“¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?” Y respondiendo el Rey les dirá: “De cierto les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron”. Mateo 25:39-40 RVA-2015

Desde que los países han impuesto las necesarias restricciones al movimiento y a las actividades en respuesta a la COVID-19, hay más personas que recurren a las líneas de atención telefónica para la violencia doméstica y que piden ayuda por otros medios. Los efectos del confinamiento, la pérdida de empleos, y la absoluta vulnerabilidad de las personas que ya se encontraban en los márgenes de la sociedad son verdaderamente preocupantes. Los expertos aseguran que semejantes niveles de estrés pueden contribuir a una mayor incidencia de la violencia. Es más, las cifras reales de casos de violencia doméstica podrían ser superiores a las registradas debido a las dificultades para pedir ayuda durante la cuarentena generalizada.

Los conflictos y las crisis casi siempre acarrean consecuencias vinculadas a la condición de género, que puede combinarse con otros factores, como la raza, la etnia, las capacidades o la situación financiera. La violencia de género, al igual que otras formas de violencia y opresión, aumenta en tiempos de crisis. La pandemia de COVID-19 tiene los mismos efectos.

En calidad de embajadores del Consejo Mundial de Iglesias para la campaña los Jueves de negro, hacemos un llamado a las iglesias miembros del CMI, a los asociados ecuménicos e interreligiosos, y a las personas de buena voluntad, para que ayuden activamente a concientizar sobre los niveles crecientes de violencia de género durante esta pandemia mundial de COVID-19, a proteger a las posibles víctimas y a prevenir nuevos casos. Este llamado se enmarca en nuestro compromiso individual y colectivo de larga data con la justicia de género, y en nuestra peregrinación hacia la justicia y la paz. En estos tiempos, igual que siempre, debemos facilitar y promover espacios seguros para todos.

Instamos a todas las personas a cuidar de quienes viven en sus hogares, de sus allegados; y, a quienes aún prestan un servicio público, a cuidar de sus compañeros de trabajo. La violencia no es la solución a la frustración y al miedo que genera la propagación de la COVID-19.

El cambio debe darse tanto a nivel comunitario como en las instancias de poder, por lo que exhortamos a las personas y a las organizaciones comunitarias a contribuir a poner en marcha mecanismos de protección para las personas vulnerables de nuestro entorno.

Alentamos a las personas que padezcan estrés y necesiten ayuda, a buscar asistencia pastoral o social, para cuidar y proteger a quienes conviven con ellas día a día. Asimismo, les invitamos a unirse a la campaña Jueves de negro desde casa y a publicar sus fotos en los medios sociales con la etiqueta #ThursdaysinBlack.

Son fuente de inspiración las iglesias que ya han dado una respuesta proactiva a las personas más vulnerables de su comunidad, promocionando las líneas de atención telefónica, velando por que las personas se mantengan conectadas, repartiendo comida y cubriendo necesidades básicas. Animamos a las iglesias a participar en la creación de espacios seguros, físicos y virtuales, para quienes no están seguros en sus hogares. Pueden apoyar a los profesionales y asistentes locales especializados en el ámbito de la violencia sexual y de género a través de la oración, y ofreciéndoles instalaciones, material y dinero.

Como personas de fe y buena voluntad, debemos mantener la comunicación y la acción en nuestras comunidades para asegurarnos de que nuestras intervenciones protegen a todos: desde garantizar que el personal sanitario dispone del equipo de protección adecuado, sea cual sea su posición en la jerarquía médica, hasta buscar formas eficaces y creativas de mantener la prestación de servicios de enseñanza, empleo, asesoramiento y asistencia. Si bien debemos prevenir la propagación de la COVID-19, no debemos victimizar o estigmatizar a las personas en el proceso.

También debemos mirar más allá de la actual crisis y renovar nuestra determinación de eliminar las causas profundas de la violencia sexual y de género, que se ven intensificadas durante los conflictos y las crisis. Más que desear la vuelta a la “normalidad”, en la que se han perpetuado la inequidad y la desigualdad por motivos de género, podemos anunciar más firmemente nuestra visión de sociedades fundamentadas en la justicia y la paz, en las que, finalmente, todos serían menos vulnerables.

Las situaciones excepcionales requieren respuestas excepcionales. En calidad de embajadores de los Jueves de negro, oramos para que las personas de fe se unan a nosotros para construir un mundo de justicia y paz, en estos tiempos difíciles.

Firmantes:

Dra. Agnès Abuom, moderadora del Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias

Rev. Claudia Bandixen (Suiza)

Rev. Elizabeth A. Eaton, obispa primada de la Iglesia Evangélica Luterana en América

Rev. Dr. Chris Ferguson, secretario general de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas

Jouni Hemberg, director ejecutivo de Finn Church Aid

Rev. Susan C. Johnson, obispa nacional de la Iglesia Evangélica Luterana en Canadá

Alison Judd, presidenta mundial de la Federación Mundial de Mujeres de la Iglesia Metodista y Unida

Larissa Aguiar García (Brasil)

Rev. Dr. Anders Göranzon, secretario general de Swedish Bible Society

Rev. Damon Mkandawire, administrador del hospital de la misión de Mbereshi de la Iglesia Unida (Zambia)

Rhee, Hanbeet, Consejo Ecuménico de la Juventud en Corea

Rev. Dr. Olav Fykse Tveit, obispo primado electo, Conferencia Episcopal de la Iglesia de Noruega

Obispa Rosemarie Wenner, secretaria del Consejo Metodista Mundial en Ginebra

 

Más información sobre los embajadores de los Jueves de negro (en inglés)