(Aprobada por el Comité Central del CMI, 2-8 de julio de 2014)

El Consejo Mundial de Iglesias celebró su 10ª Asamblea en la región donde las explosiones, los accidentes y las amenazas nucleares han causado el mayor número de víctimas. El noreste de Asia es el único lugar del planeta en el que se han utilizado las armas nucleares en la guerra. Durante la Guerra Fría, se probaron más de 1000 bombas nucleares en las zonas limítrofes de Asia y el Pacífico. Actualmente, todas las naciones de la región poseen armas nucleares o dependen del arsenal nuclear estadounidense. Las más de 100 centrales de energía nuclear de Asia Oriental y las muchas otras que se planifica instalar son indicios de progreso económico, pero también recordatorios de la tragedia de Fukushima. Corea del Sur es una de las áreas geográficas con mayor concentración de centrales nucleares en el mundo.

Dado que viven cerca de centrales nucleares, en zonas que son el objetivo de fuerzas nucleares opuestas, aquellas personas de conciencia del noreste de Asia que tienen valor para hacerlo están planteando serios interrogantes sobre la dirección económica y militar que están tomando sus sociedades. Antes y después de la Asamblea de Busan, otras conferencias ecuménicas e interreligiosas que se han celebrado en Japón, Corea, Estados Unidos y Europa han realizado llamamientos de diversas maneras para sustituir la energía nuclear en la región por otros tipos de energía como un paso hacia el desarrollo sostenible, y para la eliminación de las armas nucleares como un paso hacia la paz. [i]

Las armas nucleares no pueden reconciliarse con una paz verdadera. La explosión, el calor y la radiación de las armas nucleares infligen un sufrimiento inefable y causan una destrucción sin límites en el tiempo ni en el espacio. Tienen un alcance indiscriminado y sus efectos no se pueden comparar a los de ningún otro artefacto. Mientras sigan existiendo armas nucleares, seguirán representando una amenaza para la humanidad.

Las ciudades son el objetivo principal de las armas nucleares. Un atentado en una ciudad con 100 bombas del tamaño de las que se lanzaron en Hiroshima acabaría inmediatamente con las vidas de alrededor de 20 millones de personas, y se saldaría con dos o tres veces ese número de víctimas con el paso del tiempo. El hollín de las ciudades incineradas se elevaría hasta la atmósfera superior, alterando el clima del planeta. Durante un decenio, las bajas temperaturas y las temporadas de cultivo más cortas expondrían a dos mil millones de personas al riesgo de inanición. [ii]

A la luz de estos datos, una declaración rubricada por los gobiernos de 124 países en 2013 incide en que, "en aras de la supervivencia de la humanidad, las armas nucleares no deben ser utilizadas nunca más, bajo ninguna circunstancia". [iii] La estrategia nuclear, no obstante, requiere un compromiso inequívoco con el uso de las armas nucleares, y su historia está plagada de accidentes, errores de cálculo y cuasi-catástrofes [iv] Además, basta una sola explosión nuclear para colapsar los servicios de emergencia de cualquier país del mundo. [v] La única manera de garantizar que no se vuelvan a utilizar nunca las armas nucleares es eliminarlas.

La tecnología asociada a la energía nuclear es una manifestación del desarrollo especialmente peligrosa. El accidente nuclear de Fukushima Daiichi en 2011 puso de manifiesto una vez más la amenaza que representan las centrales nucleares para las personas, para la vida de la comunidad y para los ecosistemas naturales. Decenas de miles de personas se vieron desplazadas por esta catástrofe y no podrán volver nunca a sus hogares. Sus pueblos, sus ciudades y sus campos de cultivo permanecen vacíos, contaminados. Nunca se conocerán a ciencia cierta todas las consecuencias sobre la salud pública y el medio ambiente de esta catástrofe, y el saneamiento total de la zona es imposible.

Actualmente se conoce a las víctimas de Fukushima como hibakusha, un término que tiene connotaciones de sufrimiento, estigma social y fatalidad. El término fue utilizado por primera vez para describir a las personas que sufrieron el bombardeo atómico en Japón, cuyo 70 aniversario se conmemorará en 2015. Los hibakusha de 1945 continúan dando testimonio con la esperanza de que nadie más vuelva a correr la misma suerte que ellos. A ellos se han unido ahora los hibakusha de 2011, detractores de la energía nuclear. Es justo que los cristianos y las iglesias escuchen sus voces y se sumen a ellas.

