Un momento de verdad: Una palabra de fe, de esperanza y de amor, desde el corazón del sufrimiento palestino

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Introducción

Nosotros, un grupo de palestinos cristianos, después de haber rezado, reflexionado e intercambiado opiniones delante de Dios sobre la prueba que vivimos sobre nuestra tierra, bajo ocupación israelí, hacemos oír hoy nuestro grito, un grito de esperanza en ausencia de toda esperanza, unido a nuestro ruego y nuestra fe en Dios que vela, en su Divina Providencia, sobre todos los habitantes de esta tierra. Movidos por el misterio del amor de Dios por todos y de aquel de su presencia divina en la historia de los pueblos y, más particularmente, en esta nuestra tierra, queremos decir hoy nuestra palabra como cristianos y como palestinos, una palabra de fe, de esperanza y de amor.

¿Por qué este documento ahora? Porque el drama del pueblo palestino ha llegado, hoy, a un callejón sin salida, y quienes pueden tomar las decisiones se conforman con administrar el conflicto en vez de actuar en serio para solucionarlo. Eso llena los corazones de los fieles de pena y preguntas: ¿qué hace la comunidad internacional? ¿Qué hacen los jefes políticos en Palestina, Israel y en el mundo árabe? ¿Y, qué hace la Iglesia? Porque no se trata simplemente de una cuestión política, sino, y sobre todo, de una política que destruye a la persona humana. Y eso concierne a la Iglesia.

Nos dirigimos a nuestros hermanos y hermanas en nuestras Iglesias aquí, en esta tierra. Así como también enviamos nuestro llamado, en cuánto palestinos y en cuánto cristianos, a nuestros jefes religiosos y políticos, a nuestra sociedad palestina y a la sociedad israelí, a los responsables de la comunidad internacional y nuestros hermanos y hermanas en las Iglesias del mundo.

1. La realidad

1.1 "Dicen: ‘¡Paz! ¡Paz!’ y no hay paz" (Jer 6, 14). Todos, en efecto, hablan de paz y de proceso de paz en Medio Oriente, mientras que todo eso no es hasta ahora más que puras palabras. Mientras la realidad es la ocupación israelí de los Territorios Palestinos, nuestra privación de nuestra libertad y todo lo que resulta de ello:

1.1.1 El muro de separación, que ha sido construido sobre las tierras palestinas, que ha confiscado una gran parte de las mismas y que ha convertido nuestras ciudades y nuestros pueblos en prisiones y ha hecho de ellos cantones separados y dispersos. Gaza, después de la guerra cruel instigada por Israel en diciembre de 2008 y enero de 2009, continúa viviendo en condiciones inhumanas, bajo embargo permanente y permanece aislada geográficamente del resto de los Territorios palestinos.

1.1.2 Las colonias israelíes que nos despojan de nuestra tierra, en nombre de Dios o en nombre de la fuerza, controlan nuestros recursos naturales, sobre todo el agua y las tierras agrícolas, privando a centenares de millares de palestinos. Ellas son hoy un obstáculo de frente a toda solución política.

1.1.3 La humillación a la que somos sometidos cada día en los puntos de controles militares, para llegar a nuestro trabajo, a nuestras escuelas o a nuestros hospitales.

1.1.4 La separación entre los miembros de la misma familia, que hace la vida familiar imposible para millares de palestinos, especialmente cuando uno de los esposos no es portador de una carta de identidad israelí.

1.1.5 La libertad religiosa misma, a saber, la libertad de acceso a los Lugares Santos es limitada con el pretexto de la seguridad. Los Lugares Santos de Jerusalén son inaccesibles a un gran número de cristianos y musulmanes de la Cisjordania y Gaza. Inclusive las personas de Jerusalén no pueden llegar a sus Lugares Santos en ciertos días de fiesta, como, también hay que decirlo, algunos de nuestros sacerdotes árabes que no pueden entrar a Jerusalén sin dificultad.

1.1.6 Los refugiados hacen parte de nuestra realidad. La mayor parte de ellos vive todavía en los campos de refugiados y en situaciones difíciles, inaceptables para seres humanos. Para ellos que esperan su retorno desde hace generaciones: ¿cuál será su suerte?

1.1.7 Los millares de prisioneros en las prisiones israelíes hacen ellos también parte de nuestra realidad. ¿Los israelíes mueven el mundo por un solo prisionero y estos millares de prisioneros palestinos en el fondo de las prisiones israelíes, cuándo verán la libertad?

1.1.8 Jerusalén es el corazón de nuestra realidad. Ella es al mismo tiempo símbolo de paz y signo de conflicto. Después de que el "muro" ha erigido una separación entre los barrios palestinos de la ciudad, las autoridades israelíes no cesan de vaciarla de sus habitantes palestinos, cristianos y musulmanes. Sus carnés de identidad les son retirados, es decir, su derecho de vivir en Jerusalén. Sus casas son demolidas o confiscadas. Jerusalén, ciudad de la reconciliación se ha convertido en la ciudad de la discriminación y la exclusión, y por ello fuente de conflicto en lugar de ser fuente de paz.

