La Liturgia de Lima es un servicio eucarístico (Santa Comunión) que expresa, en una de las formas litúrgicas posibles, la convergencia eclesiológica sobre la eucaristía que se ha logrado en el documento "Bautismo, Eucaristía y Ministerio" (BEM) de Fe y Constitución. Se denomina así porque se utilizó por primera vez en la reunión de la Comisión Plenaria de Fe y Constitución celebrada en Lima (Perú), en 1982, donde se aprobó ese documento y se decidió enviarlo a las iglesias para dieran su opinión oficial sobre el mismo.

La Liturgia de Lima es bien conocida porque se ha celebrado en reuniones ecuménicas mundiales, especialmente en las Asambleas del CMI celebradas en Vancouver (1983) y Canberra (1991), pero también ha tenido amplia difusión a nivel nacional y local. Como afirma un destacado ecumenista alemán: los cristianos han aprendido más sobre el documento BEM por su participación en la Liturgia de Lima que por la lectura de ese documento.

Aunque ha sido escrita por miembros de la Comisión y miembros del personal de Fe y Constitución, la Liturgia de Lima, a diferencia del propio documento BEM, nunca ha sido "aprobada" oficialmente por Fe y Constitución ni tampoco aspira a resolver los problemas eclesiológicos (especialmente el problema del ministerio ordenado) que impiden que todos los cristianos se reúnan en torno a la mesa del Señor.

En tanto que texto ilustrativo, es exhaustivo y complejo (¡dos epiclesis!) y, por lo general, es necesario abreviarlo y simplificarlo para su utilización en la práctica. En la introducción de Max Thurian al texto se hacen sugerencias en este sentido.

En un seminario/taller celebrado en el Instituto Ecuménico de Bossey, en 1995, se reunieron liturgistas, teólogos/teólogas pastores/pastoras y especialistas en música religiosa a fin de reflexionar sobre los orígenes de la Liturgia de Lima y sobre la experiencia -de casi 25 años- de quienes saben utilizarla (véase Eucharistic Workshop in Ecumenical Contexts: The Lima Liturgy - and Beyond, publicado bajo la dirección de Thomas F. Best y Dagmar Heller, Ginebra, WCC Publications, 1988).

El texto en inglés que se publica aquí figura en el documento nº 116 de Fe y Constitución: Ecumenical Perspectives on Baptism, Eucharist and Ministry, Apéndice II, publicado bajo la dirección de Max Thurian, © 1983 WCC, Ginebra. Este texto ha sido traducido al francés, alemán y español. La versión en inglés de la introducción de Max Thurian figura en las págs. 225-236 de ese documento. Respecto a sus sugerencias para abreviar y simplificar el servicio litúrgico, véanse las páginas 233-236.

Esta liturgia fue elaborada con ocasión de la reunión plenaria de la Comisión de Fe y Constitución que tuvo lugar en Lima y se celebró, por primera vez, el 15 de enero de 1982. Poco después, el 28 de julio de 1982, con motivo de la reunión del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias, esta liturgia se celebró en la capilla del Centro Ecuménico, presidida por el secretario general del CMI, Philip Potter. También fue celebrada con ocasión de la Sexta Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en Vancouver, el domingo 31 de julio de 1983, presidida por el arzobispo de Cantorbery.

El propósito de esta liturgia es presentar una ilustración de los logros teológicos del texto de Fe y Constitución sobre "Bautismo, Eucaristía y Ministerio" (BEM ). No es, por supuesto, la única posibilidad; otros ensayos litúrgicos podrían expresar las convergencias del BEM, según las diferentes tradiciones, espiritualidades o culturas. Esta liturgia no tiene más "autoridad" que la de haber sido utilizada en ciertas ocasiones ecuménicas importantes.

La Liturgia de Lima se caracteriza por su carácter integral y parece convenir sobre todo para una celebración particularmente solemne. Sin embargo, algunos grupos ya la han utilizado en una forma simplificada. Al final de esta introducción daremos algunos ejemplos de eventuales simplificaciones.

La Liturgia de Lima se caracteriza por su carácter integral y parece convenir sobre todo para una celebración particularmente solemne. Sin embargo, algunos grupos ya la han utilizado en una forma simplificada. Al final de esta introducción daremos algunos ejemplos de eventuales simplificaciones.

Según la orientación del texto de BEM, la celebración habitual del culto cristiano es, al menos el día del Señor y con ocasión de las fiestas del año litúrgico, una celebración de la eucaristía en la que se proclama la Palabra de Dios y la Comunión de los miembros del Cuerpo de Cristo en el fervor del Espíritu Santo (E. 31). Por lo tanto, la liturgia eucarística comprende tres grandes partes. La liturgia de entrada reúne al pueblo de Dios en la humillación, la súplica y la alabanza (confesión, letanía del Kyrie y gloria). La liturgia de la Palabra comienza con una oración que prepara el momento de silencio; incluye las tres proclamaciones del profeta (primera lectura), del apóstol (epístola), y de Cristo (evangelio); después la voz de la iglesia actualiza la Palabra eterna que se da a conocer en la homilía, seguida de una meditación en silencio; la fe de la iglesia se resume en el símbolo, y, en la intercesión, se presentan a Dios todas las necesidades de los seres humanos. La liturgia de la eucaristía incluye esencialmente la gran oración (plegaria) eucarística, precedida por una breve preparación y seguida de la oración dominical, del signo de paz y de la comunión. Volveremos a referirnos con más detalle a esos elementos que el texto de BEM enumera (E. 27).

La liturgia es una acción comunitaria, según la etimología misma de la palabra (leit-ourgia, servicio del pueblo). No es un monólogo clerical, sino el concierto de toda la comunidad cristiana, algunos de cuyos miembros ejercen una función particular, según el carisma y el mandato. En las reuniones ecuménicas, la liturgia de la Palabra se compartirá entre oficiantes de varias tradiciones y la liturgia de la eucaristía hará participar, como asistentes del celebrante principal, a aquellos que la disciplina de la respectiva iglesia autorice a concelebrar en esa situación.

Normalmente, el celebrante que preside la liturgia (obispo o presbítero, M. 29-30) dice la salutación, la absolución y la oración; preside la liturgia de la eucaristía pronunciando la gran oración eucarística: el prefacio, la epiclesis (I y II), la institución, el anamnesis y la conclusión; dice la oración de acción de gracias y da la bendición. La comunidad canta o dice todos los responsorios y los Amén, pronuncia en común la confesión, el gloria (alternando con un oficiante, si no es cantado), el símbolo de la fe (dicho o cantado) y la oración dominical (dicha o cantada). Otros oficiantes pueden repartirse las intenciones de la letanía del Kyrie y de la intercesión, los versículos del gloria, la preparación y los mementos de la eucaristía, la introducción a la oración dominical y la oración por la paz. Tres lectores proclaman cada uno una de las lecturas bíblicas (el evangelio es leído o cantado por un diácono, en las tradiciones ortodoxa o católica); un predicador pronuncia la homilía.

El canto de entrada, que acompaña a la procesión de los oficiantes, o de toda la comunidad, debería ser de preferencia un salmo, que corresponda al tiempo litúrgico o a la fiesta celebrada, entrecortado con una antífona específica y fácil de recordar, cantada por todos entre las estrofas cantadas por el coro. El primer domingo de Adviento, por ejemplo, el cántico de entrada es el Salmo 25, con la antífona :

A ti, Señor, levantaré mi alma;
Los que en ti confían no serán decepcionados.

