Oración de apertura
Señor, como Padre celestial,
eres clemente y misericordioso, pródigo en amor incondicional.
Eres bueno con todos y tu compasión se extiende a todo lo que has creado.
Únenos como una sola familia.
Arrópanos en tu inconmensurable bondad y generosidad para que nosotros también
podamos reconocer el lazo que nos une y la dignidad y el valor de todo ser humano,
y no favorezcamos nunca a una persona o un grupo a expensas de otros,
sino que busquemos juntos la justicia, la igualdad, la protección y la salud para cada ser humano.
Te pedimos todo esto en nombre de tu hijo, Jesús,
que en el pesebre y en la cruz mostró una solidaridad absoluta,
y ahora, por medio del Espíritu Santo, abre continuamente caminos de justicia. Amén.
Lectura bíblica: Isaías 58: 6-12
6 ¿No consiste, más bien, el ayuno que yo escogí, en desatar las ligaduras de impiedad, en soltar las ataduras del yugo, en dejar libres a los quebrantados y en romper todo yugo? 7 ¿No consiste en compartir tu pan con el hambriento y en llevar a tu casa a los pobres sin hogar? ¿No consiste en cubrir a tu prójimo cuando lo veas desnudo, y en no esconderte de quien es tu propia carne? 8 Entonces despuntará tu luz como el alba, y tu recuperación brotará con rapidez. Tu justicia irá delante de ti, y la gloria del Señor irá a tu retaguardia. 9 Entonces invocarás, y el Señor te escuchará. Clamarás, y él dirá: ‘¡Aquí estoy!’. “Si quitas de en medio de ti el yugo, el acusar con el dedo y el hablar vilezas; 10 si tu alma provee para el hambriento y sacias al alma humillada, tu luz irradiará en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía. 11 El Señor te guiará siempre y saciará tu alma en medio de los sequedales. Él fortalecerá tus huesos, y serás como un jardín de regadío y como un manantial de aguas cuyas aguas nunca faltan. 12 Los tuyos reconstruirán las ruinas antiguas. Levantarás los cimientos que estaban destruidos de generación en generación. Y serás llamado reparador de brechas y restaurador de sendas para habitar.
¡Palabra de Dios! ¡Palabra de vida!
¡Demos gracias a Dios!
Reflexión
Protección. Mascarillas, distanciamiento, lavado de manos, refugio. Estos comportamientos protectores han pasado a ser práctica común durante este año de COVID-19. Pero hizo falta una extraordinaria colaboración por parte de organizaciones y gobiernos para acelerar la investigación y desarrollar vacunas seguras. Las vacunas salvan millones de vidas cada año gracias a un sencillo método. Enseñan al sistema inmunitario del cuerpo a reconocer las bacterias o virus dañinos inoculando una pequeña cantidad de ese mismo agente infeccioso. Las células del cuerpo que combaten los gérmenes aprenden a reconocer la cantidad inofensiva de virus y desarrollan anticuerpos en caso de que este regrese. Las vacunas ayudan al cuerpo a recordar.
Desde los primeros métodos de inoculación desarrollados en China y la India, los métodos de vacunación se han convertido en una práctica rutinaria. No obstante, si lo pensamos bien, este procedimiento revela una extraña lógica. La causa del mal se convierte en remedio.
En Números 21:4-9, se narra una historia de cuando los israelitas estaban en el Éxodo. Sedientos y hambrientos en pleno desierto, se vieron confrontados a una nueva amenaza. Se toparon con serpientes cuyo veneno era mortal. ¿Qué hacer? El Señor dijo a Moisés que pusiera una serpiente sobre un asta, y que cuando alguien fuera mordido la mirara y sanaría. La causa del mal se convierte en remedio. Hoy una serpiente sobre un asta es un símbolo de la profesión médica. Este caduceo es un símbolo de sanación.
En el Evangelio de Juan, se establece el paralelismo entre el caduceo y Jesús siendo levantado en la cruz. La cruz es el signo de la sanación cósmica para todos los que miran a Cristo y recuerdan. Sin embargo, una mirada más detenida revela que el mensaje de sanación de Jesús también obedece a una extraña lógica.
Las leyes religiosas y sociales de la época exigían que los enfermos o “impuros” se mantuvieran a distancia. En un sistema basado en el honor y la vergüenza, el hecho de tocar lo impuro significaba la contaminación de lo puro. Pero Jesús proclamó un mensaje de misericordia, según el cual un toque de gracia sana y restaura todo lo que está herido. El Evangelio subvirtió la lógica excluyente de las leyes de pureza que llevaban a la desesperanza instaurando la ridículamente esperanzadora lógica del amor que sostiene y sana.
