Por Manuel Quintero (*)

La pastora Dra. Ofelia Ortega tiene en su haber una prolongada y fecunda carrera ecuménica, que llegó a su clímax el pasado mes de febrero, cuando la IX Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) la eligió una de sus ocho presidentes. En la siguiente entrevista Ortega reflexiona sobre el movimiento ecuménico, algunas de sus dificultades y desafíos, su compromiso personal con la causa ecuménica y acerca de las iglesias en Cuba, su país natal.

¿Cuál es su valoración del movimiento ecuménico en estos tiempos?

El movimiento ecuménico vive un tiempo de crisis. En parte a causa del aumento del fundamentalismo, en parte como fruto de una mayor tendencia al denominacionalismo. Parecería que el entusiasmo ecuménico de algunas iglesias ha disminuido. Por otro lado, está el fenómeno del neo-pentecostalismo, que experimenta un crecimiento sostenido y que no es muy favorables al diálogo.

A la vez, hay nuevos fenómenos y desafíos que están acercando a las iglesias, algo que es un hecho positivo para el ecumenismo. Uno de ellos es la globalización; hoy son cada vez más las iglesias que ven la necesidad de sumar fuerzas para enfrentar los problemas que trae consigo la globalización, particularmente la desigualdad y la pobreza.

El creciente deterioro del medio ambiente también nos está uniendo, cuando cada iglesia por su lado y luego en diálogo las unas con las otras descubrimos nuestra responsabilidad común en el cuidado y la preservación de la Creación.

En los últimos años parece que algunos temas se han convertido en piedras de tropiezo para la cooperación ecuménica, como es el caso de la sexualidad humana.

La sexualidad humana es un tema muy complejo y hasta tabú para algunas iglesias. Como se aprecia en el caso de la Comunión Anglicana y en otras iglesias, puede llegar a causar división, provocando dolor en las personas afectadas y en las congregaciones.

No hay recetas simples para asumir este desafío. El discernimiento es un proceso que toma tiempo y exige reflexión y diálogo. Un punto de partida esencial es la perspectiva pastoral, para la cual la iglesia es una comunidad inclusiva e incluyente. En todo caso, el debate teológico debe continuar, en la línea de lo que ha hecho el CMI con sus conversaciones ecuménicas sobre el tema en Porto Alegre, evitando cualquier exclusión o discriminación a priori.

En los últimos años el Consejo ha buscado deliberadamente tender puentes hacia iglesias que tradicionalmente se han mantenido al margen del movimiento ecuménico. ¿Han habido progresos tangibles?

De nuevo se trata de un proceso que exige tiempo para superar prejuicios profundamente arraigados, establecer confianza mutua y abordar asuntos bíblicos, teológicos y eclesiológicos muy complejos.

Personalmente creo que las iglesias históricas y ecuménicas deben continuar con esta iniciativa. No siempre fuimos suficientemente sensibles a los problemas y necesidades de nuestra gente, ni suficientemente humildes para abrirnos a lo que otras expresiones cristianas pueden aportar.

¿Cómo ve su aporte particular como una de los presidentes del Consejo?

Después de mi elección he recibido invitaciones de países de América Latina y de Asia para participar en distintos eventos; también para escribir artículos y hasta un capítulo de un libro. El Consejo Latinoamericano de Iglesias me ha honrado nombrándome asesora de su comisión teológica.

Como presidentes del CMI, no lo somos de una región particular, sino del conjunto del Consejo, y quiero trabajar en esa perspectiva. Cuando participo con una iglesia o comunidad local, soy consciente de ser un instrumento para acercar el Consejo a la vida de esa iglesia, y esa iglesia a la vida del Consejo. A la vez soy consciente de que mi aporte se nutre de la espiritualidad y la teología latinoamericana y caribeña.

Si hablamos de esas raíces nutricias debemos mencionar Cuba. ¿Cómo ves la situación de las iglesias en la isla?

Hay gente por ahí que piensa que las iglesias en Cuba son simplemente víctimas del sistema. Esas personas desconocen el notable crecimiento numérico y espiritual y el extraordinario esfuerzo diaconal de nuestras iglesias. La diaconía es un ingrediente fundamental de la misión.

En el Consejo de Iglesias de Cuba (CIC) participan 25 de las 49 denominaciones inscritas en la isla, y en los últimos quince años -desde que se declaró el llamado "período especial" por el colapso del campo socialista y los negativos efectos en nuestra economía- esas iglesias han realizado programas de servicio muy significativos: en el campo del desarrollo sustentable, impulsando la agricultura orgánica; en la producción de medicina natural alternativa; con personas discapacitadas. Además, la comisión bíblica del CIC ha distribuido cerca de dos millones de biblias en los últimos años, beneficiando también a iglesias no asociadas con el Consejo, como la Católica Romana.

Hoy vivimos una situación inédita en Cuba con la enfermedad del presidente Fidel Castro. Como dijo recientemente el líder de la Iglesia Católica Romana cubana, cardenal Jaime Ortega: cualquier proceso que ocurra en la isla será responsabilidad de los cubanos y cubanas que allá vivimos. Rechazamos cualquier injerencia extranjera; sólo a nosotros nos toca decidir nuestro destino.

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(*) Manuel Quintero, de Cuba, es director del programa Frontier Internship in Mission con sede en Ginebra, Suiza.

La información biográfica y una foto de alta resolución sin cargo de la pastora Dra. Ortega están disponibles