Sin embargo, el salmo puede reemplazarse por un coral o un himno cuyo uso litúrgico esté comprobado. En la tradición luterana, por ejemplo, se utilizan los corales que se cantan en determinados domingos. Cuando la procesión termina, se canta el "Gloria al Padre y al Hijo y al Santo Espíritu ..." y se repite la antífona por última vez.

Entonces el celebrante principal dice la salutación, que se remonta probablemente a un uso litúrgico primitivo y de la que san Pablo nos transmite el texto (2 Co 13:13). La restauración litúrgica católica posconciliar le ha devuelto su debido lugar y forma parte a menudo de las celebraciones reformadas y luteranas.

La confesión, dicha por toda la comunidad, seguida de la absolución pronunciada por el celebrante principal, se han tomado del "Libro de culto luterano", publicado por la Comisión Litúrgica Inter luterana para las iglesias de los Estados Unidos y el Canadá.1 En la versión en inglés se han introducido algunos cambios para que el lenguaje sea más inclusivo.

La letanía del Kyrie es una breve súplica inicial. La tradición de esta letanía viene de la liturgia bizantina que comienza siempre con esa letanía. Sin embargo, aquí es menos larga; sólo incluye tres intenciones, compuestas sobre la base de los temas del bautismo, la eucaristía y el ministerio, inspirándose en los tres textos de Ef 4: 3-5, 1 Co 10: 16-17 y 2Co 5: 18-20. Estas intenciones pueden modificarse según las circunstancias. Se podrían prever intenciones penitenciales que sustituirían la confesión y la absolución, y se colocarían, por lo tanto, inmediatamente después de la salutación.

La forma utilizada en la liturgia revisada católica romana es familiar:

Señor Jesús, enviado por el Padre
para curarnos y salvarnos,
ten piedad de nosotros.
- Kyrie eleison.

Oh Cristo, que has venido al mundo
para llamar a todos los pecadores,
ten piedad de nosotros.
- Kyrie eleison.

Señor, tú que has sido elevado en la gloria del Padre
desde donde intercedes por nosotros,
ten piedad de nosotros.
- Kyrie eleison.

Que el Señor todopoderoso
tenga piedad de nosotros todos,
perdone nuestros pecados,
y nos conduzca a la vida eterna.
- Amén.

Podría utilizarse también la letanía inicial de la liturgia ortodoxa de San Juan Crisóstomo.

Después de esta letanía de súplica viene el himno de alabanza: "Gloria a Dios en las alturas". Así, desde el comienzo de la liturgia, encuentran expresión las tres actitudes espirituales fundamentales de la oración cristiana: arrepentimiento, súplica y alabanza.

La oración inicia la liturgia de la Palabra. Prepara, en la contemplación, el momento de escuchar la Palabra de Dios. Varía según los tiempos litúrgicos, las festividades y las circunstancias. En este caso, se ha construido sobre el tema de BEM. Evoca el bautismo de Jesús en el Jordán, la unción mesiánica de Cristo que es consagrado profeta, sacerdote y rey. Pide una nueva efusión del Espíritu sobre los bautizados, un mayor deseo de comunión con Cristo en la eucaristía, la consagración al servicio de los pobres y de los que tienen necesidad de amor fraterno.

La primera lectura se ha sacado sea del Antiguo Testamento, sea de los Hechos de los Apóstoles, sea del Apocalipsis. En Lima, se utilizó el texto de Ezequiel (47: 1-9) sobre el agua que salía de la fuente del Templo, evocando la inmersión en el bautismo que purifica, sanea y da vida. El canto de meditación que sigue es en general un fragmento de salmo cantado en forma de responsorio. Después de ese texto de Ezequiel sobre el agua que da vida convendría utilizar el Salmo 42 (h. 41) 2-3, 8-9, con la antífona basada en Ezequiel 36: 25:

"Esparciré sobre vosotros agua limpia y seréis purificados de todas vuestras impurezas."

La segunda lectura es un fragmento de la epístola. En Lima se utilizó la 1ª Epístola de Pedro (5: 1-11) sobre el tema del ministerio. El Aleluya resuena entonces como una aclamación que saluda el Evangelio. Por ejemplo:

¡Aleluya! ¡Aleluya!
Los discípulos de Emaús
reconocieron al Señor resucitado
en el momento de partir el pan. ¡Aleluya!

Un diácono o el tercer lector proclama entonces el Evangelio. En Lima, se leyó el Evangelio de Emaús (Lc 24: 25-32) sobre el tema de la comida eucarística precedida de la explicación de Cristo de las Escrituras.

La homilía hace explícito el mensaje de la Palabra de Dios para nuestra vida hoy; es la voz de la Iglesia que se hace eco de la de los profetas, los apóstoles y de Cristo. Una meditación en silencio permite a cada uno meditar en su corazón la Palabra recibida.

Entonces se dice o se canta el símbolo de la fe como un resumen de la historia de salvación. Es el Símbolo Nicenoconstantinopolitano o el Símbolo de los Apóstoles. Por espíritu ecuménico de fidelidad al texto original, presentamos aquí, como fue el caso en Lima, en el Comité Central de Ginebra y en Vancouver, el texto del Concilio de Constantinopla (en 381). Su conmemoración en 1981 devolvió su vigencia a ese texto primitivo que reconcilia en la fe fundamental el Oriente y el Occidente.

La intercesión reúne a la comunidad creyente, alimentada con la Palabra de Dios, en la oración por todas las necesidades de iglesia y del mundo. La estructura y el estilo adoptados aquí son los de la letanía del papa Gelasio († 496), que representa el Kyrie que se utilizaba en Roma a finales del siglo V.2 Los temas de las seis intenciones son los siguientes: la efusión del Espíritu sobre la Iglesia; los dirigentes de las naciones, la justicia y la paz; las víctimas de la opresión y de la violencia ; y, según los temas de BEM: la unidad de las iglesias por el bautismo; la comunión de las iglesias en torno a la misma mesa; el reconocimiento mutuo de los ministerios por las iglesias.

La liturgia de la eucaristía comienza con una presentación del pan y el vino, acompañada de dos bendiciones de la liturgia judía (recogidas por la liturgia católica restaurada) y de una oración inspirada en la Didaqué. Y esa preparación se termina con la muy antigua aclamación eucarística aramea "Maranatha" ("¡Ven, Señor!" o "el Señor viene", 1 Co 16:22).

La gran oración eucarística comienza con un prefacio que se inspira también en el tema de BEM. En primer lugar, la acción de gracias por la creación se centra en la Palabra que da vida, en particular al ser humano que refleja la gloria de Dios. Al cumplirse los tiempos Cristo es dado como el camino, la verdad y la vida.

Después se evoca la consagración del Siervo por el bautismo, la última cena de la eucaristía, el memorial de la muerte y la resurrección, y la presencia del Salvador en la partición del pan. Por último, el Prefacio menciona el don del sacerdocio real a todos los cristianos, entre los cuales Dios elige los ministros encargados de alimentar a la Iglesia mediante la Palabra y los Sacramentos para darle vida.