1.2 Hace parte aún de esta realidad el hecho de que los israelíes se burlan de la legitimidad internacional y sus decisiones, con la impotencia tanto del mundo árabe como de la comunidad internacional frente a este desprecio. Los derechos del hombre son violados. A pesar de los múltiples informes de las organizaciones locales e internacionales de derechos humanos, la opresión continúa.

1.2.1 Los palestinos en el Estado de Israel, incluso siendo ciudadanos con todos los derechos y los deberes de la ciudadanía, han padecido una injusticia histórica y no dejan de padecer discriminación. Ellos también, esperan conseguir todos sus derechos y ser tratados con igualdad como todos los ciudadanos del Estado.

1.3 La emigración es otra dimensión de nuestra realidad. La ausencia de toda visión o esperanza de paz y libertad ha empujado a los jóvenes, cristianos y musulmanes, a la emigración. La tierra ha sido así privada de sus recursos más importantes y más ricos, es decir, la juventud culta. En particular, la disminución de los cristianos en Palestina es una de las graves consecuencias de este conflicto, de la impotencia y del fracaso local e internacional de encontrar una solución a toda la cuestión.

1.4 Frente a estas realidades, los israelíes pretenden justificar todas sus acciones como acciones de legítima defensa y es por ello que la ocupación continúa, como continúan los castigos colectivos y la represalia de todo tipo contra los palestinos. Esto es, según nuestro parecer, una visión dada vuelta de las cosas. Sí, hay una resistencia palestina a la ocupación. Pero, precisamente, si no hubiera ocupación, no habría resistencia; ni habría allí tampoco miedo ni inseguridad. He aquí lo que constatamos, y, visto esto, llamamos a los israelíes a liberarse poniendo fin a la ocupación. Verán entonces un mundo nuevo en el que no hay miedo ni amenazas sino seguridad, justicia y paz.

1.5 La respuesta palestina frente a esta realidad fue diversa. Algunos han elegido la vía de las negociaciones: fue la posición oficial de la Autoridad Palestina. Pero eso no ha hecho avanzar el Proceso de Paz. Otros partidos políticos han seguido el camino de la resistencia armada. Israel ha utilizado eso como un pretexto para acusar a los palestinos de ser terroristas y ha podido alterar la verdadera naturaleza del conflicto, presentándolo como una guerra israelí contra el terrorismo y no como una ocupación israelí al que hace frente una resistencia palestina legítima en vistas de ponerle fin.

1.5.1 El conflicto entre los mismos palestinos así como la separación de Gaza de lo demás de los Territorios Palestinos no ha hecho más que agravar la tragedia. También convendría notar que a pesar del hecho de que la división haya estado entre los mismos palestinos, la comunidad internacional tiene allí una responsabilidad primordial habiendo rechazado de tratar positivamente con la voluntad del pueblo palestino expresada democráticamente por los resultados de las elecciones realizadas democrática y legalmente en el 2006.

Una vez más, proclamamos que nuestra palabra cristiana, en el seno a toda esta tragedia, es una palabra de fe, de esperanza y de amor.

2. Una palabra de fe

Nosotros creemos en Dios, bueno y justo

2.1 Nosotros creemos en un único Dios, Creador del universo y de la humanidad, un Dios bueno, justo y amante de todas sus criaturas. Creemos que cada persona humana es creada por Dios a su imagen y a su semejanza. Su dignidad proviene de la de Dios y es igual en cada persona humana. Eso quiere decir para nosotros aquí, en esta tierra, que Dios nos ha creado, no para pelear y matarnos unos a otros, sino para que nos conozcamos y nos amemos unos a otros, y desarrollemos juntos esta tierra, por nuestro amor y nuestro respeto recíproco.

2.1.1 Creemos en su Verbo Eterno, su Hijo Único Jesucristo, que ha sido enviado como Salvador del mundo.

2.1.2 Creemos en el Espíritu Santo que acompaña a la Iglesia y la humanidad en su camino. Es Él quien nos ayuda a comprender las Escrituras, en los dos Testamentos, formando una sola unidad, hoy y aquí. Es Él que nos revela la manifestación de Dios a la humanidad, en el pasado, en el presente y en el futuro.

¿Cómo comprender la Palabra de Dios?

2.2 Nosotros creemos que Dios ha hablado a la humanidad aquí sobre nuestra tierra: "En otros tiempos habló Dios a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos que son los últimos, nos ha hablado por su Hijo, mediante el cual creó los mundos y al cual ha hecho heredero de todas las cosas” (Hb 1, 1-2).

2.2.1 Nosotros, palestinos cristianos, como todo cristiano en el mundo, creemos que Jesucristo ha venido a cumplir la Ley y los Profetas. Es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Iluminados por Él y conducidos por el Espíritu Santo, leemos las Escrituras, meditamos en ellas y las interpretamos, como lo hizo Jesús con los dos discípulos de Emaús: “Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él.” (Lc 24, 27,).

