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Elías Abramides durante su intervención en la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz (CEIP) en Kingston (Jamaica), en 2011. Foto: Peter Williams/CMI

Elías Abramides durante su intervención en la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz (CEIP) en Kingston (Jamaica), en 2011. Foto: Peter Williams/CMI

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En 2018 celebramos el 70º aniversario del Consejo Mundial de Iglesias. Con el fin de crear un animado relato de primera mano de la comunidad ecuménica y de nuestro camino común, las iglesias miembros han aportado historias de las personas, los acontecimientos, los logros e incluso los fracasos que han acentuado nuestra búsqueda colectiva de la unidad cristiana.

El autor de esta historia es Elías Crisóstomo Abramides, de Argentina, del Patriarcado Ecuménico.

Las opiniones y los puntos de vista expresados en este artículo son los de la autora y no reflejan necesariamente las políticas del Consejo Mundial de Iglesias.

Primera hora

Buenos Aires es mi ciudad de origen, allí nací en el seno de una familia ortodoxa de origen griego. Desde muy joven he estado implicado activamente en mi iglesia local y en varios de sus programas y actividades. Al escribir una historia para el 70º aniversario del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), escribo la historia de mi vida.

El arzobispo Iakovos (nacido Dimitrios Koukouzis) nació en la isla de Imbros (Turquía) en 1911. En 1954, por recomendación del patriarca ecuménico Atenágoras, Iakovos fue elegido obispo de Melita y designado primer representante permanente del Patriarcado Ecuménico ante el CMI, logrando un profundo cambio en las relaciones del CMI con la Iglesia Ortodoxa. También trabajó para el CMI como presidente del Consejo para América del Norte.

En 1959, fue elegido arzobispo de América del Norte y del Sur, y tenía su residencia en Nueva York. Argentina formaba parte de esa gran arquidiócesis, por lo que Iakovos visitaba con frecuencia Buenos Aires, donde se reunía con nuestras iglesias, nuestras comunidades y nuestras familias. El arzobispo Iakovos renunció a su cargo en la arquidiócesis Griega Ortodoxa de América del Norte y del Sur en 1996, y falleció en 2005.

En 1996, el Patriarcado Ecuménico creó la nueva arquidiócesis de América, la Metrópolis de Canadá, la Metrópolis de Buenos Aires y Sudamérica, y la Metrópolis de México, América Central y las Islas del Caribe.

Segunda hora

A finales de la década de 1980, tomé la firme decisión de trabajar para mi iglesia, ofreciendo mi experiencia y mis conocimientos sobre el cuidado y la protección del medio ambiente, sobre la base de mi título universitario y mi carrera profesional, así como de mi fe, ética y perspectiva cristianas. La respuesta llegó desde el Phanar (la sede del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla) algunos meses después.

Mi primer contacto personal con el CMI fue a través de la carta que recibí de Su Santidad el patriarca ecuménico Dimitrios, en marzo de 1990, en la que se incluía mi nombre entre los miembros de la delegación del Patriarcado Ecuménico en la VII Asamblea del CMI, que se reuniría en Canberra, en febrero de 1991. Acepté ese gran honor y, posteriormente, fui invitado a participar en la reunión previa a Canberra para la región de América Latina en Salvador, Estado de Bahía (Brasil), a mediados de 1990.

En Salvador comenzó la historia de mi nueva vida, una vida que confirmó mi voluntad y mi compromiso de proteger fervientemente la “muy buena Creación de Dios”. Mi título universitario en ciencias químicas, y mi trabajo y experiencia en estudios medioambientales hicieron que empezara a respetar las maravillas de la naturaleza y el medio ambiente. Mi labor en el CMI me abrió las puertas para conocer y amar “la muy buena creación de Dios”: amor, respeto y admiración por la vida de mis prójimos y por toda la Creación. Justicia, solidaridad, equidad, dedicación, paz y amor por otros seres fueron el camino a seguir en la protección y el cuidado de la Creación, y finalmente, de la vida en el planeta Tierra, nuestro frágil y generoso hogar.

