Cf. Comunicado de prensa PR-04-04 del 5 de abril de 2004

Cf. Ultimas Horas UP-04-18 y UP-04-19 del 8 y del 14 de abril de 2004

Aunque su participación estaba originalmente prevista, Su Santidad Aram I, catholicos de Cilicia y moderador del comité central del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), no pudo finalmente unirse a la delegación del CMI que estos días visita Kenya y Rwanda. En la siguiente entrevista, realizada por el Equipo de Información Pública del CMI, el moderador del comité central del CMI habla sobre el papel y el futuro de África, las condiciones para sanar y reconciliar relaciones humanas, y los vínculos entre religión y violencia. (Este material puede reproducirse libremente. Foto sin cargo disponible, ver al final.)

Su Santidad, el secretario general del CMI está visitando Kenya y Rwanda: ¿cuáles son las razones de esta visita, y cuál cree usted que es su significado?

Esta visita tiene un profundo significado pastoral y ecuménico. Ante todo, es expresión concreta del interés del Consejo por África, cuando esta región, en este trance de su historia, se enfrenta con enormes desafíos. Además, es una manifestación de la solidaridad del Consejo con el pueblo de Rwanda, cuando los habitantes de este pequeño país africano están inmersos en un proceso de transformación y reconciliación después del genocidio de 1994.

La visita a Rwanda se realiza al cumplirse el 10º aniversario del genocidio en ese país. Aquella tragedia ha tenido profundas consecuencias humanas y espirituales. ¿Cómo contribuyen, a su juicio, el CMI y el movimiento ecuménico a sanar las heridas de este país?

La sanidad es una dimensión esencial del ministerio de la iglesia. El CMI mediante sus actividades programáticas, mediante sus relaciones y acciones solidarias, ha tomado siempre muy en serio la sanidad. Creo que el Consejo puede y debe expresar, de manera tangible, su ministerio de sanidad en Rwanda. Esto puede hacerse en el marco de nuestro programa de énfasis especial sobre África, así como mediante otros programas y acciones del CMI.

Las iglesias son portadoras de memoria histórica y a veces nacional, pero también están llamadas a ser comunidades de sanidad y perdón. ¿Cómo pueden las iglesias encontrar el justo equilibrio entre la necesidad de recordar y la necesidad de perdonar?

Sanidad y perdón están interconectados y son parte integrante de nuestra vocación cristiana. No podemos desdeñar nuestro pasado; la memoria siempre estará con nosotros, pero podemos sanar y reconciliar nuestra memoria. La reconciliación se basa en el perdón y el perdón debe basarse en la confesión. Es pues la confesión la que conduce a la sanidad y al perdón. No creo en un perdón y una reconciliación baratos. La verdad ha de decirse y aceptarse; la memoria ha de respetarse.

La justicia restauradora del Evangelio puede parecer a veces muy diferente de la justicia jurídica humana. Cuando la justicia de la ley contra los que han cometido crímenes parece impedir la sanidad y la restauración de la comunidad, ¿qué actitud deben adoptar las iglesias respecto a este proceso?

Creo en la justicia restauradora cuando el opresor y el oprimido se acercan en una relación de diálogo. La finalidad última de la justicia restauradora es la sanidad y la reconciliación. Por lo tanto, las iglesias deben promover el tipo de sistema jurídico-legal en el que la justicia preventiva, punitiva y restauradora contribuyan conjuntamente a la transformación de toda la sociedad.

En el genocidio armenio, a principios del siglo XX, musulmanes mataron a cristianos; en el Holocausto, a mediados del siglo, cristianos mataron a judíos; en el genocidio rwandés, el último de ese siglo, cristianos mataron a cristianos. ¿Qué papel ha desempeñado la religión, y el cristianismo en particular, durante un siglo que aparece como uno de los períodos más violentos en la historia de la humanidad?

No estoy de acuerdo con esa manera de describir algunos de los genocidios del siglo XX. El genocidio armenio no consistió en que musulmanes mataran a armenios por el hecho de ser éstos cristianos. El gobierno turco otomano organizó y ejecutó el genocidio armenio exclusivamente con fines políticos, principalmente para aplicar su proyecto político e ideológico de pan-turanismo. Hitler no organizó el holocausto por consideraciones religiosas. También él tenía un proyecto político e ideológico. Por supuesto, en tales circunstancias la religión puede ser un factor negativo cuando se utiliza con fines políticos. Creo que el mal uso de la religión es una cuestión grave que debe tratarse desde una perspectiva más amplia en el contexto del diálogo interreligioso.

Usted personalmente, como cristiano, ¿qué sentido atribuye a esos genocidios?

El genocidio es una de las expresiones más horribles de la violencia y el terrorismo. Es un crimen contra la humanidad. La comunidad internacional, así como todas las religiones del mundo, no pueden aceptar tales crímenes. Por lo tanto, quienes han perpetrado y pueden perpetrar tales crímenes han de ser juzgados. El movimiento ecuménico, por medio del Decenio para Superar la Violencia, debe bregar con esta cuestión.

La visita tiene una importante dimensión regional, al enfocar la atención sobre la paz en África. ¿Cómo ve usted este continente, en el que algunos perciben las semillas de una nueva esperanza? ¿Desempeñará África, con su notable tasa de crecimiento eclesial, un papel particular en el futuro del cristianismo en este siglo? ¿Qué es lo más importante para alcanzar una paz duradera en África?

África crece en importancia como región por muchas razones. El movimiento ecuménico debe tomar a África muy en serio. África no puede quedar en la periferia de la comunidad internacional; sus problemas son nuestros problemas, sus sueños son nuestros sueños, su lucha es nuestra lucha. El movimiento ecuménico está llamado a participar en todos los procesos y acciones encaminados a establecer una paz duradera en África.

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