Preocupaciones sanitarias, humanitarias y medioambientales

Los usos civiles y militares de la tecnología nuclear producen grandes cantidades de residuos tóxicos que no existen en la naturaleza y que causan los peores tipos de contaminación medioambiental del mundo. Algunos de sus subproductos pueden constituir una amenaza para todas las formas de vida del planeta durante millones de años[vi]. Ninguna técnica de las que se conocen para el almacenamiento a largo plazo o la eliminación de los residuos nucleares permite preservar el medio ambiente de los mismos durante el tiempo en el que siguen entrañando peligros potenciales. [vii]

Al tiempo que alimentamos nuestras economías con energía nuclear y nos protegemos con armas nucleares, estamos contaminando el planeta y poniéndonos en peligro a nosotros mismos, así como a nuestros descendientes y al resto de los seres vivos.

La radiación nuclear es un agente contaminante que no se puede ver, oler ni tocar. Sus efectos sobre la salud son graves y multigeneracionales. Los isótopos liberados por las centrales nucleares pueden contaminar el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que ingerimos. Son química y radiactivamente tóxicos para el organismo humano.

Los efectos de la radiación ionizante en las catástrofes nucleares pueden observarse de manera temprana en los traumas psicológicos y sociales que afectan a familias y comunidades. Con el tiempo, existe un riesgo acrecentado de padecer distintos tipos de cáncer, y las alteraciones genéticas permanentes se hacen visibles.

El empleo del concepto “seguro” aplicado a la industria nuclear ha demostrado ser inadecuado. Han ocurrido repetidamente accidentes graves que se consideraban como altamente improbables[viii]. Las consecuencias de estos accidentes, que revisten gran gravedad, se han ignorado sistemáticamente o se han visto desestimadas por los gobiernos y las empresas responsables.

Los intentos de establecer niveles “aceptables” de exposición a la radiación ionizante y a las toxinas químicas liberadas durante los accidentes y los ensayos nucleares se han revelado peligrosos y se prestan a equívocos. Tras las tragedias de Chernóbil, Fukushima y otros accidentes, la cuestión de los niveles “aceptables” de contaminación se planteó simplemente para minimizar la percepción de la gravedad de los sucesos y para aplacar las críticas.

En los escenarios de los ensayos nucleares prevalecen políticas similares. Las empresas extranjeras que se instalaron en sus terrenos aseguraron rutinariamente a la población local que no tenían nada que temer con respecto a la lluvia radiactiva. En ocasiones ni siquiera se les ha evacuado de las zonas de alto riesgo. En muchos casos documentados, los médicos militares enviados a estudiar los efectos de la radiación han sido autorizados a examinar a las víctimas de los ensayos, pero no a brindarles asistencia médica. Las consecuencias nocivas de las substancias nucleares en las comunidades cercanas a los centros de ensayos nucleares se siguen haciendo sentir hoy en día. [ix]

En los últimos decenios, se han establecido nuevas disposiciones humanitarias contra las armas químicas y biológicas de destrucción masiva, las armas láser, las minas terrestres y las municiones de racimo. El hecho de que las principales potencias nucleares hayan demostrado su intención de eliminar las armas químicas en Siria es un buen ejemplo de esto, además de sentar precedente para que se adopten medidas adicionales en el futuro.

No obstante, será difícil lograr una prohibición por razones humanitarias similar en las naciones que poseen las armas más poderosas de mundo. Los Estados dotados de armas nucleares parecen estar pasando por alto las preocupaciones de la mayoría, recalcando la importancia que siguen teniendo las armas nucleares, modernizando sus arsenales para su uso en los decenios venideros y minorando el compromiso del Tratado de No Proliferación Nuclear de negociar medidas efectivas para lograr el desarme nuclear. Aun así, ha surgido un nuevo colectivo internacional a favor de la eliminación que está transformando el debate nuclear. Los gobiernos, las organizaciones internacionales, las campañas de la sociedad civil y las redes de organizaciones religiosas están ilegitimando el uso de las armas nucleares por razones sanitarias, humanitarias y medioambientales. Como consecuencia de esto, la legitimidad y el prestigio que se atribuía a las armas nucleares se están viendo erosionados.

