Hechos 1 y 2 relatan que, en Jerusalén, los apóstoles recibieron la promesa del poder para testificar y el aliento del Espíritu Santo para llevar la buena nueva a todos los confines de la tierra. No es hasta el capítulo 8 de Hechos que este avance geográfico evangelizador se relata, y no en boca de los apóstoles sino de Felipe, un diácono; y esto debido a la persecución contra la iglesia.

El Espíritu Santo levanta en Hechos nuevos dones, nuevas maneras de evangelizar, nuevos lugares a donde llegar, nuevos estilos de vida, cómo llegar a seres humanos discriminados; toma vidas puestas al servicio de la persecución y la muerte y las transforma en vidas al servicio del nombre de Cristo y sus buenas nuevas; da poder para confrontar poderes políticos, militares y económicos. La iglesia entendió la necesidad de construir espacios seguros y así salvar vidas.

Oramos para que la dinámica de este Espíritu nos siga moviendo en esa dirección. Siga poniendo en la boca de la iglesia palabras de vida eterna. Que su creatividad se haga presente con sus inesperados movimientos y nos lleve con su aliento de vida a donde quiera. 

 

Presidentes del CMI