(Fotos sin cargo disponibles, ver al final.)

Por David Kohler y César Dergarabedian

"Nos exhortamos y exhortamos a todos a andar por el mundo con fe y esperanza", una esperanza "que descansa en la convicción de que nuestros esfuerzos no serán en vano", gracias a la fe "que nos mueve a luchar por la defensa de la vida en esta tierra".

La exhortación es parte de una declaración emitida por un numeroso grupo de jóvenes que, procedentes de 14 países, estuvieron reunidos en Ramos Mejía, en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, entre el 24 y el 27 de abril. Allí los jóvenes, en su mayoría latinoamericanos y algunos llegados de Europa y los Estados Unidos, participaron de un seminario sobre Juventud y Globalización convocado por el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) y el Consejo Mundial de Iglesias (CMI).

Con el lema "Fe y Esperanza Viva", debatieron sobre globalización, deuda externa, comercio internacional y las consecuencias de todo esto en la juventud y en las iglesias. Entre esas consecuencias la declaración final del seminario enumera: "exclusión, desempleo, pérdida de identidad cultural, consumismo, mala distribución de la riqueza y crisis ecológica, entre otras calamidades".

"La transnacionalización de la economía mundial", analiza la declaración, significa que las empresas "se mueven libremente por el planeta buscando la mano de obra más barata, el medio ambiente menos protegido por leyes y reglamentos, el régimen fiscal más favorable o los subsidios más generosos". Una de las consecuencias de este fenómeno es que se profundizan "los procesos de pauperización de los más pobres, para los cuales la vida, en vez de ser un don de Dios, se ha transformado en una verdadera tragedia".

Frente a esta realidad, opinó Joyce Torres (29), de São Paulo, Brasil, "hay que hacer valer lo que creemos: un reino de Dios con justicia que garantice los derechos humanos de todas las personas. Si nos unimos, tendremos más fuerza para enfrentar esta situación adversa".

Realidades nacionales y propuestas alternativas

Los jóvenes brasileños trazaron un panorama del impacto de la globalización en su país. Según ellos hay un "Brasil oficial", donde viven solamente las elites dominantes. Existe también un "Brasil virtual", compuesto por las telenovelas e Internet. Y finalmente está el "Brasil real", una "tierra de exclusión y lugar de conflictos sociales": el Brasil de los "sin tierra, sin pan, sin nada".

A su turno, los jóvenes paraguayos enumeraron dramáticas consecuencias de la globalización en la tierra guaraní. "Muchos niños están perdiendo su niñez, trabajando en lugar de ir a la escuela, mendigando en las calles, durmiendo en las veredas". Más tarde, ya jóvenes, "siguen por el camino de la drogadicción, el alcoholismo y la prostitución".

"Frente a la fragmentación social provocada por relaciones injustas que se nos imponen, las iglesias cristianas pueden trabajar unidas entre sí y junto con los múltiples movimientos sociales comprometidos con la vida humana en esta tierra, en una ineludible vocación ecuménica.", sugirieron los participantes del seminario en la declaración final. También propusieron la realización de un foro sobre alternativas económicas al neoliberalismo y a la globalización capitalista, en el marco de la próxima Asamblea del CMI en Porto Alegre, Brasil, en enero de 2006.

Además subrayaron la necesidad de "una verdadera Doctrina Social Cristiana, que exprese los fundamentos cristianos de una sociedad (...) basada en el Evangelio". Esta doctrina debe iluminar no sólo a las comunidades eclesiales y a sus instituciones educativas, sino también a los "laicos y laicas, y jóvenes que harán presente la voz de la iglesia en sus lugares de acción cotidiana, en lo político, social, económico y cultural".

Unidos y organizados en la adversidad

El seminario se realizó en medio de la campaña política previa a la elección presidencial en la Argentina, que se llevó a cabo el 27 de abril. Un día antes, los participantes visitaron uno de los barrios más pobres de la ciudad de Buenos Aires.

Allí, en una zona conocida como Bajo Flores, donde unas 50 mil personas sobreviven en un ambiente de postergación y miseria, fueron confrontados con las terribles consecuencias sociales de la globalización, pero también con algunas de las expresiones de resistencia. En el lugar se entrevistaron con el director de una radio comunitaria, Eduardo Nájera, y visitaron una cooperativa de producción y aprendizaje donde funciona una escuela de oficios.

"La experiencia me resultó muy interesante", dijo Elizabeth Jiménez (24), de República Dominicana. "Realmente puedo aprender mucho de esto", comentó la estudiante de medicina que conoce una realidad similar en su país. "Sólo que aquí están más unidos y más organizados y por ende pueden trabajar mejor y con más beneficios", aclaró.

El noruego Freddy Knutsen, responsable del programa de juventud del Consejo Mundial de Iglesias, destacó la importancia de este tipo de eventos. "Sirven para que los jóvenes vean cuáles son los desafíos de este momento y perciban cuál es el verdadero impacto de la globalización en la gente", dijo. Lo esencial para él fue "descubrir qué posibilidades tienen los jóvenes de América Latina de enfrentar esta situación y proponer alternativas".

El encuentro juvenil precedió a la consulta continental "Globalizar la Vida Plena", convocada por el CLAI y el CMI también en Buenos Aires, entre el 28 de abril y el 1 de mayo.

Dios en el patio trasero

Para Ole Jakob Løland, estudiante de teología noruego de 22 años, que trabajó seis meses con niños de la calle en La Paz, Bolivia, y pasó dos meses recorriendo Perú, las desigualdades no son ninguna novedad. Pero lo que vio en el barrio de la ciudad de Buenos Aires conocido como Bajo Flores lo impresionó.

"Es un gran contraste, viniendo de un país como Noruega, ver las tremendas diferencias y la injusticia que sufren las clases marginadas", explicó. La experiencia, sin embargo, lo ayudó "a reafirmar lo que es el centro esencial para mí y para la iglesia: la liberación de los pobres."

La visita a ese barrio le devolvió las ganas de vivir con los marginados. "Para comprender a los pobres hay que entrar en el mundo de los pobres", dijo, evocando palabras del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez.

Admitió que viviendo en un país nórdico "es bien fácil olvidarse" de los necesitados. Pero en un país pobre, reflexionó, también es peligrosamente fácil "acostumbrarse a la pobreza, verla como un hecho natural".

Emily Ruff, una estadounidense de 22 años que trabaja con adolescentes de familias sin techo en Orlando, Florida, abrió su corazón. "Me sobrepasó la tristeza", reconoció.

Pero también se sintió reconfortada al observar "gente fuerte y valiente" que lucha por el pan diario: "Me dio esperanza su esperanza y ver cómo trabajan de abajo hacia arriba".

Emily comparó el barrio de clase media acomodada donde se celebró el encuentro juvenil con lo que tenía ante su vista: basura en las calles sin pavimentar y casas sin terminar. "Las diferencias son dramáticas, como si éste fuera el patio de atrás".

Ella no ocultó su admiración por los "cartoneros", personas -a veces familias enteras- que se dedican a recolectar papeles y cartones de los residuos domiciliarios para luego venderlos a la industria del reciclado.

Con "su forma de vivir honesta" se destacan "en medio de tanta corrupción", dijo. Ellos son un ejemplo palpable de que Dios "camina con la gente en las luchas que enfrentan en sus vidas".

Fotos sin cargo para acompañar esta crónica están disponibles a pedido; pueden verse en

www.wcc-coe.org/wcc/what/jpc/youthsempix.html

El mensaje final del seminario está disponible en

www.wcc-coe.org/wcc/what/jpc/youthsem.html