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Ginebra, 08 de junio de 2016

Estimado obispo De Nully Brown,

Nos ha entristecido profundamente la noticia de la desaparición física del obispo emérito Federico José Pagura, a quien siempre recuerdo por su cálida y valiente sabiduría.

Pagura fue uno de los pilares del ecumenismo latinoamericano y mundial en los últimos cincuenta años, fiel y valeroso abanderado en la defensa de los derechos humanos y la causa de la paz en América Latina y en todo el planeta.

Ya desde su obispado en Costa Rica y Panamá, en estrecha sintonía con los cambios sociales y políticos del continente, Pagura hablará de una “hora de parto” de los pueblos latinoamericanos que despiertan “a la aurora de una nueva liberación” y predicará en su parroquia un reino de Dios que se encarna y manifiesta en la historia humana.

Al frente de la iglesia metodista en Mendoza, encabezará la recepción a los refugiados chilenos que huyen del golpe de Estado y la dictadura de Augusto Pinochet y es uno de los fundadores del Comité Ecuménico de Acción Social (CEAS) que organiza la acogida de miles de personas de ese país—acciones intolerables para elementos derechistas argentinos, que explotan una bomba en el templo de su iglesia la madrugada del 4 de septiembre de 1975.

Elegido obispo de la Iglesia Evangélica Argentina en 1977, será un líder destacado del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) y trabajará estrechamente con la Oficina de DD.HH. para América Latina del Consejo Mundial de Iglesias en la oposición a los desmanes y violaciones perpetrados por la dictadura militar argentina.

Como presidente de la Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana (CELADEC), Pagura acompañará el desarrollo de una educación cristiana integral que busca confrontar al ser humano con la revelación de Dios para que asuma un compromiso concreto de acuerdo con el Evangelio.

Entre Melbourne (1980) y San Antonio (1898), Pagura participará en la Comisión Mundial de Misión y Evangelización, contribuyendo en los debates sobre misión y reino de Dios, iglesia de los pobres, inculturación del Evangelio y diálogo interreligioso.

En sus diecisiete años como presidente del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), Pagura abogará por la necesidad de mantener simultáneamente el llamado a la conversión y el nuevo nacimiento en Cristo, y la demanda por libertad y justicia para los pueblos del continente, particularmente para los más pobres y necesitados. “Si por hacerlo así, algunos de nosotros hemos padecido difamación y hasta persecución, no solo no nos avergonzamos de ellos, sino que los consideramos el costo inevitable de la fidelidad a Jesucristo y bienaventuranza que nadie nos podrá arrebatar”, escribió.

En esa aventura ecuménica defenderá el derecho a la autodeterminación, se involucrará en los procesos de paz en Centroamérica, y extenderá una mano fraterna a la Iglesia Católica Romana, impulsando significativos momentos de diálogo y cooperación en las llamadas consultas de obispos y pastores.

En diciembre de 1998, en la Octava Asamblea celebrada en Harare, Pagura es elegido uno de los presidentes del CMI y será un activo promotor del Decenio para la Superación de la Violencia en América Latina, acompañando a víctimas de la opresión sistemática de la violencia, pero advirtiendo que sin la solución a los problemas de trabajo, salud y vivienda, sin la atención a las necesidades básicas, la violencia continuaría incrementándose.

En las reuniones del Comité Central del CMI, Pagura insistió en el tema de la eucaristía y la unidad de los cristianos y cristianos en torno a la mesa del Señor, y en denunciar los pecados del imperio. Esa insistencia, declaró, “es parte de mis convicciones más profundas, y no la voy a callar hasta la muerte, porque creo que en ambos casos hay pecados muy profundos.”

Pagura también fue miembro de la junta directiva del Instituto Vida y Paz, con sede en Uppsala, otro ejemplo de su vocación ecuménica universal.

Hombre de gran sensibilidad y ternura, Pagura nos ha legado canciones y poemas que hablan de su rechazo de las injusticias, de su dolor ante el sufrimiento de los más humildes y desamparados, de los dolores de parto de una América Latina que quiere renacer a una real independencia de pueblos realmente libre, así como del amor por su compañera de toda la vida. Y nos deja especialmente una canción que ha sido oportunamente calificada como la Marsellesa protestante, ese himno con ritmo de tango que ha sido traducido en tantas lenguas y anima el espíritu de las congregaciones en muchos rincones del planeta: ‘Por eso es que tenemos esperanza’.

Damos gracias a Dios por la ejemplar trayectoria pastoral, ecuménica y profética del obispo Pagura, que ha sido una contribución importante para el discernimiento de Su Palabra y Su acción en nuestra historia.

Como el apóstol Pablo, el obispo Federico Pagura supo hacer suyas estas palabras: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2 Timoteo 4:7-8).

En el amor de Jesucristo,

Rev. Dr Olav Fykse Tveit

Secretario general