La invocación del Espíritu Santo (la epiclesis) sobre la eucaristía está situada antes de las palabras de la institución de la santa cena, de conformidad con las tradiciones alejandrina y romana.3 El recordatorio del Espíritu Santo en la historia de la salvación se inspira en la liturgia de San Jacobo (siglo IV); y es recogido también por la liturgia de la Iglesia Evangélica Luterana de Francia (1977, variante VIII). En la epiclesis se pide la efusión del Espíritu Santo sobre Moisés y los profetas, sobre la virgen María, sobre Jesús en el Jordán y sobre los apóstoles en Pentecostés, a fin de que transfigure la comida de acción de gracias, para que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La idea de la transfiguración por el Espíritu de vida y de fuego pretende expresar la consagración del pan y el vino según un modo sacramental y místico que escapa a nuestro entendimiento y supera cualquier explicación (E. 14-15). La comunidad destaca esa epiclesis en el canto de responsorio: (Veni Creator Spiritus, Ven Espíritu Creador).

Así como el comienzo de la epiclesis recoge los temas del Sanctus que la precede ("Santo eres, Señor, Dios del universo, y tu gloria es sin medida"), el comienzo de la Institución es una continuación de la epiclesis y de su responsorio por la mención del Espíritu Creador. De esta forma se señala la unidad de acción del Espíritu y de Cristo en el misterio eucarístico. El Espíritu Creador cumple las palabras del Hijo que, el cual, la noche en que iba a ser entregado, tomó el pan ... Por el Espíritu, esas palabras históricas de Jesús son actuales y transforman el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo: "El Espíritu Santo hace que Cristo crucificado y resucitado esté realmente presente para nosotros en el convite eucarístico, cumpliendo la promesa contenida en las palabras de la institución" (E. 14). El Espíritu Santo tiene la función de "actualización y vivificación de las palabras históricas de Cristo" (E. 14). La bendición del pan y de la copa se cumple por la acción de gracias, como en la liturgia judía, en particular en la comida pascual. La traducción "Haced esto en memoria de mí" quiere evitar la idea demasiado subjetiva de un simple recuerdo. La eucaristía es un memorial, una anamnesis, o sea una actualización del acontecimiento salvífico del sacrificio de la Cruz y una presentación de ese sacrificio único al Padre como ardorosa intercesión de la Iglesia.

La aclamación con la que concluye la institución se recoge en muchas de las restauraciones litúrgicas recientes: católica, anglicana, sueca, luterana estadounidense. Hace participar a la comunidad en la proclamación del memorial.

La anamnesis es la celebración del "memorial de nuestra redención". El sacrificio de la Cruz y la resurrección, actualizados y puestos por obra para nosotros hoy en la eucaristía, están en el centro de la anamnesis. Sin embargo, como dice el texto de BEM, en la anamnesis se recuerda, en acción de gracias, toda la existencia de Cristo (E. 6). En la liturgia, se ponen en evidencia algunos acontecimientos porque corresponden a los temas de BEM: el bautismo de Jesús, su última cena con los apóstoles, su ministerio de gran sacerdote que intercede en favor de todos.

En la eucaristía, estamos unidos al único sacerdocio de Cristo, en el que participa todo el pueblo de Dios, cada uno según su carisma y su ministerio. Ofrecemos el memorial de Cristo, es decir que presentamos ante el Padre el sacrificio único del Hijo como ferviente súplica de la Iglesia, y decimos a Dios: "Acuérdate del sacrificio de la Cruz y, a causa de ese sacrificio único, fuente de todas las gracias, concédenos, concede a todos los seres humanos, la abundancia de las bendiciones que hemos recibido por la obra de salvación y de liberación de Jesucristo". Es la anamnesis o el memorial, la actualización del sacrificio único y la intercesión para que el padre recuerde la obra de Cristo en nuestro favor.

La aclamación escatológica resuena para afirmar en un acto de fe que el Señor viene: ¡Maranatha!

La eucaristía, que el Padre ha dado como bien valioso a su Iglesia, es para él una intercesión y una acción de gracias, unidas a la propia ofrenda de su hijo que nos ha restablecido en la Alianza con Dios.

En un hermoso texto de 1520, Lutero muestra como, en la eucaristía, la intercesión de Cristo y la ofrenda de la Iglesia están estrechamente unidas: "Es lícito, e incluso útil, que se llame a la ceremonia sacrificio, no en sí, sino porque nosotros nos ofrecemos en sacrificio con Cristo. O sea que nos apoyamos en Cristo con una firme fe en su alianza, y sólo nos presentamos ante Dios con nuestra oración, nuestra alabanza y nuestro sacrificio, en nombre de Cristo y por su mediación... sin dudar que es nuestro Sacerdote en el cielo ante la faz de Dios. Cristo nos acoge, nos presenta (a Dios), a nosotros, nuestra oración y nuestra alabanza; y se ofrece también a sí mismo en el cielo por nosotros ... Se ofrece por nosotros en el cielo, y nos ofrece con él".4

En una segunda epiclesis se pide entonces que el Espíritu Santo descienda sobre la comunidad, como nueva efusión que es una consecuencia de la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta efusión del Espíritu reúne el Cuerpo de la Iglesia y estimula la unidad espiritual; hace que la comunidad sea una ofrenda vida para la gloria de Dios; anticipa la venida del Reino. Aquí nuevamente la oración de eucaristía está intercalada con una exclamación: sea la respuesta "Veni Creator Spiritus", que hace eco a la segunda epiclesis o, una vez más, el escatológico "Maranatha".

Según la tradición occidental, se recuerda en ese momento a todas las personas por las que se desea orar especialmente, así como a todos los que nos han precedido en la fe, y a todos los testigos cuya nube nos rodea. Esos mementos hacen explícita nuestra atención por toda la comunidad cristiana sobre la que se acaba de invocar el Espíritu Santo, de ahí el lugar que ocupan después de la segunda epiclesis. En una liturgia más breve podrían omitirse y transferirse su contenido al momento de la intercesión (No 16). La formulación de las conmemoraciones se inspira en la Eucharistic Prayer III del proyecto de texto "Word, Bread and Cup". 5

Tras un último "Maranatha" la oración eucarística se termina con la conclusión trinitaria tradicional en las liturgias de occidente.

La introducción a la oración dominical recuerda la unidad de todos los cristianos por el bautismo, que los incorpora en el Cuerpo de Cristo y los hace vivir del único Espíritu. Esta unidad de los cristianos les permite decir juntos la oración de los hijos de Dios, la oración del Señor; también les permite renovar entre ellos la paz de Cristo y se dan mutuamente un signo de reconciliación.

La partición del pan que se hace durante el canto del Agnus Dei se anuncia, según la tradición reformada, con el texto de san Pablo: "el pan que partimos es la comunión en el Cuerpo de Cristo ..." (1 Co 10:16).

La oración de acción de gracias agradece a Dios la unidad del bautismo y la alegría de la eucaristía; y pide la plena unidad visible y la debida atención a los signos de reconciliación que se han dado; por último, espera que todos los que ya han probado un anticipo del festín del Reino puedan participar de la herencia de los santos en luz (Col 1:12). Tras el himno final, y antes de la bendición, el celebrante principal dice una breve palabra de envío a la misión, repitiendo, por ejemplo, el versículo bíblico central en el que se ha basado la homilía.

