Gracia y paz a todos ustedes en esta fiesta de Pentecostés 2005, en la que celebramos los muchos dones del Espíritu Dios!

Con la exhortación del apóstol Pablo, "les ruego, hermanos y hermanas, que, tomando en cuenta la misericordia de Dios, cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios" (Romanos 12:1). El don de la espiritualidad se ha derramado copiosamente sobre la humanidad no sólo para nuestro propio contento interior y satisfacción espiritual, sino para que, unidos, proclamemos nuestra fe por medio de la acción en el mundo. Nuestra adoración espiritual nos exige ofrecer nuestros cuerpos,en servicio de Dios y de nuestro prójimo.

"¿Quién es mi prójimo?" En una parábola de Jesús, el prójimo es un samaritano, un miembro de una cultura religiosa extranjera que había sido considerado como enemigo (Lucas 10:29-37). Pueden ser vecinos nuestros quienes menos lo esperamos, y las barreras que percibimos entre ellos y nosotros pueden caer rápidamente ante el viento refrescante del Espíritu.

La mañana de Pentecostés, como lo describen los Hechos de los Apóstoles, la ciudad de Jerusalén se había convertido en el lugar de reunión de peregrinos que representaban a muchos y muy variados pueblos de toda la faz de la tierra. Cuando el Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, éstos comenzaron a proclamar el evangelio a pesar de la gran diversidad del público que los escuchaba. "Desconcertados y maravillados decían: ¿no son galileos todos éstos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna?" (Hechos 2:1-8). El milagro de Pentecostés fue una revelación sin precedentes del hecho de que todas las fuertes ataduras de la cultura, la religión, la raza, el género y el idioma no son nada en comparación con la voluntad de sanación y reconciliación de Jesucristo, el cual "ha derribado el muro de enemistad que nos separaba" (Efesios 2:14).

Ahora como entonces, parece algo meramente humano definirse a sí mismo en contraposición al "otro", es decir, a aquellas personas que no son como yo, que no son nosotros.Si encontramos a alguna de ellas en nuestra vecindad, las llamamos extranjeras. Sin embargo, este trato nos parece menos justo cuando nos encontramos en minoría, cuando experimentamos lo que significa ser "el otro". En algún momento, cada uno de nosotros ha sentido el aguijón deshumanizador de una mirada o una palabra, de una broma o una ley. En un determinado momento, cada uno de nosotros ha conocido la sensación de vergüenza, decepción, insulto o autoalienación que experimenta el extranjero.

La buena nueva de Pentecostés es que Jesucristo nos llama a una nueva realización de nuestra humanidad común. Y el Espíritu Santo hace posible nuestra plena participación en la verdadera comunidad. Este tipo de comunidad del pueblo de Dios puede llegar a ser un instrumento del evangelio, como lo fueron los apóstoles.

El Consejo Mundial de Iglesias y sus interlocutores ecuménicos, representantes de una amplia variedad de tradiciones y movimientos, se reúnen, esta primavera, en la Conferencia Mundial sobre Misión y Evangelización, que se celebra en Atenas, Grecia. A la luz de Pentecostés, el tema de la Conferencia sugiere la función que las comunidades cristianas pueden desempeñar para superar las barreras entre las personas: "¡Ven Espíritu Santo, Sana y Reconcilia! Llamados en Cristo a ser comunidades de sanación y reconciliación."

Pentecostés llega como un recuerdo de que Dios interviene en nuestro mundo para superar las divisiones, para sanar, para reconciliarnos con Dios y con el otro. Si antes nos dividía el idioma, ahora se nos da la posibilidad de comprendernos claramente unos a otros y alabar a Dios en armonía. Si antes las fronteras de nuestra comunidad marcaban los límites de nuestras amistades y vínculos familiares, ahora un sentido mundial de comunidad abre nuestros corazones a todas las criaturas de Dios.

El Creador dio el ser a todo lo que existe. Cristo se nos ha revelado "todo en todo". El Espíritu Santo sopla, como el viento, donde quiere. Dios no conoce límites.

Pentecostés nos obliga a ampliar nuestra idea de Dios, y comenzamos a ver que no hay límites a las infinitas formas de interacción de Dios con el mundo. La misericordia de Dios es más profunda que lo que podemos imaginar. Dios es más abierto que lo que habríamos soñado nunca. Dios ama más de lo que pudiéramos concebir. Empezamos a comprender también que los límites que experimentamos en este mundo son límites que nos hemos puesto unos a otros y a nosotros mismos.

No tenemos ni inteligencia ni imaginación suficientes ni sentidos debidamente afinados como para apreciar todo lo que Dios es, y mucho menos todos los caminos de Dios. Con todo, Dios nos llama a ofrecer nuestros cuerpos y dedicar nuestras vidas a buscar la justicia, a tratar de poner fin a la violencia, a luchar contra el odio y la opresión, contra la discriminación y la enfermedad, y a amar el servicio en la colaboración con todas las personas de buena voluntad. Y Dios nos promete la presencia del Espíritu Santo en este ministerio de sanación y reconciliación.

"Dios, en Tu gracia, transforma el mundo" es el tema de la próxima Novena Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, que se celebrará en Porto Alegre, Brasil, del 14 al 23 de febrero de 2006. Como el Espíritu Santo transformó a los apóstoles el día de Pentecostés por el bien de todo el mundo habitado, así también nosotros confiamos en que el Espíritu nos transforme como personas, como comunidades y como miembros de la iglesia y del mundo. Es más, esperamos la transformación de toda la creación - por nuestra redención común, por la paz y la justicia, por el amor y el servicio - a fin de que juntos veamos el cumplimiento de la profecía de un nuevo cielo y una nueva tierra. Durante este tiempo de Pentecostés, deseamos invitar a los delegados y visitantes de todo el mundo a que se unan a nosotros en Porto Alegre, mientras examinamos el tema "Dios, en Tu gracia, transforma el mundo". El tema de la Novena Asamblea es también nuestra oración. Amen.

Presidentes del CMI

Dra Agnes Abuom, Nairobi, Kenya
Rt Rev. Jabez L. Byce, Suva, Fiji
S.E. Crisóstomo, Metropolita de la Sede de Éfeso, Estambul, Turquía
S.S. Ignacio I Iwas, Damasco, Siria
Rvda. Bernice Powell Jackson, Cleveland, EE.UU.
Dr Kang Moon Kyu, Seúl, Corea
Obispo Federico J. Pagura, Rosario, Argentina
Obispo Eberhardt Renz, Tubinga, Alemania