Enfermedades como el SIDA hoy, o la lepra en tiempos antiguos, arrojan a los márgenes de la sociedad a quienes las padecen o los mantienen dentro de la sociedad, pero a condición de que haya cierta garantía de que todos los demás estarán a salvo. Tales enfermedades son de proporciones tan angustiosas que esta lógica social parece estar bien fundada. Por ello, parece ciertamente algo completamente absurdo escuchar el testimonio del monaquismo del desierto egipcio (ca. siglo V.). ¡Se nos dice que Abba Agathon estaba inflamado de tal amor que deseaba encontrar a un leproso e intercambiar su propia cuerpo con el del leproso!