Al crear a los pueblos indígenas, Dios les otorgó hermosas identidades.  Dios estaba presente en sus tierras y entre sus pueblos antes de la llegada de los colonizadores. Cuando estos trajeron la Biblia, los pueblos indígenas reconocieron la voz de su Creador en las enseñanzas de Jesús; no escucharon en ellas un llamado a rechazar su identidad.

La mayoría de los pueblos indígenas son las comunidades más marginadas en muchos lugares del mundo, y están expuestas a la pobreza, la enfermedad, la desnutrición, la desposesión, la explotación, la trata de personas, la migración forzada o la negación de las posibilidades de migración o asilo. Desde su primer contacto con los colonizadores, los pueblos indígenas han venido sufriendo una serie de daños. Han sido desplazados de sus tierras tradicionales, asesinados, explotados, deshumanizados. En muchos casos, la desposesión comenzó con la ‘doctrina del descubrimiento’, que permitía a los colonizadores europeos reclamar la propiedad de las tierras no habitadas por cristianos.

El amor de Cristo nos llama a la reconciliación y la unidad. La reconciliación implica la valentía de desmantelar las estructuras, políticas, ideologías y teologías opresivas que restringen el acceso a la vida abundante que Jesús prometió para todos. (Juan 10:10) El discurso dominante sobre la reconciliación y la unidad ha sido en gran medida responsable del sometimiento y la supresión de las comunidades indígenas y de otras comunidades marginadas. La unidad cristiana, en el contexto indígena, a menudo ha significado poco más que la conformidad con el modo de vida colonial y la disolución de la identidad indígena centrada en la tierra.

En consonancia con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, los cristianos indígenas reivindican su propio poder, autonomía y autoridad para la autodeterminación en los asuntos relativos a la espiritualidad. Los teólogos indígenas, el clero indígena y los miembros de las iglesias indígenas tienen la capacidad de formular teologías cristianas relevantes, auténticas e íntegras. Para los cristianos indígenas, el Espíritu de la cosmovisión indígena y el de la cristiana confluyen y se impregnan mutuamente: se complementan. Las acusaciones de sincretismo no solo son inútiles, también son ofensivas.

La sanación del trauma histórico es intergeneracional; están en juego el bienestar mental y físico de los hijos, de los nietos y de las generaciones venideras. Esa sanación está directamente ligada a la sanación y el bienestar de las tierras, las aguas y el aire de los lugares que habitan, y, de hecho, de todo el planeta.

También implica apoyar a los pueblos indígenas a abordar los traumas históricos y actuales, así como el racismo dentro de la iglesia, que siguen causando sufrimiento y muerte —suicidios, adicciones y violencia— en sus comunidades.

Por último, la iglesia debe comprometerse a apoyar la autodeterminación indígena dentro de las instituciones eclesiales, de acuerdo con el artículo 12.1 de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. A lo largo de la historia y de forma categórica, los pueblos indígenas han sido deshumanizados y privados del derecho a la autodeterminación por no ser considerados ‘pueblos’.

El amor, tal como nos lo enseñó Jesús de Nazaret, es un amor radical que sana y restaura, confronta y transforma. Nos llama a amar a nuestros enemigos, a restablecer la justicia y a vivir en comunidad con los que han sido marginados por los sistemas y tradiciones dominantes. Denuncia los sistemas y las culturas que discriminan y deshumanizan. Empodera a los desempoderados y restaura a los desposeídos, trayéndolos de vuelta a la memoria. Como tal, el amor de Cristo es subversivo y ofensivo para los sistemas y culturas que dominan, discriminan y deshumanizan. Solo ese amor puede hacer que la reconciliación sea duradera y la unidad, real.

