Dos tendencias coexistieron en la vida del Consejo Mundial de Iglesias en estos sesenta años. Una consideró que lo fundamental de la tarea ecuménica era alcanzar la unidad doctrinal y organizacional. La otra, que el elemento esencial en el ecumenismo era la acción de las iglesias en el mundo y para el mundo. Pero el verdadero ecumenismo debe buscar la unidad cristiana sin dejar de preocuparse por los males que afectan al mundo, dijo el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, en la celebración ecuménica que conmemoró el sexagésimo aniversario del CMI.

Personalidades de la ciudad de Ginebra, feligreses de las iglesias locales y miembros del Comité Central del CMI se congregaron en la Catedral de San Pedro este domingo 17 de febrero para dar gracias por sesenta años de vida del Consejo

Bartolomé I calificó celebración de "oportunidad única para volver juntos nuestra mirada al futuro y dar a esta 'comunidad fraterna' que es nuestro sexagenario Consejo, un nuevo impulso, una nueva visión y un mandato renovado".

A sesenta años de su constitución oficial -el 23 de agosto de 1948 en la sesión plenaria de la primera asamblea general en Ámsterdam- el Consejo sigue siendo "la expresión institucional más representativa" del movimiento ecuménico contemporáneo, destacó.

En esos seis decenios de su vida, el CMI "ha constituido una plataforma ideal en la que las iglesias, procedentes de horizontes diferentes y pertenecientes a una gran variedad de tradiciones teológicas y eclesiológicas, han podido dialogar y promover la unidad cristiana, respondiendo al mismo tiempo a las múltiples necesidades de la sociedad contemporánea", dijo el prelado ortodoxo.

Reconoció que en estos sesenta años, y especialmente durante las últimas dos décadas, la vida del Consejo fue muchas veces turbulenta, como consecuencia de las abundantes diferencias, teológicas, eclesiológicas, éticas y culturales que dañaron las relaciones amistosas entre sus iglesias miembros, diferencias se expresaron finalmente en una dolorosa crisis que ocurrió en los meses previos a la Octava Asamblea General de Harare.

"Era una crisis entre los pertenecientes a diversas tradiciones teológicas y eclesiásticas, entre iglesias que tenían, cada una de ellas, una lectura y una interpretación diferentes de las Sagradas Escrituras, así como una percepción diferente de las cuestiones de orden ético y sociopolítico".

Fue, no obstante, "una crisis saludable que nos ha permitido dialogar por fin sinceramente, humildemente y sin ninguna segunda intención, y que nos ha ayudado a superar las dificultades crónicas que envenenaban nuestras relaciones fraternas", enfatizó.

Expresó su satisfacción de que, "en el centro de las actividades del Consejo, se halle siempre el ideal de las iglesias en él comprometidas de llegar, por la gracia de Dios, a su unidad en una misma fe y en torno a una misma mesa eucarística.

Bartolomé destacó que el amor es esencial "para que el diálogo entre nuestras iglesias proceda con toda libertad y confianza; para reconocer que no son necesariamente insuperables las divergencias derivadas de las formas diferentes entre las iglesias de dar sus respuestas a las cuestiones morales, puesto que las iglesias dan testimonio del Evangelio en contextos diferentes".

Llamó a seguir adelante con esperanza y a no descorazonarse por los obstáculos del camino. "Nuestra vocación humana, como iconos del Dios trinitario, no consiste sino en reproducir sobre la tierra el movimiento de amor compartido tal como existe eternamente en la comunión Trinitaria", concluyó.

Pueden verse fotografías de alta resolución en el sitio web del CMI

Texto del homilía de S.S. el Patriarca Ecuménico Bartholomeo en ocasión del sexagésimo aniversario del Consejo Mundial de Iglesias

Más información sobre el 60º aniversario del CMI

Más información sobre la reunión del Comité Central del CMI