25 de noviembre de 2019

Consejo Mundial de Iglesias

COMITÉ EJECUTIVO

Bosey (Suiza)

20-26 de noviembre de 2019

Doc. No. 04.3 rev

 

Declaración sobre la emergencia del cambio climático

Y la tierra llegará a ser una desolación por causa de sus moradores, como fruto de sus obras.

Miqueas 7:13

Los recientes fenómenos meteorológicos extremos de creciente intensidad y frecuencia en todo el mundo, junto con otros estudios realizados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés), han llevado a muchos a reconocer tardíamente que la crisis climática no es una perspectiva lejana, sino que se cierne sobre nosotros en la actualidad.

Desde el huracán María, el ciclón tropical Idai, el huracán Dorian y el tifón Hagibis, que causaron pérdida de vidas y dejaron una devastación generalizada en Puerto Rico, en Mozambique, Zimbabue y Malawi, en las Bahamas y en Japón, respectivamente, hasta los continuos incendios forestales en Australia y California, pasando por inundaciones sin precedentes en Bangladesh y Venecia, y los recientes deslizamientos de tierra que se han producido tras las lluvias excepcionalmente intensas en Kenia, los efectos en nuestras comunidades (especialmente en las más pobres y vulnerables de entre nosotros) y en la generosa creación que Dios ha confiado a los seres humanos en calidad de administradores son ahora demasiado trágicamente reales.

Los últimos informes especiales del IPCC sobre el cambio climático, la tierra, los océanos y la criosfera confirman que el cambio climático se ha convertido en uno de los principales causantes del hambre en todo el mundo, y prevén un aumento del nivel del mar de hasta 1 metro para 2100 debido al derretimiento de los glaciares, a la escasez de agua que afecta a casi 2000 millones de personas y a fenómenos más intensos relacionados con el nivel del mar, como las tormentas y las inundaciones, si no se mantiene el calentamiento en el límite más seguro de 1,5°C por encima de los niveles preindustriales.

Además, los incendios excepcionalmente destructivos y la invasión de la agricultura industrial y la minería han incrementado enormemente la preocupación por la deforestación incontrolada en los ecosistemas de selva tropical más grandes que quedan (los pulmones de la tierra), el hogar y el patrimonio de muchos pueblos indígenas, y un recurso esencial para hacer frente a la amenaza del cambio climático. Especialmente en la Amazonía, en la Cuenca del Congo, en Papúa Occidental y en otras partes de Indonesia, este recurso se está dilapidando, a menudo deliberadamente, a un ritmo peligroso.

Niños, jóvenes y ciudadanos en general han expresado públicamente su indignación por la falta de una respuesta adecuada de los gobiernos ante la gravedad de esta crisis mundial, y por el retroceso de algunos gobiernos. Los niños se han visto obligados a movilizarse y a alzar la voz para exigir lo que los adultos no han podido o se han negado a poner en práctica: cambios fundamentales en nuestros sistemas económicos y sociales a fin de preservar la creación de Dios y su futuro.

De hecho, un reciente informe de investigación muestra que se prevé que los gobiernos producirán un 120% más de combustibles fósiles para el año 2030 de lo que se puede quemar si el mundo quiere limitar el calentamiento a un aumento de 1,5°C.

En particular, la notificación formal por parte de los Estados Unidos de su intención de retirarse del Acuerdo de París, a pesar del impacto cada vez más desastroso de los fenómenos meteorológicos extremos en los propios Estados Unidos, socava gravemente la máxima esperanza que la comunidad internacional había depositado en una respuesta global multilateral a la crisis climática. Se trata de un abyecto fracaso y una abdicación del liderazgo mundial, precisamente en el momento histórico en que más se necesita ese liderazgo. Esto incitará a otros Estados en retroceso, y nos empobrece y nos pone en peligro a todos.