2.2.2 Cristo ha venido a proclamar que el Reino de Dios está cercano. Ha provocado una revolución en la vida y en la fe de la humanidad. Nos ha traído una “enseñanza nueva” (Mc 1,27) y una luz nueva para comprender el Antiguo Testamento y los principales temas que son mencionados y que tienen relación con nuestra fe cristiana y nuestra vida cotidiana, tales como el de las promesas, la elección, el pueblo de Dios y la tierra. Creemos que la Palabra de Dios es una palabra viviente que echa una luz nueva sobre cada uno de los períodos de la historia. Les manifiesta a los creyentes lo que a Dios dice hoy y no sólo en el pasado lejano. Esto es porque, no es permitido transformar la Palabra de Dios en letras muertas que desfiguran el amor y la Providencia de Dios en la vida de los pueblos y las personas. Está el defecto de las interpretaciones bíblicas fundamentalistas que nos llevan a la muerte y a la destrucción cuando petrifican la Palabra de Dios y la transmiten, como palabra muerta, de generación en generación. Es así que es utilizada como un arma en nuestra historia presente que nos priva de nuestro derecho sobre nuestra tierra.

Vocación universal de nuestra tierra

2.3. Nosotros creemos que nuestra tierra tiene una vocación universal. En esta visión de universalidad, el concepto de las promesas, de la tierra, de la elección y del pueblo de Dios se abre para abrasar a toda la humanidad, empezando por los pueblos de esta tierra. La promesa de la tierra no fue nunca un título de programa político. Es sobre todo una introducción a la salvación universal, y de allí el principio de la proclamación del Reino de Dios sobre la tierra.

2.3.1 Dios ha enviado a esta tierra a los patriarcas, a los profetas y a los apóstoles portadores de un mensaje universal. Hoy somos aquí tres religiones: judía, cristiana y musulmana. Nuestra tierra es tierra de Dios como lo es cada país del mundo. Ella es santa por la presencia de Él en ella, el Único Santísimo y Santificador. Es nuestro deber para nosotros que la habitamos, el respetar la voluntad de Dios sobre ella y de liberarla del mal de la guerra que está en ella. Tierra de Dios, ella debe ser tierra de reconciliación, de paz y de amor. Y eso es posible. Si Dios nos ha puesto, dos pueblos, en esta tierra, también nos da la capacidad, si lo queremos, de vivir juntos, de establecer la justicia y la paz y de hacer de ella realmente una tierra de Dios: “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes.” (Sal 24,1).

2.3.2 Nuestra presencia, en cuánto palestinos, cristianos o musulmanes, sobre esta tierra no es un accidente. Tiene raíces profundas ligadas a la historia y a la geografía de esta tierra, como es el caso hoy de cada pueblo que viva sobre su tierra. Una injusticia ha sido cometida contra nosotros, cuando nos han desarraigado. Occidente ha querido arreglar la injusticia que cometió contra los judíos en los países de Europa, y lo ha hecho a nuestra cuenta y sobre nuestra tierra. Ha arreglado así una injusticia creando otra.

2.3.3 Además, vemos ciertos teólogos en Occidente que quieren también dar ellos una legitimidad teológica y bíblica a la injusticia cometida contra nosotros. Según sus interpretaciones, las promesas se han convertido en una amenaza para nuestra existencia, y la misma "buena noticia" del Evangelio se ha convertido para nosotros en un "anuncio de muerte". Invitamos a estos teólogos a profundizar su reflexión sobre la Palabra de Dios y a rectificar sus interpretaciones, de modo que vean en la Palabra de Dios un manantial de vida para todos los pueblos.

2.3.4 Nuestra unión con esta tierra es una cuestión existencial. No es sólo una cuestión de ideología o teoría teológica. Para nosotros, es una cuestión de vida o muerte. Algunos no nos comprenden y nos tratan como enemigos por la sola razón que queremos vivir libres sobre nuestra tierra. En cuanto palestinos, padecemos la ocupación de nuestra tierra, y en cuanto cristianos, estos teólogos quieren que suframos a causa de nuestra fe. Frente a esto, nuestro papel consiste en permanecer fieles a la Palabra de Dios, fuente de vida, no de muerte, y a conservar la "buena noticia" como es, "buena" para nosotros y para todos los hombres. Frente a aquellos que amenazan nuestra existencia como palestinos, musulmanes y cristianos, por las Escrituras Santas, renovamos nuestra fe en estas mismas Escrituras, porque sabemos que la Palabra de Dios no puede ser para nosotros un manantial de muerte.

2.4 De dónde, utilizar la Escritura Santa para justificar o sostener elecciones o posiciones políticas que comportan injusticia impuesta por un hombre a su prójimo o por un pueblo a un otro transforma la religión en ideología humana y priva a la Palabra de Dios de su santidad, de su universalidad y de su verdad.

2.5 Es por esta razón que también decimos que la ocupación israelí de los Territorios Palestinos es un pecado contra Dios y contra la persona humana, porque priva a los palestinos de los derechos humanos fundamentales que Dios les ha concedido, y desfigura la imagen de Dios en el ocupante israelí como en el palestino sumiso a la ocupación. Cada teología que pretende justificar la ocupación basándose en las Escrituras, la fe o la historia, está bien lejos de las enseñanzas cristianas. Porque llama a la violencia y a la guerra santa en nombre de Dios y somete Dios a los intereses humanos del "momento presente" y deforma su imagen en el hombre sometido al mismo tiempo a dos opresiones, política y teológica.

