En primer lugar, deseo manifestar mi profundo agradecimiento- y del Consejo Mundial de Iglesias - a la Iglesia de Grecia, así como a las iglesias de Grecia, por su invitación a celebrar la primera conferencia mundial sobre misión del nuevo milenio en Atenas, donde el apóstol Pablo proclamó el evangelio con audacia, pero respetando a la vez la cultura de Atenas y las tradiciones que los griegos consideraban valiosas.