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Un mensaje conjunto del CMI, la CMIR, la FLM y el CMM

La actual pandemia de la Covid-19 ha perturbado todos los aspectos de nuestras vidas en un mundo ya plagado de un inmenso sufrimiento humano. En respuesta a esta situación, nuestras organizaciones (el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), la Federación Luterana Mundial (FLM) y el Consejo de Misión Mundial (CMM)) convocaron una conferencia electrónica bajo el tema “Economía de la vida en tiempos de pandemia” los días 17 y 24 de abril de 2020, mediante la iniciativa conjunta de Nueva Arquitectura Financiera y Económica Internacional (NIFEA, por su sigla en inglés).

Un grupo de expertos que han formado parte del proceso NIFEA contribuyó con análisis socioeconómicos, reflexiones teológico-éticas y recomendaciones prácticas con miras a una transformación sistémica como se pide en la Declaración de São Paulo: Transformación financiera internacional para la economía de la vida, que inició el proceso de la NIFEA[1].

Las crisis de la pandemia de la Covid-19 tienen sus raíces en la enfermedad humana y sistémica. Se derivan de sistemas económicos opresivos y explotadores que se basan en la lógica del lucro, las desigualdades socioeconómicas, la indiferencia ecológica, el interés político propio y los legados coloniales. Este mensaje conjunto tiene como objetivo no solo expresar nuestra profunda preocupación, sino también llamar a la comunidad cristiana, a los gobiernos y a las instituciones financieras internacionales a una acción responsable que aborde las causas fundamentales de las crisis que ahora están expuestas ante el mundo.

La pandemia de la Covid-19 expone crisis económicas y ecológicas interconectadas

La pandemia de la Covid-19 es tanto el producto como el desencadenante de la actual catástrofe económica. Esta emergencia de salud pública es síntoma de una crisis económica subyacente más profunda. Décadas de austeridad (en el Sur global, como parte de las duras condicionalidades de la deuda y, en el Norte global, como consecuencia del colapso financiero global de 2008) han dejado a muchos países totalmente indefensos ante esta amenaza. Además, la gestión ineficaz y corrupta en el ámbito nacional ha exacerbado la incapacidad de los gobiernos para apoyar a los más vulnerables a la pandemia.

La crisis ecológica a la que se enfrenta el mundo hoy en día, consecuencia directa de los sistemas económicos extractivos y del hecho de que la humanidad se comporte como si la tierra fuera un recurso ilimitado que se puede someter a una explotación sin fin, está estrechamente relacionada con la pandemia de la Covid-19. Los científicos que supervisan la biodiversidad y la salud de nuestros ecosistemas nos recuerdan que “la deforestación implacable, la expansión incontrolada de la agricultura, la agricultura intensiva, la minería y el desarrollo de infraestructuras, así como la explotación de las especies silvestres han creado un ‘perfecto caldo de cultivo’ para la proliferación de enfermedades”. Además, la propagación exponencial del coronavirus debido a la expansión urbana y al tráfico aéreo mundial pone de manifiesto “la responsabilidad humana en esta situación de pandemia” en la cual “[la Covid-19] podría ser solo el comienzo”.[2]

Los cierres económicos sin precedentes y los cierres de fronteras para contener la propagación de la Covid-19 están provocando una reducción repentina de las emisiones causantes del cambio climático y, al mismo tiempo, desencadenan una verdadera crisis económica mundial, lo que a su vez provoca una espiral de desempleo y un aumento de la desigualdad. Las medidas para hacer frente a los efectos socioeconómicos de la pandemia han sido meramente paliativas y se han dirigido principalmente a rescatar a las empresas y no a las personas. En algunos lugares, las economías ya se están reactivando, con el consecuente riesgo de que aumente el número de muertes por la enfermedad, lo que dificulta el supuesto equilibrio entre el rescate de la economía y el hecho de salvar vidas.

Como en muchas crisis, si no en todas, aquellas personas que ya son vulnerables, incluyendo los trabajadores informales y con bajos ingresos, las mujeres y las personas pobres, de color, migrantes y refugiadas, son las más afectadas por la pérdida de vidas y medios de subsistencia.

La situación actual afecta a los derechos humanos, impulsando el autoritarismo. La Covid-19 se está utilizando para fomentar las agresiones xenófobas y racistas, poniendo en peligro aún más a los grupos marginados y a los defensores de los derechos humanos. El confinamiento también ha significado que muchas personas no puedan escapar de la violencia doméstica.

Esta crisis pone de relieve el inmenso valor de la asistencia sanitaria, la economía del cuidado y la intensificación de la carga de trabajo de las mujeres. Si bien ahora se está empezando a valorar la economía del cuidado, el trabajo relacionado con el cuidado en el contexto actual del capitalismo ha significado a menudo una mayor opresión de las mujeres y los trabajadores migrantes. La privatización del sector de la salud y la orientación hacia los beneficios de la industria farmacéutica y el sistema de patentes han puesto de manifiesto la incapacidad del marco económico actual para cuidar y defender la dignidad de las personas.

