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Con el fin de realizar un seguimiento del proceso de Globalización Alternativa para los Pueblos y la Tierra (AGAPE), que concluyó con el llamamiento AGAPE, presentado en la IX Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en Porto Alegre en 2006, el CMI inició un programa centrado en la erradicación de la pobreza, las consecuencias de la acumulación de riqueza y la protección de la integridad medioambiental, partiendo del concepto de que la pobreza, la riqueza y la ecología (PRE) están intrínsecamente relacionadas. El programa PRE entabló un diálogo continuo con los actores religiosos, económicos y políticos. Entre los participantes se encontraban líderes ecuménicos, representantes y líderes de iglesias de todo el mundo, organizaciones interreligiosas, líderes gubernamentales y organizaciones sociales que representaban una gran variedad de regiones y naciones del mundo. Los estudios y las consultas regionales tuvieron lugar en África (Dar es Salaam) en 2007, América Latina y el Caribe (Ciudad de Guatemala) en 2008, Asia-Pacífico (Chiang Mai) en 2009, Europa (Budapest) en 2010 y América del Norte (Calgary) en 2011. El programa culminó en un Foro Mundial y en la celebración de AGAPE en Bogor, Indonesia, en 2012. El llamamiento a la acción que se presenta a continuación es el resultado de un proceso de seis años de consultas y estudios regionales que vinculan pobreza, riqueza y ecología.

Preámbulo

  1. Este llamamiento a la acción se realiza en un momento de necesidad acuciante.  Los pueblos y la Tierra se encuentran en peligro debido al consumo excesivo de unos pocos y a las desigualdades crecientes, como ponen de manifiesto la pobreza persistente de muchos en contraposición con la riqueza exorbitante de unos pocos y las crisis mundiales financiera, socio-económica, ecológica y climática, que están todas interconectadas.  En este diálogo, en nuestra calidad de participantes en las consultas y estudios regionales, expresamos perspectivas divergentes, en ocasiones incluso contrapuestas.  También compartimos la creencia común de que la vida en la comunidad global, tal y como la conocemos a día de hoy, llegará a su fin si no logramos hacer frente a los pecados del egotismo, el desprecio cruel y la codicia en los que radican dichas crisis. Trasladamos este diálogo a las iglesias en forma de llamamiento a la acción con carácter urgente. Esta urgencia nace nuestra profunda esperanza y creencia en que: Una Economía de Vida no sólo es posible, sino que se está gestando, y la justicia divina está en sus mismos cimientos.

 

Afirmaciones teológicas y espirituales de vida

  1. La creencia de que Dios creó a los seres humanos como parte de una red de vida más amplia y afirmó la bondad de toda la creación (Génesis 1) se encuentra en el núcleo de la fe bíblica. Toda la comunidad de organismos vivos que crece y florece es una expresión de la voluntad de Dios y trabaja en cooperación para obtener vida de la tierra y darle vida a la tierra, para conectar una generación con la siguiente, y para sostener la abundancia y la diversidad de la casa de Dios (oikos). La economía en la casa de Dios emerge del misericordioso ofrecimiento de Dios de vida abundante para todos (Juan 10:10).  Nos sentimos inspirados por la imagen de los pueblos indígenas de «La tierra es vida» (Macliing Dulag), que reconoce que la tierra y las vidas de la gente están íntimamente ligadas en una relación de interdependencia . Por tanto, expresamos nuestra creencia de que «la vida de la creación y la vida de Dios están interconectadas» (Comisión sobre Misión Mundial y Evangelización) y que Dios sea todo en todos (1 Corintios 15:28).

 

  1. La expresión de espiritualidad cristiana, así como muchas otras, nos enseña que la «buena vida» no se halla en competir por las posesiones, acumular riquezas, fortalezas y armamento para garantizar nuestra seguridad o emplear nuestro poder para dominar a otros (Juan 3: 13-18).  Afirmamos que la «buena vida» (Sumak Kausay en la lengua quichua y el concepto de Waniambi a Tobati Engros de Papúa Occidental) está modelada por la comunión de la Trinidad en mutualidad, asociación compartida, reciprocidad, justicia y amorosa misericordia.