Desde hace un año, hemos adoptado esta extraña lógica según la cual la causa de nuestro mal, la distanciación física, es parte del remedio que puede protegernos mutuamente. Tal como recuerda el profeta Isaías, nuestra autolimitación es un ayuno sagrado que puede aliviar el peso del sufrimiento, pues sabemos que restringiéndonos protegemos a nuestro prójimo. Esta extraña lógica está incluso trayendo esperanza en forma de una vacuna que con una pequeña cantidad de la causa del mal se convierte en remedio. Ahora buscamos sabiduría para distribuir estas vacunas a los más vulnerables, garantizar un acceso justo y equitativo, y sensibilizar a la población sobre la importancia de recordar las prácticas preventivas de salud hasta que salgamos de esta situación.
Mientras buscamos nuestro camino a través de este desierto que nos conduzca al día en que podamos reunirnos de nuevo con seguridad, miremos al que está en la cruz y recordemos la lógica sagrada y sanadora de vida que surge de la abnegación.
Oraciones de intercesión
Recordando tu amor que todo lo abarca y tu llamada a la solidaridad, venimos ante ti, Señor, con nuestra oración:
Oh Señor, tú que como una madre amparas a todos los seres humanos bajo la sombra de tus alas, sin excluir a nadie, despierta en nosotros ese amor que se entrega en el cuidado y el compromiso con la seguridad y la protección de todas las personas. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Oh Señor, nuestro creador, ahora que nuestras manos están tendidas y nuestros brazos esperan la vacuna, haz que encontremos formas de distribuir equitativamente todos los recursos disponibles para que se asignen sin discriminación y sin tratos desiguales. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Oh Señor, nuestro guardián, todo ser humano ha sido hecho a tu imagen. Tú, que deseas que todos tengan vida y la tengan en abundancia, elimina las barreras de la riqueza y la ilusión de superioridad para que todos podamos disfrutar del más alto nivel posible de salud física y mental como un derecho humano fundamental. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Oh Señor, nuestro refugio, sustenta a todos los profesionales sanitarios, enfermeras, doctores, asistentes, a todos los trabajadores de los hospitales y clínicas. Foralécelos en sus conocimientos especializados para que se minimice el números de muertes y se preserven vidas, protégelos ante los grandes riesgos que asumen. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Oh Señor, nuestra esperanza, inspira a los científicos y a los trabajadores de los laboratorios en su continua búsqueda por mejorar las vacunas. Motiva a las empresas farmacéuticas para que encuentren una manera rápida y justa de distribución sin anteponer los beneficios económicos. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Señor, nuestra arca, ampara y auxilia a los más vulnerables, a aquellos que tienen mayor riesgo de enfermar, protégelos a ellos y a nosotros de las agitadas aguas de la pandemia. Pon fin rápidamente al virus y al sufrimiento que está causando. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Oh Señor, nuestra verdad, alienta a nuestros líderes religiosos para que hagan frente a los rumores sin fundamento y a las teorías de la conspiración que socavan la confianza pública en la ciencia y las autoridades sanitarias. Anímalos a hablar en favor de los marginados para que las decisiones de política pública beneficien por igual a toda la humanidad. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Oh Señor, nuestro gobernante, incita a los gobiernos de este mundo a decir la verdad, proporcionar información correcta y veraz, y formular políticas equitativas de protección y atención para que se pueda controlar y poner fin a la pandemia. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Oh Señor, nuestro sustentador, apoya y preserva a todos los trabajadores y negocios para que se puedan evitar los daños a largo plazo a la economía y se pueda crear un entorno pacífico y próspero en el que todos estemos satisfechos. ¡Ven, Señor,
y ayúdanos!
Oh Señor, envuelve en tu tierno abrazo a todas las personas que hoy fallecerán. En tus manos, oh Señor,
encomendamos todas nuestras oraciones. Amén.
Reunidos en una sola familia por el Espíritu Santo, oremos tal como nos enseñó Jesús:
Padre nuestro que estás en los cielos. . .
Bendición
Que la bondad y el favor del Señor nuestro Dios,
eterna majestad, Palabra encarnada, Espíritu eterno,
se extiendan a toda la creación.
Que el amor incondicional del Dios trino
nos envuelva a todos en la justicia y la paz.
Confirma la obra de nuestras manos para que reine tu paz. Amén.
Las citas de las Escrituras corresponden a la versión Reina Valera Actualizada © 2015 de Editorial Mundo Hispano, cuya utilización ha sido autorizada.