Por Juan Michel (*)

¿Qué dice la Biblia sobre el cambio climático? ¿Qué ideas teológicas pueden ofrecer las iglesias al mundo frente a una crisis ecológica sin precedentes?

Estas preguntas, planteadas en un seminario sobre "La creación y la crisis climática" al que asistieron representantes de iglesias durante la cumbre de la ONU sobre el clima en Copenhague, parecen hoy aún más urgentes luego del fracaso de la cumbre que no logró producir el acuerdo justo, ambicioso y jurídicamente vinculante que millones esperaban.

"No hay ninguna relación evidente entre el evangelio y el cambio climático", dijo Jakob Wolf, jefe del Departamento de Teología Sistemática de la Universidad de Copenhague, que copatrocinó el seminario junto con el Consejo Nacional de Iglesias de Dinamarca.

Sin embargo, como el cambio climático es consecuencia de la actividad humana, cae bajo el imperativo de los principios éticos, porque los seres humanos son responsables de sus actos. La exigencia ética de amar al prójimo se aplica aquí en cuanto que el "planeta Tierra se ha convertido en nuestro prójimo", dijo Wolf, y uno "vulnerable a la actividad humana".

Según Wolf, una visión teológica del planeta y de la vida que hay en él como creación de Dios les confiere un valor intrínseco, por lo que suscita "respeto y amor". "Cuanto más amemos la vida sobre la Tierra más dispuestos estaremos a actuar de forma no egoísta", subrayó Wolf.

Ésta es la contribución que la fe y la teología cristiana pueden aportar a la lucha contra el cambio climático: una motivación que es abarcadora, profunda y "mucho más vigorosa" que si se basara en "meros cálculos y frías obligaciones".

Esto es fundamental, enfatizó Wolf, porque la humanidad "tiene a mano todos los instrumentos" para adoptar medidas en relación con el cambio climático. "Lo único que falta es la voluntad."

No apocalipsis, sino esperanza

La biblista Barbara Rossing, profesora en la Facultad Luterana de Teología de Chicago, Estados Unidos, estuvo de acuerdo con Wolf en que "la Biblia no dice nada sobre el cambio climático". Pero ella cree que los cristianos pueden basar en la Biblia su respuesta a ese fenómeno.

El punto de partida de Rossing es la pregunta: "¿Dónde está Dios en esta crisis?" Ella rechaza la noción de que Dios castiga a la humanidad y cree, más bien, que Dios "se lamenta junto con el mundo".

Según su lectura del libro del Apocalipsis, "Dios llora por la tierra, no la maldice". Las famosas plagas no son predicciones, sino amenazas y advertencias, llamadas de alarma, proyecciones al futuro de las consecuencias lógicas de los actos humanos si no se cambia el rumbo.

Sin embargo, para Rossing, el libro del Apocalipsis no anuncia el fin del mundo, sino el fin del Imperio. Así pues, a pesar de las actuales pautas insostenibles de consumo y de una economía basada en el carbono, Rossing encuentra en él un mensaje de esperanza: "La catástrofe no es necesariamente inevitable; todavía hay tiempo para cambiar."

Esta "visión de esperanza para hoy" es una contribución esencial que la teología y la fe cristianas pueden aportar a los esfuerzos mundiales para afrontar el cambio climático.

La dimensión ecuménica del cambio climático

"De forma muy amenazadora e inquietante, la crisis del clima nos hace estar unidos como la humanidad una, como la comunidad una de creyentes, como la iglesia una ", dijo Olav Fykse Tveit, secretario general electo del Consejo Mundial de Iglesias (CMI).

"Estamos llamados a mostrar un signo de lo que significa ser la humanidad una, de lo que significa el hecho de que Dios ama al mundo entero", dijo Tveit. Cuando las iglesias se reúnen para ofrecer este signo, la lucha contra el cambio climático "nos une de forma muy especial: como iglesias, como creyentes".

El mensaje de que Dios ama al mundo y a cada criatura que hay sobre la tierra "ha sido el latido del movimiento ecuménico enfrentándose al cambio climático", dijo Tveit, recordando la larga historia de la preocupación del CMI por las cuestiones ecológicas.

En una perspectiva ecuménica, la preocupación por la Creación ha estado siempre vinculada a la preocupación por la justicia y la paz. "No se puede decir que éste es un planeta para algunos de nosotros", dijo Tveit, "es un planeta para todos nosotros".

Destacó también este aspecto Jesse Mugambi, de la Universidad de Nairobi y miembro del grupo de trabajo del CMI sobre el cambio climático. "El mundo es un mundo en el que todos estamos emparentados, pero hubo algún momento en que decidimos […] tratarnos unos a otros como extranjeros", afirmó.

Mugambi explicó que en África el cambio climático está causando ya graves sequías, por una parte, e inundaciones, por otra. Con la ayuda de mapas demostró que las partes del continente ricas en agua y tierras cultivables son también las zonas de mayor conflicto. Este conflicto "no tiene nada que ver con la etnicidad, está relacionado con los recursos", dijo.

Para Mugambi, la función de la fe cristiana y de la religión en general, por medio de sus líderes, teólogos y eticistas, es la de "hacernos volver a las normas" que puedan contribuir a afrontar un problema como el cambio climático.

"No hablamos de 'ayudar' a los países africanos", dijo Mugambi. "No es cuestión de 'ayuda', sino de la supervivencia de todos nosotros".

(*) Juan Michel es encargado de prensa del CMI.

Grabaciones de las presentaciones (en inglés)

Galería de fotografías

Labor del CMI en relación con el cambio climático

Departamento de Teología Sistemática, Facultad de Teología, Universidad de Copenhague

Consejo Nacional de Iglesias de Dinamarca

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