Introducción

Todos recordamos el mes de marzo de 2020. La pandemia de la COVID-19 se extendió por todo el planeta y todo el mundo entró en régimen de confinamiento.  El Comité Central debía reunirse en Ginebra en marzo de 2020. Solo ahora ha vuelto a ser posible reunirse de manera presencial.

En los últimos dos años, hemos experimentado cosas que nunca imaginamos que podrían suceder.  El Comité Ejecutivo se reúne normalmente dos veces al año. Desde marzo de 2020, el Comité Ejecutivo se ha reunido 11 veces: 9 en línea y dos de manera presencial. El Comité Central, que se reúne cada dos años, se ha reunido dos veces en línea y una de manera presencial en doce meses. A través de los informes de rendición de cuentas, ustedes han podido ver cómo se ha adaptado nuestra labor programática y cómo se ha logrado seguir adelante durante la pandemia.

El CMI sigue siendo una vibrante comunidad de iglesias que trabaja con consejos, comuniones, ministerios especializados e iglesias hermanas para responder a los desafíos de nuestros tiempos. Quiero dar las gracias a los dirigentes del Comité Central, a los miembros del Comité Ejecutivo, a ustedes, los miembros del Comité Central; a nuestros asociados ecuménicos y a todo el personal por su enorme dedicación y por su compromiso con el Consejo Mundial de Iglesias. Sin ustedes, no estaríamos hoy aquí para completar las cuestiones que le fueron encomendadas al Comité Central elegido en la Asamblea de Busan de 2013.

En mi informe, quiero compartir algunos de los momentos dolorosos, algunos de los momentos de alegría y algunos signos de esperanza que veo en este camino juntos hacia la 11ª Asamblea, inspirados por el amor de Cristo por un mundo necesitado de reconciliación y unidad.

Visitando las heridas

Desde la última Asamblea, la comunidad ha avanzado unida en una peregrinación de justicia y paz. En este camino, hemos visitado muchas heridas en muchos lugares del mundo. Hemos visto el sufrimiento y el dolor de las personas y de la creación. Han estallado guerras y conflictos en diferentes lugares del mundo, trayendo consigo pérdida de vidas, destrucción, hambre, desplazamiento de poblaciones y refugiados. Todas estas situaciones han sido motivo de gran preocupación para la comunidad del CMI, y hemos hecho todo lo posible para responder a las mismas y afirmar la solidaridad con las personas que sufren y con nuestras iglesias miembros. 

a) La guerra en Ucrania. Cuando el Comité Central se reunió en línea en febrero, el conflicto en Ucrania aún no había estallado. Dado que esta guerra tiene lugar en Europa, donde se celebrará nuestra Asamblea este año, y que tiene implicaciones mundiales debido a la amenaza nuclear y a la crisis alimentaria que afecta a la población de muchos lugares del mundo, merece una reflexión más amplia en este informe. 

Desde el principio, el CMI condenó la guerra, pidió el cese inmediato de los enfrentamientos armados, el respeto de las leyes internacionales y la soberanía de Ucrania, e hizo un llamado para que se pusiera fin de inmediato a los ataques indiscriminados con un impacto cada vez mayor sobre la población civil. El CMI estuvo en el punto de mira de los medios de comunicación desde el primer día de la guerra, y hasta ahora, más de 5000 artículos han mencionado el papel del CMI.

La respuesta del CMI ha sido consistente a la hora de:

  • denunciar la violencia como solución al conflicto;
  • pedir la protección de las personas inocentes y vulnerables;
  • mantener el contacto y el diálogo con las iglesias de Rusia y Ucrania;
  • facilitar la participación de las iglesias de los países vecinos en una mesa redonda;
  • abogar por la ayuda humanitaria con expresiones visibles de acompañamiento en Ucrania, Hungría, Rumanía y Rusia.

En todo momento, he orado para que el CMI pueda ser un espacio de diálogo, de escucha y de atención mutua, y de paz y reconciliación justas. Constituimos y debemos seguir constituyendo alternativas a las soluciones geopolíticas que tienden a profundizar las divisiones hoy en día.

Durante este tiempo, hemos recibido cartas y mensajes individuales en los que se nos pide que “expulsemos” a la Iglesia Ortodoxa Rusa de la comunidad del CMI. En consulta con la dirección del Comité Central, respondí a tales peticiones basándome en los momentos de la historia del Consejo en los que nuestra comunidad se ha enfrentado a situaciones y casos similares. La conclusión fue clara en todos los casos: El CMI fue creado como una plataforma abierta para el diálogo y el encuentro, para debatir e interpelarnos unos a otros en el camino hacia la unidad. El CMI nunca ha excluido a nadie; los únicos casos que se han dado han sido por motivos teológicos fundamentales o porque la iglesia decidiera separarse ella misma. Este fue el caso incluso de la Iglesia Reformada Neerlandesa de Sudáfrica, que apoyó y defendió teológicamente el apartheid. Esto generó debates sustantivos y condenas por parte de otras iglesias miembros del CMI. Al final, fue la propia iglesia la que se “excluyó” del CMI, ya que tenía el sentimiento de que ya no pertenecía al mismo, pero no fue el CMI el que suspendió o excluyó a esta iglesia.

