Como presidentes regionales del Consejo Mundial de Iglesias, le saludamos a usted y a toda la comunidad de iglesias del mundo, que celebran el cumpleaños de la iglesia en el día de Pentecostés.
Este año, nos parece de especial relevancia para el mundo contemporáneo lo que vivieron los primeros seguidores de Jesús, hombres y mujeres, en ese día trascendental.
Habiendo recibido la visita del Espíritu de Dios, un Pedro recién envalentonado dio testimonio de la vida, muerte y resurrección de Jesús a las multitudes reunidas en Jerusalén en el día de Pentecostés. La efusión del Espíritu impulsó a los seguidores de Jesús a profetizar.
De cierto, sobre mis siervos y mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu,
y profetizarán. (Hechos 2:18)
Profetizar es decir la verdad. Ningún rango o clase, ninguna raza o club, ningún género, ni siquiera una religión, tiene el monopolio de la verdad. Incluso un humilde pescador puede alzarse para decirla.
Y ninguna falsedad o mentira puede resistir ante el contundente testimonio del amor de Dios que se nos revela en Jesús, un amor que todo lo abarca, que sana y, sin duda, transforma. Finalmente, todas las autoridades deben ceder a la verdad:
Y viendo la valentía de Pedro y de Juan, y teniendo en cuenta que eran hombres sin letras e indoctos, se asombraban y reconocían que habían estado con Jesús. (Hechos 4:13)
En los tiempos que corren, necesitamos un testimonio profético de la verdad como aquel; en nuestras sociedades y políticas, en nosotros mismos y en nuestras iglesias.
La conversión, nuestro enamoramiento de Dios, revela valores que iluminan nuestra comprensión, amplían el alcance de nuestra empatía e incluso agudizan nuestras percepciones. “La mirada del amor” colorea de nuevo el mundo entero en los tonos brillantes de la verdad última y nos impulsa a interiorizarla y a comprometernos con ella.
Sucederá en los últimos días, dice Dios,
que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.
Sus hijos y sus hijas profetizarán,
sus jóvenes verán visiones
y sus ancianos soñarán sueños.
No hay garantías de objetividad en la ciencia, en la política o en el periodismo. Siempre debemos buscar la verdad en un mar de probabilidades e incertidumbres contrapuestas, e incluso haciendo frente al autoengaño. Sin embargo, las verdades más profundas de nuestras vidas, la bondad del ser, la dignidad de todas las personas, la integridad de la Creación, la necesidad de justicia y paz, superan todas las pruebas, no solo por la integridad de la búsqueda, sino también por la autenticidad de sus defensores y, en definitiva, por los criterios del amor.
Me has hecho conocer los caminos de la vida
y me llenarás de alegría con tu presencia.
El discurso de Pedro a la multitud y su súplica a las autoridades empleó estas definitivas pruebas de verdad: ¿te eleva y te sana?, ¿incluye a todos?, ¿es amoroso?, ¿concuerda con lo que Jesús nos ha dicho del amor redentor de Dios para todos?
Los oímos hablar de las maravillas de Dios.
En Pentecostés, somos testigos del nacimiento de la iglesia en medio de un mundo de muchos idiomas y culturas. La verdad de Dios, enardecida por la acción del Espíritu, crea una comunidad amorosa de verdad para contrarrestar los engaños egoístas de los poderosos. La comunión o koinonía que comparte la comunidad de cristianos abarca a todos los pueblos, todos los idiomas, a todo el oikoumene enamorado.
Ninguna “noticia” que se entregue al prejuicio puede ser verdad. Ninguna “política” que incite al odio puede ser verdad. Ninguna “ciencia” que denigre la dignidad humana puede ser verdad. Ninguna afirmación religiosa que incite al extremismo o al terror puede ser verdad.
La visión de Dios de la justicia y la paz es la alternativa no violenta al imperio. Su familia acepta a todos y celebra las diferencias a la vez que las trasciende, censura las falsedades egoístas, se avergüenza de la demagogia y hace frente a la opresión. Sana los traumas y se acerca a los extraños y a los marginados. Es la valentía profética la que se pone en pie “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. (Rom 5: 5).
En nuestras vidas y nuestra labor como iglesias, y como iglesias unidas en comunidad ecuménica, nos comprometemos siempre a dar testimonio profético de las verdades de la dignidad humana, la libertad religiosa, la integridad de la Creación y la visión de Dios de justicia y paz.
¡Como una comunidad de iglesias del mundo, impregnada del Espíritu de Dios, busquemos juntos siempre la verdad, digamos la verdad, proclamemos la verdad y vivamos la verdad!
Los presidentes del Consejo Mundial de Iglesias
- La Rev. Dra. Mary-Anne Plaatjies van Huffel, Iglesia Reformada Unida en África Austral (Sudáfrica)
- La Rev. Prof. Dra. Sang Chang, Iglesia Presbiteriana en la República de Corea
- El Arzobispo Anders Wejryd, Iglesia de Suecia
- La Rev. Gloria Nohemy Ulloa Alvarado, Iglesia Presbiteriana de Colombia
- El Obispo Mark MacDonald, Iglesia Anglicana del Canadá
- La Rev. Dra. Mele'ana Puloka, Iglesia Wesleyana Libre de Tonga
- Su Beatitud Juan X, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Griega de Antioquía y todo Oriente
- Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catholicós de todos los Armenios