El canto de entrada, que acompaña a la procesión de los oficiantes, o de toda la comunidad, debería ser de preferencia un salmo, que corresponda al tiempo litúrgico o a la fiesta celebrada, entrecortado con una antífona específica y fácil de recordar, cantada por todos entre las estrofas cantadas por el coro. El primer domingo de Adviento, por ejemplo, el cántico de entrada es el Salmo 25, con la antífona :

A ti, Señor, levantaré mi alma;
Los que en ti confían no serán decepcionados.

Sin embargo, el salmo puede reemplazarse por un coral o un himno cuyo uso litúrgico esté comprobado. En la tradición luterana, por ejemplo, se utilizan los corales que se cantan en determinados domingos. Cuando la procesión termina, se canta el "Gloria al Padre y al Hijo y al Santo Espíritu ..." y se repite la antífona por última vez.

Entonces el celebrante principal dice la salutación, que se remonta probablemente a un uso litúrgico primitivo y de la que san Pablo nos transmite el texto (2 Co 13:13). La restauración litúrgica católica posconciliar le ha devuelto su debido lugar y forma parte a menudo de las celebraciones reformadas y luteranas.

La confesión, dicha por toda la comunidad, seguida de la absolución pronunciada por el celebrante principal, se han tomado del "Libro de culto luterano", publicado por la Comisión Litúrgica Inter luterana para las iglesias de los Estados Unidos y el Canadá.1 En la versión en inglés se han introducido algunos cambios para que el lenguaje sea más inclusivo.

La letanía del Kyrie es una breve súplica inicial. La tradición de esta letanía viene de la liturgia bizantina que comienza siempre con esa letanía. Sin embargo, aquí es menos larga; sólo incluye tres intenciones, compuestas sobre la base de los temas del bautismo, la eucaristía y el ministerio, inspirándose en los tres textos de Ef 4: 3-5, 1 Co 10: 16-17 y 2Co 5: 18-20. Estas intenciones pueden modificarse según las circunstancias. Se podrían prever intenciones penitenciales que sustituirían la confesión y la absolución, y se colocarían, por lo tanto, inmediatamente después de la salutación.

La forma utilizada en la liturgia revisada católica romana es familiar:

Señor Jesús, enviado por el Padre
para curarnos y salvarnos,
ten piedad de nosotros.
- Kyrie eleison.

Oh Cristo, que has venido al mundo
para llamar a todos los pecadores,
ten piedad de nosotros.
- Kyrie eleison.

Señor, tú que has sido elevado en la gloria del Padre
desde donde intercedes por nosotros,
ten piedad de nosotros.
- Kyrie eleison.

Que el Señor todopoderoso
tenga piedad de nosotros todos,
perdone nuestros pecados,
y nos conduzca a la vida eterna.
- Amén.

Podría utilizarse también la letanía inicial de la liturgia ortodoxa de San Juan Crisóstomo.

Después de esta letanía de súplica viene el himno de alabanza: "Gloria a Dios en las alturas". Así, desde el comienzo de la liturgia, encuentran expresión las tres actitudes espirituales fundamentales de la oración cristiana: arrepentimiento, súplica y alabanza.

La oración inicia la liturgia de la Palabra. Prepara, en la contemplación, el momento de escuchar la Palabra de Dios. Varía según los tiempos litúrgicos, las festividades y las circunstancias. En este caso, se ha construido sobre el tema de BEM. Evoca el bautismo de Jesús en el Jordán, la unción mesiánica de Cristo que es consagrado profeta, sacerdote y rey. Pide una nueva efusión del Espíritu sobre los bautizados, un mayor deseo de comunión con Cristo en la eucaristía, la consagración al servicio de los pobres y de los que tienen necesidad de amor fraterno.

La primera lectura se ha sacado sea del Antiguo Testamento, sea de los Hechos de los Apóstoles, sea del Apocalipsis. En Lima, se utilizó el texto de Ezequiel (47: 1-9) sobre el agua que salía de la fuente del Templo, evocando la inmersión en el bautismo que purifica, sanea y da vida. El canto de meditación que sigue es en general un fragmento de salmo cantado en forma de responsorio. Después de ese texto de Ezequiel sobre el agua que da vida convendría utilizar el Salmo 42 (h. 41) 2-3, 8-9, con la antífona basada en Ezequiel 36: 25:

"Esparciré sobre vosotros agua limpia y seréis purificados de todas vuestras impurezas."

La segunda lectura es un fragmento de la epístola. En Lima se utilizó la 1ª Epístola de Pedro (5: 1-11) sobre el tema del ministerio. El Aleluya resuena entonces como una aclamación que saluda el Evangelio. Por ejemplo:

¡Aleluya! ¡Aleluya!
Los discípulos de Emaús
reconocieron al Señor resucitado
en el momento de partir el pan. ¡Aleluya!

Un diácono o el tercer lector proclama entonces el Evangelio. En Lima, se leyó el Evangelio de Emaús (Lc 24: 25-32) sobre el tema de la comida eucarística precedida de la explicación de Cristo de las Escrituras.

La homilía hace explícito el mensaje de la Palabra de Dios para nuestra vida hoy; es la voz de la Iglesia que se hace eco de la de los profetas, los apóstoles y de Cristo. Una meditación en silencio permite a cada uno meditar en su corazón la Palabra recibida.

Entonces se dice o se canta el símbolo de la fe como un resumen de la historia de salvación. Es el Símbolo Nicenoconstantinopolitano o el Símbolo de los Apóstoles. Por espíritu ecuménico de fidelidad al texto original, presentamos aquí, como fue el caso en Lima, en el Comité Central de Ginebra y en Vancouver, el texto del Concilio de Constantinopla (en 381). Su conmemoración en 1981 devolvió su vigencia a ese texto primitivo que reconcilia en la fe fundamental el Oriente y el Occidente.

La intercesión reúne a la comunidad creyente, alimentada con la Palabra de Dios, en la oración por todas las necesidades de iglesia y del mundo. La estructura y el estilo adoptados aquí son los de la letanía del papa Gelasio († 496), que representa el Kyrie que se utilizaba en Roma a finales del siglo V.2 Los temas de las seis intenciones son los siguientes: la efusión del Espíritu sobre la Iglesia; los dirigentes de las naciones, la justicia y la paz; las víctimas de la opresión y de la violencia ; y, según los temas de BEM: la unidad de las iglesias por el bautismo; la comunión de las iglesias en torno a la misma mesa; el reconocimiento mutuo de los ministerios por las iglesias.

La liturgia de la eucaristía comienza con una presentación del pan y el vino, acompañada de dos bendiciones de la liturgia judía (recogidas por la liturgia católica restaurada) y de una oración inspirada en la Didaqué. Y esa preparación se termina con la muy antigua aclamación eucarística aramea "Maranatha" ("¡Ven, Señor!" o "el Señor viene", 1 Co 16:22).

La gran oración eucarística comienza con un prefacio que se inspira también en el tema de BEM. En primer lugar, la acción de gracias por la creación se centra en la Palabra que da vida, en particular al ser humano que refleja la gloria de Dios. Al cumplirse los tiempos Cristo es dado como el camino, la verdad y la vida.