El discernimiento ecuménico en los asuntos nucleares

El Consejo Mundial de Iglesias ha hecho constantemente hincapié en la necesidad de emprender una reflexión ética y actividades de sensibilización en materia de armas nucleares y energía nuclear desde el punto de vista de la justicia, la participación y la sostenibilidad. La Primera Asamblea del CMI celebrada en 1948 declaró que la guerra con armas “atómicas” y otras armas modernas era “un pecado contra Dios y una degradación del hombre”. Desde entonces, las políticas de las iglesias vienen abordando los asuntos relacionados con los peligros nucleares.

En 1975, la Quinta Asamblea alertó acerca de los “dilemas éticos” que planteaban la producción de energía nuclear y las armas nucleares, los peligros del almacenamiento de los desechos y la propagación de la energía nuclear[x]. La Conferencia Mundial sobre la Fe, la Ciencia y el Futuro de 1979 también alertó de que la energía nuclear no podía desempeñar un papel importante a largo plazo en la reducción de emisiones de CO2, pidió una moratoria por lo que respecta a la construcción de centrales nucleares y exhortó a efectuar un cambio importante hacia las energías renovables[xi].

En 1983, la Sexta Asamblea pidió “un instrumento legal internacional que proscribiera la posesión y el uso de armas nuclearas como un crimen contra la humanidad”. Las preocupaciones ecuménicas que surgieron tres años después con el desastre de Chernóbil pueden trasladarse a la crisis actual de Fukushima: la seguridad de los trabajadores de las centrales nucleares, el silencio oficial sistemático sobre los riesgos probados y la denegación del derecho de los ciudadanos a ser informados acerca de los daños personales.

En 1989, la consulta del CMI sobre la energía nuclear observó que “las acciones humanas a menudo violan la integridad de la Creación y hoy ponen en peligro su propia supervivencia” y recomendó tres principios éticos con respecto a la tecnología energética que siguen siendo válidos en la actualidad para evaluar la energía nuclear: (a) la responsabilidad frente a las generaciones futuras de promover la “sostenibilidad de la Creación”, (b) la justicia como medio para garantizar la supervivencia y la realización de los seres humanos; y (c) la participación de la gente en las opciones energéticas que afectan directamente sus vidas”[xii].

La declaración del CMI de 2009 sobre ecojusticia y deuda ecológica aborda preocupaciones relacionadas con los usos civiles y militares de la energía nuclear: el concepto de “deuda ecológica”, que se aplica a las poblaciones afectadas por la fabricación, los ensayos y el despliegue de armas nucleares y por el “invierno nuclear” y el hambre que un conflicto nuclear causaría; la era del “consumo ilimitado” incentivado, en parte, por la energía nuclear; y las conclusiones económicas y ecológicas que desmienten que la energía nuclear sea segura, barata y fiable.

En 2011, la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz en Jamaica reafirmó el llamamiento del CMI a “un desarme nuclear total” y declaró que el desastre de Fukushima de 2011 “ha demostrado una vez más que no podemos seguir dependiendo de la energía nuclear como fuente de energía”.

En 2013, la Asamblea del CMI celebrada en Corea del Sur dijo que “hay que dar más prioridad a los derechos humanos y la seguridad humana compartida que a la divisiva, competitiva y militarizada seguridad nacional” e instó a la eliminación de las armas y centrales nucleares en Asia nororiental[xiii].

Las iniciativas ecuménicas destinadas a promover la lucha contra los peligros nucleares vienen determinadas por el compromiso a escala mundial de las iglesias miembros. De Canadá a la India, de Japón a Australia, de Alemania a las Islas Marshall, las iglesias se oponen a la construcción de centrales nucleares, protestan contra la presencia de armas nucleares y apoyan a las comunidades afectadas por la extracción de uranio, los ensayos nucleares y las catástrofes nucleares. En muchas de estas batallas, se coopera con personas de otras religiones.

El Comité Central del CMI reconoce que hay iglesias que siguen lidiando con la compleja cuestión de la energía nuclear, así como que el proceso para abordar la cuestión de la energía nuclear variará de una iglesia a otra, dependiendo del contexto.

