Texto:

Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara.

Génesis 2:15

Reflexión:

La realidad del agua en Brasil

Durante los últimos diez años he dedicado mi atención a los efectos del cambio climático en la vida de las personas, especialmente en la de los más pobres.[1] La realidad está evidenciando que los mayores sufrimientos han sido provocados por problemas relacionados con el agua. O llueve demasiado, y las inundaciones y huracanes afectan la vida de las familias que residen en lugares poco o nada seguros; o hay sequía, agravando las condiciones de vida en las regiones semiáridas, como es el caso del bioma Caatinga en Brasil. Sin embargo, en los últimos años, ha llovido menos en diversas regiones y ciudades como São Paulo y Brasília, donde se ha experimentado con el racionamiento de agua durante largos periodos.

Según datos recientemente publicados, 55 millones de brasileños han sufrido las consecuencias de eventos climáticos en los últimos cuatro años[2], con certeza agravados por los cambios climáticos globales y también por el aumento de la temperatura notado en todas las regiones del país. Como sabemos, todos los elementos necesarios para la vida de los seres vivos y de la Tierra constituyen una unidad compleja, en la que todos dependen los unos de los otros. El agua es uno de esos elementos esenciales de la vida. La crisis hídrica revela que las interferencias humanas en el planeta han cambiado los ciclos del agua, precisamente porque todo está interconectado. El agua no desaparece, sin embargo, ya no está presente en todas las regiones en los tiempos determinados por la Madre Tierra en su largo proceso de creación.

Veamos un ejemplo. La formación de las lluvias en las regiones centro-oeste y sudeste de Brasil, e incluso en toda América del Sur, depende fundamentalmente de la humedad generada en el Amazonas. Sobre este bioma se forman verdaderos "ríos aéreos"[3] que llegan a tener más cantidad de agua en forma gaseosa que el agua líquida del gran río Amazonas. Esto se debe a que la selva amazónica produce y libera en la atmósfera gran cantidad de humedad, y esa humedad se suma a la que el mismo bosque atrae del Océano Atlántico. La parte de esos ríos aéreos que no regresa a la selva en forma de lluvias se la llevan los vientos hacia el Océano Pacífico. Al encontrarse con los altos picos de la Cordillera de los Andes, el viento hace literalmente una curva y se dirige hacia el centro del continente, llevando humedad y lluvias hacia regiones que están en latitudes normalmente caracterizadas como desérticas.

Por otro lado, el bioma Cerrado, ubicado en la meseta central de Brasil, fue constituido por la Tierra con un suelo, una vegetación y un clima que lo hizo abastecedor de los grandes acuíferos: el Guaraní, el Bambui y el Urucuia. De estos acuíferos brota -o no- el agua que forma nacientes, arroyos y ríos que mantienen vivo el suelo y garantizan agua dulce para todos los seres vivos y para diferentes usos. Debido a que el Cerrado ha sido prácticamente deforestado en su totalidad y su suelo ha sido súper explotado por el sistema de agro-negocios de exportación, en la actualidad los acuíferos tienen menos agua, y eso representa menos agua para la propia región central y amenazas para los ríos que van en dirección norte, nordeste, oeste, sudeste y sur. [4]

El principal ciclo del agua de Brasil depende del Atlántico, de la Amazonia y del Cerrado. Considerando que la Amazonia cuenta con un área deforestada de tres veces la extensión del estado de São Paulo, se ha disminuido la producción de humedad y de los “ríos aéreos”, causando sequías en la propia región, una disminución de lluvias en el Cerrado y, por consiguiente, una generalizada crisis hídrica.

Y Dios dijo: ¡cuiden del agua!

El agua, como dice San Francisco, es muy útil y humilde, preciosa y casta.[5] Su humildad se expresa también en el hecho de ser parcialmente visible. Los descuidados seres humanos apenas la respetan cuando corre por los ríos y está depositada en los lagos y mares; se quejan, muchas veces, cuando toma la forma de lluvia; y ni siquiera se dan cuenta que está en el suelo, en el subsuelo y en la atmósfera. De su invisibilidad depende su disponibilidad para todas las formas de vida y para los demás usos que de ella hacen los seres humanos.