He sido invitado a participar en las últimas cuatro asambleas del CMI: Canberra 1991, Harare 1998, Porto Alegre 2006 y Busan 2013. Y también en la Convocatoria Ecuménica Internacional por la Paz (CEIP) en Kingston (Jamaica), en 2011.

El tema de la VII Asamblea dejó una profunda huella en mi mente y en mi vida: “Ven, Espíritu Santo, renueva la Creación entera” Trabajé en su sección I: “Dador de vida: preserva tu Creación”, cuyo informe analizó y abordó los temas principales: “Teología de la Creación: un reto de nuestra época” y “Hacia una ética de la economía y la ecología”, asuntos profundamente arraigados en nuestras actividades y programas actuales.

En la asamblea conocí al metropolitano Bartolomé de Calcedonia y al arzobispo Kirill de Smolensk y Kaliningrado, así como al Rv. Dr. Emilio Castro, el Rev. padre Georges Tsetsis, el Rev. Dr. Wesley Granberg-Michelson, el Dr. Lukas Vischer, la Rev. Dra. Ofelia Ortega, el Rev. Dr. Héctor Méndez y muchas otras inolvidables eminencias.

En noviembre de 1991, Su Santidad Bartolomé fue elegido arzobispo de Constantinopla-Nueva Roma y Patriarca Ecuménico. En diciembre de 1991, el Patriarcado Ecuménico aceptó la propuesta del CMI y fui nombrado comisionado de la “Unidad III del CMI sobre justicia, paz y Creación”. El 12 de diciembre estuve en Ginebra para asistir al “4° Comité Intergubernamental de Negociación para una Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático”. Desde ese momento, la historia avanza fluida e irreversiblemente.

La primera Cumbre de la Tierra, la histórica “Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo: CNUMAD”, tuvo lugar en Río de Janeiro (Brasil), en junio de 1992. La “Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: CMNUCC”, fue firmada allí, entre otros acuerdos.

Durante la CNUMAD, en 1992, se estableció el Grupo de trabajo del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) sobre Cambio Climático, mientras participamos también en la conferencia ecuménica: “Buscando un cielo nuevo y una Tierra nueva”, organizada y dirigida por el CMI en Baixada Fluminense, un barrio de Río de Janeiro.

Tras mi regreso a la Argentina, fui designado para participar en el movimiento ecuménico local, representando al Patriarcado Ecuménico y al CMI ante la Comisión Ecuménica de Iglesias Cristianas en Argentina: CEICA.

Esa posición me llevó a ocuparme además de la admisión de las siguientes iglesias como miembros de pleno derecho del CMI: Iglesia Cristiana Bíblica (Buenos Aires, Argentina, 1997); Iglesia Presbiteriana de Colombia (Barranquilla, Colombia, 2005); Iglesia Metodista de Puerto Rico (San Juan, Puerto Rico, 2005); y la Igreja Presbiteriana Independente do Brasil (São Paulo, Brasil, 2008).

En la primera Conferencia de las Partes del CMNUCC (COP 1), también llamada Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se reunió en Berlín en 1995. Cada año, se celebra una COP en un país diferente. En 2017, la COP tuvo lugar en Bonn (Alemania), bajo la presidencia de la República de Fiji. Desde la CNUMAD en 1992 y la COP 1 en 1995, el CMI ha enviado una delegación a todas las COP. He participado en todas menos una, y en la actualidad soy la persona designada como enlace entre el CMI y la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Es vital que sigamos enfrentándonos a las agresiones contra la Creación de Dios, sin embargo, hay mucho más en juego. El respeto por la Creación y por los seres humanos como hijos de Dios, es la condición previa indispensable para librar una lucha significativa contra la degradación medioambiental y el cambio climático. Necesitamos reconocer y aceptar las importantes implicaciones éticas y profundamente religiosas del cambio climático. Es una cuestión de justicia, una cuestión de ética, de solidaridad y equidad, y es una cuestión de amor: amor por Dios Todopoderoso, amor por nuestro prójimo y amor por la Creación.