Los dirigentes de las iglesias de tres países africanos actuaron como catalizadores para que la zona libre de armas nucleares de África entrara en vigor en 2009, cumpliendo la recomendación hecha por la Asamblea del CMI en 2006. Una red ecuménica de promoción y defensa, establecida por el CMI, ayudó a garantizar que el tratado sobre el comercio de armas de 2013 incluyera criterios humanitarios y de derechos humanos, de conformidad con una decisión tomada por el Comité Central del CMI en 2011. Siguiendo una recomendación de Busan, iglesias de los seis continentes participan en acciones ecuménicas coordinadas a favor de una prohibición por razones humanitarias de las armas nucleares.

Administración de la Creación y gestión de riesgos

Los cristianos están llamados a compartir la responsabilidad de salvaguardar la Creación de Dios y proteger el carácter sagrado de la vida. En la actualidad, una administración responsable e inclusiva de la energía debe tener más en cuenta el bien común, la integridad de la Creación y el futuro de la humanidad. Las fuentes de energía deben ser seguras, eficaces y renovables. La conservación de la energía debe formar parte integrante de la utilización energética. Las utilizaciones actuales no deben crear graves problemas para el futuro. La energía de hoy debe, de hecho, poder ser también la energía de mañana.

A pesar de décadas de escrutinio, la energía nuclear no cumple dichos requisitos. No es renovable ni está basada en un recurso sostenible. Se emite carbono durante todo el ciclo del combustible nuclear, desde la extracción del mineral, el procesamiento, el transporte, la construcción hasta las operaciones de desmantelamiento, incluida la gestión permanente de los residuos nucleares tóxicos. Las afirmaciones que sostienen que la energía nuclear es limpia y respetuosa del medio ambiente parecen ignorar su impacto global, sus consecuencias y sus alternativas.

La energía nuclear ha resultado ser muy cara, sobre todo si se tienen en cuenta los subsidios gubernamentales y la transferencia de la responsabilidad a los ciudadanos, y se reconocen los costes incalculables de la gestión a largo plazo de los residuos nucleares. Una estimación completa de la asequibilidad también debe incluir los subsidios directos e indirectos, las responsabilidades en caso de catástrofe y un desmantelamiento seguro. Algunos de estos costes son ocultos, y algunos continúan indefinidamente. En comparación a otras fuentes de energía, las centrales nucleares requieren una fuerte inversión de capital[xiv]. Los grandes subsidios gubernamentales para la energía nuclear suelen superar con creces al apoyo a las tecnologías de la energía renovable[xv].

Los elevados gastos de fondos públicos son otro aspecto destacable de los programas de armas nucleares. Cada año, los Estados que poseen armas nucleares gastan unos 100 000 millones de dólares estadounidenses en sus fuerzas nucleares. Solo en la región euroatlántica los planes actuales para mejorar, renovar o ampliar los arsenales nucleares requieren una inversión de al menos 500 000 millones de dólares. Estos miles de millones de las arcas públicas son una enorme fuente de ingresos para las empresas privadas, especialmente las que están implicadas en el sector de la energía nuclear. Unos trescientos bancos, instituciones financieras y fondos de pensiones de treinta países invierten en veintisiete empresas con contratos relacionados con las armas nucleares. Sus activos alcanzaban en 2013 los 314 000 millones de dólares[xvi].

La utilización de energía nuclear está cargada de riesgos que son difíciles de gestionar. La probabilidad de que haya un desastre nuclear puede ser relativamente baja pero sus consecuencias van de muy graves a lo impensable. El riesgo es, por tanto, muy elevado.

Muchos gobiernos han tomado la responsable decisión de evitar del todo este tipo de riesgos. A raíz de la catástrofe de Fukushima, Japón, Alemania, Suiza, España, México y Taiwán cerraron centrales nucleares, interrumpieron la construcción de nuevas plantas o se comprometieron a eliminarlas progresivamente. Otros Estados han reafirmado su intención de recurrir a fuentes de energía no nucleares y renunciar a las armas nucleares.

Los gobiernos que subvencionan las centrales nucleares están aceptando asumir riesgos y, a la vez, exponiendo a sus poblaciones a estos riesgos. Utilizan fondos públicos para subvencionar una industria que el capital privado rechaza debido a sus riesgos inherentes. Además de las subvenciones de miles de millones de dólares, los gobiernos otorgan a la industria nuclear exoneraciones de responsabilidad en caso de accidente nuclear o desastre. Por ejemplo, se estima que el total de pérdidas económicas provocadas por la catástrofe de Fukushima fue de entre 250 y 500 mil millones de dólares estadounidenses[xvii].

