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Rev. Dr. Olav Fykse Tveit Fotografía: Albin Hillert/CMI

Rev. Dr. Olav Fykse Tveit Fotografía: Albin Hillert/CMI

*Por Claus Grue

Después de más de 30 años como pastor, ecumenista y líder eclesiástico, el Rev. Dr. Olav Fykse Tveit cree firmemente que la iglesia puede cambiar el mundo. Como secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) durante los últimos diez años, ha sido testigo de lo que Jesucristo significa para las personas religiosas de todo el mundo. A finales de este mes, el Rev. Fykse Tveit vuelve a casa para dirigir la Iglesia de Noruega como obispo presidente de su conferencia episcopal.

Impulsado por su creencia en el amor de Dios y el deseo de compartirlo con los demás, el Rev. Tveit siempre mantendrá el espíritu del pastor de una pequeña parroquia que un día fue. Independientemente de su posición o título, su misión como testimonio cristiano y su compromiso con la comunidad cristiana han prevalecido.

“Mi enfoque siempre ha sido contribuir lo mejor posible aquí y ahora, cualquiera que sea el contexto en el que me encuentre”, afirma.

Ya en los años 90, un intenso deseo de estar activamente involucrado en la comunidad cristiana mundial lo llevó a desempeñar funciones clave en materia de asuntos ecuménicos dentro de la Iglesia de Noruega. Cuando asumió el papel de secretario general del CMI en 2010, se sentía preparado para ello. Diez años más tarde, el Rev. Tveit regresa a casa con perspectivas más amplias, una mejor comprensión del ecumenismo y tan dispuesto y decidido como siempre a trabajar por una comunidad solidaria, pero esta vez en el ámbito nacional.

“Me llevo de vuelta profundas improntas de lo que significa la fe para las personas que viven en condiciones difíciles. Eso me ha inspirado y fortalecido aún más en mi propia fe y en la forma en que predico el Evangelio”, explica.

También lo convenció de que el diálogo interreligioso es una herramienta imprescindible para lograr una paz duradera.

“Nuestra fe en Jesucristo significa encontrarnos con los demás respetando sus creencias. Si Dios ama a toda la humanidad, y yo creo que lo hace, debemos relacionarnos con personas de otras religiones y escucharlas”, prosigue.

El haber pasado por diferentes fases de la vida en relación con su propia fe le ha ayudado a comprender cuánto significa realmente Jesús, tanto para él como para las iglesias de todo el mundo.

Le dio a Dios una oportunidad

Como hijo de un pastor luterano, la Santa Biblia, las oraciones y la vida de la iglesia en general fueron parte integrante de su educación. Más tarde, se unió al movimiento estudiantil cristiano. Aunque nunca sintió ninguna presión por parte de su padre, se sumió en una “sesión de meditación y autorreflexión”, como él lo llama, respecto a qué formación seguir después de graduarse de la escuela secundaria. La elección estaba entre la medicina y la teología, dos disciplinas relacionadas con el cuidado. Sintiéndose indeciso, dejó preparadas en casa las solicitudes para ambos estudios en sobres sellados antes de dirigirse hacia el sur en un viaje de verano por ferrocarril al continente europeo.

El destino quiso que, en lugar de continuar desde Venecia, vía Bolonia, a Roma, como había planeado originalmente, decidiera volver a Zúrich. Ese mismo día, el 2 de agosto de 1980, la explosión de una bomba en la estación de tren de Bolonia acabó con la vida de 85 personas. Conmovido por esta tragedia, y por el hecho de que él mismo podría haber sido una de las víctimas, llamó a su padre para decirle que estaba bien y para que enviase la solicitud a la Escuela Noruega de Teología.

“Sentí lo valiosa que es la vida y que debía darle una oportunidad a Dios”, afirma.

Cuarenta años después, esa oportunidad ya hace tiempo que se ha convertido en gracia y profunda devoción.

Un llamado divino que se hizo real

Después de graduarse en 1987, desempeñó la función de capellán del ejército durante un año, seguido de un breve período como escritor para el principal diario cristiano de Noruega, “Vårt Land”.

“Fue una buena experiencia de aprendizaje que me ayudó a comprender la importancia de los medios de comunicación y agudizó mis habilidades de comunicación”, señala.