 

  1. El gemido de la Creación y el llanto de la gente sumida en la pobreza (Jeremías 14:2-7) nos alerta de la medida en que nuestro actual estado de emergencia social, política, económica y ecológica va en contra de la visión de Dios de vida en abundancia. Muchos de nosotros nos engañamos fácilmente pensando que los deseos humanos se encuentran en el centro del universo divino. Construimos divisiones, barreras y fronteras para distanciarnos del prójimo, de la naturaleza y de la justicia divina. Las comunidades están fragmentadas y sus relaciones rotas. Nuestra codicia y egocentrismo ponen en peligro a las personas y al planeta Tierra.

 

  1. Estamos llamados a huir de las acciones que provocan la muerte y a transformarnos en una vida nueva (metanoia). Jesús pide a la humanidad que nos arrepintamos de nuestros pecados de codicia y  egotismo, que renovemos nuestras relaciones con los demás y la creación, que restablezcamos la imagen de Dios y que comencemos una nueva forma de vida como copartícipes de la misión de Dios de afirmación de la vida. El llamamiento de los profetas vuelve a escucharse en boca de las gentes a las que nuestro sistema económico actual ha sumergido en la pobreza y de aquellas más afectadas por el cambio climático: ¡Haced justicia y haced realidad una nueva Tierra!

 

  1. Nuestra visión de la justicia está arraigada en la revelación de Dios en Jesucristo que echó a los cambistas del templo (Mateo 21:12), hizo fuertes a los débiles y débiles a los fuertes (1 Corintios 1:25-28) y redefinió las perspectivas de pobreza y riqueza (2 Corintios 8:9).  Jesús se identificó con las personas marginadas y excluidas no sólo por misericordia, sino porque sus vidas eran el testimonio de la pecaminosidad de los sistemas y estructuras. Nuestra fe nos empuja a buscar la justicia, a ser testigos de la presencia de Dios y a ser parte de las vidas y las luchas de las personas a las que las estructuras y culturas han hecho débiles y vulnerables, como mujeres, niños, personas que viven en la pobreza tanto en zonas urbanas como rurales, pueblos indígenas, comunidades oprimidas por motivo de su raza, personas con discapacidad, dalits, trabajadores inmigrantes forzados, refugiados y minorías étnicas religiosas. Jesús dice: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis.» (Mateo 25: 40).

 

  1. Debemos encarnar una «espiritualidad transformadora» (Comisión sobre Misión Mundial y Evangelización) que nos vuelva a conectar a los demás (Ubuntu y Sansaeng), nos motive para servir al bien común, nos de valentía para hacer frente a todas las formas de marginación, busque la redención de toda la Tierra, oponga resistencia a los valores destructores de vida y nos inspire para descubrir alternativas innovadoras.  Esta espiritualidad nos proporciona los medios para descubrir la gracia de estar satisfecho con lo suficiente, a la vez que compartir con cualquier necesitado (Hechos 4:35).

 

8.         Las iglesias deben asumir el reto de recordar, escuchar y prestar atención a la llamada de Cristo hoy en día: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepentíos, y creed en el evangelio!» (Marcos 1:15). Estamos llamados a transformarnos, a continuar la obra de Cristo de sanación y reconciliación y «a ser aquello para lo que se nos ha enviado: un pueblo de Dios y una comunidad en el mundo» (Pobreza, riqueza y ecología en África) Por ello, la Iglesia es el agente de Dios para la transformación. La Iglesia es una comunidad de discípulos de Jesucristo que afirma la plenitud de la vida para todos frente a cualquier negación de la vida.

 

Crisis interconectadas y urgentes

9.         Nuestra inhóspita realidad global está tan llena de muerte y destrucción que no tendremos futuro del que hablar a menos que el paradigma prevaleciente del desarrollo se transforme drásticamente, y la justicia y la sostenibilidad se conviertan en el motor impulsor de la economía, la sociedad y la Tierra. El tiempo se agota.

 

10.       Reparamos en la interconexión nefasta entre las crisis globales financiera, socio-económica, climática y ecológica, que vienen acompañadas en muchos lugares del mundo por el sufrimiento de las personas y su lucha por la vida. La liberalización en masa de los mercados, y la desregulación y la privatización incontrolada de los bienes y servicios están explotando toda la creación, desmantelando los programas y servicios sociales y abriendo economías transfronterizas para un crecimiento de la producción aparentemente ilimitado. Los flujos financieros incontrolados desestabilizan las economías de un número cada vez mayor de países de todo el mundo. Diversos aspectos de las crisis climática, ecológica, financiera y de la deuda son interdependientes y se refuerzan mutuamente. No pueden seguir tratándose por separado.