El despliegue de armas nucleares supone aceptar lo que es posiblemente el mayor riesgo deliberado creado en la historia de la humanidad. En primer lugar, el gobierno implicado debe mantener una amenaza creíble de su predisposición a usar sus armas. En segundo lugar, para evitar ser atacado debe confiar en la capacidad de sus enemigos para gestionar el riesgo. En tercer lugar, debe estar dispuesto a renunciar a su propia gestión de riesgos en caso de ataque. Sus adversarios aceptan las mismas contradicciones. El destino de la Tierra lleva toda una vida pendiendo del hilo de este extraño juego de azar. Sin duda, persistir en este juego es una burla a nuestro Creador.

A pesar de los tratados y acuerdos, la proliferación de las armas nucleares sigue siendo un riesgo permanente. Aunque el número de cabezas nucleares se ha reducido desde la Guerra Fría, la tendencia general entre los Estados que poseen armas nucleares es modernizar sus arsenales en lugar de eliminarlos. Además, ha aumentado el número de países con capacidad para fabricar armas nucleares. En realidad, el simple hecho de tener un programa de armas nucleares ha demostrado ser una herramienta poderosa en los asuntos internacionales, incluso para un país pequeño.

Vínculos entre la energía nuclear y las armas nucleares: seguridad y oportunidades

La producción de energía nuclear es el preámbulo para la adquisición de los equipos, los materiales y la tecnología necesaria para fabricar armas nucleares. Con lemas tales como los "átomos para la paz" y los "usos pacíficos de la energía nuclear" se ha promovido la expansión de la energía nuclear y con ella, la propagación de las armas nucleares. El uso de la energía nuclear con fines civiles puede ocultar intenciones militares y tentar a los países a reprocesar el plutonio de los residuos nucleares para su uso en armas nucleares. El plutonio apto para ser utilizado en reactores puede ser usado por países con diferentes niveles de sofisticación técnica para producir ojivas nucleares.

Las instalaciones nucleares civiles y militares son objetivos potenciales de actos de terrorismo o de guerra. El material radiactivo puede ser robado o vendido, y se puede combinar con explosivos convencionales para fabricar "bombas sucias".

Dado que hay más de 400 centrales nucleares activas en todo el mundo y que 15 países dependen de ellas para el suministro de una cuarta parte (o más) de su electricidad, llevará aún mucho tiempo sustituir la energía nuclear. Existen, sin embargo, alternativas más baratas, más seguras y más sostenibles. Lo primero es la conservación. Se calcula que aplicando medidas de conservación sería posible ahorrar una cuarta parte de toda la producción actual de energía, lo que equivale a mucha más energía de la que se genera actualmente en las centrales nucleares. El ahorro de energía es la alternativa más accesible, más barata y más segura a la energía nuclear.

La eliminación gradual de los reactores y de los arsenales nucleares brindará igualmente otras oportunidades, a saber: el incremento de la energía renovable, el apoyo a las comunidades afectadas por la pérdida de puestos de trabajo en el sector de la energía nuclear, la promoción de nuevos negocios con un enfoque responsable respecto del medio ambiente, el cese de la producción de sustancias nucleares peligrosas, y la eliminación de las amenazas nucleares en las relaciones internacionales. También daría la oportunidad –al igual que la crisis climática– de demostrar que la buena gobernanza y el desarrollo humano en el siglo XXI exigen una reorientación coherente de los intereses propios a nivel nacional e internacional.

El éxodo nuclear como peregrinación de justicia y paz

Dios es un Creador generoso que dota de vida a los átomos y las moléculas y concede a la Creación vida en abundancia. La división del átomo en elementos mortales y antinaturales es ya en sí un serio motivo de reflexión ética y teológica. El uso de la energía del átomo de maneras que constituyen una amenaza para la vida y que la destruyen es un uso indebido y pecaminoso de la Creación de Dios.

Estamos llamados a vivir de una manera que proteja la vida en lugar de ponerla en peligro: no a vivir con miedo defendidos por armas nucleares, ni derrochando o siendo dependientes de la energía nuclear. Se nos invita a construir comunidades y economías en armonía con los múltiples dones y promesas de vida de Dios.