Entretanto, solicitó (y consiguió) un puesto de vicario en la remota parroquia de Haram, compuesta por cuatro pequeñas islas a las afueras de Ålesund, en la costa oeste de Noruega. Esa primera misión como líder espiritual de una congregación rural se convirtió en una experiencia que marcó para siempre al joven Tveit. A los 28 años, se había convertido en alguien a quien las personas que vivían en las islas necesitaban y en quien confiaban. Fue testigo de primera mano de lo mucho que la iglesia significaba para la gente y sintió que tenía un importante papel que desempeñar.

“Fue un despertar a una realidad donde la vida puede ser buena; a veces, difícil y, a veces, algo intermedio. Mi perspectiva de ser pastor maduró y evolucionó hacia aspectos prácticos. Mi llamado divino era ahora estar ahí para la gente a diario, en lugar de tener respuestas solamente los domingos”, explica.

Los tres años y medio que él y su familia pasaron en Haram se convirtieron rápidamente en amor por la vida en las islas y en fuertes vínculos con sus habitantes. Olav Fykse Tveit sintió que su llamado como pastor era real. También quedó convencido de que la iglesia, con todas sus fortalezas y debilidades, tiene la importante misión de dar esperanza y consuelo a través de la fe.

“El papel profético de la iglesia se vuelve muy real en situaciones críticas, cuando las personas recurren a nosotros y confían en nosotros”, afirma.

El comienzo de un viaje ecuménico

A pesar de que dejar Haram fue emocionalmente difícil, Olav Fykse Tveit estaba preparado para nuevos desafíos.

En 1991, comenzó su viaje ecuménico como consultor teológico en el Consejo de Asuntos Ecuménicos de la Iglesia de Noruega. Se involucró profundamente en las relaciones internacionales y el diálogo interreligioso y, al final, fue nombrado secretario general de dicho Consejo en 2002.

“Desde mis días de infancia, en los que mi familia se mudó bastantes veces por toda Noruega, he sido curioso y algo inquieto. Aprendí a tolerar las diferencias y anhelaba explorar el mundo exterior. Supongo que eso fue lo que me atrajo del movimiento ecuménico en primer lugar”, recuerda.

Afortunadamente, a su esposa Anna, que es una enfermera especializada en el cuidado de pacientes con cáncer, no le importaba y estaba abierta a nuevos horizontes.

“Creo que se dio cuenta muy pronto de que nuestro matrimonio sería un poco aventurero en ese sentido”, bromea el Rev. Tveit.

Pero solo en 2009, cuando fue nombrado secretario general del CMI y sus tres hijos ya eran mayores, se trasladaron los dos al extranjero, a Ginebra.

Compasión, solidaridad y esperanza

Sus diez años en el CMI le han convencido firmemente de que el movimiento ecuménico es más necesario que nunca como constructor de puentes entre culturas, religiones y pueblos de todo el mundo. Una de sus experiencias de primera mano más importantes fue cuando visitó a los líderes de la iglesia en Jartum (Sudán) en 2015, donde el hambre, la pobreza y la opresión asolaban las comunidades cristianas.

“En medio de tanta miseria y desesperanza, es de suma importancia que prestemos atención y mostremos a las personas que no están solas y que la comunidad cristiana significa algo. Estar allí en solidaridad con los marginados y olvidados es una tarea fundamental para el CMI”, afirma.

Un momento memorable de otro tipo fue cuando, como representante de las organizaciones religiosas en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París en 2015, (COP21) hizo un llamado breve y conciso a los líderes mundiales, diciendo: “Ahora, ustedes deben traer esperanza al mundo; creemos que pueden darnos esperanza; nuestra fe en Dios confía en que realmente pueden traernos esperanza; tenemos derecho a la esperanza”.

“Como portavoz de las organizaciones cristianas y otras organizaciones religiosas, sentí que debía aprovechar la oportunidad y tratar de infundir esperanza tanto en los políticos como en el público. Las reacciones fueron abrumadoramente positivas y mi comentario final, “tenemos derecho a la esperanza”, se ha citado a menudo desde entonces. Fue uno de esos momentos en los que sentí que el movimiento ecuménico realmente puede marcar la diferencia”, afirma el Rev. Tveit.