 

11.       El cambio climático y las amenazas a la integridad de la creación se han convertido en el mayor reto de estas crisis polifacéticas que debemos afrontar. El cambio climático repercute directamente en las condiciones de vida de las personas, pone en peligro la existencia de pequeños estados isleños, reduce la disponibilidad de agua dulce y disminuye la biodiversidad del planeta. Tiene una profunda repercusión en la seguridad alimentaria, la salud de las personas y los hábitats de una parte cada vez mayor de la población. Debido al cambio climático, la vida en sus numerosas formas, tal y como la conocemos, puede cambiar de modo irreversible en el transcurso de unas pocas décadas. El cambio climático tiene como consecuencia el desplazamiento de los pueblos, un aumento de la emigración forzada por causa del clima y el estallido de conflictos armados. Los retos sin precedentes del cambio climático van de la mano de la explotación incontrolada de recursos naturales y llevan a la destrucción de la Tierra y a un cambio considerable del hábitat. El calentamiento global y la destrucción ecológica se convierten, cada vez en mayor medida, en una cuestión de vida o muerte.

 

12.      Nuestro mundo nunca ha sido tan próspero y, a la vez, tan desigual como lo es hoy. La desigualdad ha alcanzado un grado que ya no podemos permitirnos ignorar. Las personas que se han visto arrastradas a la pobreza, a las deudas aplastantes; aquellas que se han visto marginadas y desplazadas, claman hoy con una urgencia y una claridad nunca antes vistas.  La comunidad global debe reconocer la necesidad de que todos unamos nuestras manos y hagamos justicia en vista de las desigualdades catastróficas y sin precedentes en la distribución de la riqueza.

 

13.       La codicia y la injusticia, la búsqueda del beneficio fácil, los privilegios injustos y las ventajas a corto plazo a costa de objetivos sostenibles a largo plazo son los motivos de las crisis interconectadas y no deben pasarse por alto.  Estos valores destructores de la vida se han infiltrado lentamente para dominar las estructuras actuales y para dirigirnos a estilos de vida que, en su esencia, desafían los límites de regeneración de la Tierra y los derechos de los seres humanos y otras formas de vida. Por tanto, la crisis tiene profundas dimensiones morales y existenciales. Los retos que se presentan no son principalmente tecnológicos y financieros, sino éticos y espirituales.

 

14.       El fundamentalismo del mercado es más que un paradigma económico: es una filosofía social    y moral. En los últimos treinta años, la fe en el mercado centrada en la competencia desenfrenada y expresada calculando y valorando todos los aspectos de la vida sólo en términos monetarios ha determinado de manera arrolladora la dirección de nuestros sistemas de conocimiento, ciencia, tecnología, opinión pública, medios de comunicación e incluso educación. Este enfoque dominante ha conducido la riqueza principalmente hacia los que ya eran ricos y ha permitido a los humanos saquear los recursos del mundo natural más allá de sus límites para engrosar su propia riqueza. El paradigma neoliberal carece de mecanismos autorreguladores para enfrentarse al caos que crea, que tiene profundas repercusiones, especialmente para los desfavorecidos y marginados.

 

15.       Esta ideología se está adentrando en todas las facetas de la vida, destruyéndola desde dentro así como desde fuera, a medida que se filtra en las vidas de las familias y las comunidades locales, siembra el caos en el entorno natural y en las formas de vida y culturas tradicionales, y arruina el futuro de la Tierra. En este sentido, el sistema económico global dominante amenaza con poner fin a las condiciones de una convivencia pacífica y a la vida tal y como la conocemos.

 

16.       La creencia unilateral de que los beneficios sociales vienen automáticamente precedidos del crecimiento económico (PIB) es equivocada. El crecimiento económico sin limitación frena el desarrollo de nuestro hábitat natural, provocando cambio climático, deforestación, acidificación de los océanos, pérdida de biodiversidad y un largo etcétera. Los bienes ecológicos comunes se han visto degradados, y la élite política y económica se ha apropiado de ellos mediante el uso de la fuerza militar. El consumo excesivo basado en los costes de deudas impagadas genera un endeudamiento social y ecológico ingente, contraído por los países desarrollados del Norte global con el Sur global, así como un endeudamiento con la Tierra, lo cual es injusto y crea una presión enorme sobre las generaciones futuras.  La noción de que de el Señor es la tierra y su plenitud (Salmo 24: 1; 1 Corintios 10: 26) se ha pasado por alto.

 

Los manantiales de la justicia

17.       Confesamos que las iglesias y sus miembros son cómplices del sistema injusto cuando participan de los estilos de vida y patrones de consumo insostenibles y siguen enredados en la economía de la codicia. Hay iglesias que siguen predicando teologías de prosperidad, arrogancia, dominación, individualismo y conveniencia.  Algunas apoyan teologías de caridad en lugar de justicia para los más pobres.  Otras no se cuestionan, o incluso legitiman, los sistemas e ideologías cimentadas en el crecimiento y la acumulación ilimitados, e ignoran la realidad de la destrucción ecológica y la difícil situación de las víctimas de la globalización. Otras se centran en resultados cuantificables a corto plazo a costa de cambios cualitativos profundos. No obstante, también somos conscientes de que incluso cuando no estudian ni cambian su producción, consumo y comportamiento inversor, un creciente número de iglesias de los cinco continentes están acelerando sus esfuerzos y expresando su creencia de que la transformación es posible.

 

18.       En última instancia, nuestra esperanza emana de la resurrección de Cristo y de la promesa de vida para todos. Vemos pruebas de esa esperanza en la resurrección en las iglesias y movimientos comprometidos por hacer del mundo un lugar mejor.  Son la luz y la sal de la Tierra. Nos sentimos profundamente inspirados por los numerosos ejemplos de transformación que han tenido lugar dentro de la familia de iglesias y en movimientos cada vez más frecuentes de mujeres, personas inmersas en la pobreza, jóvenes, discapacitados y pueblos indígenas, que están creando una Economía de Vida y fomentado una ecología equilibrada.

 

19.       Ha habido personas de fe, cristianos, musulmanes y líderes indígenas en las Filipinas que han dado su vida por mantener la conexión con la tierra a la que pertenecen y seguir ganándose su sustento gracias a ella. Las iglesias de América del Sur, África y Asia realizan auditorías de deudas externas y desafían a las empresas mineras y de extracción de recursos para que rindan cuentas por las violaciones de derechos humanos y los daños medioambientales. Las iglesias en América Latina y Europa comparten y aprenden de las diversas experiencias con la globalización y trabajan hacia una definición de responsabilidades común pero diferenciada, generando solidaridad y alianzas estratégicas. Los cristianos están definiendo indicadores de codicia y entablando un diálogo intencionado con budistas y musulmanes en el que se desvelan los puntos en común en la lucha contra la codicia. Las iglesias, en asociación con la sociedad civil, participan en el debate sobre los parámetros de una nueva arquitectura financiera y económica internacional, que fomenta la agricultura que da la vida y crea economías de solidaridad.

 

20.       Las mujeres han venido desarrollando teologías feministas que cuestionan los sistemas patriarcales de dominación, así como la economía feminista que integra la economía en la sociedad y la sociedad en la ecología. Los jóvenes se encuentran al frente de las campañas en pro de una vida sencilla y de estilos de vida alternativos. Los pueblos indígenas exigen la reparación integral y el reconocimiento de los derechos de la Tierra para afrontar la deuda social y ecológica.

 

Compromisos y llamamiento

21.       La X Asamblea General del CMI se reúne en un momento en que la vibrante vida de la creación de Dios podría extinguirse a causa de los métodos humanos de generación de riqueza.  Dios nos pide una transformación drástica. La transformación no podrá realizarse sin sacrificios ni riesgos, pero nuestra fe en Cristo exige que nos comprometamos a ser iglesias y congregaciones transformadoras.  Debemos cultivar la valentía moral necesaria para ser testigos de una espiritualidad de justicia y sostenibilidad, y crear un movimiento profético para una Economía de Vida para todos. Esto implica movilizar a las personas y las comunidades, proporcionando los recursos necesarios (fondos, tiempo y capacidades) y desarrollando programas más cohesivos y coordinados que tengan por objetivo transformar sistemas económicos, producción, distribución y patrones de consumo, culturas y valores.

 

22.       El proceso de transformación debe mantener los derechos humanos, la dignidad humana y la responsabilidad humana ante toda la creación de Dios. Tenemos una responsabilidad que va más allá de nosotros mismos y de los intereses nacionales, y consiste en crear estructuras sostenibles que permitan a las generaciones futuras tener lo suficiente.  La transformación debe llegar a aquellos que más sufren sistemáticamente de marginación, como las personas sumidas en la pobreza, las mujeres, los pueblos indígenas y las personas que viven con discapacidad. Nada de lo que se determine sin ellos será para ellos. Debemos reflexionar y superar las estructuras y culturas de dominación y autodestrucción que están desgarrando el tejido social y ecológico de la vida. La transformación debe guiarse por la misión de sanar y renovar toda la creación.