3. La esperanza

3.1 Bien que no haya aparentemente ni un vislumbre de esperanza, nuestra esperanza permanece firme. La situación presente, en efecto, no anuncia ninguna solución cercana ni el fin de la ocupación que nos es impuesta. Las iniciativas, ciertas, son numerosas, como los Congresos, las visitas y las negociaciones, pero todo eso no es seguido por ningún cambio en nuestra realidad y en nuestros sufrimientos. También la nueva actitud americana anunciada por el Presidente Obama y su voluntad manifiesta de poner fin a este drama, ha sido incapaz de traer algún cambio. Porque la respuesta israelí que rechaza claramente cada solución no deja ningún espacio para la esperanza. A pesar de eso, nuestra esperanza permanece firme. Porque es en Dios que hemos puesto nuestra esperanza. El es bueno, Omnipotente y ama a todos los hombres. Su bondad acabará por vencer un día el mal en que vivimos. San Pablo nos dice: “Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día (…) Ninguna criatura podrá separarnos del amor de Dios.” (Rm 8,31.35.36.39).

¿Qué quiere decir esperar?

3.2 La esperanza que está en nosotros quiere decir, en primer lugar, creer en Dios, seguidamente aspirar no obstante todo a un futuro mejor, y en tercer lugar a no fundar nuestra esperanza sobre ilusiones, pues sabemos que la solución no está cerca. Esperar quiere decir ser capaz de ver a Dios en medio de las pruebas y del obrar con su Espíritu en nosotros. A partir de esta visión sacamos fuerza para perseverar, sobrevivir en nuestros esfuerzos de cambiar nuestra realidad. Esperar quiere decir no rendirse delante del mal, sino decir No a la opresión y a la humillación y a continuar resistiendo al mal. Vemos solamente destrucción en el presente y en el futuro; vemos la tiranía del más fuerte y su voluntad de imponer cada vez más la separación racista y de promulgar leyes que niegan nuestra dignidad y nuestra existencia. Vemos mucha perplejidad y división entre los palestinos. Y, sin embargo, si hoy resistimos y actuamos con todas nuestras fuerzas, quizás la ruina que se bosqueja en el horizonte no tendrá lugar.

Señales de esperanza

3.3 La Iglesia - sus jefes y sus fieles - sobre esta tierra, a pesar de su debilidad y sus divisiones, muestra numerosos signos de esperanza. Nuestras comunidades parroquiales están llenas de vida. Los jóvenes son mensajeros activos de justicia y paz. Más allá del empeño de las personas, las diferentes instituciones de las Iglesias hacen que la presencia cristiana sea una presencia activa, de servicio, de ruego y de amor.

3.3.1 Entre los signos de esperanza, están los numerosos centros locales de teología o de carácter social y religioso, en todas nuestras Iglesias. El carácter ecuménico, a pesar de ciertas indecisiones, se manifiesta cada vez más en los encuentros entre las diferentes familias de iglesias.

3.3.2 Los numerosos diálogos interreligiosos son también de igual modo signos de esperanza: el diálogo islamo-cristiano, al nivel de los responsables como al nivel de una parte del pueblo. Sin embargo, hace falta saber que el diálogo es una larga marcha y un esfuerzo que se mejoran día tras día, viviendo las mismas pruebas y las mismas esperanzas. También hay los diálogos entre las tres religiones: judaísmo, cristianismo e islam, y un número de otros diálogos a diferentes niveles académicos o sociales: todos este diálogos prueban abreviar las distancias que imponen la ocupación y oponerse a la deformación de la imagen del otro en el corazón de su hermano.

3.3.3 Entre los signos de esperanza, hace falta mencionar todavía la constancia de las generaciones y la perseverancia de la memoria que no olvida la catástrofe, “la nakba” y su significado y quien cree siempre en la justicia de su causa. La misma toma de conciencia está en curso en numerosas Iglesias por el mundo que desean conocer mejor la verdad de lo que ocurre aquí.

3.3.4 Además, vemos en muchos, la voluntad decidida de ir más allá de los rencores del pasado. Están listos a la reconciliación una vez restablecida la justicia. La necesidad de establecer los derechos nacionales y políticos de los palestinos encuentra cada vez más sostén. Voces judías e israelíes por la paz y la justicia se levantan en este sentido, sostenidas también por la comunidad internacional. Es verdad que aquellos que están a favor de la justicia y la reconciliación permanecen impotentes para poner fin a la injusticia. Ellos representan no obstante una fuerza humana que tiene su importancia y pueden abreviar el tiempo del sufrimiento y acercar el tiempo de la reconciliación.

Misión de la iglesia

3.4 Nuestra Iglesia es una Iglesia de hombres y mujeres que ruegan y sirven. Su ruego y su servicio son una profecía que lleva la voz de Dios en el presente y en el futuro. Todo aquel llega a nuestro país y a cada persona humana que lo habita, todos los sufrimientos y esperanzas, cada injusticia y cada esfuerzo para pararlo, todo eso es una parte del ruego de nuestra Iglesia y del servicio de todas sus instituciones. Agradecemos al Señor porque Ella levanta su voz contra la injusticia, aunque algunos querrían que permaneciese en su silencio, aislada en sus devociones.