Como secretario general en funciones del CMI, y como para muchos otros en mi posición, esta situación es especialmente difícil para mí. Por otra parte, también me resulta difícil como sacerdote ortodoxo, ya que soy consciente de que, tanto en Rusia como en Ucrania, las iglesias ortodoxas cuentan con un gran número de fieles. Todos nos sentimos desesperados, enfadados, frustrados, decepcionados y, humana y emocionalmente, tendemos a tomar decisiones radicales inmediatas. 

Sin embargo, como seguidores de Cristo, se nos ha encomendado el ministerio de la reconciliación, y el tema de la 11ª Asamblea del CMI nos recuerda a todos que el amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad. Sería muy fácil utilizar el lenguaje de los políticos, pero estamos llamados a utilizar el lenguaje de la fe, de nuestra fe. Es fácil excluir, excomulgar y demonizar, pero estamos llamados, como CMI, a funcionar como una plataforma libre y segura de encuentro y de diálogo, para reunirnos y escucharnos unos a otros, incluso cuando no estamos de acuerdo. Este ha sido siempre el camino que ha seguido el CMI. Creo en el poder del diálogo en el proceso hacia la reconciliación. La paz impuesta no es paz; una paz duradera tiene que ser una paz justa. La guerra no puede ser justa ni santa; matar siempre es matar, y debe evitarse mediante el diálogo y las negociaciones.

Durante este tiempo, he podido admirar la sabiduría de nuestros predecesores. Visser 't Hooft realizó grandes esfuerzos para incorporar a las iglesias del bloque soviético al CMI, a pesar de su “apoyo” a la abominable ideología comunista y a los regímenes totalitarios. Se les pidió a estas iglesias que se unieran a nuestra comunidad internacional, y ha sido algo muy favorable para las iglesias que vivieron bajo esa opresión.

Concluyo con mi reflexión personal: en el tiempo que me queda hasta el final de este mandato como secretario general en funciones que ustedes me han confiado, no dejaré de pronunciarme contra toda agresión, invasión o guerra; seguiré siendo profético, pero haré todo lo posible para que el CMI siga siendo lo que debe ser y para mantener abierta la mesa de diálogo, porque, si excluimos a aquellos que no nos gustan o con los que no estamos de acuerdo, ¿con quién vamos a dialogar? ¿Cómo vamos a avanzar hacia la reconciliación y la paz justa y duradera?

b) Visita a nuestras iglesias miembros en Siria: Cuando el Comité Central se reunió en febrero, anuncié que teníamos previsto visitar las iglesias de Siria. Esta visita aún no se ha llevado a cabo, pero sigue siendo prioritario visitar las iglesias de Siria antes de nuestra reunión en Karlsruhe.

Junto con la moderadora, logramos reunirnos con los representantes de las iglesias de Siria que asistieron a una consulta en el Instituto Ecuménico de Bossey en el mes de abril. Acordamos que el programa del CMI para Siria continúe con la plena participación de las iglesias de Siria, escuchando sus preocupaciones y expectativas, planificando y trabajando juntos.

3)Visita a Tierra Santa. También está previsto que la visita a Tierra Santa tenga lugar antes de la Asamblea. Nuestra oficina reestructurada en Jerusalén está funcionando bien, y seguimos recibiendo muchos signos de esperanza como resultado del trabajo y la presencia de nuestro personal allí. Sin embargo, sigue habiendo muchos desafíos y dificultades, y hemos realizado grandes esfuerzos para responder a ellos e intensificar nuestra labor de promoción y defensa.  Al mismo tiempo, intentamos mantener un enfoque equilibrado, hablar desde un punto de vista equitativo y denunciar cualquier violación de los derechos humanos y la dignidad, ya sea para los palestinos o los israelíes. Nuestra relación con el Comité Judío Internacional de Consultas Interreligiosas (IJCIC) y el Congreso Judío Mundial ha avanzado mucho.  Aunque a menudo tenemos puntos de vista diferentes sobre situaciones o acontecimientos concretos, mantenemos un diálogo sincero, amistoso y abierto.

