de la Iglesia Católica de continuar su estrecha colaboración con el Consejo Mundial de Iglesias en su importante contribución al movimiento ecuménico, invoco las abundantes bendiciones de Dios de paz y alegría para todos vosotros.

En el Vaticano, 25 de enero de 2006, Fiesta de la Conversión de San Pablo