Después se evoca la consagración del Siervo por el bautismo, la última cena de la eucaristía, el memorial de la muerte y la resurrección, y la presencia del Salvador en la partición del pan. Por último, el Prefacio menciona el don del sacerdocio real a todos los cristianos, entre los cuales Dios elige los ministros encargados de alimentar a la Iglesia mediante la Palabra y los Sacramentos para darle vida.

La invocación del Espíritu Santo (la epiclesis) sobre la eucaristía está situada antes de las palabras de la institución de la santa cena, de conformidad con las tradiciones alejandrina y romana.3 El recordatorio del Espíritu Santo en la historia de la salvación se inspira en la liturgia de San Jacobo (siglo IV); y es recogido también por la liturgia de la Iglesia Evangélica Luterana de Francia (1977, variante VIII). En la epiclesis se pide la efusión del Espíritu Santo sobre Moisés y los profetas, sobre la virgen María, sobre Jesús en el Jordán y sobre los apóstoles en Pentecostés, a fin de que transfigure la comida de acción de gracias, para que el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La idea de la transfiguración por el Espíritu de vida y de fuego pretende expresar la consagración del pan y el vino según un modo sacramental y místico que escapa a nuestro entendimiento y supera cualquier explicación (E. 14-15). La comunidad destaca esa epiclesis en el canto de responsorio: (Veni Creator Spiritus, Ven Espíritu Creador).

Así como el comienzo de la epiclesis recoge los temas del Sanctus que la precede ("Santo eres, Señor, Dios del universo, y tu gloria es sin medida"), el comienzo de la Institución es una continuación de la epiclesis y de su responsorio por la mención del Espíritu Creador. De esta forma se señala la unidad de acción del Espíritu y de Cristo en el misterio eucarístico. El Espíritu Creador cumple las palabras del Hijo que, el cual, la noche en que iba a ser entregado, tomó el pan ... Por el Espíritu, esas palabras históricas de Jesús son actuales y transforman el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo: "El Espíritu Santo hace que Cristo crucificado y resucitado esté realmente presente para nosotros en el convite eucarístico, cumpliendo la promesa contenida en las palabras de la institución" (E. 14). El Espíritu Santo tiene la función de "actualización y vivificación de las palabras históricas de Cristo" (E. 14). La bendición del pan y de la copa se cumple por la acción de gracias, como en la liturgia judía, en particular en la comida pascual. La traducción "Haced esto en memoria de mí" quiere evitar la idea demasiado subjetiva de un simple recuerdo. La eucaristía es un memorial, una anamnesis, o sea una actualización del acontecimiento salvífico del sacrificio de la Cruz y una presentación de ese sacrificio único al Padre como ardorosa intercesión de la Iglesia.

La aclamación con la que concluye la institución se recoge en muchas de las restauraciones litúrgicas recientes: católica, anglicana, sueca, luterana estadounidense. Hace participar a la comunidad en la proclamación del memorial.

La anamnesis es la celebración del "memorial de nuestra redención". El sacrificio de la Cruz y la resurrección, actualizados y puestos por obra para nosotros hoy en la eucaristía, están en el centro de la anamnesis. Sin embargo, como dice el texto de BEM, en la anamnesis se recuerda, en acción de gracias, toda la existencia de Cristo (E. 6). En la liturgia, se ponen en evidencia algunos acontecimientos porque corresponden a los temas de BEM: el bautismo de Jesús, su última cena con los apóstoles, su ministerio de gran sacerdote que intercede en favor de todos.

En la eucaristía, estamos unidos al único sacerdocio de Cristo, en el que participa todo el pueblo de Dios, cada uno según su carisma y su ministerio. Ofrecemos el memorial de Cristo, es decir que presentamos ante el Padre el sacrificio único del Hijo como ferviente súplica de la Iglesia, y decimos a Dios: "Acuérdate del sacrificio de la Cruz y, a causa de ese sacrificio único, fuente de todas las gracias, concédenos, concede a todos los seres humanos, la abundancia de las bendiciones que hemos recibido por la obra de salvación y de liberación de Jesucristo". Es la anamnesis o el memorial, la actualización del sacrificio único y la intercesión para que el padre recuerde la obra de Cristo en nuestro favor.

La aclamación escatológica resuena para afirmar en un acto de fe que el Señor viene: ¡Maranatha!

La eucaristía, que el Padre ha dado como bien valioso a su Iglesia, es para él una intercesión y una acción de gracias, unidas a la propia ofrenda de su hijo que nos ha restablecido en la Alianza con Dios.

En un hermoso texto de 1520, Lutero muestra como, en la eucaristía, la intercesión de Cristo y la ofrenda de la Iglesia están estrechamente unidas: "Es lícito, e incluso útil, que se llame a la ceremonia sacrificio, no en sí, sino porque nosotros nos ofrecemos en sacrificio con Cristo. O sea que nos apoyamos en Cristo con una firme fe en su alianza, y sólo nos presentamos ante Dios con nuestra oración, nuestra alabanza y nuestro sacrificio, en nombre de Cristo y por su mediación... sin dudar que es nuestro Sacerdote en el cielo ante la faz de Dios. Cristo nos acoge, nos presenta (a Dios), a nosotros, nuestra oración y nuestra alabanza; y se ofrece también a sí mismo en el cielo por nosotros ... Se ofrece por nosotros en el cielo, y nos ofrece con él".4

En una segunda epiclesis se pide entonces que el Espíritu Santo descienda sobre la comunidad, como nueva efusión que es una consecuencia de la comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Esta efusión del Espíritu reúne el Cuerpo de la Iglesia y estimula la unidad espiritual; hace que la comunidad sea una ofrenda vida para la gloria de Dios; anticipa la venida del Reino. Aquí nuevamente la oración de eucaristía está intercalada con una exclamación: sea la respuesta "Veni Creator Spiritus", que hace eco a la segunda epiclesis o, una vez más, el escatológico "Maranatha".

Según la tradición occidental, se recuerda en ese momento a todas las personas por las que se desea orar especialmente, así como a todos los que nos han precedido en la fe, y a todos los testigos cuya nube nos rodea. Esos mementos hacen explícita nuestra atención por toda la comunidad cristiana sobre la que se acaba de invocar el Espíritu Santo, de ahí el lugar que ocupan después de la segunda epiclesis. En una liturgia más breve podrían omitirse y transferirse su contenido al momento de la intercesión (No 16). La formulación de las conmemoraciones se inspira en la Eucharistic Prayer III del proyecto de texto "Word, Bread and Cup". 5

Tras un último "Maranatha" la oración eucarística se termina con la conclusión trinitaria tradicional en las liturgias de occidente.

La introducción a la oración dominical recuerda la unidad de todos los cristianos por el bautismo, que los incorpora en el Cuerpo de Cristo y los hace vivir del único Espíritu. Esta unidad de los cristianos les permite decir juntos la oración de los hijos de Dios, la oración del Señor; también les permite renovar entre ellos la paz de Cristo y se dan mutuamente un signo de reconciliación.

La partición del pan que se hace durante el canto del Agnus Dei se anuncia, según la tradición reformada, con el texto de san Pablo: "el pan que partimos es la comunión en el Cuerpo de Cristo ..." (1 Co 10:16).