Incluso en estos momentos en los que el capitalismo reemplaza los impulsos de amar, cuidar y compartir por el impulso de competir, durante esta crisis hemos sido testigos de cómo las comunidades de todo el mundo han movilizado profundas reservas de compasión, bondad y generosidad, particularmente allí donde los mercados se han colapsado. Esto pone de relieve el potencial de una economía basada en el cuidado de los más vulnerables, de los demás y de la tierra.

Una creación renovada a través de la revelación de la Covid-19

En estos tiempos apocalípticos en los que vivimos, recordemos que el término “apocalipsis” significa desvelar o descubrir. En momentos como este, la Covid-19 no es una fuerza “que equilibra”, sino una fuerza que “revela”. A su luz, vemos desde una nueva perspectiva las realidades distorsionadas y las desigualdades que los poderosos intereses han hecho pasar como “normales” e incuestionables. La Covid-19 tiene el potencial de contribuir a equilibrar la situación si aprovechamos esta revelación que nos trae para llevar a cabo una transformación que levante a los que han sido abatidos por los sistemas explotadores y supremacistas. Este es un llamado a la conversión, donde estamos llamados a escuchar el gemido de toda la creación y su esperanza de redención (Romanos 8: 22,23).

En un contexto de ideologías dañinas que distorsionan la realidad y desempoderan a los más vulnerables, nos expresamos con sinceridad desde perspectivas teológico-éticas comprometidas con lo siguiente:

Tomar consciencia de nuestra arrogancia. La Covid-19 ofrece a la humanidad una nueva oportunidad de desarrollar la humildad que podría derivar en un nuevo compromiso de vivir de manera que no se obtengan beneficios a expensas de la tierra o de otras personas, ni se impongan sistemas basados en el sufrimiento que exijan sacrificios a las personas y comunidades vulnerables. Nos estamos dando cuenta de nuevo, y una vez más, del pecado de los sistemas económicos gobernados por el antropocentrismo supremacista.

Nutrir nuestras comunidades. El amor, el cuidado y la conexión son elementos clave para la resiliencia frente a la Covid-19. El distanciamiento físico ha tenido que ser contrarrestado por la solidaridad familiar y social. A medida que nutrimos la comunidad, es posible que nuevos modelos y valores para nuestras economías arraigados no en la competencia, sino en el cuidado de los demás y de la tierra, puedan florecer; que nuevas concepciones de la familia más allá de los límites del patriarcado y de las relaciones de parentesco, guiadas por las visiones de los más vulnerables, formen la base de nuestras comunidades; que las fronteras caigan, que el racismo sea desmantelado y que la xenofobia sea reemplazada por una hospitalidad radical.

Contrarrestar los intereses particulares. Incluso en esta profunda crisis impulsada por la Covid-19, hay importantes intereses particulares que se benefician de la crisis o controlan la forma en que esta se gestiona y experimenta. Estamos en medio de la misma tormenta, pero no estamos todos en el mismo barco. En esta crisis, aún falta confrontar a las estructuras de poder, de forma que queden expuestas la muerte y la deuda de las que se benefician.

Transformación de los sistemas. La Covid-19 está sumiendo a muchas personas en el miedo, acabando con su seguridad e incluso socavando su fe. En este momento de crisis, necesitamos una teología de la liberación junto con una economía redentora. Las causas humanas y las raíces sistémicas de esta pandemia apuntan a la necesidad imperativa de un cambio de los sistemas si queremos ser transformados por la revelación que nos ofrece la Covid-19, incluso si, a la imagen de un pastor David de los últimos tiempos, esta doblega a algunos de esos sistemas gigantes. Debemos reconstruir el mundo de una manera mejor, para asegurar una Economía de la vida basada en la justicia y la dignidad para todos.

Este es un momento profético. Como iglesias, podemos ver aquí un camino hacia la nueva creación. Esta lucha podría dar como fruto que la tierra pueda redimirse de la explotación deliberada. Esta es una esperanza escatológica arraigada no en el fin de los días, sino en la caída de los sistemas pecaminosos. Todo se transformará (1 Corintios 15:51) si se dice la verdad, se derriban las viejas idolatrías del imperio y la economía, y se plasma el reflejo el amor del Creador en una creación que, en lugar de ser explotada sin límites, sea profundamente bendecida.