 

La 11ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) reunida en Karlsruhe (Alemania), del 31 de agosto al 8 de septiembre de 2022, por tanto:

 

  1. Se solidariza con todos los pueblos indígenas del mundo, y apoya su derecho a preservar sus tierras y territorios tradicionales, a mantener y enriquecer sus culturas y a velar por que sus tradiciones sean consolidadas y transmitidas a las generaciones venideras;
  2. Encomia al CMI por repudiar la doctrina del descubrimiento y la política de Terra Nullius y alienta a las iglesias miembros que aún no lo hayan hecho, a también ellas repudiar esos conceptos.
  3. Apela al CMI para que garantice que el programa de los pueblos indígenas cuente con una oficina propia, con pleno financiamiento, que esté dotada de los recursos adecuados, y a que refuerce la colaboración entre dicho programa y el programa del CMI dedicado a la justicia climática.
  4. Insta al CMI y a sus iglesias miembros a que inicien procesos para atender la necesidad de los pueblos indígenas de sanar los traumas históricos e intergeneracionales mediante el establecimiento de procesos de verdad y reconciliación que se basen en el restablecimiento de la justicia y la sanación de las relaciones, allí donde se hayan producido crímenes contra la humanidad y genocidios.
  5. Interpela al CMI a que se comprometa a defender las aspiraciones de las comunidades indígenas que luchan por la autodeterminación (de conformidad con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas) y siguen viéndose amenazadas por la colonización “verde” y “azul”.
  6. Expresa su solidaridad con los pueblos indígenas de Papúa Occidental, Maohi Nui, Kanaky y otros lugares que aún se enfrentan a graves violaciones de sus derechos humanos y encuentran obstáculos para gozar de su igual dignidad humana.
  7. Alienta al CMI a proseguir su labor de promoción —en foros internacionales como las Naciones Unidas— con los pueblos indígenas y en su nombre, en defensa de sus derechos humanos, a proteger el uso del lenguaje de los derechos humanos, a promover el derecho de los pueblos indígenas a la autodeterminación, así como su derecho a participar en los procesos de adopción de decisiones dentro de las iglesias y en la sociedad en general, de conformidad con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
  8. Solicita al CMI que promueva la educación sobre las teologías y cosmovisiones de los pueblos indígenas, especialmente, en el marco de sus esfuerzos para abordar la crisis climática.
  9. Insta al CMI y a las iglesias miembros a que asuman la responsabilidad por su complicidad en la destrucción de los pueblos indígenas y por no haber apoyado su camino hacia la sanación, la integridad y la plenitud de vida. La complicidad de la iglesia en estos genocidios contra los pueblos indígenas y la violencia espiritual perpetrada por las iglesias desde los primeros contactos, nos impulsa a descolonizar nuestras tradiciones religiosas para redescubrir el potencial vital y rehumanizador del Evangelio.

     

Antecedentes y contexto:

Esta declaración se ha basado en la información que se presenta a continuación. El Comité de Cuestiones de Actualidad reconoce y agradece profundamente las aportaciones de la Preasamblea de los Pueblos Indígenas en su mensaje, que ha contribuido en gran medida a la redacción de esta declaración.

Cuando los cristianos trajeron la Biblia, los indígenas escucharon: “Dios nos ama. Dios ama nuestras culturas, nuestras lenguas y nuestras espiritualidades. Dios nos conoce y nos ama como seres espirituales en relación con los demás y con toda la creación. Nuestras culturas son bibliotecas de memoria ancestral. Nuestras lenguas, que reflejan nuestra relación sagrada con nuestras tierras, son patrimonio de bienestar ecológico”. (Mensaje de la Preasamblea de los Pueblos Indígenas del CMI, 28 a 30 de agosto de 2022, Karlsruhe (Alemania)).

Sin embargo, en todo el mundo, la mayoría de las comunidades indígenas tienen en común trágicas experiencias de marginación, pobreza, enfermedad, malnutrición, desposeimiento, explotación, tráfico, migración forzada, genocidio y, en algunos casos, incluso eugenesia.