Sin embargo, en nuestra preparación para la Asamblea, nos enfrentamos a otros desafíos cada vez mayores. Como ya ocurriera en el pasado, algunos grupos conocidos, especialmente en Alemania, han empezado a hablar en contra de nosotros y a presentar al CMI una vez más como una organización antisemita. Al mismo tiempo, desde el lado palestino, se nos cuestiona por ser indulgentes y no ser lo suficientemente contundentes a la hora de denunciar y condenar las violaciones de los derechos humanos. Además, basándonos en el reciente informe de Amnistía Internacional, hemos recibido cartas, peticiones y propuestas de algunos de nuestros miembros del CMI en Occidente para cambiar la política del CMI en la Asamblea de Karlsruhe y denunciar a Israel como un Estado de apartheid por su trato a los palestinos. Todas estas cuestiones son complejas y sensibles, y tienen profundas implicaciones.

Siendo ante todo una comunidad de iglesias, nuestro deseo es visitar, conocer y escuchar las voces y opiniones de nuestras iglesias miembros y de nuestros hermanos cristianos en Tierra Santa. Incluso el programa del CMI que todavía sigue en funcionamiento allí se inició a petición de nuestras iglesias miembros. Sus puntos de vista y opiniones son fundamentales, ya que son los que mejor conocen lo que es mejor y más adecuado para ellos, para su trabajo y para su supervivencia en su situación concreta. Trasladaré sus voces y sus puntos de vista a la Asamblea.

Celebrando los dones

En nuestra peregrinación de justicia y paz, hemos celebrado los dones descubiertos a través de la solidaridad y el compartir; los dones de la fe, la esperanza y el amor; los dones de la compasión y la unión; los dones del testimonio común ante los desafíos del mundo como discípulos de Cristo.

La Asamblea está a la vuelta de la esquina, y casi el 90% de las iglesias miembros estarán presentes. Será una gran celebración de la fe, una reunión de las iglesias y un signo significativo para el mundo.

En nuestro camino a Karlsruhe, hemos experimentado muchos desafíos, y sin duda, quedan más por llegar. Esta será una Asamblea de resiliencia. Seguimos planificando y examinando nuestras actividades para que respondan a todo lo que está ocurriendo en el mundo y en la vida de las iglesias. Durante estos dos años, hemos realizado el seguimiento del impacto de la pandemia. Nuestra reunión en Ginebra es una señal concreta de que la pandemia ya no se interpone en nuestro camino, pero la precaución sigue siendo necesaria.

Aunque la pandemia ha provocado muchos retrasos en nuestras actividades, también ha revelado nuevas posibilidades, como la preparación en línea. Junto con muchos de ustedes, hemos organizado una serie de reuniones preparatorias regionales, subregionales y nacionales en línea con los delegados y otros participantes, y todavía se celebrarán algunas más.

La Preasamblea de los ministerios especializados celebrada en marzo afirmó con rotundidad que el “compromiso con la unidad y el compartir no podía limitarse a la vida de las iglesias y su bienestar. Es una llamada a servir en el mundo, participando en la misión de Dios de sanación y reconciliación,  y a traer signos de esperanza, anunciando con palabras y hechos el reino de Dios, la justicia y la paz de Dios”.

El mes pasado se celebró en Chipre la Preasamblea interortodoxa. Fue un encuentro histórico con más de cincuenta participantes de las familias ortodoxas bizantinas y orientales. A pesar de las divisiones y tensiones en el seno de las dos familias de iglesias, todos participaron en un espíritu de diálogo, amor y comunión. Todos oraron juntos y participaron activamente en los debates y en la redacción del comunicado y del informe finales. De cara a la Asamblea, las contribuciones teológicas son un recurso importante para todos nosotros.

Se prestó especial atención al debate de temas sensibles que pueden requerir una contribución ortodoxa clara y articulada en la Asamblea, como el tema de Israel y Palestina, la sexualidad humana y la guerra en Ucrania. Se organizó una audiencia especial con la delegación de la Iglesia Ortodoxa Rusa en la que tuvieron lugar debates sinceros, honestos y abiertos. El comunicado final, que condena la guerra y la violencia y pide la paz y la reconciliación, fue acordado por consenso.

Nuestro trabajo previo a la Asamblea continúa con la celebración reuniones en línea. También esperamos con interés las Preasambleas que tendrán lugar en Karlsruhe. La reunión ecuménica de jóvenes reforzará la participación de los jóvenes en el movimiento ecuménico. Las preasambleas reforzarán nuestro compromiso con una comunidad justa de mujeres y de hombres, nuestra defensa e inclusión de las personas con discapacidad, y nuestro aprendizaje de los pueblos indígenas y solidaridad con los mismos.  

El enfoque de la Asamblea en el amor, la compasión, la reconciliación, la sanación y la unidad en el contexto de una pandemia y una guerra mundiales marcará esta Asamblea de Karlsruhe y la inscribirá en la historia del CMI. 