3.4.1 La misión de la iglesia es una misión profética que proclama la Palabra de Dios en el contexto local y en los acontecimientos cotidianos, con osadía, dulzura y amor por todo. Y si la Iglesia toma partido, es por el oprimido que Ella toma partido. Ella permanece a su lado, como Jesús ha estado del lado del pobre y del pecador que ha llamado a la penitencia, a la vida y a volver a encontrar la dignidad que Dios le ha dado y que no es permitido a nadie de privarla de ella.

3.4.2 La misión de la Iglesia consiste en anunciar el reino de Dios, un reino de justicia, de paz y de dignidad. Nuestra vocación como Iglesia viviente es de manifestar la bondad de Dios, y de la dignidad de la persona humana, luego de rogar y de levantar nuestra voz para anunciar una sociedad nueva donde los hombres creen en su dignidad y en aquel de su adversario. Sí, vivimos bajo la ocupación y exigimos a nuestro adversario que ponga fin a ella como a las opresiones que de ella se siguen. Pero al mismo tiempo, vemos en él a una persona humana a quien Dios ha dado una dignidad igual a la nuestra.

3.4.3 La Iglesia anuncia el Reino de Dios que no puede ser ligado a ningún régimen terrenal. Jesús dice delante de Pilatos: “Sí, soy Rey, pero mi Reino no es de este mundo” (cf. Jn 18,36.37). Y San Pablo dice: “El Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Rm 14,17). Esto es porque la religión no sustenta y no defiende ningún régimen político injusto. Sustenta y defiende la dignidad humana e intenta llevar la purificación necesaria en los regímenes que practican la injusticia y la violencia contra la dignidad de la persona humana. El reino de Dios no puede ser atado a ningún sistema político, porque es más grande, más universal que cada sistema político en particular.

3.4.4 Jesús dice: “El Reino de Dios está entre vosotros” (cf. Lc 17,21). Esta presencia en nosotros y entre nosotros es la extensión del misterio de la Redención y es la presencia de Dios entre nosotros y el hecho de tomar de ello conciencia en todo lo que hacemos o decimos. Delante de esta presencia divina, actuamos hasta que sea cumplida la justicia que esperamos sobre esta tierra.

3.4.5 Las duras circunstancias que ha vivido y vive todavía nuestra Iglesia palestina la han llevado a purificar su fe y a conocer mejor su vocación. Hemos reflexionado sobre nuestra vocación y la hemos descubierto mejor en medio del sufrimiento y de la prueba. Hoy llevamos en nosotros la fuerza del amor, no la de la venganza, llevamos la cultura de la vida, no aquella de la muerte. Ella, la fe, es fuente de esperanza para nosotros, para la Iglesia y para el mundo.

3.5 La Resurrección es el fundamento de nuestra esperanza. Jesús ha resucitado, vencedor de la muerte y del mal. Así podemos, nosotros también, y todos los habitantes de esta tierra, vencer el mal de la guerra gracias a Ella. En cuánto a nosotros, permaneceremos una Iglesia de testigos, perseverante y operante sobre la tierra de la Resurrección.

4. El amor

El mandamiento del amor

4.1 Cristo nos ha dicho: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado” (Jn 13,24). También nos ha dicho qué quiere decir “amaos los unos a los otros”, y sobre todo cuando se habla de tratar con el enemigo: “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues Yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.” (Mt 5,43-45).

San Pablo dice: “No devolváis mal por mal” (Rm 12,17) y san Pedro: No devolváis mal por mal, ni injuria por injuria: al contrario, retribuid con bendiciones, porque vosotros mismos estáis llamados a heredar una bendición.” (1 Pe 3,9).

La resistencia

4.2 Las palabras de Jesús son claras. Amar, he aquí lo que nos ha dado como mandamiento: amar a los amigos y a los enemigos. He aquí una norma clara, cuando nos encontramos en las circunstancias en que tenemos que resistir al mal, cualquiera sea.

4.2.1 Amar es ver el rostro de Dios en cada persona humana. Cada persona humana es mi hermano y mi hermana. Pero, ver la cara de Dios en cada persona humana, eso no quiere decir permitir el mal o la opresión de su parte. El amor consiste más bien en corregir el mal y en frenar la opresión.

La injusticia impuesta al pueblo palestino, es decir, la ocupación israelí, es un mal al que hay que resistir. Es un mal y un pecado que hay que resistir y que hace falta apartar. Esta responsabilidad incumbe ante todo a los mismos palestinos que se encuentran bajo la ocupación. El amor cristiano llama a resistir a la ocupación, pero el amor pone fin al mal tomando las sendas de la justicia. Incumbe, seguidamente, a la comunidad internacional, porque la legitimidad internacional gobierna hoy las relaciones entre los pueblos y, finalmente, al opresor mismo el cual tiene que librarse del mal que está en él y de la injusticia que practica contra su hermano.