Las manifestaciones contra el aumento de la desigualdad en Chile, que provocaron el traslado de la 25ª Conferencia de las Partes (COP 25) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) de Santiago a Madrid, subrayan la importancia de mantener unidos los objetivos de sostenibilidad y equidad, y de garantizar que los costes de la transición a una economía neutra en carbono no sean asumidos por aquellos que ya tienen pocos recursos. En otras palabras, no puede haber una transición real sin justicia socioeconómica.

El tiempo para el debate de los hechos científicos establecidos se acabó hace tiempo. El tiempo para la acción está pasando rápidamente. Todos tendremos que rendir cuentas por nuestra inacción y nuestra desastrosa administración de este precioso y único planeta. La emergencia climática es el resultado de nuestros pecados ecológicos. Ha llegado la hora de la metanoia para todos. En estos momentos, debemos buscar en nuestros corazones y en nuestros principios de fe más fundamentales una nueva transformación ecológica, así como la guía divina para nuestros próximos pasos para crear resiliencia frente a este desafío del milenio sin precedentes.

Por ello, el Comité Ejecutivo del Consejo Mundial de Iglesias, reunido en Bossey (Suiza), del 20 al 26 de noviembre de 2019:

Se une a otros líderes religiosos, comunidades y organizaciones de la sociedad civil para declarar una emergencia climática, que exige una respuesta urgente y sin precedentes por parte de todos en todas partes, en el ámbito local, nacional e internacional.

Expresa su amarga decepción por las acciones inadecuadas e incluso regresivas de los gobiernos que deberían ser líderes en la respuesta a esta emergencia, especialmente la inacción para detener los incendios y la deforestación, la destrucción de las tierras ancestrales y los medios de vida de los pueblos indígenas, y los ataques a los defensores del medio ambiente; los débiles compromisos asumidos en el marco del Acuerdo de París, y las medidas que imponen cargas financieras adicionales a las comunidades pobres.

Exhorta a la COP 25, que tendrá lugar en Madrid del 2 al 13 de diciembre de 2019, a:

- sentar las bases para comprometerse a reducir más ambiciosamente las emisiones de gases de efecto invernadero como parte de las contribuciones determinadas a nivel nacional con miras a alcanzar la neutralidad de carbono para 2050 y limitar el calentamiento a no más de 1,5°C;

- Aumentar los compromisos de las naciones ricas para proporcionar a las naciones de bajos ingresos un financiamiento suficiente, previsible y transparente para la adaptación y la creación de resiliencia;

- fortalecer el Mecanismo Internacional de Varsovia para las pérdidas y los daños para incluir financiamiento para apoyar a las personas y comunidades afectadas por los efectos de la emergencia climática; y

- promover acciones para involucrar a los pueblos indígenas y aprender de ellos dentro y fuera del proceso de la CMNUCC, proteger la biodiversidad, combatir la deforestación, fomentar la agroecología y crear economías circulares y redistributivas.

Invita a los asociados del sistema de las Naciones Unidas, en consonancia con la investigación crítica y el asesoramiento en materia de políticas que emanan de las fuentes de las Naciones Unidas, a examinar las inversiones en combustibles fósiles y desinvertir de ellas en sus propios sistemas bancarios y fondos de pensiones.

Insta a las iglesias miembros, los asociados ecuménicos y otras comunidades religiosas, y a todas las personas de buena voluntad y conciencia moral a buscar la manera de realizar una contribución significativa en nuestros propios contextos para evitar las consecuencias más catastróficas de continuar con la inacción y con acciones de los gobiernos con repercusiones negativas, y  a que puedan contribuir a enfrentarse a esta crisis mundial mediante esfuerzos concertados de promoción y defensa para la mitigación del cambio climático y la adaptación, un uso cero de combustibles fósiles y una “transición justa”, así como a través de la acción local, en todo lugar: en nuestra comunidad de iglesias, en nuestras iglesias, en nuestras comunidades, en nuestras familias y como individuos.