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Foto: Albin Hillert, 2016

Foto: Albin Hillert, 2016

Los 300 millones de cristianos ortodoxos del mundo celebraron la Pascua el pasado 19 de abril, llevando a cabo tradiciones afianzadas en el tiempo incluso en tiempos difíciles como estos.

Entrelazando tradiciones, creencias y un profundo espíritu comunitario, de Jerusalén a Rumanía, de Grecia a Rusia, de Turquía a Georgia, y en muchos otros lugares del mundo, las iglesias ortodoxas respetaron sus tradiciones y, a su vez, las normas gubernamentales establecidas para detener la propagación de la COVID-19.

El Patriarca Daniel de Rumanía describió, en su Mensaje de Pascua, la forma en que se celebró la “fiesta de las fiestas” este año en Rumanía, así como en la mayoría de las iglesias ortodoxas: “Este año celebramos la Santa Pascua en momentos de tristeza, durante una pandemia que induce al miedo, al temor a la enfermedad y a la muerte, al tiempo que las autoridades estatales deben tomar medidas para detener la propagación de la enfermedad. En este contexto, la Iglesia está sufriendo, ya que sus siervos y los fieles no pueden orar juntos en la misma iglesia, en el mismo lugar de culto. Desde este punto de vista, los hogares de los fieles de cada parroquia se convierten en capillas familiares unidas en oración con sus iglesias parroquiales, profesando su fe común en Cristo crucificado y resucitado”.

Difundiendo la Luz de la Resurrección

El arzobispo Anastasios de Albania recordó a los fieles ortodoxos que, este año, compartir la Luz de la Resurrección, una de las tradiciones litúrgicas más significativas, tendría un carácter diferente: “Este año no podremos transmitir la Luz de la Resurrección de un candelabro a otro. ¡Transmitamos de un corazón a otro la luz de la esperanza y la valentía que Cristo nos da! ¡Cristo ha resucitado!”.

En Rumanía, personas voluntarias con guantes y mascarillas pudieron llevar la luz a las parroquias, como lo habrían hecho otros años, para que la gente pudiera celebrar la Pascua.

Después, en cada hogar se reflexionó sobre la Pascua y, a pesar de que la mayoría de la gente no pudo asistir a los servicios religiosos de la iglesia, se aprovechó esta oportunidad para comprender sus valores, honrar la tradición y estar juntos, unidos por la tradición incluso en esta situación.

El sentimiento de conexión también se hizo evidente en Grecia, a pesar de que la nación permanecía en confinamiento, en el momento en que los ortodoxos griegos vieron la retransmisión en directo de las oraciones del Viernes Santo y los servicios de Pascua. El sábado a medianoche, cuando el clero proclamó la Resurrección del Señor en las iglesias a puerta cerrada, la gente aunó sus voces desde sus balcones, con sus velas encendidas, para entonar: “¡Cristo ha resucitado!”.

Muchas familias expresaron que, este año, añoraban los viajes tradicionales a las aldeas ancestrales, una peregrinación en la que participan varios millones de personas que viajan al campo y a las islas.

En Moscú, el Patriarca Kirill celebró la Pascua en la Catedral de Cristo Salvador, rodeado de clérigos, pero sin la presencia de fieles. Mientras celebramos la gloriosa resurrección del Señor, el Patriarca Kirill afirmó en su mensaje de Pascua: “Estamos llamados a predicar al Hijo de Dios y al Hijo del Hombre que, en su inefable amor por nosotros, derramó su preciosísima sangre en la Cruz. Estamos llamados, tanto con palabras como con hechos, y con toda nuestra vida, a dar testimonio a la gente de Aquel que ‘fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados’ (Is 53:5) y ‘fue resucitado para nuestra justificación’ (Ro 4:25)”.

Algunas iglesias ortodoxas en países como, por ejemplo, Bulgaria y Georgia, no siguieron estrictamente las medidas del gobierno y abrieron las puertas de las iglesias a los fieles, aunque no asistieron muchas personas.

Velas colocadas en los asientos de los feligreses durante un servicio ortodoxo de Pascua, en medio del brote de coronavirus, en la Iglesia de Agion Thedoron, en Orestiada (Grecia), 18 de abril de 2020. Foto: Iglesia de Agion Theodoron

La Pascua en casa

En Turquía, la mayoría de los cristianos ortodoxos celebraron la Pascua en casa, con servicios retransmitidos en directo en las redes sociales por un grupo reducido de líderes de la iglesia que realizaron los ritos.

En el sudeste de la provincia de Mardin, solo un pequeño grupo de cristianos sirios ortodoxos se reunieron en la iglesia de Kirklar del siglo IV el domingo de Pascua, en consonancia con las medidas para frenar la propagación del coronavirus. Los que se reunieron oraron por el fin inmediato de esta pandemia mortífera.

El Monasterio de Deyrülzafaran, situado a las afueras de la ciudad de Mardin, también celebró rituales de Pascua con un número limitado de personas.

Los líderes asirios de la ciudad de Mardin decidieron el mes pasado suspender indefinidamente todas las visitas a las iglesias y monasterios y detener los rituales dominicales.

Sin embargo, se hizo una excepción para el Domingo de Pascua. En la iglesia de Kirklar, el arzobispo Gabriel Akyüz dirigió los rituales del domingo, leyendo capítulos de la Biblia y dirigiendo cantos en turco, árabe, hebreo y sirio.

El servicio fue transmitido en directo en las redes sociales, permitiendo así a los fieles verlo desde sus casas.

Las comunidades ortodoxas de Turquía han apoyado las medidas gubernamentales para combatir el coronavirus y ayudar a los afectados por el mismo.

Su Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé celebró la Pascua con la pequeña comunidad de clérigos que viven con él en Phanar, y envió un mensaje a la Iglesia Ortodoxa de todo el mundo con motivo de la Santa Pascua: “Del culto radiante, de los sagrados misterios, de la vida de oración, del ayuno y la ascesis, del ministerio pastoral y del buen testimonio en el mundo: de todo ello emana la fragancia de la alegría pascual”, afirmó. “La presencia del dolor y la muerte, por muy tangible que sea, no constituye la realidad última, que radica en la abolición definitiva de la muerte”.

En su Mensaje de Pascua, el Patriarca Ecuménico Bartolomé elogió a los médicos y enfermeras: “Es difícil seguir siendo humano sin la esperanza de la eternidad. Esta esperanza vive en los corazones de todos los médicos, enfermeras, voluntarios, donantes y todos aquellos que apoyan generosamente a sus hermanos y hermanas que sufren con un espíritu de sacrificio, ofrenda y amor. En esta crisis indescriptible, irradian resurrección y esperanza. Son los “buenos samaritanos” que, arriesgando sus propias vidas, derraman aceite y vino sobre las heridas; son los “cireneos” de hoy en día en el Gólgota de los que yacen en la enfermedad”.

A finales de esta semana se publicará un artículo especial sobre las celebraciones de la Pascua en Jerusalén.

 

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