La oración de acción de gracias agradece a Dios la unidad del bautismo y la alegría de la eucaristía; y pide la plena unidad visible y la debida atención a los signos de reconciliación que se han dado; por último, espera que todos los que ya han probado un anticipo del festín del Reino puedan participar de la herencia de los santos en luz (Col 1:12). Tras el himno final, y antes de la bendición, el celebrante principal dice una breve palabra de envío a la misión, repitiendo, por ejemplo, el versículo bíblico central en el que se ha basado la homilía.

Esta liturgia eucarística puede abreviarse también para adaptarla a las diferentes circunstancias.

La introducción puede consistir sólo en el himno de entrada, la salutación, la letanía del kyrie y el gloria (1-2, 5-6), omitiendo la confesión. También puede consistir simplemente en un himno - un salmo o el gloria - y pasar inmediatamente a la oración (1 o 6, después 7).

La liturgia de la Palabra siempre comienza con una oración, adaptada al tiempo litúrgico, a la festividad celebrada o a las circunstancias. Puede haber sólo dos lecturas en lugar de tres: la primera lectura o la epístola, y siempre el Evangelio. Entre las dos lecturas se puede cantar un salmo el aleluya, o simplemente el aleluya. La homilía siempre tiene que estar centrada en algún aspecto del mensaje de la palabra de Dios. El Credo no siempre ha formado parte de la liturgia eucarística y puede reservarse para los domingos o las festividades. Es posible elegir entre la intercesión (16) y los mementos (25) utilizando uno u otro. Esto dará como resultado un modelo simplificado: homilía, silencio, preparación para la eucaristía (13, 14, 17).

La liturgia de la eucaristía comienza siempre con la preparación (17). Incluye necesariamente los siguientes elementos: el prefacio (19) adaptado al tiempo litúrgico, la festividad o la circunstancia, y con la posibilidad de una versión más breve; la primera y segunda epiclesis (21 y 24); la institución (22); la anamnesis (23) y la conclusión (26). Los mementos pueden omitirse si están integrados en la intercesión (16). La oración por la paz tras el Padrenuestro también puede omitirse, manteniendo sólo la fórmula: "La paz del Señor sea siempre con vosotros…" (28).

La oración de acción de gracias puede ser una oración libre, a condición de que sea breve y bien estructurada. La liturgia concluye generalmente con un himno final, seguido de unas breves palabras de envío a la misión, de conformidad con la ocasión, y de la bendición.

El libro de los Hechos de los Apóstoles describe así la existencia de la primera comunidad cristiana: "Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en la partición del pan y en las oraciones ... Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos." (Hch 2:42-47).

Toda la vida de la Iglesia, a través de todos los tiempos, está descrita en estas líneas. La Iglesia puede adoptar rostros diversos a través de los siglos, pero sólo será verdaderamente la Iglesia de Cristo si se encuentran en ella esos elementos fundamentales de su ser. Se trata del modelo que puede servir de rasero para medir su fidelidad a lo largo de la historia. Todos los períodos de renovación de la Iglesia apuntan a su retorno a esas fuentes originales.

Es posible discernir siete elementos en esa descripción de la comunidad cristiana primitiva que la Iglesia deberá respetar en todo momento para ser conforme a sus orígenes y permanecer en la sucesión del designio de Cristo y del fundamento de los apóstoles: escuchar la palabra de Dios, celebrar la partición del pan, ofrecer oraciones en ofrenda, atender a la comunión fraterna, compartir los bienes materiales, estar unidos en la alabanza a Dios y en la presencia en el mundo, reconocer que es el Señor quien cumple la misión pues construye la Iglesia y le añade los que son salvos.

La comunidad cristiana nace de esa acción de escuchar la Palabra de Dios: de la lectura de la Biblia y de la predicación; se construye poco a poco y se fortifica gracias a la meditación de esa Palabra viva. Es por la lectura, la predicación, y la meditación de la Escritura santa que se distingue radicalmente la comunidad cristiana de cualquier otra sociedad humana o grupo religioso. La asimilación progresiva de los grandes temas de la Palabra transforma la comunidad: se convierte en un lugar de liberación, de paz, de alegría, de fiesta, de fraternidad, de irradiación, de esperanza ... La Iglesia no puede vivir sin volver constantemente a esa fuente vivificante de la Palabra de Dios. De ahí que su culto esté centrado en la lectura de los profetas y de los apóstoles, en la proclamación del Evangelio de Cristo, en la predicación y la meditación de la Verdad en el Espíritu . Esta Palabra de Dios alimenta y permite crecer a la comunidad cristiana haciendo de ella un medio de atracción y proyectándola en el mundo para anunciar la buena nueva.

La noche de Pascua, el Resucitado, en su camino con los discípulos de Emaús, interpretaba en todas las Escrituras lo que de él decían, su Palabra preparaba el corazón de sus discípulos para que lo reconocieran. Pero es cuando está sentado con ellos a la mesa, que toma el pan, dice la bendición, lo parte y se los da que los ojos de los discípulos se abren y que sus corazones, ardiendo por su Palabra, lo reconocen en el momento en que parte el pan (Lc 24: 27-32). Cristo nos ha dejado solamente su Palabra, pero también los signos de su humanidad, que ha adoptado para liberarnos del mal y de la muerte. Está presente entre nosotros por su Evangelio y por los signos de su Cuerpo y de su Sangre.

Por ello, cuando la Iglesia celebra la presencia del Resucitado en medio de ella, principalmente el día del Señor, proclama su Palabra y se alimenta en la Comida de acción de gracias: lo reconoce en las Escrituras y en la Partición del pan. Así pues, el culto cristiano completo incluye la proclamación de la Palabra de Dios y la celebración de la eucaristía.

Esa proclamación y esa celebración se acompañan de oraciones de la Iglesia. Los primeros cristianos "perseveraban en la oración y perseveraban cada día en el templo". La iglesia primitiva continuó la disciplina de las oraciones judaicas. Quiso observar cada día, con regularidad, "la oración de las horas" en el Templo de Jerusalén que es el origen de la liturgia del oficio cotidiano. Esta liturgia incluye el canto de los Salmos, la lectura de la Palabra y las intersecciones. Esta ofrenda regular de oraciones de la comunidad cristiana anuda la comunión de la Iglesia y constituye un sacrificio de alabanza y de intercesión en el que se renueva constantemente su comunión con Dios.

La comunión fraterna y la unanimidad son las consecuencias de esa relación de la comunidad con su Señor por la Palabra, la eucaristía y la oración. Son los signos de una vida eclesial auténtica. Se realizan mediante gestos como los ágapes cuando los cristianos comen juntos una comida y comparten sus bienes materiales con los necesitados. La alegría y la sencillez son las características distintivas de esta comunión fraterna. La alabanza a Dios y la presencia en el mundo no son contradictorias, una no se separa de la otra. La comunidad, cuya primera obra es la celebración de la alabanza a Dios, recibe una buena acogida del pueblo que la rodea, porque es fraterna, sencilla y gozosa.

Cuando la comunidad cristiana está centrada en lo esencial de su existencia, su misión en el mundo es su propia irradiación. No tiene que afanarse en toda clase de empresas para conquistar el mundo que la rodea a fin de que se adhiera a sus convicciones. Es el propio Señor, de quien vive la comunidad en el centro de existencia, que cumple su misión mediante la irradiación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo: él es quien añade cada día a la comunidad los que son salvos.