Un llamado urgente a la acción

Afianzándonos en la promesa de una nueva creación, hacemos los siguientes llamados:

Con carácter de urgencia, en un plazo inmediato:

  • Renovamos nuestro llamado a los bancos e instituciones financieras internacionales para que cancelen la deuda externa de los países de ingresos bajos y medios (que se encontraba en niveles preocupantes incluso antes de la pandemia). En el espíritu restaurador y liberador del Jubileo, los países, especialmente los del Sur global, necesitan empoderarse para hacer frente a los desafíos que plantea la crisis de la Covid-19, en particular para asegurar el financiamiento destinado a fomentar la capacidad de recuperación y garantizar los medios de vida de las personas y las comunidades.
  • Exhortamos a los gobiernos a que asignen los recursos necesarios para la salud pública y la protección social de los cientos de millones de personas cuyos medios de vida se han visto diezmados a causa del confinamiento. Esto incluye garantizar la realización de pruebas diagnósticas generalizadas, el suministro de materiales de protección y de otro tipo para el cuidado de la salud, los servicios esenciales de los hospitales y el personal de salud; la cobertura de la atención de salud para todos y, especialmente, para las personas vulnerables; la búsqueda de una vacuna o una cura eficaz, pero también accesible y asequible; las subvenciones de ingresos básicos, la asistencia al desempleo y los sistemas de subsidios salariales, así como el apoyo a las pequeñas empresas.
  • Reiteramos nuestra petición de que se apliquen las propuestas de la campaña tributaria “Zaqueo”: el inicio de un impuesto progresivo sobre el patrimonio, un impuesto sobre las transacciones financieras y un impuesto sobre las emisiones de carbono en el ámbito nacional y mundial; la reintroducción de los impuestos sobre los rendimientos del capital y la herencia; medidas para frenar la evasión y el fraude fiscal, y la reparación de la esclavitud y otras deudas sociales y ecológicas, incluso mediante la cancelación de la deuda. Además, se debe imponer un recargo para la Covid-19 a las grandes fortunas y a los fondos de inversión y de cobertura, así como a las empresas multinacionales, de comercio electrónico y digitales que están cosechando beneficios aún mayores de la crisis actual, con el objetivo de lograr recursos para la respuesta crítica a la pandemia.

A medio y largo plazo:

  • Llamamos a los gobiernos a que reclamen y salvaguarden los bienes públicos y el patrimonio ecológico común de los procesos neoliberales de privatización y mercantilización; garanticen salarios dignos para todos y privilegien ámbitos afirmadores de la vida como son el de la salud, la educación, el agua y el saneamiento, la agroecología y la energía renovable, tanto en los planes de recuperación de la Covid-19 como en los planes a largo plazo. Nuestras sociedades deben fomentar e invertir profundamente en lo que la crisis ha revelado como esencial: sistemas comunitarios de salud, atención y resiliencia, así como en la protección y el sustento de los ecosistemas en los reposan en última instancia nuestras economías.
  • Hacemos un llamado a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que convoque un Consejo de Seguridad Económico, Social y Ecológico de las Naciones Unidas (basado en la propuesta de la Comisión Stiglitz de 2009 para un Consejo de coordinación económica mundial) con el propósito de proporcionar liderazgo en el tratamiento de las crisis económicas, sociales y ecológicas interconectadas que requieren una acción internacional coordinada. Ningún país es una isla. La coyuntura actual y el creciente desastre climático exigen coherencia, colaboración, innovación y transformación a escala mundial.

Por último, hacemos un llamado a nuestras propias comunidades cristianas para que se comprometan de nuevo a dar seguimiento a proceso de una Nueva Arquitectura Financiera y Económica Internacional (NIFEA), a modelar una Economía de la Vida en nuestro trabajo y en nuestras vidas, y a unirse a los movimientos religiosos y sociales para potenciar la defensa de las medidas de emergencia y los cambios sistémicos antes mencionados.

Compromiso compartido: cuidar juntos de nuestro hogar común

La pandemia de la Covid-19 ha puesto de manifiesto el hecho de que compartimos un hogar económico, social y ecológico común. Nuestra respuesta a esta crisis mundial de salud y a la más colosal y prolongada emergencia económica y ecológica debe reconocer nuestra interdependencia intrínseca y mantener la cohesión de los objetivos económicos, sociales y ecológicos. Esto exige la cooperación y la solidaridad dentro de los países y entre los mismos, encarnada en las redes de las comunidades religiosas, la sociedad civil y los movimientos sociales, así como en nuevos sistemas de gobernanza mundial arraigados en la justicia, el cuidado y la sostenibilidad. Si actuamos con valentía, mediante estas acciones y con este espíritu, se pueden encontrar maneras de no volver a anclar nuestros sistemas, poderes y corazones en el viejo orden, sino en una nueva creación.


[1] https://www.oikoumene.org/en/resources/documents/wcc-programmes/public-witness-addressing-power-affirming-peace/poverty-wealth-and-ecology/finance-speculation-debt/sao-paulo-statement-international-financial-transformation-for-the-economy-of-life

[2] https://www.theguardian.com/world/2020/apr/27/halt-destruction-nature-worse-pandemics-top-scientists