 

23.       Por tanto, convocamos la X Asamblea General en Busan para comprometernos a reforzar el papel del CMI en las iglesias que se reúnan, conformando una voz común, fomentando la cooperación ecuménica y garantizando una mayor coherencia para que la Economía de Vida se haga realidad para todos.  En concreto, el trabajo crucial de crear una nueva arquitectura financiera y económica internacional (Declaración del CMI sobre Finanzas Justas y Economía de Vida) que cuestiona la acumulación de riqueza y la codicia sistémica y promueve las medidas contra dicha codicia (Informe del Grupo de Estudio sobre la Línea de Codicia) compensando la deuda ecológica y avanzado en la ecojusticia (Declaración del CMI sobre Ecojusticia y Deuda Ecológica) debe ser prioritario y se debe profundizar en él en los próximos años.

 

24.       Convocamos la X Asamblea del CMI en Busan para permitir un plazo entre el momento actual y la próxima Asamblea de forma que las iglesias se centren en los compromisos de fe con una «Economía de Vida - Vivir por la Justicia Divina en la Creación [Justicia y Paz para Todos]». El proceso permitirá que en la comunidad de las iglesias se transmita fortaleza y esperanza, se refuerce la unidad y se profundice en el testimonio conjunto sobre asuntos cruciales que se encuentran en el núcleo de nuestra fe.

 

25.       La Declaración sobre Finanzas Justas y Economía de Vida reclama un régimen financiero internacional ético, justo y democrático «cimentado en un marco de valores comunes: honradez, justicia social, dignidad humana, responsabilidad mutua y sostenibilidad ecológica» (Declaración de CMI sobre Finanzas Justas y Economía de Vida).  Podemos y debemos moldear una Economía de Vida que permita la participación de todos en los procesos de toma de decisiones que tienen repercusión en las vidas, que cubra las necesidades básicas de las personas con sustentos justos, que valore y apoye la reproducción social y el trabajo de cuidado que realizan principalmente las mujeres, y que proteja y conserve las fuentes de aire, agua, tierra y energía que son necesarias para sustentar la vida (Pobreza, riqueza y ecología en Asia-Pacífico).  Entender el concepto de que una Economía de Vida entrañará una serie de estrategias y métodos, entre ellos, aunque no únicamente, la autorreflexión crítica y la renovación espiritual drástica, los enfoques centrados en los derechos, la creación y la multiplicación de espacios para que se escuchen las voces de los marginados en tantos ámbitos como sea posible, el diálogo abierto entre en Norte global y el Sur global, entre las iglesias, la sociedad civil y los estados, y entre las diversas disciplinas y religiones del mundo para crear sinergias que opongan resistencia a las estructuras y culturas que deniegan la vida digna de muchos, la justicia tributaria y la organización de una plataforma de amplio espectro para el testimonio común y la defensa  de estos derechos.

 

26.       El proceso se contempla como un espacio floreciente donde las iglesias pueden aprender mutuamente y de otras confesiones y movimientos sociales sobre cómo puede la espiritualidad transformadora contrarrestar y oponer resistencia ante los valores de destrucción de la vida y superar la complicidad en la economía de la codicia. Será un espacio para aprender lo que significa la Economía de Vida, desde el punto de vista teológico y práctico, reflexionando juntos y discutiendo sobre los cambios concretos que se requieren en los diversos contextos. Será también un espacio para desarrollar campañas conjuntas y actividades de defensa de valores a escala nacional, regional y mundial con la idea de facilitar cambios en las políticas y en los sistemas que den lugar a la erradicación de la pobreza y a la redistribución de la riqueza; a una forma de producción, consumo y distribución que sea respetuosa con la ecología, y al desarrollo de  sociedades sanas, justas, que hayan abandonado los combustibles fósiles y que amen la paz.

 

El Dios de la vida nos llama a la justicia y a la paz.

Venid a compartir la mesa de Dios

Venid a la mesa de la vida de Dios

Venid a la mesa del amor de Dios

Bogor, 18-22 de junio de 2012