De esta forma, la eucaristía, en el centro de la vida eclesial, con la Palabra y las oraciones, induce la comunión fraterna y el compartir, hace que la comunidad esté presente en el mundo e irradie a Cristo: la eucaristía construye la Iglesia en la unidad y hace que sea misionera.

F.-71.460 Taizé-Communauté -Padre Max Thurian

[1] Lutheran Book of Worship, Minneapolis, Augsburg Publishing House, Minister's Edition, 1978, pág. 195.

[2] B. Capelle, "Le Kyrie de la messe et le pape Gélase", Revue Bénédictine, 1934, pp.136-138. A. Hamman, Prières des premiers chrétiens, Paris, Fayard, 1952, pp.349-352.

[3] Fragment de Dêr-Balyzeh (siglo VI), testigo de la liturgia de San Marcos; Quam oblationem del Canon Romano y epiclesis de las nuevas oraciones eucarísticas. Véase mi libro Le mystère eucharistique, Centurion-Taizé, París 1981, págs. 89-99.

[4] N. del T: Traducción libre del francés

[5] El texto se inspira en el proyecto: "Word, bread and Cup" de la Consulta sobre la unión de las iglesias de los Estados Unidos de América (Eucharistic Prayer III) 

LITURGIA DE ENTRADA

1 CANTO

2 SALUDO

M. La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor de Dios
y la comunión con el Espíritu Santo
esté con todos ustedes.
C. Y con tu espíritu.

3 CONFESIÓN

C. Oh Dios, Padre nuestro, lleno de misericordia,
confesamos que estamos sometidos al pecado
y que, por nosotros mismos, no podemos liberarnos.
Hemos pecado contra Ti
en pensamiento, palabra y obra,
por lo que hemos hecho,
y por lo que hemos dejado de hacer.
No te hemos amado con todo el corazón,
ni hemos amado al prójimo como a nosotros mismos.
Por el amor de tu Hijo Jesucristo, ten piedad de nosotros.
Perdónanos, renuévanos y dirígenos,
para que hallemos nuestro gozo en el cumplimiento de tu voluntad,
siguiendo tus caminos
para gloria de tu santo nombre.
Amén.

4 ABSOLUCIÓN

M. Dios todopoderoso
nos entregó a su Hijo, que murió por nosotros,
y por su amor, perdona todos nuestros pecados.
Como ministro llamado y ordenado por la Iglesia de Cristo,
declaro el perdón de todos vuestros pecados
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

C. Amen.

5 LETANÍA DEL KYRIE

M. Para que podamos conservar la unidad del Espíritu
por el vínculo de la paz y reconocer juntos
que no hay más que un Cuerpo y un Espíritu,
un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
roguemos al Señor.

C. Kyrie eleison (Señor, ten piedad; se puede cantar)

M. Para que lleguemos pronto a la comunión visible
del Cuerpo de Cristo partiendo el pan
y bendiciendo la copa alrededor de la misma mes,
roguemos al Señor.

C. Kyrie eleison.

M. Para que reconciliados con Dios por medio de Cristo,
podamos reconocer mutuamente nuestros ministerios
y reencontrarnos en el ministerio de la reconciliación,
roguemos al Señor.

C. Kyrie eleison.

6 GLORIA

M. Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz a quienes ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos y te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso

C. Gloria in excelsis Deo! Aleluya! (Se sugiere cantar)

M. Señor Hijo unigénito, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre:
Tú que quitas el pecado del mundo ten piedad de nosotros.
Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica.
Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros.

C. Gloria …

M. Porque sólo Tú eres Santo.
Sólo Tú Señor.
Sólo Tú altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo,
en la gloria de Dios Padre.
Amén.

C. Gloria …

LITURGIA DE LA PALABRA

7 COLECTA

M. Oremos:
Señor Dios, lleno de gracia y de misericordia,
ungiste a tu Hijo amado con el Espíritu Santo
cuando fue bautizado en el Jordán,
y lo consagraste profeta, sacerdote y rey:
derrama tu Espíritu Santo nuevamente sobre nosotros
para que seamos fieles a la vocación de nuestro bautismo,
que deseemos ardientemente la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo,
y que estemos al servicio de los pobres de tu pueblo
y de todos los que necesitan nuestro amor fraterno,
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
que vive y reina contigo,
en la unidad del Espíritu Santo,
un solo Dios, por los siglos de los siglos.

C. Amén.

8 PRIMERA LECCIÓN (del Antiguo Testamento o de los Hechos de los Apóstoles)

9 CANTO DE MEDITACIÓN

10 EPÍSTOLA

11 ALELUYA

12 EVANGELIO

13 HOMILÍA

14 MEDITACIÓN EN SILENCIO

15 CREO NICENO-CONSTANTINOPOLITANO

C. Creemos en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
creador de cielo y tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

Creemos en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
luz de luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato:
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día según las Escrituras,
y subió al cielo
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá en gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creemos en el Espíritu Santo,
Señor y dado de vida,
que procede del Padre,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.

Creemos que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica,
reconocemos un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.

16 INTERCESIÓN

M. Roguemos con fe a Dios, nuestro Padre,
a su Hijo Jesucristo
y al Espíritu Santo.

C. Kyrie eleison.

M. Para la Iglesia de Cristo extendida en toda la tierra,
imploremos el Espíritu y la diversidad de su dones.

C. Kyrie eleison.

M. Para los responsables de los pueblos,
a fin de que consoliden y defiendan la justicia y la paz,
pidamos la sabiduría de Dios.

C. Kyrie eleison.

M. Para los que son víctimas de la opresión o la violencia,
pidamos el poder del Liberador.

C. Kyrie eleison.

M. Para que las iglesias descubran nuevamente su unidad visible
en el solo bautismo que las incorpora a Cristo,
oremos por el amor de Cristo.

C. Kyrie eleison.

M. Para que las iglesias realicen la comunión
en la eucaristía en torno a la Mesa,
oremos por la fortaleza de Cristo.

C. Kyrie eleison.

M. Para que las iglesias reconozcan unas a otras los ministerios
al servicio de su único Señor,
oremos por la paz de Cristo.

C. Kyrie eleison.

(Plegarías libres)

M. Ponemos en tus manos, Señor,
aquellos por quienes pedimos,
confiando en tu bondad,
por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.

C. Amén.

LITURGIA DE LA EUCARISTÍA

17 PREPARACIÓN

M. Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo humano,
que recibimos de tu generosidad
y ahora te presentamos:
será para nosotros pan de vida.

C. Bendito seas por siempre, Señor.

M. Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este vino,
fruto de la vid y del trabajo humano,
que recibimos de tu generosidad
y ahora te presentamos:
será para nosotros bebida de salvación.

C. Bendito seas por siempre, Señor.

M. Así como las espigas,
que estaban dispersas por los campos,
y las vides,
que estaban dispersas por las colinas,
se han reunido sobre esta mesa en este pan y este vino,
así también, Señor, sea reunida muy pronto
tu Iglesia de los confines de la tierra en tu Reino.