Tercera hora

El CMI ha centrado su atención en el cambio climático desde 1988. Recordamos los nombres de los pioneros y sus seguidores que lucharon por crear conciencia sobre este tema entre las iglesias y entre los miembros de la sociedad civil mundial, creando una comunidad entre las grandes religiones del mundo: el Dr. Lukas Vischer, el Rev. Dr. Wesley Granberg-Michaelson, el Dr. David G. Hallman, el Rev. Dr. Emilio Castro, el Rev. Dr. Konrad Raiser, el Rev. Dr. Samuel Kobia, el Rev. Dr. Martin Robra, el Dr. Guillermo Kerber, la Dra. Athena Peralta, y en la actualidad, el Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, son todos referentes destacables de esta saga mundial.

Y la lista de las personalidades que han pasado por mi nueva vida sigue: El metropolitano Prof. Dr. Gennadios de Sassima; el activista antinuclear, el Sr. John Taroanui Doom; el patriarca de Alejandría Petros VII; el metropolitano Elpidophoros de Bursa; el papa Francisco; el cardenal Walter Kasper, de Alemania; la Sra. Chiara Lubich, de Italia; el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, del Reino Unido; el Dr. Raúl Estrada Oyuela, embajador de Argentina; el arzobispo Desmond Tutu, de Sudáfrica; el arzobispo Elder Camera de Recife (Brasil); la premio nobel Rigoberta Menchú de Guatemala; la premio nobel Wangari Maathai, de Kenya; Leonardo Boff, de Brasil; el catholicós Karekin I; el catholicós Karekin II; el catholicós Aram I Keshishian; el presidente Fidel Castro; el rey Mohammed VI de Marruecos; los secretarios ejecutivos de la CMNUCC: El Sr. Michael Zammit Cutajar de Malta, la Sra. Joke Waller-Hunter y el Sr. Yvo de Boer, de los Países Bajos; la Sra. Christiana Figueres, de Costa Rica; el presidente de la República Islámica del Irán, Mohammad Jatamí; Alí Jamenei, líder supremo de la República Islámica del Irán. Y tantas otras personas maravillosas: hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, que dejaron huella en mí, en mi vida y en mis obras.

Cuarta hora

Trabajar para el CMI, el más importante centro del movimiento ecuménico, y haber aprendido y compartido generosamente llenándome de amor por nuestro prójimo y por la Creación, me han dado la oportunidad única de comprender la forma en que viven nuestros prójimos en todo el mundo, y los desafíos de la vida real que deben afrontar día tras día. De esta manera aprendí a empatizar y a entender a los demás, y me di cuenta de que siempre recibimos mucho más de lo que damos. Eso crea y sigue creando comunidad y esperanza, la esperanza cristiana que nos mantiene en el buen camino y nos acompaña en nuestro viaje. La verdadera felicidad se siente al dar servicio y cuidado al ‘otro’, sintiendo y enriqueciendo nuestro espíritu con fe y armonía cristianas.

Mi vida se transformó, y afirmo que esta transformación es el acontecimiento más brillante de la historia de mi vida, una profunda metamorfosis que ha dejado una fuerte impresión en mi forma de actuar y en mis relaciones con mi entorno, aquí en Argentina y en el extranjero, con mi comunidad eclesial, mi familia y mis amigos. Todo empezó con la invitación de mi iglesia, el Patriarcado Ecuménico, a participar en la vida de nuestra espléndida comunidad: el Consejo Mundial de Iglesias.

Durante esta jubilosa celebración del 70º aniversario del Consejo Mundial de Iglesias, todos estos pensamientos e imágenes vienen a mi mente y quedan en el centro de mi conciencia y profundamente marcadas en mi corazón. Ahí permanecerán, como aclamados tesoros de la “Historia de una vida”, mi vida.

Muchas gracias.

Más información sobre el 70° aniversario del CMI: www.oikoumene.org/wcc70

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