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Archbishop Antje Jackelen of the Church of Sweden visits Ashti camp in Ankawa, Kurdistan region of Iraq. © Paul Jeffrey/WCC

Archbishop Antje Jackelen of the Church of Sweden visits Ashti camp in Ankawa, Kurdistan region of Iraq. © Paul Jeffrey/WCC

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Tras su primera visita a Irak, Antje Jackelén, arzobispa de la Iglesia de Suecia, se plantea las mismas preguntas que se plantean tantos otros en todo el mundo: “¿Qué es lo que está pasando realmente?” ¿Qué podemos hacer nosotros para ayudar a nuestros hermanos y hermanas cristianos? ¿Y qué podemos hacer para ayudar además a otras comunidades que viven bajo una gran presión?”.

En calidad de miembro de la delegación que líderes religiosos coordinada por el Consejo Mundial de Iglesias, la visita a Irak de la Rev. Jackelén se centró en el futuro de la población vulnerable del país tras la esperada derrota militar del llamado Estado Islámico. La Rev. Jackelén y otros miembros de la delegación están pidiendo a los donantes internacionales que se unan para respaldar de forma inmediata los esfuerzos dirigidos a restablecer la seguridad, estabilizar y reconstruir las comunidades para que los que han huido puedan volver a sus casas.

En Irak la arzobispa Jackelén se reunió con representantes gubernamentales, líderes religiosos y desplazados internos, miles de los cuales viven en campos de refugiados.

“Asistí a un culto religioso con una comunidad de desplazados, y me reuní con un grupo de jóvenes”, contó la Rev. Jackelén. “Obviamente cada testimonio es diferente: ¿qué se puede esperar en una situación en que la realidad es tan traumática, en la que ha habido tanto sufrimiento y queda aún tanto por resolver?”.

La arzobispa agradeció poder andar junto a quienes viven en los campos de refugiados. Las personas que viven allí hablaron conmigo abiertamente y me ayudaron mucho contándome sus historias. En cierto modo me sorprendente ver la capacidad de las personas para adaptarse a situaciones extremas e incluso sacarles un lado positivo”.

Me hablaron de su esperanza de poder volver a sus pueblos. “Me dijeron: 'No podemos volver mientras sepamos que no estaremos seguros'“, contó la Rev. Jackelén.

“Suele ser difícil alimentar la esperanza en tales circunstancias”, añadió. “Cuando hablamos con los jóvenes me di cuenta de que los asaltan las siguientes preguntas: ¿Hay un futuro para nosotros en este país? ¿Qué oportunidades tenemos de conseguir un trabajo y de experimentar verdaderamente una ciudadanía en condiciones de igualdad?”.

“Los jóvenes tenían opiniones divergentes. Algunos decían: ‘No, aquí no hay futuro para nosotros’; y otros respondían preguntando: '¿pero qué sería de este país sin nosotros?'”.

La arzobispa Jackelén y el resto de la delegación tomaron consciencia de la enorme presión a la que están sometidos los dirigentes políticos y religiosos en Irak. “Me gustaría que los dirigentes religiosos se sintieran verdaderamente apoyados por la comunidad cristiana de todo el mundo, no solo en la oración –que es muy importante– sino también en los hechos”, dijo. “En el culto que celebramos juntos se notaba claramente que, a pesar de que hablamos idiomas diferentes y de que hemos vivido experiencias tan radicalmente distintas, hay algo que nos une en el lenguaje del culto, al compartir el pan y acompañarnos los unos a los otros”.

La arzobispa Jackelén vuelve a casa con el marcado recuerdo de las palabras de algunas mujeres que conoció en un campo de refugiados: “Decían: 'es nuestra fe lo que nos mantiene en pie, es nuestra fe lo que nos permite vivir día a día'”.

Fotos de la visita de los líderes religiosos a Irak, disponibles de forma gratuita

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