4.2.2 Cuando pasamos revista a la historia de los pueblos encontramos guerras frecuentes. Encontramos la resistencia a la guerra por la guerra, y a la violencia por la violencia. El pueblo palestino tomó sencillamente la senda de todos los pueblos, sobre todo en las primeras fases de su lucha contra la ocupación israelí. Pero también ha resistido pacíficamente, notablemente durante su primera intifada. Con todo eso, vemos que todos los pueblos tienen que embarcarse en una nueva senda en sus relaciones de unos con otros y por la solución de sus conflictos: evitar las vías de la fuerza militar y recurrir a las sendas justas. Eso se impone en primer lugar a los pueblos potentes militarmente que ejercitan la injusticia de frente a los pueblos más débiles.

4.2.3 Nosotros decimos que nuestra elección cristiana frente a la ocupación israelí es la resistencia. La resistencia es un derecho y un deber, pero una resistencia según la lógica del amor. Ella debe ser, por tanto, creativa, es decir, hay que encontrar los medios humanos que hablen a la humanidad del enemigo mismo. El hecho de ver la dignidad de Dios en el rostro del enemigo mismo y de tomar posiciones de resistencia a la luz de esta visión es el medio más eficaz para frenar la opresión y obligar al opresor a poner fin a su agresión y, así, alcanzar el fin querido: recuperar la tierra, la libertad, la dignidad y la independencia.

4.2.4 Cristo nos ha dado un ejemplo para seguir. Tenemos que resistir al mal, pero nos ha enseñado a no resistir al mal con el mal. Es un mandamiento difícil, sobre todo cuando el enemigo se obstina en su tiranía y persiste en negar nuestro derecho a existir aquí. Es un mandamiento difícil. Pero es el mandamiento. Y además es el único que puede hacer frente a las declaraciones claras y explícitas de las Autoridades israelíes que rechazan nuestra existencia o a sus diversos pretextos para continuar imponiendo la ocupación.

4.2.5 La resistencia al mal de la ocupación se introduce en este amor cristiano que rechaza el mal y lo corrige. Es la resistencia a la injusticia bajo todas sus formas y con los medios que entran en la lógica del amor. Invertimos todas nuestras energías para hacer la paz. Podemos recurrir a la desobediencia civil. Resistimos, no para la muerte, sino por el respeto a la vida. Respetamos y expresamos nuestra estima a todos los que han dado su vida por la patria. Y decimos que todo ciudadano debe estar preparado para defender su vida, su libertad y su tierra.

4.2.6 Es por esto que nosotros vemos que aquello que hacen ONG civiles, palestinas e internacionales y algunas organizaciones religiosas que llaman a los individuos, a las sociedades y a los Estados a un boicot económico y comercial para cada producto de la ocupación, se inserta en la lógica de la resistencia pacífica. Estas campañas de respaldo tienen que hacerse con valentía, proclamando sinceramente y claramente que su objetivo no es de vengarse de quien sea, sino de poner fin al mal que existe, para liberar de ello al opresor y al oprimido, y liberar a los dos pueblos de las posiciones extremistas de los diferentes gobiernos israelíes, para llegar por fin a la justicia y a la reconciliación. Con este espíritu y esta acción, acabaremos por llegar a la solución tanto esperada, como aquella que se ha realizado en África del Sur y por otros movimientos de liberación en el mundo.

4.3 Por nuestro amor superamos las injusticias para echar las bases de una nueva sociedad, para nosotros y para nuestros adversarios. Nuestro futuro y el de ellos no es sino uno sólo: o un círculo de violencia en que perecemos juntos, o una paz de la cual gozamos juntos. Invitamos a los israelíes a renunciar a su injusticia contra nuestro, a no deformar la verdad de la ocupación pretendiendo luchar contra el terrorismo. Las raíces del “terrorismo” son la opresión de la persona humana y el mal de la ocupación. Es necesario que ella desaparezca si verdaderamente hay una voluntad sincera de ponerle fin al “terrorismo”. Invitamos a los israelíes a ser camaradas de paz y no camaradas en un ciclo de violencia sin fin. Juntos, resistimos al mal, aquel de la ocupación y aquel del ciclo infernal de la violencia.

5. Llamados

Nuestra palabra a nuestros hermanos y hermanas en la fe

5.1 Todos estamos hoy en un callejón sin salida, y nos encontramos de frente a un futuro amenazador. Nuestra palabra para nuestros hermanos y hermanas en la fe es una palabra de esperanza, de paciencia y de perseverancia. Una palabra que nos dice a todos: somos, en esta tierra, portadores de un mensaje, y nosotros seguiremos llevándolo, inclusive entre las espinas, la sangre y las dificultades cotidianas. Ponemos nuestra esperanza en Dios. Es Él quien nos concederá la paz a la hora que Él querrá. Pero al mismo tiempo actuamos. Con Él y según su Voluntad divina, seguimos actuando, construyendo, resistiendo al mal y acercando la hora de la justicia y la paz.

5.2 Les decimos: Este es un tiempo de penitencia que nos reconduce a la comunión de amor con todo sufriente, con los prisioneros, los heridos, los que han sido alcanzados por una minusvalía por un tiempo o para siempre, con los niños que no pueden vivir su infancia, con todos los que lloran a alguien que les es querido. La comunión del amor le dice al creyente en espíritu y en verdad: mi hermano es prisionero, soy yo pues prisionero. Mi hermano tiene su casa demolida, es mi casa que está demolida. Mi hermano ha sido muerto, soy yo quien he sido muerto. Enfrentamos los mismos desafíos.