Facilitar los diálogos para la paz

Volviendo la vista atrás, Olav Fykse Tveit está particularmente satisfecho con los logros del CMI en su trabajo de promoción y defensa de la paz, área en la que siente que las iglesias han ganado influencia. Una muestra de ello es la valoración que hace el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, del CMI por sus esfuerzos para que las iglesias de su país participen en un diálogo de construcción de la paz con Corea del Norte. En Nigeria, musulmanes y cristianos han unido sus fuerzas en un proceso de paz alternativo basado en el diálogo interreligioso y en una visión común de la paz. Colombia e Israel/Palestina son otros lugares conflictivos en los que los esfuerzos del CMI y de la comunidad cristiana han marcado la diferencia, según el Rev. Tveit.

“Contribuir a la paz es una gran tarea. Como comunidad cristiana mundial, debemos tener planes destinados a ello, basados en el diálogo interreligioso. No hay alternativa. Nunca debemos abandonar nuestra visión de que la paz es posible. Inspirar a las iglesias y a otros actores religiosos para que desempeñen un papel activo en los procesos de paz sigue siendo una prioridad fundamental para el movimiento ecuménico”, explica.

Para él, todo se reduce a si nos vemos como una sola humanidad o como diferentes grupos que luchan entre sí.

Un área en la que cree que se podría haber hecho más durante su mandato es la de la persecución de los cristianos y otras minorías religiosas.

“No estoy satisfecho con nuestro nivel de compromiso y desearía que hubiéramos podido estar más presentes en solidaridad y proporcionar un apoyo más activo”, admite.

Nuevas perspectivas y una fe fortalecida

A lo largo del tiempo, la permanente labor de sensibilización del CMI y la larga participación del Rev. Tveit en el movimiento ecuménico le han abierto las puertas a numerosos líderes religiosos y jefes de Estado de todo el mundo. Uno de los que le ha causado una impresión duradera es el difunto Nelson Mandela, ex presidente de Sudáfrica, a quien el Rev. Tveit había conocido ya en 1993.

“Mandela luchó desinteresadamente por la libertad y la justicia para los demás. Tenía integridad y coraje para defender una causa justa en condiciones extremas. Encarnó el auténtico liderazgo”, afirma el Rev. Tveit.

A sus 59 años, se siente privilegiado y orgulloso de haberse puesto al servicio de la comunidad cristiana y de haber participado en un movimiento mundial por la justicia y la paz. Ahora, de regreso a su lugar de origen después de diez años al frente de una organización que representa a 500 millones de cristianos, lleva consigo nuevas ideas y una fe en el ecumenismo y el diálogo interreligioso aún más fuerte que antes. También se ha fortalecido en su convicción de que la iglesia no solo puede cambiar el mundo, sino que, en realidad, ya lo ha cambiado.

Tras una década bastante agitada en la escena internacional, el Rev. Tveit espera ahora estar más cerca de su familia, que ha sido bendecida con cuatro nietos durante sus años en Ginebra.

El Rev. Tveit nutre continuamente la energía, la tranquila determinación y el estilo sin pretensiones con el que asume sus obligaciones en las pistas de esquí de fondo o en sus entrenamientos de jogging. Una rutina casi diaria para relajarse después del trabajo es pasar un momento en casa sentado al piano, tocando y cantando himnos.

“Es un ejercicio espiritual que me resulta muy emotivo”, revela.

Otras de sus actividades favoritas en su tiempo libre son la arquitectura eclesiástica, la historia y los proyectos de bricolaje para la renovación de la casa de la familia Tveit en el sur de Noruega.

Ahora, este misionero visionario guiado por el amor de Dios se prepara para nuevos desafíos.

La entrevista para escribir este artículo se realizó en Ginebra el 5 de marzo de 2020, antes de que la crisis del coronavirus se intensificara.

El secretario general del CMI nombrado obispo primado de la Iglesia de Noruega (comunicado de prensa del CMI, 30 de enero de 2020)

Padrenuestro mundial “unidos por la humanidad” (comunicado de prensa del CMI, 24 de marzo de 2020)

El CMI insta a todos a orar en casa (comunicado de prensa del CMI, 22 de marzo de 2020)

El CMI exhorta a dar prioridad absoluta a proteger la vida (comunicado de prensa del CMI, 18 de marzo de 2020)

*Claus Grue es consultor del Consejo Mundial de Iglesias en materia de comunicación.