Día Mundial de Oración para Acabar con la Hambruna: 10 de junio de 2018

La hambruna y el hambre

Datos:

El este de África, el Cuerno de África, Yemen y el noreste de Nigeria siguen sumidos en una crisis alimentaria devastadora. En estas regiones, treinta millones de personas sufren niveles de hambre alarmantes. Probablemente ya se está produciendo hambruna en partes del norte de Nigeria y la colindante cuenca del lago Chad, mientras que Yemen y Somalia son muy vulnerables en estos momentos. Sudán del Sur se está alejando del abismo, pero la crisis alimentaria sigue extendiéndose por todo el país. Veintisiete millones de personas carecen de agua segura, lo que aumenta la amenaza de cólera y extiende otras enfermedades transmitidas por el agua, además de la diarrea. Los conflictos brutales de Sudán del Sur, Yemen y Nigeria han llevado a millones de personas a abandonar sus hogares y han dejado a algunos millones más con necesidad de ayuda alimentaria de emergencia. La sequía persistente ha provocado que se pierdan las cosechas y muera el ganado en partes de Etiopía, Somalia y Kenia, lo que ha causado una grave escasez de alimentos y agua. El año pasado hubo un déficit de financiación del 29% de la cantidad necesaria. Una respuesta insuficiente o medidas inadecuadas para la mayor emergencia por hambre masiva en el mundo llevarán a un sufrimiento incalculable, malnutrición y muertes. Las Naciones Unidas calculan que hasta 1,4 millones de niños podrían morir de hambre en los próximos meses.

Pero es vital darse cuenta de que la hambruna es solo la punta del iceberg de la inseguridad alimentaria que se sufre a escala mundial. En 2017, casi 124 millones de personas de 51 países y territorios se enfrentaron a niveles críticos de inseguridad alimentaria aguda o peor.

 

Reflexión:

En los lugares desolados y el desierto, Dios nos llama a arrepentirnos, orar, ayunar y compartir alimentos.

Cuando ya era de noche, los discípulos se acercaron a él y le dijeron: Ya es muy tarde, y en este lugar no hay nada. Despide a toda esta gente, para que vayan a las aldeas y compren de comer”. Jesús les dijo: No tienen por qué irse. Denles ustedes de comer”. Ellos le dijeron: Aquí tenemos sólo cinco panes y dos pescados”. Él les dijo: “Tráiganmelos acá”. Mateo 14:15-18.

El desierto es un lugar árido, solitario, vacío, inhabitable y desolado, tanto literal como metafóricamente. Aunque en este contexto en particular, las personas se encuentran necesitadas de alimentos, y Jesús exige que se tomen medidas, también es en el desierto donde Juan el Bautista predicó el arrepentimiento. El espíritu condujo a Jesús al desierto, inmediatamente después de su bautismo, para que ayunara y fuera tentado como preparación para su ministerio. La desolación y el desierto nos invitan a afligirnos, orar, arrepentirnos, ayunar y compartir alimentos.

Las necesidades surgen en circunstancias difíciles. La manera fácil de salir de la situación es devolver el problema a la persona o comunidad necesitada, como los discípulos de Jesús que querían despedir a la multitud para que la gente pudiera ir a las aldeas y comprar alimentos. Con frecuencia oímos respuestas similares de nosotros mismos a las personas que están en situaciones desesperadas y tienen hambre y sed. ¿Por qué no se prepararon para los tiempos difíciles? ¿No han ahorrado nada de dinero? ¿Por qué no dejan de pelearse entre ustedes? No tenemos los recursos para atender sus necesidades. ¿Por qué no piden ayuda a su gobierno?

Los treinta millones de personas que se enfrentan al riesgo de hambruna necesitan más del resto del mundo. Jesús nos ordena: “Denles ustedes de comer”.

No se nos pide necesariamente que demos de nuestra abundancia. ¡Estamos llamados a compartir lo que tenemos, independientemente de nuestra situación! No debemos preocuparnos por si lo poco que damos es suficiente para todos los necesitados. “El Señor, el Dios de Israel, me ha dicho: ‘No va a faltar harina en la tinaja, ni va a disminuir el aceite de la vasija, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra’” (1 Reyes 17:14). Dios puede obrar a través de nosotros para alimentar a muchos. Lo hizo a través del niño que compartió los dos pescados y los cinco panes (Juan 6:9). Fue la pobre viuda de Sarepta la que dio de comer al profeta Elías, el forastero hambriento, con sus últimos recursos (1 Reyes 17:8-16), y fue la contribución limitada del hombre de Baal Salisá a Eliseo la que permitió alimentar a cien personas (2 Reyes 4:42-44).

En los lugares desolados y el desierto, Dios nos llama a arrepentirnos, orar, ayunar y compartir alimentos.

 

Oración:

Oh Señor, abre nuestros ojos.
Ayúdanos a percibir las necesidades de los hambrientos.

Oh Señor, abre nuestros corazones y nuestras mentes.
Ayúdanos a ser uno con quienes pasan hambre y están en situaciones desesperadas.

Oh Señor, abre nuestros corazones y nuestras mentes.
Perdónanos por la inacción y por las respuestas insuficientes a las necesidades de los hambrientos y los sedientos.

Oh Señor, danos fuerza para promover y movilizar medidas para superar el hambre.
Ayúdanos a responder a los necesitados, compartiendo nuestros recursos e instando a los demás a hacer lo mismo.