Somos parte integrante de todo lo que ha ocurrido y todavía ocurre. Quizás nos hemos callado nosotros, fieles o jefes de iglesias, mientras hizo falta levantar la voz para condenar la opresión y compartir el sufrimiento. Es ahora un tiempo de penitencia por el silencio, la indiferencia, la falta de comunión, o porque no hemos sido entonces fieles a nuestro testimonio en esta tierra y hemos elegido emigrar, o porque no hemos reflexionado bastante y actuado para llegar a una visión nueva que nos una, y así nos hemos dividido, dando un contra-testimonio, debilitando así nuestra palabra. Una penitencia, por habernos preocupado de nuestras instituciones a expensas de nuestro mensaje, y por ello hemos hecho callar la voz profética que el Espíritu dona a las Iglesias.

5.3 Invitamos a los cristianos a resistir en estos tiempos difíciles, como lo hemos sido a través de los siglos y la sucesión de los Estados y de los gobiernos. Sed pacientes, constantes, llenos de esperanza y llenad de esta esperanza el corazón de cada hermano y cada hermana que comparte con vosotros la misma dificultad. Estad “Siempre prontos a dar a quien os pregunta la razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pe 3,15). Estad siempre activos, compartiendo todos los sacrificios que requieren la resistencia según la lógica del amor, a fin de triunfar la prueba que padecemos.

5.4 Nuestro número es pequeño. Pero nuestra misión es grande e importante. El país tiene una gran necesidad de amor. Nuestro amor es un mensaje para los musulmanes, para los judíos y para el mundo.

5.4.1 Nuestro mensaje para los musulmanes es un mensaje de amor y sociabilidad y una llamada a deshacerse del fanatismo y del extremismo. También es un mensaje para el mundo, para decirle que los musulmanes no son un objeto de combate o un lugar de terrorismo sino un objetivo de paz y diálogo.

5.4.2 Nuestro mensaje para los judíos les dice: “En el pasado reciente, nos hemos combatido, y todavía hoy en día no cesamos de combatirnos, somos no obstante capaces de amor y de vivir juntos, hoy y mañana. Somos capaces de organizar nuestra vida política con todas las complejidades según la lógica y la fuerza del amor, una vez que la ocupación termine y la justicia se restablezca”.

5.4.3 La palabra de fe dice a todos aquellos que están empeñados en la acción política: el hombre no ha sido creado para odiar. No le está permitido odiar. No os está permitido matar ni está permitido hacer matar. La cultura del amor es la cultura de la aceptación del otro. Por ella, la persona alcanza su propia perfección, y la sociedad realiza su estabilidad.

6. Llamado a las Iglesias del mundo

6.1. Nuestro llamado a las Iglesias del mundo es ante todo la expresión de nuestro reconocimiento por su solidaridad, por su palabra, por su acción y por su presencia entre nosotros. Esta es una palabra de apreciación por la posición de muchas Iglesias y cristianos que sostienen el derecho del pueblo palestino a su auto-determinación. Es también un mensaje de solidaridad con estas Iglesias y estos cristianos que han sufrido por sus posiciones defendiendo el derecho y la justicia.

Pero, es también una llamada a la conversión y a la revisión de algunas posiciones teológicas fundamentalistas que sustentan posiciones políticas injustas en referencia de la persona humana palestina. Es un llamado a tomar la parte del oprimido, a hacer que la Palabra de Dios permanezca un anuncio de buena noticia para todos, y a no transformarla en un arma que mata al oprimido. La Palabra de Dios es una palabra de amor para todas sus criaturas. Dios no está aliado con alguien contra alguien. El tampoco es más adversario de uno que de otro. Él es el Señor de todos. Él ama a todos, Él demanda justicia a todos y da sus mismos mandamientos a todos. Es por esto que nosotros pedimos a las Iglesias de no dar una cobertura teológica a la injusticia en la cual nosotros vivimos, es decir, al pecado de la ocupación que nos es impuesto. Nuestro pedido hoy en día a nuestros hermanos y hermanas de todas las Iglesias es la siguiente: ¿Podéis ayudarnos a reencontrar nuestra libertad? Así solamente vosotros ayudaréis a los dos pueblos de esta tierra a volver a la justicia, a la paz, a la seguridad y al amor.

6.2 Y, para comprender nuestra realidad, decimos a las Iglesias: ¡Venid y ved! Nuestro rol consiste en haceros conocer la verdad y en acogeros como peregrinos que vienen para rogar y cumplir una misión de paz, de amor y de reconciliación. Venid a conocer los hechos y a descubrir, al mismo tiempo, la persona humana palestina e israelí.

6.3 Condenamos toda forma de racismo, religioso o étnico, incluyendo el antisemitismo y la islamofobia y os invitamos a condenar todo racismo y a oponeros firmemente a todo aquello en que el mismo se manifieste. Con ello, os invitamos a decir una palabra de verdad y a tomar posiciones de verdad en lo que concierne la ocupación del Territorio palestino por Israel. Y, como ya se ha dicho, vemos en el boicot y la retirada de las inversiones un medio para alcanzar la justicia, la paz y la seguridad para todos.

