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Foto: Peter Williams/CMI

Foto: Peter Williams/CMI

“Yo rezaré también por ustedes, para que el Señor les acompañe en su camino, en particular el ecuménico”.

Con estas palabras, pronunciadas al final de la liturgia celebrada ante 30 000 personas en el centro de convenciones de Palexpo, el papa Francisco terminó su jornada de peregrinación ecuménica a Ginebra y alentó encarecidamente a la comunidad católica suiza a vivir ecuménicamente con los fieles de otras denominaciones.

Toda la familia católica se reunió para celebrar la Santa Misa con el papa, en Palexpo, el 21 de junio. La enorme asamblea contó con la presencia de comunidades católicas de toda Suiza –entre ellas las comunidades portuguesa, italiana y filipina de Ginebra, por nombrar solo algunas– y también de la vecina Francia.

Las autoridades públicas de los cantones suizos y la Consejera Federal, Doris Leuthard, también participaron en la celebración.

Los peregrinos comenzaron a llegar a Palexpo temprano en la mañana, mucho antes de la liturgia. A lo largo de la jornada, se proyectaron en enormes pantallas las celebraciones ecuménicas que tuvieron lugar en el Consejo Mundial de Iglesias, mientras los fieles esperaban pacientemente al papa durante muchas horas.

Antes de la llegada del Santo Padre, Mons. Alain de Raemy, obispo auxiliar de la diócesis de Lausana, Friburgo y Ginebra, recordó a la comunidad católica que la principal razón del viaje a Ginebra del Santo Padre no eran ellos, sino sus hermanos y hermanas separados. El Santo Padre no solo quiere reunirse con los cristianos de la comunidad católica, sino también con los de otras comunidades. “Cristo quiere unirnos a todos”, dijo.

Entonces el animado ambiente se enciende a la llegada del papa: “¡Viva il papa!” Aplausos, alegres gritos, la gente se sube sobre las sillas: el entusiasmo alcanza su apogeo cuando el Santo Padre avanza por los pasillos en su papamóvil temporal. Media hora más tarde, Francisco llega al altar situado frente a una imagen de los Alpes suizos y del Jet d'eau de Ginebra.

Las numerosas canciones del coro Taizé, un modesto coro de 50 cantantes y unos pocos instrumentos, conducen a los fieles a la oración. Comienza la liturgia y se lee la lectura del Evangelio del día, Mateo 6: 7-15. En su homilía, el Santo Padre ilumina tres palabras de la Oración del Señor: “Padre”, “pan” y “perdón”.

“Las palabras 'Padre Nuestro' son la fórmula de la vida, la que revela nuestra identidad: somos hijos amados de Dios. Nos indican lo que tenemos que hacer: amar a Dios, nuestro Padre, y a los demás, nuestros hermanos”, dice. “Nuestro Padre nos regenera juntos como familia”.

Pan: El papa añadió: “Se requiere una elección de vida sobria, libre de lastres superfluos”. “La elección de renunciar a tantas cosas que llenan la vida, pero vacían el corazón”. Elijamos la sencillez, la sencillez del pan para volver a encontrar la valentía del silencio y de la oración, fermentos de una vida verdaderamente humana”.

El Santo Padre finalmente resalta la necesidad del perdón. “Dios nos libera el corazón de todo pecado, Dios perdona todo, todo, pero nos pide una cosa: que nosotros, al mismo tiempo, no nos cansemos de perdonar a los demás”. Y explica: “El perdón cambia el mal en bien... Lo vemos en la historia cristiana. Perdonarnos entre nosotros, redescubrirnos hermanos después de siglos de controversias y laceraciones, cuánto bien nos ha hecho y sigue haciéndonos”.

Su homilía fue un mensaje contundente a la comunidad católica, al tiempo que se hizo eco del propósito de la visita del Santo Padre al Consejo Mundial de Iglesias ese día.

En su saludo oficial, el Santo Padre agradeció a los muchos organizadores de su peregrinación ecuménica y recordó la importancia “del viaje del ecumenismo”.

Antes de abandonar Palexpo, el papa Francisco bendijo un mosaico que será instalado en la capilla de la prisión de Champ-Dollon, un acto de amor concreto hacia la única familia humana: “Cuando está el Padre, nadie está excluido”.

Visita del papa Francisco al CMI

Imágenes de la visita en alta resolución