Por Nils Carstensen

Mientras la guerra en Irak parece encaminarse a su fin, y el futuro del país permanece incierto, la preocupación por los civiles iraquíes continúa aumentando. Al mismo tiempo en que las fuerzas de la coalición luchan en las calles de Bagdad, el sufrimiento y las necesidades de la población se intensifican.

Muchos de los 1,7 millones de habitantes de Basora han tenido que arreglarse con escasos alimentos y agua potable insuficiente y sucia. Esta situación es insostenible e inaceptable, y si continúa mucho más no sólo pondrá en peligro muchas vidas civiles, sino que conducirá a una situación en la que las fuerzas de la coalición y sus gobiernos podrían ser acusados de posibles violaciones de las Convenciones de Ginebra. Las Convenciones prohíben claramente a los combatientes utilizar el hambre como arma e insisten en el libre paso de ayuda humanitaria. Aunque la intención no sea ésa, la realidad militar en Irak hace cada vez más probable que las partes contendientes entren aceleradamente en conflicto con el derecho internacional humanitario.

La situación en torno a Basora podría ser una muestra de lo que ocurrirá en Bagdad. La población de casi cuatro millones es ya sumamente vulnerable tras una década de sanciones de las Naciones Unidas, semanas de ataques aéreos bajo la operación denominada "conmoción y espanto", reservas alimentarias menguantes, un colapso de las comunicaciones y un frágil sistema de suministro de agua. En suma, se está gestando una catástrofe humanitaria.

Cualesquiera que sean la reputación del régimen iraquí y su manera de tratar a sus propios ciudadanos, los gobiernos de los Estados Unidos, el Reino Unido y otros países de la coalición serán blanco de severas críticas nacionales e internacionales si se les ve como violadores de lo que es la piedra angular del derecho internacional humanitario: las Convenciones de Ginebra.

Tumultos en torno a los alimentos

La reciente cobertura televisiva de distribuciones de ayuda mal preparadas en el sur de Irak mostró imágenes de lo que equivalía a algo más que disputas por los alimentos en las que se beneficiaban solo los más jóvenes y los más fuertes.

Algunos expertos ven estos incidentes como ejemplos de lo que puede suceder cuando se afrontan las necesidades de la población civil enferma, sedienta o hambrienta como parte de una estrategia militar de "conquistar corazones y mentes", en lugar de dejar que atiendan a tales necesidades organismos de socorro experimentados e independientes.

"Lo que hemos visto los últimos días en el sur de Irak es exactamente una ilustración de por qué los militares deben dejar que personal civil humanitario con experiencia planifique y realice los trabajos de socorro", dice Rick Augsburger, director de programas de emergencia del Servicio Mundial de las Iglesias (CWS) con base en los Estados Unidos y copresidente del Comité de Interacción de Práctica y Política Humanitaria, una coalición de agencias de socorro estadounidenses.

En Ammán, Jordania, Martin Dawes, de UNICEF, recalca que tales escenas caóticas en el sur de Irak pueden suceder cuando se realiza "una distribución sin asesoramiento adecuado y no se dispone de personal experimentado sobre el terreno para cuidar de que los alimentos lleguen a los más necesitados".

Para Rick Augsburger, se trata de algo más que incidentes desdichados. "Visto que los militares pueden mover a un cuarto de millón de personas de un lado al otro del planeta en poco tiempo, uno pensaría que si la atención al pueblo iraquí fuera un objetivo primario también serían capaces de iniciar el proceso para facilitar a las agencias humanitarias el acceso y el espacio que necesitan para socorrer a la población de manera efectiva e imparcial."

Falta de respeto por la experiencia

Rick Augsburger y sus colegas en Interacción son críticos respecto al enfoque y la actitud de la administración estadounidense en la cuestión de la asistencia humanitaria a Irak.

