Por Christian Johannessen (*)
Los enormes embalses construidos por Sudáfrica y Lesotho en las tierras altas del reino montañoso han resultado ser un éxito para las economías de ambos países. No obstante, al Consejo Cristiano de Lesotho le preocupa que se ignore a los residentes desplazados por el proyecto en lo que respecta a las prestaciones.
Malethibela Lits'esane (35 años) mira largamente las montañas que rodean el pueblo de Ha Makhalanyane en Lesotho, el reino rodeado por la poderosa Sudáfrica. Añora la vida que tenía varias millas más allá de esas montañas. Han pasado cinco años desde que su marido Emmanuel (36) y ella se vieron obligados a abandonar el pueblo de Lamapong Ha Koporala. Cuando fue construido el embalse de Mohale, muchas de las personas que vivían en los alrededores fueron realojadas en otros lugares. Dos de ellas eran los Lits'esane.
Malethibela Lits'esane porta una jarra que utiliza para regar el pequeño terreno donde la pareja cultiva un huerto, su única vaca pace y algunas gallinas picotean la comida. La parcela del tamaño de un jardín no puede compararse con los pastos junto al embalse de Mohale, donde el ganado solía encontrar comida y las personas, hierbas y leña.
Aunque el Proyecto de aprovechamiento de recursos hídricos de Lesotho recauda millones de dólares cada mes -unos ingresos muy necesarios para este país relativamente pobre-, apenas ha beneficiado a la gente que tuvo que abrir paso a los embalses.
Agua corriente, seis meses al año
Durante la temporada de lluvias, Malethibela puede llenar su jarra en el grifo situado entre el grupo de casas que conforman su barrio. Desde finales de julio hasta enero, su rutina diaria cambia. La sequía se instala lentamente, y el grifo de la comunidad se seca.
Malethibela debe caminar entonces unas cuatro o cinco horas para traer agua a casa. Transportará 20-40 litros de agua encima de la cabeza, sin que le sea posible traer los 30-50 litros por persona que el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos de las Naciones Unidas considera el mínimo diario. Durante la sequía, ni los Lits'esane ni sus vecinos pueden cultivar hortalizas, y tienen que llevar el ganado a zonas de pastoreo alejadas. Esto dista mucho de lo que les prometieron cuando se les dijo que tenían que mudarse.
En Ha Mallani, un pueblo de 80 casas situado en una ladera sobre el embalse de Katse, la gente aún espera el grifo de agua que les habían prometido. Más de diez años después de que finalizara la construcción del embalse, todavía tienen que depender de unos pocos manantiales naturales no protegidos. Además, encima de uno de ellos, la empresa de construcción ha colocado dos retretes que amenazan con dejar pasar el agua al manantial. Solo un kilómetro más abajo se encuentra la presa de Katse, a cuya agua los habitantes del pueblo no pueden acceder, a pesar de que cubre sus antiguos terrenos.
Una ventaja visible del proyecto de desarrollo de los recursos hídricos para la gente de la región de Katse llama la atención de los viajeros: ahora, casi todas las tradicionales casas redondas con techumbre de paja tienen al lado un retrete de hormigón. Los habitantes dicen que su salud ha mejorado, especialmente la de los niños, después de que se construyeran los retretes. El motivo por el que estos retretes fueron instalados rápidamente en la región era garantizar que la calidad del agua de la presa mantuviera un nivel alto. Papel profético de la iglesiaEl mismo año en que Sudáfrica y Lesotho firmaron el tratado sobre el proyecto binacional de recursos hídricos, el Consejo Cristiano de Lesotho se involucró de forma activa en nombre de las personas afectadas. En 1986, puso en marcha el Grupo de Acción de la Iglesia en las Tierras Altas con el objetivo de conferir poderes a las comunidades capacitándolas para defender sus derechos en cuanto a la cuestión del reasentamiento y las indemnizaciones. El grupo tuvo que finalizar su tarea en 1999 por falta de fondos, pero ahora el consejo está retomando de nuevo esta labor. "La iglesia debería desempeñar su papel profético y acudir directamente a las comunidades afectadas. Nosotros consideramos el desarrollo desde un punto de vista holístico: debe ser físico, mental y moral. Este es nuestro llamado. Todavía hay personas que no han sido debidamente compensadas por sus pérdidas, y haremos que las autoridades se involucren a través de nuestra labor de sensibilización", dice Seeisa Mokitimi, coordinador del Programa para la Erradicación de la Pobreza del consejo. En abril, el Consejo Cristiano de Lesotho coorganizó una conferencia internacional de la Red Ecuménica del Agua, donde se debatieron los proyectos de megarepresas en relación con el derecho humano al agua. A pesar de que el tratado del Proyecto de aprovechamiento de recursos hídricos de Lesotho estableció el principio de que nadie debería encontrarse en peor situación como consecuencia de los embalses, Tom Monaheng Mahlakeng no está contento con la manera en que se están gestionando las indemnizaciones. "La gente necesita obtener la indemnización adecuada antes de que el trabajo comience. Hemos visto a gente esperar veinte años la compensación que les habían prometido. El Organismo de desarrollo de las tierras altas de Lesotho debe empezar a hacer caso de su propio tratado", afirmó Mahlakeng, presidente de una pequeña organización llamada Supervivientes de las Represas de Lesotho (Survivors of Lesotho Dams, SOLD, por sus siglas en inglés), en una entrevista el pasado abril. "Me desagrada cómo nos han tratado", añadió Mahlakeng. En su pueblo, 173 casas fueron destruidas con explosivos en una cantera donde se extrajo el material de construcción para las carreteras del embalse de Mohale. Solo se reconstruyeron 16 de esas casas. |
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Masilo Phakoe, jefe ejecutivo de la autoridad responsable del Proyecto de aprovechamiento de recursos hídricos, dice que una de las razones de que existieran problemas con las compensaciones es que la empresa de construcción que tenía que construir los retretes y el suministro de agua en la región de Katse no lo hizo, a pesar de que recibió dinero por el trabajo. Phakoe afirma que ahora reanudarán lo que queda por hacer: "El proceso ha sido un poco lento, llevamos unos diez años de retraso, pero ahora hay un programa para acabar el trabajo".
Malethibela Lits'esane observa la casa que las autoridades construyeron para ella cuando fue realojada. Es sólida, hecha de hormigón, exactamente como el retrete de al lado. Pero también es muy fría por las noches, y no se encuentra leña en los alrededores. Para tener un fuego para cocinar, necesita comprar parafina con el dinero que obtiene vendiendo gallinas.
"Nos sentimos engañados por las autoridades", dice. "Nos prometieron que todo lo que tendríamos en el nuevo lugar sería de alta calidad, pero poco ha sido lo que hemos recibido. Desde que nos mudamos aquí, la vida ha sido muy estresante".
(*) Christian Johannessen es un periodista independiente de Noruega.
Consejo Cristiano de Lesotho (en inglés)