En la década de 1990, cuando el pueblo Sahtu-Dene del norte de Canadá supo que el uranio de sus tierras se había utilizado en las bombas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki en 1945, enviaron una delegación de ancianos a Japón para disculparse. Nosotros también tenemos un testimonio que dar: juzgar los armamentos y el uso de la energía en función de sus efectos sobre las personas y sobre la Creación de Dios; reconocer que nuestro deseo de bienestar material y de comodidad nos abstrae de la preocupación respecto a la cantidad de energía que consumimos y del origen de esta; renunciar completamente a apoyar la conservación de las armas nucleares y no aceptar que la destrucción masiva de otros pueblos pueda ser una forma legítima de defensa propia.

Las voces de los hibakusha, los pi-pok-ja (las víctimas coreanas de la bomba atómica) y de las víctimas de los campos de ensayos nucleares claman por un éxodo de la era nuclear. Debemos escuchar a todos los que sufren daños nucleares: quienes padecen malformaciones causadas por mutaciones genéticas; quienes ven sus tierras y mares envenenados a causa de los ensayos nucleares; quienes ven sus terrenos y ciudades contaminados por accidentes nucleares; y quienes se exponen a las radiaciones en su trabajo en las minas o en las centrales nucleares.

Dios nos libra del mal, incluido el mal nuclear. Frente a la posible destrucción de la Creación, Dios abrió la alianza para incluir en ella a toda la Creación (Génesis 9). El Espíritu de Dios sostiene toda la Creación (Salmo 104). La explotación de las personas y la destrucción de la Creación van de la mano (Isaías 23). La palabra de Dios nos guía hacia la presencia divina y el propósito en la Creación, nos advierte de que no interfiramos con la bondad de la Creación y nos recuerda que toda la Creación es digna de admiración, de celebración y alabanza.

Dios pone ante nosotros vida y muerte, bendiciones y maldiciones. Dios nos implora: "Escoge, pues, la vida" para que nosotros y nuestros hijos podamos vivir (Deuteronomio 30). Se recordó a la Asamblea de Busan que la exhortación de Dios "Escoge, pues, la vida" se refiere a un momento inminente, un tiempo escatológico, un tiempo de metanoia y lleno de gracia. Como iglesias debemos educarnos a nosotros mismos a elegir la vida y apartar la vista del destello cegador de las ojivas nucleares y del resplandor mortal de los reactores nucleares y recurrir a las fuentes saludables de energía de la naturaleza en las que somos: el sol, el viento, el agua y la energía geotérmica. Este es el camino del éxodo de los peligros nucleares y de otro tipo.

“Hemos disfrutado de los placeres de la abundante energía proporcionada por la energía nuclear; ahora debemos aprender la amargura de cerrar reactores nucleares y ocuparnos de los desechos radioactivos”, manifestaba una declaración de fe de los cristianos coreanos antes de la Asamblea de Busan. “Proclamamos urgentemente esta necesidad no por la seguridad del statu quo de los Estados que tienen armas nucleares, sino para garantizar la vida de toda la humanidad y la Creación”[xviii]. Dios ha preparado un camino para nosotros hacia la vida, la justicia y la paz, alejado de la autodestrucción, la violencia y la guerra[xix]. Con ese espíritu, la Décima Asamblea invitó a las iglesias de todo el mundo a unirse y fortalecer la peregrinación ecuménica de justicia y paz.

Por consiguiente, el Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias, reunido en Ginebra, Suiza, del 2 al 8 de julio de 2014, hace un llamamiento a las iglesias miembros, los ministerios y las redes afines con el fin de:

