Iniciativa de Pascua de 2022 del CMI-PEAPI
Oren y emprendan acciones por la paz en Jerusalén: El suelo sagrado de Jerusalén se debe proteger para todas las personas que comparten la ciudad, sin importar su identidad religiosa o nacional. Apelamos a los líderes eclesiásticos y representantes electos de todo el mundo para que oren por la paz de Jerusalén, emprendan acciones significativas para detener los desplazamientos forzados, la violencia y la intimidación en Jerusalén y respalden el trabajo por el fin de la ocupación y por una paz justa para todas las personas en Palestina e Israel.
- El hogar es sagrado
- El culto es sagrado
- La familia es sagrada
- La identidad es sagrada
- La dignidad y la vida humanas son sagradas
- La solidaridad es sagrada
La justicia de Dios abarca un hogar seguro para todas las personas. Durante las generaciones que vivieron en el exilio en Babilonia, el pueblo de Dios recurrió a las palabras de Isaías para reconfortarse en la promesa de un hogar. Isaías habló del hogar no solo como una cosa del pasado que se había perdido, sino como una realidad futura, fundamentada en la justicia, la rectitud y la paz. Tener un hogar es un derecho humano y algo que las personas alrededor del mundo consideran sagrado. Mientras los palestinos claman por una patria y por hogares seguros, este estudio reflexionará sobre las promesas de Dios de un hogar en todos los lugares, para todas las personas.
La justicia de Dios permite a las personas rendir culto a Dios libremente. Jerusalén es una ciudad sagrada para tres de las religiones principales del mundo: el judaísmo, el cristianismo y el islam, que adoran al Dios de Abram. Isaías, reconocido como profeta por estas tres religiones, declara en este texto bíblico que la casa de Dios debe ser una “casa de oración para todos los pueblos”. El Estado de Israel y la comunidad palestina reconocen la identidad multireligiosa de Jerusalén, y de Israel y Palestina en general. Sin embargo, a pesar del compromiso declarado por Israel para respaldar la libertad de culto de las tres religiones, la realidad es que el acceso al culto es desigual, y que para los palestinos cristianos y musulmanes que buscan rendir culto en sus lugares sagrados existen obstáculos importantes. Este año, puesto que la Pascua judía, la Semana Santa y la Pascua cristiana y el mes sagrado del Ramadán para los musulmanes coinciden en el tiempo, es más importante que nunca defender el acceso seguro al culto para todos los residentes de Jerusalén y la Tierra Santa.
La justicia de Dios incluye a familias y comunidades sanas. Las familias y comunidades existen para cuidar y apoyar a cada generación, desde el recién nacido hasta el miembro más viejo. Las familias y las comunidades nos dan una identidad, nos enseñan a vivir y a amar y nos ofrecen un propósito y un lugar al que pertenecer. Pero las fuerzas internas y externas, como la guerra, la violencia, la pobreza y el desastre, pueden amenazar a las familias y a las comunidades. Cuando las familias se separan, como lo han hecho muchas familias Palestinas, toda la comunidad sufre. Esta no es la voluntad de Dios. Estamos llamados a trabajar juntos para construir familias y comunidades sanas para los palestinos e israelíes y para todas las personas.
Todas y cada una de las personas tienen una identidad. Podemos heredar nuestra identidad de nuestra familia, de nuestra religión, o de ambas. Los cristianos creemos que nuestra identidad es sagrada porque cada uno de nosotros fue hecho a imagen y semejanza de Dios y ha recibido dones y un propósito en este mundo. Sin embargo, más allá de la afirmación religiosa, la identidad debe mantenerse sagrada y ser tratada como tal. A pesar de que podemos pensar que la identidad es una característica humana, la identidad no se limita a las personas. Los lugares y las ciudades también tienen identidades, como es el caso de Jerusalén: una ciudad única con una identidad sagrada.
La dignidad y la vida humanas no solo son sagradas. De hecho, el respeto de la vida y la dignidad humana es el estado fundamental de nuestra humanidad. Para los palestinos, la palabra “dignidad” recoge muchos aspectos de la vida: nuestro estilo de vida, nuestro orgullo y compromiso con nuestro trabajo, y nuestra reputación de integridad y rectitud entre todos los que nos conocen. Sin embargo, cuando a los palestinos se nos obliga a cruzar puntos de control o fronteras y somos tratados de manera irrespetuosa e incluso violenta, somos, literalmente, deshumanizados. La ocupación amenaza nuestro derecho humano a la vida digna.
Como cristianos, reconocemos que estamos llamados a amar a Dios y a amar al prójimo. El amor por los demás no puede limitarse a decir palabras bonitas. Nuestro amor debe abarcar acciones serias. La solidaridad es sagrada porque es el resultado del amor compasivo y responsable. La solidaridad es el tipo de amor que Jesús mostró y que Jesús nos llamó a compartir unos con otros.
Jerusalén es sagrada para los cristianos, musulmanes y judíos. Durante sus principales fiestas, como la Pascua, el mes sagrado del Ramadán y la Pascua judía, cuya celebración se traslapa en el tiempo en 2022, los lugareños y visitantes sienten la sacralidad por igual. Pero la sacralidad de la Ciudad Santa y de sus habitantes se ve cada vez más amenazada por las consecuencias de la actual ocupación, como la discriminación y la violencia. En diciembre de 2021, los jefes de las iglesias en Jerusalén hicieron una firme declaración instando a la comunidad internacional a emprender acciones significativas para promover una Jerusalén sin violencia ni intimidación y para preservar su identidad multireligiosa.
Con la iniciativa de Pascua de este año, el PEAPI del CMI busca vincular la sacralidad de Jerusalén con lo que es sagrado para nosotros, como seres humanos: el hogar, la familia, el culto, la identidad, la dignidad y la vida humanas y la solidaridad. La Iniciativa de Pascua examina cómo el carácter sagrado de Jerusalén y sus habitantes se ve amenazado hoy en día y pone de manifiesto las violaciones de los derechos humanos que se producen en Jerusalén, las cuales van en detrimento del carácter de Jerusalén como la Ciudad de la Paz para personas de diferentes orígenes religiosos y nacionales. También ponemos de relieve la firmeza de las personas que viven en la ciudad y elevamos las iniciativas que invitan a las personas a unirse en solidaridad con quienes sufren a causa de la violencia, la intimidación y la ocupación prolongada.