Por eso, como en el poema de la Creación, conservado en el Génesis, el agua fue creada casi al inicio del proceso que culmina con la existencia de la mujer y del hombre. Como no consta de forma explícita en los mandatos dados por Dios a los hombres[6], la relación con el agua ha sido más de uso descuidado que del cuidado amoroso que merece lo que es vivo y fuente de vida, fuente y condición permanente de la vida humana. En los últimos siglos, con el avance y dominio de la concepción capitalista de la vida, el agua, como todo, ha sido reducida a cosa, a mercancía. Como el progreso pasó a expresarse en el crecimiento sin fin de la producción y del consumo, para reproducir y concentrar riqueza privatizada, el agua es uno de los bienes de la Creación que grita en nombre de la Madre Tierra:

“¡Yo, ustedes y todos los seres de la Tierra y del Universo somos creados, somos finitos, y dependemos de todos los demás bienes de la Creación para mantenernos vivos y ser fuentes de vida!” - Laudato Sí

El Papa Francisco insiste que es urgente que la humanidad oiga y tome en serio la voz de los pobres y de la Tierra[7]. No se puede continuar en el equívoco de separar la crisis ecológica de la crisis social. Sólo hay una crisis, y es socioambiental, provocada por los mismos procesos históricos y por los mismos agentes de una civilización centrada en la adoración al ídolo del dinero, la riqueza y el poder. En tal medida, se trata de una crisis global que sólo será superada con cambios profundos y estructurales.

La perspectiva del nuevo cielo y nueva tierra[8], presentada en el Apocalipsis para mantener la esperanza de los perseguidos por el Imperio Romano, en la actualidad necesita ser asumida como fuente de esperanza para todas las personas que perciben la necesidad histórica de ir construyendo una civilización post-capitalista. En esta dirección, la propuesta del Buen Vivir[9], nacida de la larga tradición de los pueblos cuidadores de la Pachamama, la Madre Tierra, se presenta como la posibilidad de soñar con otros mundos, otras formas de producir lo que realmente la humanidad necesita para ser feliz, otras formas de convivir de manera amorosa y armoniosa con los biomas[10], que son cunas y fuentes de vida creadas por Dios y la Tierra, confiadas gratuitamente a los hombres y mujeres, seres que son tierra con soplo divino.[11] Uno de los bienes que exige un cuidado especial es el Agua, que existe en la forma gaseosa, líquida y sólida, en los continentes, en los mares, en el subsuelo y en la atmósfera. Sin agua no hay vida. El agua es y necesita ser cuidada como un bien de toda la comunidad de seres vivos, de todo lo que constituye la Tierra.

Preguntas:

1. ¿Quién es responsable de los desastres socioambientales relacionados con el agua?

2. ¿Qué podemos y debemos hacer para cuidar del agua y construir sociedades de Buen Vivir?

 


[1] Colaboración en la elaboración del libro Profecia da Terra – Mudanças Climáticas provocadas pelo Aquecimento Global, publicado por la editorial CNBB en 2009.

[2] http://sustentabilidade.estadao.com.br/noticias/geral,em-quatro-anos-secas-e-inundacoes-afetam-55-7-milhoes-de-brasileiros,70002103645

[3] http://riosvoadores.com.br/o-projeto/fenomeno-dos-rios-voadores/

[4] http://www.portalraizes.com/o-cerrado-acabou-entrevista-com-altair-sales-barbosa/

[5] http://www.franciscanos.org.br/?page_id=3124

[6] Gn 2:15

[7] Por ejemplo, Laudato Sí, 49.

[8] Ap 21:1

[9] Alberto Acosta. O Bem Viver – uma oportunidade para imaginar outros mundos. São Paulo: Ed. Elefante, 2016.

[10] Ivo Poletto. Biomas do Brasil – da exploração à convivência. Ed. Digital gratuita, disponible en https://www.conic.org.br/portal/noticias/2191-baixe-o-livro-biomas-do-brasil-da-exploracao-a-convivencia

[11] Gn 2:7