Transformar las injusticias

Nuestra peregrinación está arraigada en la visión del reino de  justicia y paz de Dios; una visión de metanoia en la que las espadas se convierten en rejas de arado; una visión de plenitud de vida para todos en la que nadie se quede atrás; una visión de transformación de las injusticias con justicia, paz, reconciliación y unidad.

Nuestra peregrinación no ha terminado. Nuestro trabajo no ha terminado. La peregrinación de justicia y paz se ha convertido en una expresión tangible y dinámica de una comunidad comprometida a avanzar unida en un camino común de fe. Las visitas de los equipos de la peregrinación han sido una metodología eficaz para el encuentro y la motivación mutuos, haciendo más visibles las preocupaciones y experiencias de las iglesias.

El Comité Ejecutivo encargó una evaluación del programa previa a la Asamblea para facilitar su comprensión de cómo la peregrinación de justicia y paz ha contribuido a fortalecer la comunidad en los últimos nueve años. El equipo de evaluación incluía miembros del Comité Central y asesores. Su informe se completó la semana pasada y se remitirá a la Asamblea. Muchos de ustedes han respondido a la encuesta realizada por el equipo de evaluación, ofreciendo comentarios y sugerencias muy esclarecedores.

La evaluación ha arrojado datos suficientes para recomendar “continuar con la peregrinación como expresión del compromiso con la unidad cristiana visible, arraigada en los valores del Evangelio y utilizando el testimonio común de las iglesias en favor de la justicia, la paz, la reconciliación y la unidad”. La evaluación afirma que el plan estratégico del CMI, adoptado por el Comité Central en 2014 y revisado en 2018, ayudó a promover un enfoque integrado de nuestro trabajo y que, a lo largo de los años, la labor del CMI ha contribuido a un cambio transformador.

Y, lo que es más importante, la evaluación incluye ideas para fortalecer la comunidad, señalando la necesidad de estar más atentos a las preocupaciones de las iglesias. Nos apela a estar más arraigados en nuestro entendimiento y visión comunes para profundizar los lazos entre las iglesias. Recomienda reforzar nuestro compromiso regional en colaboración con los asociados ecuménicos pertinentes. Afirma la necesidad de transmitir la importancia de las actividades del CMI, y no simplemente hacer más visible al CMI como institución. Basándose en la experiencia de la pandemia, recomienda continuar con nuestra adaptación digital como manera de reunir a la comunidad, llevar a cabo las actividades de los programas y abordar cuestiones de justicia relacionadas con las nuevas tecnologías de la comunicación.

En estos momentos en los que comienzo a preparar mi informe para la Asamblea, yo también estoy convencido de que debemos seguir afirmando nuestro camino ecuménico común como una peregrinación. Somos un movimiento, no una institución estática, y la imagen de la peregrinación es la que mejor refleja nuestra identidad. Además, el concepto en sí mismo tiene sólidas bases bíblicas y patrísticas. Los primeros cristianos fueron llamados “hombres y mujeres del Camino” (Hechos 9:2). En las fuentes cristianas primitivas, los cristianos eran llamados “los que caminan juntos” (syn-odoi), mientras que, para San Juan Crisóstomo, incluso la Iglesia era llamada syn-odos. Aunque fue cuestionado e incluso impugnado cuando se eligió, hoy podemos ver que el tema de la Asamblea ha sido providencial. ¿Qué otra cosa podría ser más oportuna que la búsqueda de la reconciliación y la unidad? Una peregrinación de reconciliación y unidad podría ser una importante guía y dirección para el futuro. Dado que la reconciliación y la unidad no pueden lograrse sin la afirmación de la justicia y la paz, podría ser un tema general para el periodo posterior a Karlsruhe.

Conclusión

Para terminar, quiero expresar de nuevo mi gratitud por su dedicación a nuestra comunidad. También quiero agradecerles sus oraciones, su apoyo y su confianza en mí como secretario general en funciones. Es un honor para mí y para todo el personal del CMI ponernos al servicio del fortalecimiento de la comunidad de iglesias miembros para cumplir con su vocación común para la gloria del Dios Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Para todas las cuestiones para decisión que figuran en el programa de esta reunión, ruego que haya un espíritu de unión y comunidad en el que los miembros puedan hablar, escuchar, debatir y discernir la voluntad de Dios con honestidad, confiando en que Dios está transformando nuestros corazones y nuestras mentes, y guiando a las iglesias en el camino de la paz justa, la reconciliación y el amor.

Nos encontramos en un punto de inflexión en la historia, y muchos comparan la situación actual con  la de 1946/48, cuando se fundó el CMI. Tenemos que permanecer unidos por fuertes lazos de amor y compromiso, dejando como legado para el período posterior a Karlsruhe un CMI sólido y significativo.