¿No consiste, más bien, el ayuno que yo escogí,

en desatar las ligaduras de impiedad,

en soltar las ataduras del yugo,

en dejar libres a los quebrantados

y en romper todo yugo?

¿No consiste en compartir tu pan con el hambriento

y en llevar a tu casa a los pobres sin hogar?

¿No consiste en cubrir a tu prójimo cuando lo veas desnudo,

y en no esconderte de quien es tu propia carne?

Entonces despuntará tu luz como el alba,

y tu recuperación brotará con rapidez.

Tu justicia irá delante de ti [...]

(Isaías 58:6 -8)

Debido al aceleramiento del cambio climático —así como a las guerras y los conflictos, la falta de responsabilidad democrática, la pobreza, la espiral de desigualdad, la especulación financiera, la deuda insostenible y otras injusticias económicas estructurales, y las consecuencias persistentes de las perturbaciones ocasionadas por la pandemia de la COVID-19—, el hambre y la hambruna vuelven a poner en peligro la vida y el futuro de un número cada vez mayor de personas y comunidades de todo el mundo.

El recientemente publicado Informe Mundial sobre las Crisis Alimentarias Mundiales 2023 documenta el aumento del número de personas que padecen una grave inseguridad alimentaria y que necesitan ayuda urgente en materia de alimentos, nutrición y medios de subsistencia. El informe indica que más de 250 millones de personas se enfrentan ahora a niveles agudos de hambre, y que la crisis económica y la guerra en Ucrania contribuyen a este aumento. En 2022 alrededor de 258 millones de personas en 58 países y territorios se enfrentaron a un nivel de inseguridad alimentaria de crisis o peor (fases 3 a 5 de la CIF[1]), frente a los 193 millones de personas en 53 países y territorios en 2021. Se trata del cuarto año consecutivo en que ha aumentado el número de personas en el mundo que hace frente a altos niveles de inseguridad alimentaria, con graves consecuencias sobre todo para los niños y las mujeres, que invariablemente se ven afectados de manera desproporcionada. Desafortunadamente, los fondos de emergencia adicionales se suelen movilizar únicamente después de que se haya declarado oficialmente una catástrofe/ hambruna (fase 5 de la CIF), cuando a menudo ya es demasiado tarde para evitar graves repercusiones humanitarias.

Este informe confirma las perspectivas alarmantes presentadas por expertos de la ONU en la reunión del Comité Ejecutivo del CMI de noviembre de 2022, en base al informe “Hunger Hotspots: FAO-WFP early warnings on acute food insecurity: October 2022 to January 2023 Outlook” (Zonas críticas del Hambre: Alertas tempranas de la FAO y el PMA sobre inseguridad alimentaria aguda: perspectivas de octubre de 2022 a enero de 2023).

Entre los países más afectados (con al menos el 30% de la población analizada en la fase 3 de la CIF o superior), cabe mencionar Sudán del Sur, Siria, Yemen, Haití, Afganistán, la República Centroafricana, el Líbano, Somalia y Namibia. Desde entonces, la situación en muchos de estos contextos no ha dejado de deteriorarse, especialmente en Sudán, donde el 24% de la población ya se encontraba en una situación de crisis alimentaria aguda antes del estallido del conflicto armado en abril de 2023.

La emaciación y la malnutrición infantil han incrementado considerablemente en la mayoría de zonas afectadas. Además, la crisis alimentaria mundial ha empeorado la situación nutricional de las adolescentes y las mujeres, cuyos medios de subsistencia, ingresos y acceso a alimentos nutritivos se han visto desproporcionadamente afectados por los conflictos, el cambio climático y la crisis económica.

El aumento significativo de la inseguridad alimentaria aguda en todo el mundo es una expresión emblemática de la convergencia de las crisis mundiales provocadas por el cambio climático, los conflictos y la inestabilidad económica, cuyas consecuencias representan una amenaza inmediata para millones de vidas.

En muchas ocasiones, las iglesias son las primeras en responder a las nuevas crisis alimentarias. No obstante, sus recursos y sus capacidades son siempre insuficientes en relación con las necesidades. A ello cabe añadir que hay una escasez cada vez mayor de fondos para las actividades humanitarias internacionales. Como consecuencia, en los contextos de inseguridad alimentaria, las iglesias y los organismos humanitarios relacionados con ellas luchan para ayudar a satisfacer las necesidades de poblaciones cada vez más vulnerables.

Por consiguiente, el Comité Ejecutivo del Consejo Mundial de Iglesias, reunido en línea del 22 al 26 de mayo de 2023:

Exhorta a la comunidad internacional a no esperar a que se llegue a la clasificación de “hambruna” (fase 5 de la CIF) para movilizar fondos adicionales, ya que una intervención más temprana puede ayudar a salvar muchas vidas, medios de subsistencia y comunidades que, de otro modo, se perderían.

Hace un llamado en favor de una respuesta multilateral a los factores sistémicos  causantes de la injusticia alimentaria mundial, es decir, en favor de la resolución de los conflictos, la prevención de las crisis económicas provocadas por la especulación, la reducción de la pobreza y de la desigualdad galopante, y de medidas efectivas para evitar una catástrofe climática y la pérdida de la biodiversidad.

Pide al secretario general que intensifique la colaboración con los asociados intergubernamentales pertinentes, especialmente con la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), con el objetivo de encontrar maneras para que las iglesias y el CMI puedan desempeñar un papel más eficaz en la mitigación de la crisis alimentaria mundial, y puedan recibir un mejor apoyo y preparación para desempeñar ese papel.

Recuerda la invitación de la 11a Asamblea a unirse a la peregrinación de justicia, reconciliación y unidad, y alienta a todas las iglesias miembros a orar y actuar contra el hambre en sus propios contextos, uniéndose a la campaña Alimentos por la vida de la Alianza Ecuménica de Acción Mundial del CMI.

Venga tu reino,

hágase tu voluntad,

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.


[1] El sistema de Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (CIF) comprende cinco fases: mínima, acentuada, crisis, emergencia y catástrofe/hambruna.