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©Methodist Church Sierra Leone

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Sierra Leona ha estado enterrando a cientos de víctimas de un deslizamiento de tierra que barrió los hogares de las afueras de la capital, Freetown. “Por favor, sigan orando con nosotros”, pidió el obispo Arnold Temple, de la Iglesia Metodista de Sierra Leona.

El Rev. Temple es copresidente del Grupo de referencia internacional de la Red Ecuménica del Agua (REDA) del Consejo Mundial de Iglesias (CMI). El obispo se unió a líderes religiosos de otras denominaciones para visitar la zona del desastre, en la montaña Sugar Loaf, el 16 de agosto.

“Agradecemos la solidaridad de la iglesia mundial y de sus asociados”, añadió el obispo Temple. El Rev. Temple es uno de los líderes claves de la iglesia local que han llevado a cabo labores humanitarias y pastorales tras la tragedia.

La ayuda alimentaria está llegando a miles de personas que sobrevivieron al desastre. El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas está distribuyendo raciones para dos semanas de arroz, cereales, aceite y sal a al menos 7500 personas. Más de 3000 personas se han quedado sin hogar y necesitan urgentemente alimentos, refugio y asistencia sanitaria, mientras que otras 600 siguen desaparecidas.

Cientos de personas hacían cola el 17 de agosto frente a un depósito de cadáveres en Freetown para buscar a sus seres queridos, tras el deslizamiento de tierra ocurrido el lunes, que ha causado al menos 500 víctimas mortales.

El obispo de la Iglesia Metodista Unida, John K. Yambasu, presidente del Consejo de Iglesias de Sierra Leona, lamentó la pérdida de vidas “en este desastre innecesario y prevenible”.

El Consejo, la mayor organización cristiana del país, emitió una declaración expresando su empatía con las miles de personas, principalmente mujeres y niños, que sobrevivieron al desastre y que ahora viven en condiciones que ponen sus vidas en peligro.

El obispo explicó que la ciudad se encuentra bajo las laderas de las colinas circundantes y que cada año las inundaciones dejan víctimas mortales, pero que este desastre no tiene precedentes.

“Nunca en la historia de la ciudad habíamos vivido un desastre tan horrible y espeluznante, con casas enterradas, familias enteras desaparecidas y cadáveres desmembrados”, declaró el obispo Yambasu, que añadió que la destrucción a gran escala de la vegetación natural para la agricultura, la obtención de leña y la construcción de viviendas, sumada a la explotación de las canteras de piedra, habían dejado el suelo desnudo, haciéndolo vulnerable a la escorrentía excesiva del agua y a los deslizamientos de tierra durante la temporada de lluvias.

“Damos las gracias a Dios por los que sobrevivieron al desastre y oramos por los muchos que perdieron la vida. Como nación, nuestra responsabilidad más urgente ahora es ser solidarios con los miles de supervivientes”, añadió el Rev. Yambasu.

En nombre del Consejo de Iglesias de Sierra Leona, pidió a los funcionarios del Gobierno que aceleraran el proceso de identificación y sepultura de los cuerpos a fin de prevenir mayores consecuencias imprevistas para la salud pública.

Registrar a los supervivientes y proporcionarles refugio temporal permitirá a otras organizaciones distribuir material de socorro a los sobrevivientes, dijo.

El obispo Yambasu pidió a las iglesias miembros que donaran alimentos, ropa, mantas y otros artículos necesarios, y que observaran tres días de luto, ayuno y oraciones a partir del 18 de agosto.

Las iglesias de toda Sierra Leona celebraron servicios especiales el domingo 20 de agosto en memoria de los fallecidos en los deslizamientos de tierra y las inundaciones, mientras que los funcionarios del hospital anunciaron que el número de víctimas había aumentado a casi 500.

El Consejo Interreligioso pidió que se ofrecieran las misas en honor a los fallecidos, y las mezquitas dedicaron oraciones y lecturas especiales el viernes y el domingo.

La semana de luto nacional comenzó el 16 de agosto, con un minuto de silencio al mediodía en memoria de las víctimas.

El trabajo de recuperación se está viendo obstaculizado por el peligroso terreno del país, la falta de equipos y la propia magnitud de la tragedia.

 

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