7. Llamado a la comunidad internacional

Pedimos a la comunidad internacional de dejar la práctica “de dos pesos dos medidas” y de aplicar a todas las partes las resoluciones internacionales que han tratado la cuestión palestina. Pues la aplicación de la ley internacional a unos y su no aplicación a otros deja la puerta grande abierta a la ley de la selva. Esto justifica también las pretensiones de grupos armados y de numerosos países que dicen que la comunidad internacional sólo comprende el lenguaje de la fuerza. Os invitamos también a escuchar el llamado de las organizaciones civiles y religiosas mencionadas más arriba para comenzar a aplicar a Israel el sistema de sanciones. Lo repetimos aún una vez, no se trata de vengarse, sino de llegar a una acción seria para una paz justa y definitiva, que ponga fin a la ocupación israelí de los Territorios Palestinos y de otros territorios árabes ocupados, y que garantice la seguridad y la paz a todos.

Jefes religiosos judíos y musulmanes

8. Dirigimos finalmente un llamado a los jefes religiosos y espirituales, judíos y musulmanes, con quienes compartimos la misma visión: toda persona humana es creada por Dios y posee por él la misma dignidad. De allí la obligación de defender al oprimido y la dignidad que Dios le ha concedido. De este modo, nos elevamos juntos por arriba de las posiciones políticas que han fracasado hasta ahora y que continúan conduciéndonos por las sendas del fracaso y del sufrimiento. En efecto, las vías del Espíritu son diferentes a aquellas de los poderes de esta tierra pues "los senderos de Dios son todos misericordia y verdad" (Sal 25/24, 10).

9. Llamada a nuestro Pueblo palestino y a los israelíes

9.1 Este es un llamado a ver el rostro de Dios en cada una de sus criaturas, y de ir más allá de las barreras del miedo o de la raza, para establecer un diálogo constructor, no para persistir en maniobras que no terminan nunca jamás y que no tienen por finalidad sino el de mantener las cosas como están. Nuestro llamado apunta a llegar a una visión común construida sobre la igualdad y el compartir, no sobre la superioridad, ni sobre la negación del otro o la agresión, bajo pretexto de temor y de seguridad. Nosotros decimos que el amor es posible y que la confianza mutua es posible. La paz, pues, es también posible como también la reconciliación definitiva. Así se realizarán la seguridad y la justicia para todos.

9.2 El campo de la educación es importante. Hace falta que los programas de educación hagan conocer cómo es el otro y no por el prisma de la pelea, de la hostilidad o del fanatismo religioso. En efecto, los programas de la educación religiosa y humana son impresos hoy en día por esta hostilidad. Es tiempo de comenzar una nueva educación que haga ver el rostro de Dios en el otro y que diga que somos capaces de amarnos los unos a los otros y de construir juntos nuestro futuro de paz y de seguridad.

9.3 El carácter religioso del Estado, que sea hebreo o musulmán, ahoga al Estado, lo tiene prisionero en límites estrechos, de hecho un Estado así prefiere un ciudadano al otro y practica la exclusión y la discriminación entre sus ciudadanos. Nuestro llamado a los judíos y a los musulmanes religiosos es el siguiente: que el Estado sea para todos sus ciudadanos, construido sobre el respeto de la religión, pero también sobre la igualdad, la justicia, la libertad y el respeto del pluralismo, no sobre la dominación del número o de la religión.

9.4 A los líderes palestinos, decimos que las divisiones internas no hacen más que debilitarnos y aumentar nuestros sufrimientos, mientras que nada los justifica. Por el bien del pueblo, que pasa antes del de los partidos, hace falta poner fin. Pedimos a la comunidad internacional de ayudar a esta unión y de respetar la voluntad del pueblo palestino libremente expresado.

9.5 Jerusalén es la base de nuestra visión y de toda nuestra vida. Ella es la ciudad a la que Dios ha dado una importancia particular en la historia de la humanidad. Ella es la ciudad hacia la cual todos los pueblos se encaminan y donde se encuentran en la amistad y en el amor en presencia del único Dios, según la visión del profeta Isaías: Sucederá al fin de los tiempos que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella (...) El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra.” (Is 2, 2-5).

Es sobre esta visión profética y sobre la legitimidad internacional concerniente a la totalidad de Jerusalén, en la cual estamos hoy dos pueblos y tres religiones, que tiene que basarse toda solución política. Esta es la primera cuestión a tratar en las negociaciones, pues el reconocimiento de su santidad y su vocación será un manantial de inspiración para la solución de todo el problema, que es una cuestión de confianza mutua y de la capacidad de construir una “nueva tierra” sobre esta tierra de Dios.

Esperanza y fe en Dios

10. En la ausencia de toda esperanza, hacemos oír hoy nuestro grito de esperanza. Pues creemos en un Dios bueno y justo. Y creemos que su bondad acabará por triunfar sobre el mal del odio y de la muerte que todavía reinan sobre nuestra tierra. Y acabaremos vislumbrando una “tierra nueva” y un “hombre nuevo”, capaces de levantarse por su espíritu hasta el amor de todos sus hermanos y hermanas que habitan esta tierra.

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