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Woman speaks in an office building.

Rev. Dra. Susan Durber.

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Cuando reflexiona sobre el tema: «Hemos visto aparecer su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo», ¿qué impacto personal tiene para usted?

Rev. Dra. Durber: A veces, escucho que se describe el cristianismo como una «religión occidental»; pero mi experiencia con la iglesia mundial me ha enseñado que no lo es. Los misioneros de la Iglesia primitiva primero fueron al este y algunas de las iglesias más antiguas están muy lejos del mundo occidental. Y en el centro de las historias de la infancia tenemos el relato de aquellos que vieron la estrella «en el Oriente» y vinieron a adorar al niño Jesús. Me he formado en una cultura que ha tendido a considerar todo lo de «Oriente» como algo exótico, en lo que el filósofo palestino, Edward Said, denominó célebremente «orientalismo». Esta historia y este tema me recuerda que «Oriente» es más que una fuente de especias y colores para mi vida occidental; denota una riqueza de cultura y sabiduría que nos ofrece regalos a todos y todas. He conocido, gracias a mis amigos, amigas y colegas del CMI, algunas de las maravillas y tesoros de la Iglesia «de Oriente» y allí me he encontrado a Cristo. Me han enseñado, entre otras cosas, el valor de la adoración, no solo como preparación para la acción, sino como algo que hay que emprender por la cercanía a Dios que brinda. Me han enseñado a no apresurarme hacia lo que sigue a la adoración, sino más bien a tomarme el tiempo para estar en presencia de Dios y encontrarme con el misterio de la alabanza. Descubro una manera de ser cristiana que quizás desconocía, pero que es parte de la gran Iglesia, parte de la familia a la que pertenezco. Mis encuentros con los «de Oriente» relativizan mi propia cultura y me invitan a un mundo más amplio, un mundo fascinante, cautivador y sagrado.

A medida que el mundo continúa enfrentando graves desafíos, ¿se ha vuelto más urgente para usted el concepto de unidad?

Rev. Dra. Durber: Las personas del mundo –y, entre ellas, los teólogos, por supuesto– han llegado a valorar lo local, la variedad y la diversidad, la diferencia y el contexto. Pero los desafíos recientes de la Covid-19 nos han enseñado que, más allá de nuestras diferencias locales, pertenecemos a un mundo altamente interconectado. La propagación del virus nos ha revelado cuán rápido se cruzan las fronteras, cómo lo que sucede en un lugar impacta muy rápidamente a otro. De manera similar, la crisis climática ha dejado claro cuánto dependemos de nuestro trabajo conjunto si queremos alejarnos del borde del desastre. Únicamente aquellas soluciones que funcionan para todos nos ayudarán realmente a cualquiera de nosotros. Ha sido positivo aprender el valor de lo local y de la diferencia, y manifestarse en contra de la hegemonía de un pueblo, una nación o un imperio. Pero el internacionalismo lleno de esperanza que dio origen al CMI y a muchas otras organizaciones tenía algo bueno y sagrado en su corazón y debemos encontrarlo nuevamente. El difunto y maravilloso, Desmond Tutu, dijo una vez que «el apartheid es demasiado fuerte para una Iglesia dividida». Podemos decir lo mismo sobre la Covid-19 y el cambio climático. Necesitamos estar juntos y juntas en esto, y la Iglesia tiene el potencial de ser signo y sierva de la unidad en este mundo que tanto la necesita.

¿Cómo celebrará esta semana especial en su propia congregación en el Reino Unido?

Rev. Dra. Durber: ¡Aún no lo sé! Recientemente me uní a una nueva congregación (no como su ministra, sino como miembro de la congregación) y espero ver qué pasará. Pero la iglesia lleva el nombre de San Pedro y San Pablo, por lo que hay muchas razones para conmemorar la Semana de Oración. Sin duda usaré el material preparado en mis propias oraciones diarias y agradeceré la oportunidad de orar con los cristianos y las cristianas de todo el mundo, y especialmente con los cristianos y las cristianas en Oriente Medio.

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos