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Cambio climático

Aunque los datos relativos al cambio climático son a veces discutidos, se reconoce en general la gravedad de la situación. El cambio climático nos afecta a todos. A menos que tomemos medidas radicales e inmediatas para reducir las emisiones que resultan de excesos insostenibles -en realidad injustificables, si no simplemente injustos- en las exigencias de nuestro estilo de vida, el impacto será alarmante e inminente.

El cambio climático es mucho más que un asunto de preservación medioambiental. En tanto que provocado por el ser humano, es un problema profundamente moral y espiritual. Persistir en el camino actual de destrucción ecológica no es solamente una locura; es francamente suicida poner en peligro la diversidad de la tierra que habitamos, disfrutamos y compartimos. Además, el cambio climático constituye un asunto de justicia social y económica, debido a que quienes se verán más directa y duramente afectados por el cambio climático serán las naciones más pobres y vulnerables (a quienes las escrituras cristianas se refieren como nuestro "prójimo"), al igual que las generaciones más jóvenes y las generaciones futuras (el mundo de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos).

Existe un vínculo estrecho entre la economía de los pobres y el calentamiento de nuestro planeta. La conservación y la compasión están íntimamente relacionadas. El tejido de la vida es un don sagrado de Dios: valiosísimo y muy delicado. Debemos servir a nuestro prójimo y preservar nuestro mundo con humildad y generosidad, con una perspectiva tanto de frugalidad como de solidaridad.

Las comunidades de fe deben, sin duda, poner en orden sus propias casas; sus partidarios deben aceptar la urgencia del asunto. Este proceso ya ha comenzado, aunque debe intensificarse. Las religiones se dan cuenta de la primacía de la necesidad de un cambio en lo más hondo del corazón de las personas. También están dando importancia a la relación entre el compromiso espiritual y la práctica ecológica moral. Las comunidades de fe tienen una buena posición para desarrollar una visión a largo plazo del mundo como creación de Dios. En la jerga teológica, eso se conoce como "escatología". Es más, se nos ha enseñado que somos juzgados en base a nuestras elecciones. Nuestra virtud nunca puede ser evaluada tomándola por separado, sino que es siempre medida en solidaridad con la más vulnerable. Romper el círculo vicioso del estancamiento económico y la degradación ecológica es una elección, de la que estamos dotados en este momento crucial de la historia de nuestro planeta.

Cambio climático

Aunque los datos relativos al cambio climático son a veces discutidos, se reconoce en general la gravedad de la situación. El cambio climático nos afecta a todos. A menos que tomemos medidas radicales e inmediatas para reducir las emisiones que resultan de excesos insostenibles -en realidad injustificables, si no simplemente injustos- en las exigencias de nuestro estilo de vida, el impacto será alarmante e inminente.

El cambio climático es mucho más que un asunto de preservación medioambiental. En tanto que provocado por el ser humano, es un problema profundamente moral y espiritual. Persistir en el camino actual de destrucción ecológica no es solamente una locura; es francamente suicida poner en peligro la diversidad de la tierra que habitamos, disfrutamos y compartimos. Además, el cambio climático constituye un asunto de justicia social y económica, debido a que quienes se verán más directa y duramente afectados por el cambio climático serán las naciones más pobres y vulnerables (a quienes las escrituras cristianas se refieren como nuestro "prójimo"), al igual que las generaciones más jóvenes y las generaciones futuras (el mundo de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos).

Existe un vínculo estrecho entre la economía de los pobres y el calentamiento de nuestro planeta. La conservación y la compasión están íntimamente relacionadas. El tejido de la vida es un don sagrado de Dios: valiosísimo y muy delicado. Debemos servir a nuestro prójimo y preservar nuestro mundo con humildad y generosidad, con una perspectiva tanto de frugalidad como de solidaridad.

Las comunidades de fe deben, sin duda, poner en orden sus propias casas; sus partidarios deben aceptar la urgencia del asunto. Este proceso ya ha comenzado, aunque debe intensificarse. Las religiones se dan cuenta de la primacía de la necesidad de un cambio en lo más hondo del corazón de las personas. También están dando importancia a la relación entre el compromiso espiritual y la práctica ecológica moral. Las comunidades de fe tienen una buena posición para desarrollar una visión a largo plazo del mundo como creación de Dios. En la jerga teológica, eso se conoce como "escatología". Es más, se nos ha enseñado que somos juzgados en base a nuestras elecciones. Nuestra virtud nunca puede ser evaluada tomándola por separado, sino que es siempre medida en solidaridad con la más vulnerable. Romper el círculo vicioso del estancamiento económico y la degradación ecológica es una elección, de la que estamos dotados en este momento crucial de la historia de nuestro planeta.