"Lo que hemos visto en las últimas semanas ha sido el desdén por parte de los Estados Unidos de las estructuras humanitarias experimentadas", dice Augsburger, refiriéndose a la forma en que se desdibuja deliberadamente la distinción entre operaciones humanitarias y militares. La administración estadounidense, por ejemplo, ha establecido dentro del Ministerio de Defensa una Oficina de Reconstrucción y Asuntos Humanitarios (ORHA), que es parte de una estructura dirigida por los Estados Unidos para planificar y controlar las futuras operaciones humanitarias en Irak y comprende un Centro de Operaciones Humanitarias (HOC) actualmente radicado en Kuwait. El personal de la oficina del HOC son militares estadounidenses, kuwaitíes y británicos.

Al actuar así, las fuerzas de la coalición y sus gobiernos han dejado prácticamente de lado a los actuales organismos de las Naciones Unidas y a las organizaciones no gubernamentales (ONG) con experiencia de decenios en Irak y en grandes catástrofes en todo el mundo. Muchos organismos de socorro temen también que tal mezcla deliberada de mando militar y ayuda humanitaria constituya una real amenaza para los principios de neutralidad y distribución de ayuda en función de las necesidades, que se consideran cruciales para la efectividad del trabajo de socorro.

"Esto puede sentar un precedente destructivo no sólo para Irak sino para las operaciones humanitarias en zonas de conflicto de todo el mundo", dice Rick Augsburger, del CWS.

Se reclama la coordinación de las Naciones Unidas

La mayoría de las grandes agencias humanitarias están ahora manifestando que no están dispuestas a dejarse conducir dócilmente por las estructuras HOC y ORHA de la coalición liderada por los Estados Unidos. Al contrario, se han volcado en apoyo al restablecimiento de las Naciones Unidas y su Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCAH) como órgano de coordinación general para las actuales y futuras operaciones humanitarias en Irak.

"Ninguno de nuestros miembros está dispuesto, por ejemplo, a recibir una tarjeta de identidad del HOC en Kuwait, sino que se trabaja para tener un mecanismo inserto en las actuales estructuras de las Naciones Unidas y las ONG", dice Joel McClellan, del Comité Permanente de Respuesta Humanitaria, alianza con base en Ginebra de nueve de las mayores y más experimentadas agencias humanitarias privadas del mundo, entre ellas Save the Children, la Federación de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, el Comité Internacional de la Cruz Roja y ACT Internacional del Consejo Mundial de Iglesias. Estas agencias insisten en la coordinación a cargo de las Naciones Unidas y no de un órgano responsable en última instancia ante el ejército estadounidense, para asegurar la imparcialidad y la independencia.

Desde Jordania, Daniel Augstburger, de la OCAH en Irak, resumía:  "La distribución de ayuda debe ser realizada por organizaciones civiles. Sólo organizaciones especializadas, sean Naciones Unidas u ONG, pueden garantizar la distribución imparcial de suministros esenciales. Su independencia y su experiencia son exactamente lo que les permite ayudar a la población civil en una situación de conflicto y hacerlo desde una posición neutral y en atención a evaluaciones profesionales de las necesidades."

La insistencia en una firme distinción entre operaciones humanitarias y militares es cada vez más importante. Lo que una mirada distante podría percibir como básicamente un asunto de elevados principios humanitarios, se reduce esencialmente a cuestiones concretas de acceso a poblaciones menesterosas y a problemas de seguridad para los trabajadores humanitarios durante y después de la guerra en Irak.

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Esta crónica es una versión adaptada de un artículo escrito por Nils Carstensen el 31 de marzo. Carstensen es un comunicador trabajando al servicio de DanChurchAid / ACT International con base en Ammán, Jordania. ACT es una red mundial de iglesias y agencias conexas que atienden a necesidades humanas mediante una respuesta de urgencia coordinada. La Oficina Coordinadora de ACT está en el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y en la Federación Luterana Mundial (FLM) en Suiza.