Saludos de los presidentes regionales del Consejo Mundial de Iglesias a la comunidad de iglesias de todo el mundo, que celebra el nacimiento de la iglesia en Pentecostés.

Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo. —Hechos 2:1-4

El relato bíblico del Libro de los Hechos describe a los discípulos de Jesús en el momento en que una ráfaga de viento violento y la aparición de lenguas de fuego avivaron cada fibra de su ser. Se les infundió el valor para salir al mundo y proclamar una visión de salvación: una visión que no se veía empañada por la duda, ni el temor, ni la apatía. Presagiaba un nuevo cielo y una nueva tierra.

En los siglos transcurridos, ¿se ha reducido esta visión de Pentecostés? ¿Se ha convertido en una mera experiencia espiritual individual? ¿Parecería que la visión ocupa una parte cada vez más pequeña de la geografía de nuestra mente y de nuestro paisaje teológico? ¿Se ha convertido en la prerrogativa exclusiva de aquellos privilegiados por el conocimiento, el tiempo y el lugar?

“Envías tu hálito y renuevas la superficie de la tierra” (Sal 104:30).

En este Pentecostés, volvamos a hacer examen. En este tiempo de confluencia de catástrofes, la urgencia de la conexión moral y espiritual de la humanidad, la creación y el Creador se ha puesto cruelmente de manifiesto. Sin embargo, la visión de Pentecostés nos sigue iluminando y reaviva el Evangelio para toda la creación: damos testimonio de ello en las manos sanadoras de quienes cuidan de todos los afligidos y afectados por la pandemia. Lo vemos en el fuego que arde por la justicia social, económica y climática en los corazones de las comunidades eclesiásticas de todo el mundo. Lo sentimos en la necesidad acuciante de las mujeres, los jóvenes y los ancianos de una nueva tierra, como predijo el profeta Joel.

En efecto, si el criterio es la necesidad, ahora es el mejor momento para que sople un poderoso viento de renovación. El dolor ante un futuro asolado por el miedo amenaza cada fragmento de la creación. Necesitamos la esperanza de la visión de vida y amor de Pentecostés. No obstante, ¿cómo podemos convertirnos en comunidades eclesiales alentadas por el amor del Señor y unidas por la pasión por su pueblo y su creación? ¿Dónde buscaremos la esperanza de Pentecostés que da origen a un nuevo cielo y una nueva tierra?

En nuestros tiempos, como en todos los tiempos, Jesús nos invita a seguirle hasta el corazón estremecido de Pentecostés que se encuentra entre los pobres, los prisioneros, los enfermos, los hambrientos y los mal vestidos. En esos lugares, en nuestro amor por cada cual, podremos constatar que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Ro 5:5), cumpliendo la promesa de Pentecostés. Así, siguiendo de cerca los pasos de nuestro Salvador, recibamos de nuevo la promesa del Espíritu Santo, que nos renueva a nosotros y renueva nuestros tiempos y la superficie de la tierra. Oremos:

Espíritu de Luz, ilumina nuestras mentes;

Espíritu de Amor, enciende nuestros corazones

Espíritu de Vida, otorga poder a nuestras manos.

Espíritu Divino, ahora y siempre, sánanos y libéranos

para que vivamos con pasión y propósito la promesa de Pentecostés.

Que las iglesias digan: “¡Amén!”

 

Los presidentes del Consejo Mundial de Iglesias:

Rev. Prof.ª Dra. Sang Chang, Iglesia Presbiteriana de la República de Corea

Arzobispo Anders Wejryd, Iglesia de Suecia

Rev. Gloria Nohemy Ulloa Alvarado, Iglesia Presbiteriana de Colombia

Arzobispo Mark MacDonald, Iglesia Anglicana de Canadá

Rev. Dra. Mele'ana Puloka, Iglesia Wesleyana Libre de Tonga

S.B. Juan X, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega de Antioquía y todo el Oriente

S.S. Karekin II, Patriarca Supremo y Catolicós de todos los armenios