Jesús fue un sanador, y desde sus primeros seguidores hasta ahora, en todas las épocas y regiones, los cristianos se han distinguido por trabajar compasivamente, y a menudo de forma heroica, por la salud y la sanación.
Sin embargo, hoy en día, mientras celebramos las contribuciones ecuménicas de las iglesias a nivel mundial, las instituciones de atención sanitaria cristianas y las redes de atención a la salud, el CMI ha instado a las iglesias, sus asociados y las organizaciones internacionales a que redoblen sus esfuerzos para garantizar “la promoción de la atención primaria de la salud para todos”.
En una declaración realizada durante su reunión del 2 al 8 de noviembre en Uppsala (Suecia), el Comité Ejecutivo del CMI reiteró que “el CMI considera el más alto nivel posible de salud como un derecho humano fundamental y una base esencial para la materialización de la dignidad dada por Dios a cada ser humano”.
En 1967, el CMI estableció la Comisión Médica Cristiana, que contribuyó de manera decisiva a la formulación de los principios en que se fundaron las iniciativas de la OMS y de UNICEF para proporcionar atención primaria de la salud, y a la aspiración de la OMS de atención sanitaria para todos a escala mundial.
Sin embargo, setenta años después, la declaración reconoce que “la visión de la ‘salud para todos’ en gran medida sigue sin alcanzarse”.
De hecho, según recoge la declaración: “La atención sanitaria y los servicios relacionados se han convertido en una gran industria impulsada por la búsqueda de beneficios y que excluye con frecuencia a los pobres”.
La declaración puso de relieve la necesidad de medicamentos asequibles, la investigación de tratamientos para aquellas enfermedades que afectan particularmente a los pobres y marginados, y la promoción de estilos de vida saludables.
Lean la declaración completa del Comité Ejecutivo (en inglés)
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