  1. Mantener y profundizar los debates éticos y teológicos sobre los usos civiles y militares de la energía nuclear, tratando de identificar su propósito, los gastos que suponen, los intereses a los que sirven, los derechos que vulneran, sus efectos sobre la salud y el medioambiente y si existe un testimonio inherente al uso de la electricidad nuclear o a la aceptación de la defensa mediante armas nucleares.
  2. Desarrollar y practicar una espiritualidad que tenga en cuenta las perspectivas ecológicas a fin de orientar el proceso de transformación de los estilos de vida a nivel personal y comunitario,  realizando cambios positivos en cuanto al consumo de energía, la eficiencia, la conservación y el uso de energías renovables, e inspirándose en la experiencia de las iglesias con conciencia ecológica del CMI.
  3. Practicar y promover la desinversión de las empresas y las instituciones financieras que participan en la producción de armas nucleares o centrales nucleares, o en las exportaciones relacionadas, y abogar por que el gasto de los Gobiernos en las armas nucleares y las centrales nucleares se reasigne al desarrollo de energía renovable y a la reconstrucción de las comunidades en las que cierran las industrias nucleares.
  4. Apoyar la rehabilitación, el acompañamiento pastoral, las acciones legales y la compensación de pérdidas para las víctimas de accidentes nucleares y ensayos nucleares, incluidos los supervivientes del desastre de Fukushima en Japón y las víctimas de los ensayos nucleares en el Pacífico; del mismo modo, respaldar la demanda interpuesta por las Islas Marshall contra los Estados dotados de armas nucleares en la Corte Internacional de Justicia.
  5. Instar a sus Gobiernos a que se unan a las iniciativas intergubernamentales y apoyen los esfuerzos de la sociedad civil cuyo objetivo es prohibir la producción, el despliegue, la transferencia y el empleo de armas nucleares de conformidad con el derecho internacional humanitario y en cumplimiento de las obligaciones internacionales vigentes.
  6. Sumarse a las redes de defensa y promoción ecuménicas que colaboran con la sociedad civil, las iglesias y otras organizaciones religiosas en alianzas participativas y abiertas como la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por sus siglas en inglés).
  7. Apoyar los pasos concretos hacia la consecución del objetivo ecuménico de larga data de desnuclearizar la península de Corea, incluyendo una moratoria de los ejercicios militares y la negociación de acuerdos colectivos de seguridad regional que sustituyan la disuasión nuclear.
  8. Oponerse a la expansión de las bases militares, las fuerzas nucleares y las defensas antimisiles en Asia o que tienen Asia como objetivo, y aumentar la concienciación acerca de la resistencia popular a esa expansión militar, incluyendo la nueva base naval de la aldea de Gangjeong en la isla de Jeju, República de Corea.

El Comité Central hace un llamamiento a las iglesias miembros, los ministerios y las redes afines para que participen, junto con el CMI, en actividades coordinadas de concienciación nacional e internacional con el fin de:

  1. Instar a los 31 Estados que no tienen armas nucleares, que piden el desarme nuclear pero dependen de las fuerzas nucleares de los Estados Unidos, a apoyar activamente la eliminación de las armas nucleares de conformidad con el derecho internacional humanitario, eliminar todas las armas nucleares de su territorio y negociar acuerdos colectivos de seguridad no nuclear.

10.  Promover nuevas zonas libres de armas nucleares, particularmente en el noreste de Asia y Oriente Medio, así como medidas para reforzar las zonas libres de armas nucleares ya existentes en el sudeste de Asia, en el Pacífico, en América Latina y en África y preservarlas de cualquier presencia que suponga una amenaza de armas nucleares.

11.  Instar a los Gobiernos a que eliminen progresivamente las centrales nucleares y mejoren el uso general de la energía para aumentar la eficiencia y el ahorro energéticos, reducir las emisiones de carbono y los residuos tóxicos, y desarrollar recursos energéticos renovables.

12.  Organizar medidas coherentes e interdisciplinarias que sean congruentes con estas recomendaciones y contribuyan a la peregrinación ecuménica de justicia y paz.

 

Traducción del inglés
Servicio Lingüístico, CMI

 


NOTAS FINALES

[i] Declaraciones sobre la cuestión nuclear de las iglesias miembros y de conferencias ecuménicas e interreligiosas relacionadas en preparación para la Asamblea del CMI en Busan y posteriores a la Asamblea:

