Rev. Samuel Kobia

Su Santidad, moderador del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias, miembros de la Mesa, honorables miembros del Comité Central, invitados, queridos colegas y demás funcionarios del Centro Ecuménico:
Quisiera decir que en esta ocasión me embarga un sentimiento de gran humildad. Con mucha humildad recibo este gran honor de ser elegido secretario general del Consejo Mundial de Iglesias. Mi esposa Ruth y nuestra hija Nkatha están también aquí, y con el resto de la familia desean unirse a mí para agradecerle a usted en su calidad de moderador y al Comité Central la confianza depositada en mí al creer que soy capaz de servir al Consejo como secretario general.

Trond Bakkevig es mi amigo. Somos amigos desde hace mucho tiempo. Él estaba en la Comisión de Justicia, Paz y Creación cuando yo era director de la Unidad III. Trond y yo hemos estado mucho tiempo juntos, incluso en Noruega. Su dedicación al Movimiento Ecuménico, como Su Santidad ha dicho en sus observaciones, es evidente para todos. Desde que estuvimos juntos en Tirana para las entrevistas hemos dicho que, cualquiera que fuera el final de este proceso, en modo alguno debería interponerse en nuestra amistad, y así deseo ahora que sea.

Procedo de una cultura en la que esto no se considera como una victoria del individuo. Es nuestra victoria, nos pertenece a todos, porque creo que es voluntad de Dios que se me pida que asuma esta responsabilidad en mi vocación al ministerio ecuménico. Con este espíritu acepto este nombramiento, porque juntos no podemos fracasar.

Nuestra diversidad es nuestra fuerza. Por ello debemos salvaguardar el espacio multilateral que el CMI brinda a las iglesias de todo el mundo. Es éste un espacio multilateral único que congrega a gentes de iglesias de tradiciones e historias diferentes de una manera como no puede hacerlo ninguna otra organización del mundo. Es por consiguiente con un profundo agradecimiento a Dios y a este Movimiento de las iglesias como serviré con dedicación y con todas mis fuerzas, y con la ayuda de Dios.

La Comisión Especial sobre la participación de los ortodoxos en el CMI nos ofrece un modelo que convierte un problema en una posibilidad. Hemos empezado ya a saborear los primeros frutos de este proceso. Sabemos ya que se ha aceptado que el sistema de decisión por consenso constará en nuestros libros y que será en el futuro, aquí en las reuniones ecuménicas, una práctica común. Estimado moderador, sé muy bien que este Comité Central ha tomado la decisión de aceptar las recomendaciones formuladas por la Comisión Especial. Deseo asegurarle, y al conjunto de este ilustre Comité, que aplicaremos fielmente todas las recomendaciones de la Comisión Especial.

Vivimos hoy en un mundo que se nos aparece como un mundo roto; un mundo que busca el sentido de la vida y busca seguridad, un mundo en el que muchos viven vidas sin sentido e inseguras. La respuesta no está en la política ni en la economía. Tampoco hay que buscarla en la fuerza militar. El problema al que se enfrenta hoy la humanidad es profundamente espiritual y moral. Ello implica un enorme desafío para el CMI. Trabajaremos incansablemente por la salud del mundo y la restauración de la dignidad humana de todo el pueblo de Dios.

Lo que el mundo de hoy debe encontrar es la manera de relacionarnos como seres humanos y no simplemente como consumidores y vendedores, o como poderosos y privados de poder. Los fantasmas de las injusticias históricas de siglos pasados han vuelto a rondarnos en el siglo XXI. Mientras no se resuelvan estas injusticias históricas, será difícil que todos se sientan seguros en este mundo. Como Consejo de iglesias, nos comprometemos a preconizar medios no violentos para alcanzar la justicia, la paz, el perdón y la reconciliación

Para que el CMI tenga la capacidad de inspirar al mundo necesitamos fuerza interior. Nuestra fuerza reside en nuestra unidad. Atendiendo a lo que decimos con frecuencia de que el CMI es la primera y la más importante comunidad de iglesias cuyo principal objetivo principal es exhortarse unas a otras a alcanzar la unidad visible en una sola fe y una sola comunión eucarística, "y a avanzar hacia la unidad para que el mundo crea", debemos trabajar juntos y que se vea que lo hacemos. El documento sobre el Entendimiento y la Visión Comunes (EVC) nos da un marco en el que los miembros del CMI puedan reafirmar su vocación ecuménica.

Estimado moderador, deseo rendir homenaje al secretario general saliente, mi colega y querido amigo, Dr. Konrad Raiser. Konrad ha ejercido un liderazgo firme y clarividente durante tiempos muy difíciles, especialmente en un período de graves problemas financieros. Y gracias a su determinación y resolución deja el Consejo cuando comenzamos a ver signos de recuperación económica. Konrad, he tomado buena nota de lo que has dicho en tu informe al Comité Central - que la vocación ecuménica ha llegado a ser parte integrante de tu ministerio y que tu compromiso no termina cuando dejes tu tarea actual.