C. Maranatha! Aleluya! Ven, Señor! Aleluya!

PLEGARIA EUCARÍSTICA

18 DIÁLOGO

M. El Señor esté con ustedes

C. Y con tu espíritu.

M. Arriba los corazones.

C. Los levantamos al Señor.

M. Demos gracias al Señor.

C. Es justo y necesario que lo hagamos.

19 PREFACIO

M. En verdad es justo y necesario darte gloria
y ofrecerte nuestra acción de gracias,
siempre y en todo lugar,
a ti, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Por tu Palabra viva, creaste todas las cosas
y las hiciste buenas;
formaste al ser humano a tu imagen,
para que participara de tu vida y reflejara tu gloria.
Al llegar la plenitud de los tiempos,
nos diste a Cristo como la vida del mundo.
El quiso ser bautizado y consagrado como servidor tuyo,
para anunciar a los pobres la buena noticia.
En la última cena, antes de su pasión,
nos entregó la eucaristía,
para que celebremos el memorial
de la cruz y la resurrección,
y recibamos su presencia en el pan de vida.
A todos los redimidos, Cristo da el sacerdocio real
y por amor a sus hermanos y hermanas
eligió a los que habrían de participar en su ministerio
para alimentar a la Iglesia de tu Palabra
y que viva de tus Sacramentos.
Por ello, Señor, con los ángeles y todos los santos,
proclamamos y cantamos tu gloria:

20 SANCTUS

C. Santo, Santo, Santo … (se puede cantar)

21 EPICLESIS I (invocación del Espíritu Santo)

M. Santo eres, Señor, Dios del universo,
y tu gloria es sin medida.
Envía sobre nuestra eucaristía
al Espíritu que da la vida:
el mismo que habló por Moisés y los profetas,
que cubrió con su sombra a la Virgen María,
bajo sobre Jesús en el Jordán
y sobre los Apóstoles el día de Pentecostés.
Que la efusión de este Espíritu de fuego
transfigure este convite de acción de gracias
y que el pan y el vino se conviertan para nosotros
en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

C. Espíritu cúbrenos hoy y danos siempre tu poder.

22 INSTITUCIÓN

M. Que este Espíritu Creador dé cumplimiento
a las palabras de tu Hijo amado,
el cual, la noche que iba a ser entregado,
tomó el pan, lo bendijo en la acción de gracias,
lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
Tomen, coman todos de él,
porque esto es mi cuerpo
que será entregado por ustedes.
Hagan esto en mi memoria.
Del mismo modo, acabada la cena,
tomó el cáliz, lo bendijo en la acción de gracias,
y lo pasó a sus discípulos diciendo:
Tomen y beban todos de él,
porque este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre,
que será derramada por ustedes y por muchos
para perdón de los pecados.
Hagan esto en mi memoria.
Grande es le misterio de la fe.

C. Anunciamos tu muerte, Señor Jesús,
proclamamos tu resurrección,
esperamos tu retorno glorioso.

23 ANAMNESIS

M. Por eso, Señor,
celebramos hoy el memorial de nuestra redención:
evocamos el nacimiento y la vida de tu Hijo entre nosotros,
su bautismo por Juan,
su última cena con los Apóstoles,
su muerte y su descenso a la morada de los muertos,
proclamamos su resurrección y ascensión a los cielos,
donde lleva a cabo su ministerio de Sumo Sacerdote
intercediendo por todos nosotros;
esperamos su retorno glorioso.
Unidos a su único sacerdocio,
te ofrecemos este memorial:
acuérdate del sacrificio de tu Hijo
y concédenos a todos las bendiciones
de su obra redentora.

C. Maranatha, ¡Aleluya!

24 EPICLESIS II

M. Mira, Señor, esta eucaristía,
que Tú mismo has dado a tu Iglesia,
recíbela como aceptas al ofrenda de tu Hijo
que nos restablece en tu Alianza.
Cuando seamos alimentados con su Cuerpo y su Sangre,
llénanos del Espíritu Santo
para que seamos un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo,
una ofrenda viva para alabanza de tu gloria.

C. Espíritu cúbrenos hoy y danos siempre tu poder.

25 MEMENTOS

M. Recuerda, Señor, a tu Iglesia,
una santa, católica y apostólica,
redimida por la sangre de Cristo.
Manifiesta su unidad, guarda su fe
y presérvala en paz.
Recuerda, Señor, a todos los siervos de tu Iglesia:
obispos, presbíteros, diáconos,
y a todos aquellos a quienes has dado ministerios especiales …
Recuerda especialmente a ...
Recuerda también a nuestros hermanos y nuestras hermanas
que han muerto en la paz de Cristo,
y a todos los muertos de quienes sólo tú conoces la fe:
condúcelos a la fiesta de la alegría
preparada para todos los pueblos en tu presencia,
con la bienaventurada Virgen María,
con los patriarcas y los profetas,
los apóstoles y los mártires …
y todos los santos que vivieron en tu amistad.
Con ellos cantamos tu alabanza
y esperamos la felicidad de tu Reino
donde podremos, con toda la creación,
libre ya del pecado y de la muerte,
glorificarte por Cristo, nuestro Señor.

C. ¡Maranatha! ¡Alaluya!

26 CONCLUSIÓN

M. Por El, con El y en El,
a Ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria,
por los siglos de los siglos.

C. Amén.

27 PADRE NUESTRO

M. Unidos en el mismo Espíritu y el mismo Cuerpo de Cristo,
por el único bautismo,
podemos decir con confianza
la oración de los hijos de Dios:

C. Padre nuestro que estás en los cielos …

28 LA PAZ

M. Señor Jesucristo, que dijiste a los Apóstoles:
"Mi paz les dejo, les doy mi paz",
no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia,
y conforme a tu palabra,
concédele la paz
y llévala hacia la unidad perfecta de tu Reino,
por los siglos de los siglos.

C. Amén.

M. La paz del Señor sea siempre con ustedes

C. Y con tu espíritu.

M. Démonos un signo de reconciliación y de paz.

(se invita a saludarse, desando la paz)

29 FRACCIÓN

M. El pan que partimos
es la comunión con el Cuerpo de Cristo.
La copa de bendición por la que damos gracias
es la comunión en la Sangre de Cristo.

30 CORDERO DE DIOS

C. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.

Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.

(preferentemente se canta)

31 COMUNIÓN

32 ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS

M. Roguemos en paz al Señor:

Te damos gracias, Señor nuestro Dios,
por habernos unido en el Cuerpo de Cristo por el bautismo
y habernos colmado de alegría por la eucaristía.
Condúcenos hacia la plena unidad visible de tu Iglesia
y haznos atentos a todos los signos de reconciliación
que nos has dado.
Ahora que hemos gustado una anticipación del festín de tu Reino,
haz que un día participemos todos juntos
de la herencia de los santos en luz,
por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo,
un solo Dios por los siglos de los siglos.

C. Amén.

33 HIMNO FINAL

34 ENVÍO

M. Jesús dice:
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo;
si alguno comiere de este pan, vivirá siempre.
Vayan en paz y sirvan al Señor.

C. Demos gracias al Señor.

35 BENDICIÓN

M. El Señor te bendiga y te guarde;
el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti,
y tenga de ti misericordia;
el Señor alce sobre ti su rostro y ponga en ti paz.

C. Amén.