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GUATEMALA 6 AL 10 DE OCTUBRE DE 2008

 

DECLARACION DE LAS MUJERES

 

Reunidas en Ciudad de Guatemala, mujeres de fe de diferentes países de Latinoamérica y El Caribe, interpeladas por el Evangelio de la justicia, abordamos con preocupación y dolor la situación de la vida de las mujeres en relación a los vínculos entre pobreza, riqueza y ecología.

 

Tan sólo mencionar las categorías pobreza-riqueza, nos remiten a un mundo injusto. América Latina y El Caribe se encuentran en una situación extrema de desequilibrio en el que las desigualdades entre ricos y pobres alcanzan cifras alarmantes. Esta situación resulta paradójica en un continente cuya riquezas natural, biodiversa y cultural, daría condiciones para que todas las personas viviéramos con dignidad, en "abundancia" y armonía con la Creación. La realidad que constatamos es reflejo de la explotación y saqueo de nuestros recursos y de una injusta distribución de los mismos, y tiene que ver con la voraz ambición de países llamados "desarrollados".

 

El modelo económico neoliberal impuesto a nuestros pueblos por el Imperio, sus instituciones y sus aliados en América Latina y el Caribe, impacta de manera diferenciada a las mujeres, empobrecidas cada vez más por la privatización de los servicios de salud y educación; además de la discriminación salarial, el incremento en las horas de trabajo y el encarecimiento de los productos básicos, así como la destrucción de sus fuentes de vida. El trabajo domestico, no visibilizado, y por lo tanto no reconocido, subsidia ese modelo económico global.

 

Por otro lado, la relación trabajo-producción-dominación se ha convertido en una forma de explotación: el ser humano al servicio de la producción, y no ésta al servicio del ser humano. El carácter creativo del trabajo, proclamado como gracia y fuente de realización humana, ha sido reducido en su dignidad y en su sentido enriquecedor de la espiritualidad.

 

Constatamos que las mujeres están perdiendo el poder de transformar y sustentar la vida en diálogo con el medio ambiente a partir del conocimiento y saberes propios de las culturas ancestrales.

 

Las mujeres afirmamos que los países industrializados, principalmente del Norte, a través de sus formas de producción y consumo; así como las instituciones que en nuestros países reproducen estos modelos patriarcales; tienen una deuda social y ecológica con nosotras y con nuestra tierra, acumulada por los siglos de saqueo y depredación. Nos han impuesto un sistema que pone en el centro al mercado en vez del ser humano y la naturaleza, que nos esta impactando de manera negativa y devastadora.

 

Otras áreas vinculantes que deberán de ser consideradas, si queremos hacer un abordaje integral de la relación pobreza, riqueza y ecología son:

 

  • La participación de las mujeres en espacios de decisión.

  • La distribución del poder al servicio de la transformación de relaciones injustas.

  • La migración resultado del incremento del desempleo en nuestros países: del campo a la ciudad y de país a país. Y en este ámbito la trata de mujeres y la niñez, la explotación sexual, además de la desestructuración de la familia.

  • Los discursos y prácticas fundamentalistas, vinculadas a la voz de algunas iglesias que intervienen con sanciones, prescripciones y prohibiciones en asuntos ciudadanos referidos al cuerpo, al placer y a la vida sexual de la población y particularmente de las mujeres. Todo esto con un nivel alto de incidencia en la salud reproductiva y en el incremento de VIH-SIDA.

  • Las personas con discapacidad y muy especialmente las mujeres, históricamente marginadas y excluidas. Ellas constituyen el ejemplo mas claro de la injusta repartición de la riqueza y sus efectos negativos.

 

Partimos de nuestra fe en el Dios que libera y de nuestras experiencias de participación activa en espacios que trabajan para revertir esta situación de injusticia que vivimos las mujeres. Por ello, nos comprometemos a dar seguimiento a este proceso ecuménico de reflexión y que estas temáticas estén presentes en las agendas de las iglesias.

Desde este compromiso y porque como mujeres de fe afirmamos la vida plena como don de Dios y nos reconocemos discípulas del Jesús que restituyó a las mujeres en sus derechos y dignidad humanas; llamamos a nuestras Iglesias a caminar junto con nosotras en oración y acción. En nombre de la fe que nos vincula a través del amor y nos hace una sola comunidad habitando el mundo creado por Dios, desafiamos a las Iglesias a levantar su voz profética, denunciando las injusticias y anunciando las buenas nuevas. Les exhortamos:

 

  • A denunciar la vigencia de un modelo económico neoliberal de violencia y muerte, que se impone globalmente; y, como exigencia evangélica, apoyar el surgimiento y/o la consolidación de nuevas propuestas nacionales y regionales que impulsan proyectos de soberanía nacional y protegen su soberanía alimentaria.

  • Desmantelar, desde la teología pastoral feminista Latinoamericana y Caribeña, cualquier mito religioso que perpetúe y justifique la histórica desigualdad entre hombres y mujeres.

  • Apoyar decididamente las acciones llevadas a cabo por las mujeres en la lucha por sus derechos, rechazando enérgicamente todo aquello que genere cualquier tipo de violencia hacia las mujeres.

  • Crear espacios institucionales donde las mujeres participen activamente en la toma de decisiones; reconociéndolas en sus capacidades propias para alimentar alternativas justas, propiciando el ejercicio de su práctica como actoras políticas y fortaleciéndolas para transformar su entorno familiar, eclesial y social.

  • Denunciar los impactos ecológicos locales y globales que las empresas transnacionales, mineras, petroleras y otras, están causando en nuestros países, destruyendo nuestras fuentes de sustento y empobreciendo aún más a las mujeres.

  • Promover la anulación incondicional de la Deuda Externa, que ha sido uno de los mecanismos de saqueo de las instituciones multilaterales (BM, FMI) y sus aliados; causando, entre otros desastres, el cambio climático y generando, además, una deuda social y ecológica con nuestros pueblos.

  • Anunciar y proclamar un evangelio de justicia y de paz para todos los seres humanos y la Creación.

 

Que el Jesús restaurador de la dignidad de toda criatura endeudada, empobrecida y violentada, nos inquiete hasta el día en que veamos "los cielos nuevos y la tierra nueva"; que el Espíritu Santo, animador de la esperanza y promotor de solidaridad, fortalezca la certeza de esta visión profética; y que el Dios potenciador de todo esfuerzo encaminado a lograr la plenitud integral de la Vida, nos provoque a luchar incansablemente por la construcción e instauración de su Reino.

Ciudad de Guatemala, 7 de octubre de 2008.