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Navajo water

Batahnii Wilson of Navajo Nations in action, providing clean water to his community.

Fotografía:

Texto:

Isaías 1:17 (Aprendan a hacer el bien, busquen el derecho, reprendan al opresor).

Salmos 104:10-18

Reflexión

Durante el tiempo que he trabajado con Creation Justice Ministries, he tenido el privilegio de aprender de activistas del agua de todo Estados Unidos que buscan proteger el don sagrado de Dios que es el agua. Uno de esos defensores con los que me he entrevistado recientemente es Bitahnii Wayne Wilson, miembro de la Nación Navajo que presta ayuda humanitaria mutua en toda la Nación Navajo y fuera de ella. Su labor va dirigida a las personas a las que se les ha negado el acceso al agua potable en las naciones Pueblo, Leguna, Navajo y Hopi, así como en otras áreas del suroeste de Estados Unidos.

 La Nación Navajo se ha hecho tristemente famosa en todo el mundo por estar entre las poblaciones más afectadas por la pandemia de COVID-19 en los Estados Unidos debido a la escasez de agua limpia en su reserva, que hace imposible adoptar la precaución de lavarse las manos con frecuencia. En parte, esta escasez de agua se debe a la falta de infraestructuras para suministrar agua en su vasta reserva. Por otra parte, es el resultado de los peligrosos niveles de contaminación de las aguas subterráneas causados por la minería de uranio y la fracturación hidráulica. No obstante, sea cual sea la causa, la escasez de agua potable en la era de la COVID-19 es mortal.

 Bitahnii Wayne Wilson ha sido un defensor del agua limpia desde que era joven. Creció en la reserva de la comunidad navajo durante el apogeo de la minería de uranio en la zona. La minería había contaminado los manantiales, así como los arroyos y charcas en los que jugaba de pequeño. En un momento dado, los suelos contaminados de esos arroyos cerca de Gallup, Nuevo México, le causaron dolorosas llagas en los pies. Después de que no lograran curarlo en el hospital, intervino un curandero local, que pudo finalmente curar sus llagas.

Aunque ya hace décadas que la extracción de uranio ha cesado en su zona, algunas minas han sido restituidas y regeneradas y otras, no. Estas minas, junto con las operaciones de fracturación (fracturación de formaciones productoras de petróleo y gas con explosivos y agua mezclada con sustancias químicas) de la zona, provocan el filtrado de sustancias químicas tóxicas a los manantiales locales que se utilizan para obtener agua potable. Por ello, la contaminación de las aguas subterráneas y los manantiales en territorio navajo continúa hasta hoy. Bitahnii Wayne Wilson y los pueblos indígenas de toda esta región siguen resistiéndose a que se prosigan estas actividades de minería y fracturación hidráulica que les privan del agua limpia de la que la mayoría de los estadounidenses esperan disponer y disponen.

Hace apenas dos años, Bitahnii Wayne Wilson recibió una formación sobre gestión comunitaria tras catástrofes naturales o provocadas por el hombre. Poco después de recibir esta formación, llegó la COVID-19, con el consecuente aumento drástico de la necesidad de agua para una higiene adecuada. La escasez de agua potable estaba matando literalmente a un enorme número de navajos, especialmente a los ancianos. Entonces, Bitahnii Wayne Wilson utilizó su formación en materia de gestión de catástrofes para crear un plan de distribución de agua y asistencia mutua en su zona, que dio impulso a un proyecto que actualmente realiza el reparto de agua, alimentos y equipos de protección personal en las reservas del suroeste en las que no hay acceso al agua.

Al describir su labor, Bitahnii Wayne Wilson afirmó: “El agua tiene un espíritu y, cuando se empiezan a mezclar productos químicos con ella, se mata ese espíritu. En la tradición navajo, el agua recoge las oraciones de las personas, pero solo cuando es agua viva con su espíritu todavía presente, no tras haber sido contaminada con productos químicos. Así pues, la contaminación del agua no es solo una crisis medioambiental, sino también espiritual”.

Bitahnii Wayne Wilson y su equipo realizan una increíble labor. Sin embargo, no deberíamos vivir en un mundo en el que a grupos de personas se les niega sistemáticamente el acceso al agua potable, que es el milagro vivificante de Dios. Esta historia de escasez de agua limpia y accesible en territorio navajo no es la única. Desde las cumbres de los Apalaches hasta la ciudad de Flint (Michigan), las personas y las comunidades de color luchan por el acceso al agua potable.

El agua es sagrada y es necesario cuidarla. Si usted, como yo, ha tenido el privilegio de tener acceso a agua limpia, agradézcalo, pero no se detenga ahí: apoye a los que proveen asistencia mutua como Bitahnii Wayne Wilson y abogue por un acceso equitativo al agua potable. Si se opondrían a la contaminación de su propia fuente de agua local, aquellos que buscan seguir a Jesús deben dar el paso, a semejanza de Cristo, de trabajar para garantizar que todas las personas tengan acceso a agua limpia y que nadie sea excluido del don de Dios del agua que da la vida, para no dejar a nadie atrás.

Preguntas:

  1. ¿Cómo influye su fe en su relación con el agua?
  2. ¿Cómo pueden usted y su comunidad religiosa ser defensores de la justicia del agua?
  3. ¿Se imagina cómo sería no tener acceso a agua potable en tiempos de COVID-19? ¿Qué puede hacer para garantizar el acceso al agua de las personas vulnerables?

Iniciativas:

  1. Realice un análisis del agua y averigüe su procedencia.
  2. ¿Sabe en qué cuenca hidrográfica vive? Infórmese y conozca las amenazas para la salud en su cuenca hidrográfica.
  3. Manifiéstese contra las prácticas insostenibles, como la fracturación hidráulica.

Recursos:

  1. Campaña de ayuda de K'he Native Action Covid Más información sobre la labor de Bitahnii Wayne Wilson para inspirar maneras en las que puede actuar usted mismo/a.
  2. El agua, el agua bendita: un recurso educativo de Creation Justice Ministries

* Annika Harley es coordinadora adjunta de programas y políticas de Creation Justice Ministries, donde trabaja en temas como el acceso al agua potable, la transición justa y el liderazgo de la juventud. Vive en la cuenca hidrográfica del Anacostia, en Washington D.C.