  • Declaración de la conferencia internacional sobre la catástrofe del este de Japón, “Resisting the Myth of Safe Nuclear Energy: The Fundamental Question from Fukushima”, Iglesia Unida de Cristo en Japón (Sendai), marzo de 2014.
  • A Call for Peace and Reconciliation on the Korean Peninsula: Ecumenical Korea Peace Statement, Iglesia Metodista Unida et al.- Atlanta, mayo de 2013.
  • A Joint Statement on Peace in the Korean Peninsula, Iglesia Presbiteriana en la República de Corea- Iglesia Presbiteriana (Estados Unidos de América) - Louisville, abril de 2013
  • Sang-Saeng: Living Together in Justice and Peace, documento de la consulta previa a la asamblea sobre la campaña por el desarme nuclear, CMI-organizaciones ecuménicas e interreligiosas- Seúl, diciembre de 2012
  • No to Nuclear Power! Faith Declaration from Fukushima, Consejo Nacional de Iglesias de Japón - Fukushima, diciembre de 2012
  • Christians for a Nuclear Free Earth, declaración ecuménica, Tokio , mayo de 2012
  • Faith Declaration for a World Free of Nuclear Weapons and Nuclear Energy, Korean Network for a World Free of Nuclear Power and Weapons (Red de la República de Corea por un mundo libre de energía nuclear y armas nucleares) – Seúl, marzo de 2012
  • For a World without Nuclear Power Plants, Comunión Anglicana en el Japón - Kioto, mayo de 2012
  • Tres declaraciones de las conferencias interreligiosas celebradas en Asia sobre el artículo 9 de la Constitución de Japón: Okinawa 2012; Seúl 2010; Tokio 2008.
  • For a World of Peace, a World Free of Nuclear Weapons, declaración ecuménica de Corea e internacional, 2010

[ii] Self-assured destruction: The climate impacts of nuclear war, Alan Robock y Owen Brian, Boletín de Científicos Atómicos (2012). http://climate.envsci.rutgers.edu/pdf/RobockToonSAD.pdf

[iii] Joint Statement on the Humanitarian Consequences of Nuclear Weapons, 68ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (2013), http://www.reachingcriticalwill.org/images/documents/Disarmament-fora/1com/1com13/statements/21Oct_Joint.pdf

[iv] Command and Control, Eric Schlosser, Allen Lane (2013).

[v] Nuclear Famine: Two Billion People at Risk, Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (2013). http://www.ippnw.org/pdf/nuclear-famine-two-billion-at-risk-2013.pdf

[vi] Véase el documento de referencia  Timeframe of Care, Mary Lou Harley, Iglesia Unida del Canadá.

[vii] Final Study: Choosing a Way Forward, Canadian Nuclear Waste Management Organization, 2005. http://www.nwmo.ca/studyreport

[viii] Escala Internacional De Sucesos Nucleares y Radiológicos. Organismo Internacional de Energía Atómica, http://www-ns.iaea.org/tech-areas/emergency/ines.asp

[ix] Informe del Relator Especial (Calin Georgescu), Consejo de Derechos Humanos (Ginebra), 3 de septiembre de 2012

[x] Breaking Barriers, Informe oficial de la Quinta Asamblea, CMI, 1975, p. 128 (en inglés)

[xi] Faith and Science in an Unjust World, Vol. II, CMI, 1979, p. 90 (en inglés)

[xii] Informe del Grupo de Trabajo Iglesia y Sociedad, Consulta del Consejo Mundial de Iglesias sobre la energía nuclear, Kinshasa, Zaire, 1989

[xiii] Declaración sobre la paz y la reunificación en la península de Corea, Décima Asamblea, Consejo Mundial de Iglesias, 2013, http://www.oikoumene.org/en/resources/documents/assembly/2013-busan/adopted-documents-statements/peace-and-reunification-of-the-korean-peninsula

[xiv] Por ejemplo, en los EE.UU., un dólar invertido en eficiencia energética puede producir cinco veces más electricidad que la energía nuclear. Las inversiones en la energía eólica pueden multiplicar por cien la producción eléctrica. Fukushima y el futuro de la energía nuclear, Green Cross International, 2011, http://www.gcint.org/sites/default/files/article/files/GCI_ Perspective_Nuclear_Power_20110411.pdf

[xv] Ibid; in the US, the ratio was ten to one in 2009–$55 billion for nuclear, $5.5 billion for solar and wind energy.

[xvi] www.dontbankonthebomb.org

[xvii] Costes y consecuencias de Fukushima, Physicians for Social Responsibility, http://www.psr.org/environment-and-health/environmental-health-policy-institute/responses/costs-and-consequences-of-fukushima.html

[xviii] Faith Declaration for a World Free of Nuclear Weapons and Nuclear Energy, Seúl, República de Corea, marzo de 2012.

[xix] Exodus to a New Earth, Plenario sobre la paz, Décima Asamblea del CMI en Ecumenical Review, diciembre de 2013, p. 484.