El pueblo sami, del norte de Europa, ha estado históricamente oprimido por el Estado, del que formaban parte las iglesias de la región. Los samis fueron sometidos a la eugenesia y aún hoy, hay restos humanos de samis que forman parte de colecciones de museos e instituciones. La iglesia participó en la colonización que derivó en la pérdida de las tierras sami y también en una amplia explotación. La ideología del colonialismo verde, que se materializa en la construcción de parques eólicos o vías férreas, socava la vida tradicional y espiritual de los sami.

En América del Norte, las trágicas experiencias de los niños indígenas en los internados han demostrado cómo el racismo permitió que, incluso las iglesias y las personas que creían hacer el bien, trataran de borrar las identidades tradicionales y rehacer a los niños indígenas a la imagen de quienes los desposeían.

Las poblaciones indígenas de Asia comparten una experiencia histórica similar de asesinatos, desposeimiento de sus tierras, epidemias, desplazamientos y marginación como consecuencia de la intrusión de colonos extranjeros. A esto le siguieron, en muchos casos, enfrentamientos violentos entre los primeros pueblos asiáticos y las sociedades colonizadoras. En la actualidad, la mayoría de estas comunidades indígenas viven en tierras altas y en otras regiones alejadas de las fértiles llanuras agrícolas, que antaño fueron el centro de las grandes civilizaciones del continente.

En Australia y Aotearoa-Nueva Zelanda, los pueblos indígenas de estas tierras también fueron desplazados por los colonos europeos, y aun hoy luchan por el reconocimiento, los derechos sobre la tierra y la autodeterminación. En la vecina región del Pacífico, la histórica marginación y explotación de los pueblos indígenas se ve agravada por la pérdida de sus hogares en las islas debido a la subida del nivel del mar, mientras el mundo sigue debatiendo la cuestión del cambio climático. Esta situación se ve agravada por las industrias extractivas y de la colonización azul, que socavan el entramado mismo de las culturas, espiritualidades e identidades del Pasifika.

En América Latina, hogar de muchas comunidades y cosmovisiones indígenas, las experiencias históricas de matanzas, desposeimiento de tierras, enfermedades epidémicas, desplazamientos y marginación forman parte de la colonización. Estas comunidades siguen siendo víctimas del maltrato a través de la violencia directa, política y estructural. Se enfrentan a la discriminación y a la violación de los derechos humanos, así como a limitaciones en el acceso a la tierra, el agua y la justicia. La región ha sido testigo de recurrentes asesinatos de activistas de los derechos humanos y del medio ambiente, y nuestro pueblo se enfrenta al genocidio indígena por parte de los grandes agricultores y empresas mineras. Esta es una experiencia compartida con las comunidades de Papúa Occidental, Maohi Nui y Kanaky, que siguen luchando por la autodeterminación.

En África, las comunidades indígenas se enfrentan a muchos obstáculos, como la marginación, la pobreza, el analfabetismo, el VIH/SIDA, pero también al no reconocimiento por parte de los gobiernos y de otros grupos étnicos. Quienes se involucran en el activismo para luchar por su reconocimiento, su tierra, su lengua y su cultura suelen ser víctimas de intimidaciones, detenciones e incluso asesinatos.

Los pueblos indígenas están “especialmente preocupados por el creciente nexo entre la economía neoliberal, la política de derechas y los regímenes autoritarios y sus nuevos mecanismos para silenciar y reprimir la disidencia y las aspiraciones de justicia y derechos de las comunidades marginadas en muchos lugares del mundo. Por ello, nuestras afirmaciones de amor, reconciliación y unidad deben implicar la adopción de posturas críticas contra esos elementos que generan injusticias en el ámbito local y mundial, aunque ello ponga en riesgo las posiciones de poder y privilegio de algunos de nosotros’. (Ibíd.)

La comprensión común de los pueblos indígenas de la realidad y de la dinámica interdependientes e interconectadas de la vida los lleva a afirmar que una “reconciliación que no incluya a toda la creación de Dios es incompleta y superficial.  Una conciencia holística de la vida anima y nutre el respeto mutuo y la responsabilidad, y nos permite ser humildes, justos y compasivos. Buscar la reconciliación es una decisión espiritual y moral. Se trata de restablecer la justicia, decir la verdad, arrepentirse y perdonar. Es un camino continuo que revela la presencia y los propósitos de Dios en toda su creación. No es un camino fácil, puesto que exige un discipulado costoso (Mateo 19:21; Marcos 8:34-35, Lucas 9:23). (Ibíd.)

“La reconciliación no solo consiste en restaurar las relaciones humanas quebrantadas, sino también la relación quebrantada de la humanidad con la creación. El amor de Dios no se limita al mundo humano, y la vida no tiene futuro si no buscamos la reconciliación con la Tierra. Somos los pueblos de la Tierra, e interpelamos a todas las personas a encontrar en ella nuestra identidad común”. (Ibíd.)

Sin embargo, las jerarquías y las relaciones de poder, tanto en la iglesia como en la sociedad en general, obstaculizan estos objetivos.  “Recordamos a la Iglesia la unidad tal y como se ilustró en el día de Pentecostés, no por el hecho de que todos los hijos de Dios hablasen la misma lengua, sino por el hecho de que que todas las personas pudieran ser comprendidas y honradas en su propia lengua materna”. (Ibíd.)

No puede haber reconciliación sin comprender la verdad de la violencia espiritual que han padecido los pueblos indígenas y sin una labor considerable de sanación. Los pueblos indígenas están en su propio camino de sanación para recuperar las identidades que Dios les ha dado. La situación es difícil en todo el mundo y, en algunos lugares, es casi imposible.

Reconocemos con gratitud los lugares donde se han iniciado procesos de reconciliación y donde las iglesias han pedido disculpas a los pueblos indígenas por el daño infligido. Los aprendizajes de estos procesos deben ser compartidos con las iglesias miembros del Consejo Mundial de Iglesias, para fomentar nuevos procesos de reconciliación.

Tal como destaca el mensaje de la Preasamblea de los Pueblos Indígenas de 2022, las iglesias “deben buscar la reconciliación con los pueblos indígenas de todo el mundo. Deben afrontar y abordar la violencia espiritual que han cometido en nombre del amor de Cristo, y en la búsqueda de una unidad que niega las diversas identidades que Dios otorgó a los pueblos indígenas, incluidas sus identidades espirituales. La iglesia, en sus numerosos contextos mundiales, necesita establecer procesos para escuchar la verdad sobre el daño que han hecho, arrepentirse de sus pecados, expiarlos y cambiar su comportamiento. Y, como parte de esos procesos, realizar un profundo análisis de lo que significa dar testimonio del amor de Cristo. Los pueblos indígenas tienen mucho que enseñar a la iglesia en ese sentido”.

La historia del CMI en las cuestiones relacionadas con los pueblos indígenas:

https://archived.oikoumene.org/en/resources/documents/wcc-programmes/unity-mission-evangelism-and-spirituality/just-and-inclusive-communities/indigenous-people/walking-together-towards-tomorrow/ (en inglés)

Declaración del Comité Ejecutivo de 2012:

https://www.oikoumene.org/resources/documents/statement-on-the-doctrine-of-discovery-and-its-enduring-impact-on-indigenous-peoples (en inglés)

10ª Asamblea del CMI: Nota sobre los pueblos indígenas

https://www.oikoumene.org/es/resources/documents/minute-on-indigenous-peoples

Resolución sobre el resultado de la Conferencia de los Pueblos Indígenas sobre Procesos de Reconciliación y Pueblos Indígenas, Comité Comité de 2016:

https://www.oikoumene.org/es/resources/documents/resolution-on-outcome-of-the-indigenous-peoples-conference-on-reconciliation-processes-and-indigenous-peoples