Queridos amigos y amigas, ustedes saben que durante los últimos siete años los ingresos del Consejo disminuyeron constantemente - cayendo de 82,4 millones de francos suizos en 1996 a 44,1 millones en 2002. Ratificando lo que acabo de decir, en el Informe de Finanzas de este Comité Central se deja constancia de que, en 2003, nuestros ingresos no han disminuido. No escatimaremos esfuerzos para garantizar la continuación de esta tendencia hasta que se confirme. El secretario general y mis colegas estarán de acuerdo conmigo en que la angustiosa situación financiera del Consejo ha sido una causa de gran ansiedad y de tensión para todos nosotros. Como miembro del personal he sabido lo difícil que es trabajar haciendo frente a esas limitaciones financieras. Creo que nuestra principal responsabilidad será tratar de que esta situación llegue a su fin. Y podremos hacerlo si aunamos nuestras fuerzas. Mi percepción es que juntos trataremos de alcanzar la seguridad financiera que necesitamos para los próximos años y lo conseguiremos. Lo que me propongo hacer es, a corto plazo, durante el período previo a la Asamblea (2006), ahondar en nuestro compromiso con los ministerios especializados cuya contribución a nuestros programas se eleva hasta el 80%. Los próximos dos o tres años, cuando hemos de ocuparnos de la preparación de la Asamblea y llevarla a cabo, no podemos pasar nuevamente por las tensiones vividas, y para ello necesitamos estabilidad en los ingresos. Esta mi esperanza y he de recurrir a la ayuda de nuestros ministerios especializados.

A largo plazo, desearía instar al Comité Central a que nombre un pequeño grupo de sus miembros para que trabajen con el secretario general y aporten ideas acerca de cómo obtener fondos para cubrir las actividades esenciales del CMI. Es una petición insólita quizás, pero creo que debemos hacerlo y lo haremos si Dios quiere.

Como secretario general, he de ser el capitán del equipo. Cada miembro del equipo es valioso porque sólo tendremos éxito con la participación de todos. El bienestar del personal tiene para mí una alta prioridad. La labor del secretario general no es ocuparse únicamente de la administración de los programas y las finanzas: mucho más importante es el liderazgo espiritual. Debemos buscar formas de profundizar nuestra vida espiritual, incluso en la comunidad del Centro Ecuménico. Y como ésta no será tarea fácil, desearíamos pedir al Comité Central que nos acompañe en ese esfuerzo de ahondar en la espiritualidad de nuestra vida aquí en esta comunidad

Yo en particular, como secretario general, quiero creer, y pido a este Comité Central que no se limite a nombrarme y a dejarme solo. Quiero que ustedes me acompañen. Es muy fácil dejar a los líderes solos, y lo sé porque he tenido antes en mis manos el timón de secretario general del Consejo Nacional de Iglesias de Kenya. Sé que cuanto más se sube más frío se siente. Muy a menudo la gente acude a uno como secretario general para pedir ayuda de todo tipo, incluso afectiva y espiritual. Pero ¿a dónde acude el secretario general? Por ello les propongo que encontremos un mecanismo, una manera de estar en contacto con todos y cada uno de ustedes, empezando por usted, estimado moderador, y por los miembros de la Mesa, para que podamos caminar juntos, porque este es un camino que tenemos que recorrer juntos.

Creo que el siglo XXI será un siglo en el que la espiritualidad ocupará un lugar central en nuestras vidas. El acompañamiento espiritual será pues lo que la solidaridad social fue en el siglo XX. Mi intención es encontrar formas de hacer más profundo y extenso el acompañamiento espiritual entre las iglesias miembros del CMI y otras iglesias. Puede ser tan sencillo como que las iglesias del Pacífico o de cualquier otra región se arrodillen y apoyen con sus oraciones a otras iglesias de los Estados Unidos o Europa u otros lugares, cuando sientan que lo necesitan. Y nos esforzaremos por enviar "cartas vivas", a fin de que la comunicación sea de persona a persona, de corazón a corazón y no solo de institución a institución.

Estimado moderador, quiero concluir estas observaciones de aceptación con un proverbio africano: "Si quieres andar rápido, vete solo. Pero si quieres ir lejos, camina en compañía." Mi oración es que en este Movimiento Ecuménico vayamos lejos, caminando juntos, fortaleciéndonos unos a otros para cumplir laa oración de nuestro Señor: que todos seamos uno, para la gloria de Dios trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo.