Por John Aves*

No muchos lectores estarán en condiciones de estar cara a cara con un muchacho de 14 años como el que yo encontré en una reciente visita a Palestina, que me dijo con orgullo: “Mi padre fue un mártir y mi primo mató judíos en Jerusalén en un atentado suicida.”

De haber tenido tiempo para una conversación más prolongada, el ensayo de 36 páginas del Dr. Naim Ateek titulado Terroristas suicidas: ¿Cuál es el problema, teológico y moral, de los atentados suicidas? Una perspectiva palestina cristiana(Suicide Bombers: What is Theologically and Morally Wrong with Suicide Bombings? A Palestinian Christian Perspective) me habría servido como una buena orientación.

Ateek no sigue el camino fácil de la simple condena y el escándalo moral, sino que señala primero la necesidad de entender el contexto en el que aparecieron los atentados suicidas (suicide bombings) en Israel y Palestina. Con precisión, pone los comienzos en 2000, tras los fracasos del Acuerdo de Oslo, y tal vez de la Autoridad Palestina, que no consiguieron frenar las restricciones de movimientos, las confiscaciones de tierras, las demoliciones de casas, la apropiación de recursos hídricos, las incursiones de colonos extremistas, las matanzas y las constantes humillaciones que caracterizan la ocupación opresora de Cisjordania, Jerusalén oriental y Gaza por el gobierno de Israel desde 1967.

Los terroristas suicidas (suicide bombers), dice Ateek, han experimentado todo esto en carne propia y han sido marcados por el alto desempleo, el hostigamiento en los puestos de control, la muerte de algún ser querido y, a veces, la necesidad de redimirse por haber sido reclutados como colaboradores en los campamentos israelíes de prisioneros. Se ven a sí mismos como combatientes en una guerra. “Igual que los soldados israelíes bombardean y matan palestinos indiscriminadamente, los suicidas palestinos se destrozan a sí mismos con explosivos y matan a israelíes indiscriminadamente”, escribe el Dr. Ateek.

En una escueta página, Ateek ofrece una perspectiva musulmana, señalando la estrecha relación entre nacionalismo y fe, y la diferencia entre los musulmanes que creen en el camino del martirio conducente al cielo y aquellos que recalcan que en el Corán hay muchos versículos que prohíben hacer daño al prójimo. Cita a un clérigo occidental de la Universidad de Georgetown, el imán Yahya Hendi: “Aunque en el Corán, al igual que en el Antiguo Testamento de la Biblia, hay pasajes que celebran la victoria militar, el talante general del Corán apoya un punto de vista más moderado.”

Tras un breve pero interesante estudio de los problemas que plantea la muerte de Sansón en el Antiguo Testamento y su relación con la cuestión, preguntándose si es condenable ese hecho, Ateek explica en ocho puntos por qué los cristianos se oponen a los atentados suicidas. El principio que lo guía por encima de todo es que, como cristianos, creemos en la vida antes de la muerte, así como después de la muerte. Muy simplificados por mí, esos puntos son:

1. El suicidio es un crimen contra Dios que nos ha dado la vida.

2. Por noble que sea la causa, no se debe infligir muerte y sufrimiento a otros.

3. Los cristianos están llamados a luchar contra el mal y la injusticia sin recurrir a métodos perversos.

4. Los cristianos están llamados a tomar a Cristo como modelo y romper la lógica de las matanzas por venganza.

5. El dios de los terroristas suicidas, igual que el de los extremistas religiosos israelíes, incluidos algunos sionistas cristianos, justifica la guerra, la violencia y el terrorismo. Esta opinión debe rechazarse en nombre del Dios de amor, compasión y paz que vemos en Jesucristo.

6. Los cristianos no deben caer en la desesperación de los terroristas suicidas. Deben encontrar a Cristo en medio del sufrimiento y la injusticia.

7. Los terroristas suicidas, básicamente igual que el ejército israelí al imponer toques de queda y encierros en ciudades palestinas, practican un castigo colectivo que es inmoral por afectar a inocentes y estar prohibido por la Cuarta Convención de Ginebra.

8. Nuestro deber es vivir para poder dar testimonio de la verdad y aprovechar todas las oportunidades de utilizar nuestra vida para construir una sociedad mejor, en lugar de destruir

el don de la vida.

En una enfática conclusión, Ateek afirma su creencia en que israelíes y palestinos deben aprender a convivir y compartir la tierra, y que cuanto más pronto termine la ocupación más pronto acabarán los atentados suicidas. “Al final prevalecerá la justicia, cesará la ocupación, y tanto palestinos como israelíes disfrutarán de libertad e independencia. ¿Cómo sé que ocurrirá esto? Lo sé porque creo en Dios.”

Aunque a mí me hubiera gustado leer algo más sobre lo que los musulmanes de Oriente Medio piensan sobre el tema en un contexto más amplio, quien busque una cuidadosa introducción a la cuestión hará bien en empezar por aquí. [FIN]

Sobre el ensayo:

Dr. Naim Ateek: Suicide Bombers: What is Theologically and Morally Wrong with Suicide Bombings? A Palestinian Christian Perspective, Sabeel Ecumenical Liberation Theology Centre, Jerusalem, 2003. Una versión (en inglés) está disponible en línea en:

www.sabeel.org/old/news/cstone25/suicidebombers.htm

Sobre el autor del ensayo:

Dr. Naim Ateek, cofundador y director del Centro Ecuménico Sabeel de Teología de la Liberación en Jerusalén (véasewww.sabeel.org), fue el primero en articular una teología palestina de la liberación en su libro Justice, and only Justice, a Palestinian Theology of Liberation (1989). La obra sentó las bases de una teología que se enfrenta con el conflicto de Palestina y analiza sus dimensiones tanto políticas como religiosas, bíblicas y teológicas. Ha publicado y escrito otros libros y artículos. Canónigo jubilado de la catedral de San Jorge en Jerusalén, es conocido como conferencista en su país y en el extranjero.

Sobre el autor de la reseña:

* El Rev. Dr. John Aves, canónigo honorario de la catedral de Norwich, Reino Unido, falleció de un infarto cardíaco el 25 de enero de 2004 en Belén, donde había ido como acompañante ecuménico del CMI. Tenía 52 años. Su trabajo con los grupos de paz israelíes en el campamento de refugiados de Deheisha marcó su dedicación a la acción noviolenta, y los relatos que escribió como acompañante ecuménico mostraron su compasión, compenetración y comprensión profunda de cada persona con que trató.

El Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI) se inició en agosto de 2002. Los acompañantes ecuménicos constatan y dan testimonio de las violaciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, apoyan acciones de resistencia noviolenta junto con activistas de la paz locales (cristianos, palestinos musulmanes e israelíes), ofrecen protección mediante su presencia noviolenta, abogan públicamente por los desfavorecidos y manifiestan su solidaridad con las iglesias y con cuantos luchan contra la ocupación. El Consejo Mundial de Iglesias coordina el programa. Sitio web: www.eappi.org